ÍNDICE
Dedicatoria a papá - Que levante la mano... - Prólogo - Introducción -
Presentación - Dormir sin bragas… - La
primera vez que me quité las bragas para dormir - ¡Cuidado! -
1. Duerme sin bragas - ¿De verdad es bueno dormir sin bragas? - ¿Por qué
dormimos con bragas? - Todo el día vestidas - Tu vulva necesita respirar y
estar libre - ¿Y los pantalones? - ¿Y qué pasa con el flujo? «Me da miedo
manchar» - La transición a dormir sin bragas. «No sé por dónde empezar» -
También sin calcetines - El tejido de las sábanas importa - Oye, ¿y qué pasa
con los tangas? - Testimonios reales
2. Se llama vulva - La vergüenza de la vulva - La chirla. La almeja. El
potorro - ¿Reconocerías tu vulva entre cincuenta? - Mirarse la vulva no es fácil - La vulva es
«lo de fuera» y la vagina «lo de dentro» - Los nombres de señores en nuestra
vulva y la necesidad de cambiarlos - Lo que no se ve, no se toca o no se dibuja
para el cerebro no existe - Conoce tu vulva - Nadie nace odiando su vulva, nos
enseñan a odiarla - Esmegma - Tu vulva tiene algo que decirte - Este viaje de
autoamor…
3. ¿Cómo debemos hacer pis y caca? - Con vergüenza, ni se caga ni se
almuerza - ¿Cómo debemos hacer caca? - ¿Qué no debemos hacer cuando hacemos
caca? - Lo malo no es hacer caca, ¡sino no hacerla! - Estreñimiento en
vacaciones - En los baños públicos también podemos hacer caca - La importancia
de hacer pis de forma correcta - ¿Sabes cómo se comporta tu vejiga? - ¿Cómo
debemos hacer pis? - ¿Hacer pis se puede reeducar? - No normalices las pérdidas
de orina - Anécdotas (muy) meonas y nada graciosas
4. Nuestro ciclo menstrual y nuestra ciclicidad - Se llama menstruación -
Nuestra ciclicidad - Cada ciclo menstrual es un mundo - Ciclo menstrual sano -
Hablemos de las hormonas - Conozcamos al eje hipotálamo-hipófisis-ovarios o
gonadal - Rumbo a conocer las fases del ciclo menstrual - ¿Qué ocurre en el
útero? - Ovulación - Lo que ocurre a veces pero que no debería ocurrir -
Sangrado abundante y coágulos -
Regularidad, duración y conteo del ciclo menstrual - Alteraciones o patologías
menstruales más frecuentes - Mitos - Preguntas frecuentes
5. Flujos, mucosas y microbiota, ¡lo que nos da vida! - ¿Qué es la
microbiota? - Hablemos de fluidos y esas cosinas - Tus bragas no necesitan
salvación - ¿Qué puedo hacer si mojo mucho y es muy incómodo? - El flujo
«radiactivo» - ¿Cómo cambian la microbiota, el flujo y la mucosa a lo largo de
nuestra vida?
6. Las bragas de la regla y otros productos de higiene menstrual - ¿Tú eres
de las mujeres que tiene bragas de la regla? - La publi menstrual - La sangre
menstrual (no) es un asco - Yo siempre tuve buena relación con mi regla - Mis
inicios con la copa menstrual - Productos de higiene
7. La importancia de un intestino sano - Eje microbiota-intestino-cerebro -
Estar estreñida no mola nada - Cuando tu intestino no está bien - Probióticos y
prebióticos - ¿Alguna vez te han diagnosticado síndrome del intestino
irritable? - Conoce un poquito más el sibo - La permeabilidad intestinal -
¿Cómo afecta el intestino a nuestras hormonas? - Intestino y acné - Intestino,
emociones y estrés - ¿Influye el intestino en el suelo pélvico?
8. Suelo pélvico, ¡la base de nuestro castillo! - ¿Qué es el suelo pélvico?
- ¿Qué funciones tiene el suelo pélvico? - ¿Qué factores individuales pueden
suponer un riesgo para nuestro suelo pélvico? - ¿Qué problemas de suelo pélvico
podemos encontrarnos? - El embarazo y el suelo pélvico, ¿amigos o enemigos? -
El tabaco en el suelo pélvico - ¡Rumbo a conocer nuestro suelo pélvico! - ¿Qué
ejercicios podemos hacer para nuestro suelo pélvico? - Suelo pélvico en el
entrenamiento de fuerza - ¡Cuida tus órganos pélvicos! - ¿Qué hay de las bolas
chinas? ¿Son para todas las mujeres?
9. Dolor, infecciones y otros sustos en nuestra vagina - Infecciones por
hongos - Disbiosis vaginales y vaginosis bacteriana - Infecciones de orina -
Dispareunia y vaginismo - Vulvodinia - Bartolinitis - Sequedad vulvogenital -
El papel de las infecciones en el suelo pélvico y cómo pueden afectar al dolor
- Infecciones de transmisión sexual
10. ¡Cuida y mima tu vulva! Se lo merece más que nadie - Higiene de la
vulva, ¿cómo debemos hacerla? - Tu cuidavulva - Mis dos rutinas favoritas de
cuidado - Cuidado y mejora de nuestro ph vaginal, microbiota y salud de
nuestras vulva y vagina. Un breve repaso - Cuida tus mucosas - Lo que nos
echamos en la vulva: lubricantes, aceites, cremas - Hablemos de la depilación -
Cuida también tu vagina - Cuidado versus cirugía estética
11. Otros consejos para cuidar tus hormonas y tu cuerpo - Bebe agua -
Alimentación variada y nutritiva - Haz ejercicio de fuerza y ejercicio
cardiovascular - La higiene del sueño y los ritmos circadianos - Cuida el
estrés y aprende a gestionarlo - El sol y la vitamina d - Respira por la nariz
- Ten contacto con la naturaleza - Reduce los disruptores endocrinos - Exponte
a la incomodidad - Exponerse al frío tiene beneficios en tu salud - Cuida tu
vida sexual, tu salud hormonal, el amor propio y el autocuidado - Cuida tus
relaciones sociales y mantén a tu lado a tus «personas vitamina»
12. Nuestra sexualidad, un placer que nos merecemos - La sexualidad de las
mujeres sigue siendo un tabú - Las mierdas que soportamos - Nunca narraron
nuestra historia - El orgasmo clitoriano y vaginal, y la infantilidad de las
mujeres - Todos los orgasmos son iguales para el cerebro - Hablamos un poquito
más sobre el orgasmo - El orgasmo no se persigue - Dejemos de fingir orgasmos -
El orgasmo no debería ser un fin, pero sí es importante - Nunca tuviste tantas
ganas de hacer abdominales… - Es el mejor ejercicio para tu suelo pélvico -
Cuidado con lo que te metes en la vagina - El útero en tu vida sexual - Llorar
después de follar - El deseo - No somos complicadas - ¿Y por qué sola sí, pero
en compañía no? - Nuestra autoestima sexual - Masturbarte para conocerte y para
quererte - Deconstruir y reconstruir nuestra sexualidad y nuestras relaciones -
Y que todo se acompañe de responsabilidad afectiva - Y que no se pierdan nunca
el amor, ni los besos, ni las caricias - Y el sexo es amor - Te deseo el mejor
sexo de tu vida
13. ¡Relaja la fresa, princesa! - Relaja la boca para relajar la vagina -
Abre la boca para abrir la vagina - ¿Qué podemos hacer para relajar y liberar
nuestra mandíbula y nuestro suelo pélvico? –
Anexo 1. mi cuerpo, lo más valioso que tengo
Anexo 2. ¿cómo sería mi cuarto de baño ideal? - Ducha higiénica versus
papel higiénico
No hay nada más placentero, que mear o cagar en el campo
Despedida - Agradecimientos - Dedicatoria - Notas - Créditos
A ti papá, por ser un luchador,
por tener un corazón tan grande
como fuerte, que latirá
por muchísimos años a mi lado.
Que levante la mano a quien alguna vez le ha dolido la regla, le ha
picado la vulva, ha estado días sin parar de llorar antes de que le venga la
menstruación, se ha sentido loca por tanto cambio de humor, haya tenido dolor
en las relaciones sexuales…
Que levante la mano quien alguna vez se haya sentido «poco
femenina».
Que levante la mano quien alguna vez haya tenido alguna cándida o
infección de orina.
Que levante la mano quien alguna vez haya pensado que su flujo daba
asco.
Que levante la mano quien no reconocería su vulva entre 50.
Que levante la mano quien alguna vez haya tenido mala relación con
su cuerpo y/o con la comida.
Que levante la mano quien alguna vez haya tenido pérdidas de orina.
Que levante la mano quien alguna vez haya tenido dificultad para
llegar al orgasmo o, incluso, que nunca haya tenido un orgasmo.
Que levante la mano quien alguna vez no haya tenido deseo sexual.
Que levante la mano quien alguna vez haya salido con una receta de
anticonceptivos con la frase «para regular tu ciclo».
Que levante la mano quien alguna vez se haya sentido mal por ser
«demasiado sensible».
Que levante la mano a quien alguna vez le haya desaparecido la
regla.
Que levante la mano quien alguna vez haya tenido brotes de acné y le
hayan minado la autoestima.
Que levante la mano quien alguna vez ha estado hinchada, inflamada,
estreñida… y le han dicho que es normal.
Que levante la mano quien alguna vez ha recibido violencia
ginecológica u obstétrica.
Que levante la mano quien alguna vez haya recibido comentarios sobre
ser o no ser madre.
Que levante la mano quien alguna vez se haya depilado por presión
social.
Que levante la mano quien alguna vez se ha sentido terriblemente mal
en la consulta de ginecología.
Que levante la mano quien nunca ha recibido una charla en el colegio
sobre su ciclo menstrual, su suelo pélvico o su sexualidad.
Que levante la mano quien alguna vez ha estado en una relación de
maltrato o ha sido acosada.
Que levante la mano quien ha recibido una comentario como «esto es
lo que hay», «esto ya es de por vida», «esto no tiene solución».
Que levante la mano quien alguna vez se haya sentido culpable de lo
que le ocurre.
Que levante la mano quien alguna vez sintió que ser mujer dolía
mucho.
Que levante la mano quien alguna vez odió ser mujer.
Y podría continuar mucho más…
Si tú no has levantado la mano, felicidades, me alegro cinco mil.
Pero estoy segura de que casi todas lo habéis hecho. ¿Quién dice que por ser
mujer tenemos que estar condenadas a sufrir todo esto? ¿Cómo puede ser que
biológica y evolutivamente tenga sentido que la mujer cada mes tenga dolor? ¿O
que tenga facilidad para coger infecciones que no la permitan salir de casa?
¿Cómo puede ser que supuestamente no haya solución a nuestros
problemas? ¿Que tengamos que sentirnos histéricas? ¿Que nos llamen locas?
Y lo peor, que nos sintamos culpables por ello…
No es posible que ser mujer duela tanto. Ni que sea tan difícil. Y
el problema no somos nosotras. Es la sociedad en la que vivimos y la falta de
información.
Y por eso hoy estoy escribiéndote estas palabras. Porque yo también
fui aquella mujer (a veces sigo siéndolo) que tuvo trastornos que la sociedad
normalizaba, que no entendía lo que le ocurría, que no encontró información
veraz, ni historias reales. Pero que no se conformó nunca. Porque nunca creyó
que algo pudiera doler tanto, y que alguien tan poderosa, con la capacidad
hasta de albergar vida podía estar condenada a sufrir tanto. Porque ser mujer
no podía ser un lastre. Y aquí estoy, un día más en mi lucha. Por ti, por
nosotras, por las que no están, por las que quedan por venir.
PRÓLOGO
Bienvenida a un viaje extraordinario hacia el conocimiento íntimo de
tu propio cuerpo, un camino guiado por la voz amistosa y apasionada de Sara, tu
confidente y experta en salud femenina.
Este libro no es solo una guía, es una conversación íntima, como si
Sara estuviera a tu lado, compartiendo secretos y revelaciones sobre la
maravillosa complejidad que es ser mujer.
En estas páginas descubrirás que la salud femenina va más allá de
los meros hechos biológicos. Sara, con su energía única y actitud vibrante, nos
invita a explorar no solo los aspectos físicos de nuestro cuerpo, sino también
los emocionales y espirituales que nos hacen humanas. Es como tener a una amiga
de toda la vida que te habla con honestidad, transparencia y esa chispa única
que solo Sara puede aportar.
Desde el título intrigante Duerme sin bragas hasta la exploración
del mágico vínculo entre la vulva y la boca, cada capítulo es una ventana a la
comprensión y el amor propio. Sara nos guía con destreza a través de temas que
a menudo se mantienen en susurros, con tabús y engaños. Llevándonos de la mano
por terrenos tan diversos como el ciclo menstrual, la microbiota, el suelo pélvico
y la sexualidad.
La visión de Sara va más allá de ser clínica; es una celebración de
la libertad femenina, un recordatorio de que cada mujer tiene el derecho y el
deber de cuidar de sí misma. En su enfoque integral hacia la salud, abarca
desde la alimentación y el ejercicio hasta el amor propio, la disciplina y la
confianza. Porque, para nosotras, la salud no se trata solo de cuerpos; se
trata de mente, corazón y alma.
Este libro es un regalo, una invitación a empoderarnos y disfrutar
de nosotras mismas sin peros ni culpas. Sara comparte sus ilusiones y miedos,
su historia, de manera tan auténtica que te sentirás parte de su aventura desde
la primera página. Así que prepárate para sumergirte en un diálogo franco y
lleno de amor sobre la salud femenina, donde Sara será tu guía, tu amiga y tu
inspiración.
Gracias por unirte a esta pequeña aventura. La revolución de la
salud femenina comienza contigo, y Sara está aquí para guiarte con su
conocimiento y su pasión.
¡Disfruta del viaje!
LAIA VIDAL
Ginecóloga y obstetra, y amiga
INTRODUCCIÓN
Conocí a Sara y a su vulva en una formación (sí, nuestras
formaciones nos dejan completamente expuestas y hacen que compartamos nuestra
esencia con las personas con las que coincidimos y conectamos). Hubo una conexión
muy potente desde el principio, y nos convertimos en amigas, compañeras,
confidentes, y Sara también en mi paciente. Compartimos nuestros miedos y
nuestras ilusiones, lloramos y reímos juntas y a veces tenemos asimismo algún
pequeño roce (que siempre solucionamos); pero lo más importante es que ella se
convirtió en la persona que siempre me empuja para que mi vida sea mejor, cree
en mí mucho más de lo que yo jamás he hecho.
Sara es de esas personas que ven lo bueno que tienen los que la
rodean y que se preocupa de verdad por los demás. Eso fue lo que me hizo
empezar a trabajar con ella, porque no es fácil encontrar profesionales con
tantísima empatía, que se pongan de verdad en la piel de sus pacientes y que no
solo les ayuden a entender qué les está pasando y les aporten herramientas para
poder solucionarlo, sino que también les escuchen con el corazón abierto (que
eso cura muchas veces más que la propia terapia).
Exponerse como lo hace ella es muy muy difícil, porque siempre te
llueven críticas por todos lados o incluso consigues que aparezcan acosadores y
te hagan comentarios asquerosos; hablar de salud sexual en la mujer hoy en día
sigue siendo muy complicado (hasta Instagram censura la mitad de lo que intenta
transmitir…), y, sin embargo, me parece importantísima la labor que está
realizando y admiro lo valiente que es por poder hacerlo con esa naturalidad.
Poco a poco, me está empujando para que me lance yo también a las redes (que
las odio profundamente) porque no quiere ser mi voz, quiere que yo también
tenga voz propia, y eso denota una generosidad inmensa.
Este libro surge de su necesidad de compartir tanto su conocimiento
como su propia experiencia personal, porque seguro que en algún capítulo te
sientes identificada con ella y hace que, además de aprender muchísimas cosas
sobre ti como mujer, no te sientas sola.
Disfrútalo, y si leyéndolo descubres que tienes alguna dificultad,
¡pide ayuda!, no te conformes, no vivas ni con dolor ni sintiendo que hay algo
que no está del todo bien.
Y deja salir todo tu potencial, que nadie te calle, exprésate
siempre y rodéate de gente que te quiera bien. Eres una mujer maravillosa,
ámate mucho, conócete y saca toda la luz que llevas dentro, y vive para
disfrutar, para sentir placer (y no me refiero solo a placer sexual), disfruta
cada día de las pequeñas cosas y abraza la tristeza cuando llegue, no la
niegues, y busca tribu, busca apoyo, porque no estás sola.
Desde que era muy muy pequeña siempre supe que lo que quería era
acompañar y cuidar a otras mujeres a lo largo de toda su vida y me siento
superafortunada de poder hacerlo (me apasiona mi profesión y eso es algo que
poca gente puede decir), y después de estudiar muchísimo (tengo un problema de
adicción con las formaciones), me he dado cuenta de que una de las cosas más
importantes que se puede hacer por otras mujeres es divulgar; el conocimiento
es poder y Sara os está dando mucho poder con este libro, así que ¡aprovéchalo
y descubre lo poderosa que eres!
SILVIA LIGERO
Fisioterapeuta de suelo pélvico y sexóloga,
compañera de equipo y amiga
PRESENTACIÓN
Este libro es para ti.
Este libro es para todas aquellas personas que quieran conocer un
poquito más sobre todos los tabúes que existen alrededor de nuestro cuerpo,
para que deje de ser un enigma misterioso que, a veces, incluso da un poco de
miedo.
Para ayudar a que se sientan un poco menos raras y un poco más
humanas.
Este libro es para nosotras.
Para mejorar nuestra calidad de vida en nuestro día a día. Para que
dejemos de cagar y mear mal, de tener vergüenza de nuestros genitales y para
que cuidemos nuestra vulva como si fuera nuestro templo más sagrado.
Quiero hacer una aclaración, y es que, aunque en repetidas ocasiones
utilice el concepto «mujeres», con él hago referencia a todas las personas del
planeta que se identifiquen con todo lo que hablo. Sabemos que ni todas las
personas con vulva, vagina y útero son mujeres, ni todas las personas con
testículos y pene son hombres. Que no tener útero o ciclo menstrual no te hace
menos mujer ni tu anatomía corporal define lo que eres o sientes. Cada persona
debe definirse con la esencia con la que más se identifique. Les hablo a todas
las personas de este planeta que hayan cogido este libro entre sus manos. Ojalá
esto también pueda ayudarte, porque todos los consejos que encontrarás también
son para ti, independientemente de los genitales que tengas y de cómo te
sientas.
Cada vez que doy una charla siempre comienzo con un: «Te invito a
que dejes en la puerta las vergüenzas, las creencias, los complejos y los
miedos». Todo esto pesa demasiado para cargarlos en la mochila que llevamos a
la espalda, y este viaje es para hacerlo ligera de equipaje. Es posible que tú
seas una de tus mayores castigadoras y que acudan a tu mente frases que tú
misma te has dicho o castigos que te has impuesto. En este libro también vamos
a hablar de la autocompasión y del amor propio, pues son los ingredientes más
necesarios para entablar una relación con nosotras mismas y nuestro cuerpo.
Así que quiero empezar recordándote que no hay nada de malo en ti.
Tú eres suficiente. Y no te falta nada. No lo olvides. Y repítetelo las veces
que haga falta. Puedes escribirlo en un papel y tenerlo a mano cada vez que te
juzgues o te hables mal. Te mereces todo lo bueno, amor.
Antes de presentarte el libro, quiero hacer una aclaración. He
intentado realizar una especie de manual en el que explicar todo lo que
deberíamos saber como mujeres y que nos deberían haber enseñado de pequeñas,
pero que nunca hicieron.
Soy consciente de las limitaciones que esto tiene, pues hay
infinidad de temas que explicar y que tocar. En este libro solo puedo mostrarte
la superficie de cada uno de los mares. He intentado destacar los aspectos que
considero más importantes y que, creo, es fundamental que conozcas, aunque, por
supuesto, para explorarlos hay que bucear en cada uno de ellos.
Todo lo que aquí expongo lo hago desde mi humilde opinión,
experiencia personal y formación profesional. Pero, como siempre digo, todo son
consejos de mi puño y letra, que siempre deberás valorar, hacer una lectura
crítica de ello, y a partir de ahí hacer lo que quieras con tu cuerpo, que para
eso es tuyo.
DORMIR SIN BRAGAS…
Dormir
sin bragas es mucho más que el acto de quitarte la ropa interior antes de
acostarte.
Dormir
sin bragas es mucho más que cuidar tus genitales.
Dormir
sin bragas es un acto de liberación y reconciliación.
Dormir
sin bragas es un acto de amor.
Dormir
sin bragas es libertad. Es autocuidado. Es autocoñocimiento.
Y,
por supuesto, no es ni una obligación, ni una imposición. Hay muchas maneras de
dormir sin bragas con la ropa interior puesta. Cuando hablo de dormir sin
bragas, hago referencia a todos los cuidados y actos de amor por tu vulva y por
tu cuerpo.
Y es
en este camino donde tú deberás elegir qué actos se amoldan más a ti en este
momento.
Dormir
sin bragas te llevará a relacionarte con tu vulva, con tu templo más sagrado,
como seguramente nunca lo has hecho, como a mí me sucedió.
LA PRIMERA VEZ QUE ME QUITÉ LAS BRAGAS PARA DORMIR
Recuerdo
la primera vez que me quité las bragas para dormir. Sentí que me quitaba una
parte del cuerpo. Me noté rara, incompleta, desprotegida, demasiado desnuda.
Toda mi vida durmiendo con bragas porque pensaba que la vulva necesitaba estar
siempre «protegida» porque así la sociedad me lo había enseñado, que nunca me
cuestioné los verdaderos motivos y si había que hacerlo de manera diferente
(como otras muchísimas cosas). Fue hace relativamente poco, en el verano de
2020, y me las quité porque, investigando sobre los cuidados de la vulva, había
leído que era bueno dejarla libre de noche. Años atrás esta sería una frase a
la que no habría prestado mayor atención y la habría descartado con un: otra de
las muchas mentiras que te cuentan por internet sobre tu salud; pero ese día,
en esa etapa de mi vida en la que empezaba a cuestionarme todo lo que (no) me
habían enseñado sobre mi cuerpo, solo buscaba dar la vuelta a todo lo que hasta
entonces había hecho mal y encontrar explicación científica o fisiológica que
lo apoyara (porque ya sabemos que «de cosas de genitales y mujeres» no es que
haya muchos estudios científicos).
Siempre
pensé que en el colegio y en el instituto nos enseñan un poco de algunas cosas,
pero nada de casi todo lo más importante. Crecí con miles de preguntas sobre mi
cuerpo y mi sexualidad que se han ido despejando a lo largo de los últimos
años, y sobre todo desde que creé Salud Hormonal. Me daba la sensación de que
eran cuestiones que ni siquiera debía preguntar, y pensaba que eran cosas que
todas las mujeres debíamos saber solo por el hecho de ser mujer y de madurar.
Pero llegué a sentirme muy rara y muy sola, creyendo que era la única que no
las sabía, y de esto ni siquiera fui consciente en aquel momento, sino que, a
lo largo de los últimos años, me fui dando cuenta de este pensamiento y de
estos sentimientos. Ostras. Qué fuerte.
He de
decir que mi vida ha cambiado desde que me dedico a lo que me dedico. ¡Pero una
pasada! Ya antes era «la rarita», pero ahora, ¡aún más!
Quiero
que este libro sea un manual para cuidar tu cuerpo y tu vulva, en todos los aspectos
que nadie te enseñó, la respuesta a todas las preguntas que te has ido haciendo
a lo largo de tu vida y que te quedan por hacer. Como yo diría, un manual muy
hormonal. Escrito con todos los conocimientos y opiniones que tengo, que he ido
aprendiendo a partir de mis estudios, experiencia personal y experiencia
práctica, de muchos libros y también gracias a profesionales a los que sigo y
admiro.
Por
desgracia, queda mucho que investigar desde la ciencia, mucho que demostrar y
mucho que aclarar, así que siento decirte que no todo lo que te cuente está
basado en evidencias científicas. Pero lo que sí es seguro es que todo lo que
aquí aparece lo cuento desde todos los estudios que tengo y la investigación
que he hecho, todas las lecturas que me he comido y todas las veces que he
preguntado. Todo ha pasado por experiencias personales no solo mías, sino
también de mis pacientes e incluso de mis seguidoras de Instagram. No verás
consejos locos, ni irreflexivos.
Como
siempre digo, ¡puedes hacer lo que quieras con tu cuerpo y con tu vulva, que
para eso son tuyas! Yo solo te hago recomendaciones como profesional de la
salud y te brindo toda la información que considero necesaria, pero la decisión
siempre está en cada una, sin juicios.
Este
libro está hecho también desde la naturalidad, el cariño, y tiene algún que
otro toque de humor. Puede que haya cosas con las que no estés de acuerdo o no
te gusten, pero no pasa nada, es lo bonito. Coge lo que te guste y te haga
bien, deja lo que no, y date el derecho a cambiar siempre de opinión.
¡CUIDADO!
Antes
de que comiences quiero hacerte una advertencia: ¡OJO! Es posible que después
de leer este libro haya cosas que no es que no te apetezca hacer, sino que tu
cuerpo ya no quiera tolerar más y cambien tus hábitos por completo. Hay puertas
que una vez que abres nunca se vuelven a cerrar… ¡Y una es dormir sin bragas!
¡Yuhuuuuu, comienza nuestro viaje!
Ponte
cómoda, quítate las bragas —o no, si no quieres todavía—, relaja la vagina… ¡y
a disfrutar!
1
DUERME SIN BRAGAS
¿DE VERDAD ES BUENO
DORMIR SIN BRAGAS?
Esta
es la primera pregunta que me hacen cuando yo hago la recomendación de dormir
sin bragas. (Yo también me la hice la primera vez que lo leí y me lo estuve
cuestionando seriamente).
¡Fíjate
si es bueno que me da para un libro entero!, podría decir ahora.
No
solo es recomendable, sino que es saludable, y tu vulva, tu suelo pélvico,
incluso tu sexualidad te lo agradecerán.
Así
que sí, deberías dormir sin bragas. Y sin tanga (con más razón). Y vivir todo
lo que puedas sin ellas también. Dormir libre. Vivir libre.
Y
lo más probable es que cuando empieces a hacerlo, no quieras volver a dormir
con ellas.
Seguramente,
si nunca lo has hecho antes, te preguntarás: «¿Por qué debo dormir sin
bragas?». O te salga un: «¡Yo no puedo dormir sin bragas!» Y si lo llevas
haciendo toda la vida, es posible que te sorprendas de que haya gente que
duerme con ellas y digas un: «Yo soy incapaz de dormir con bragas».
Existen
dos grandes grupos de mujeres: las que siempre han dormido con bragas y jamás
se habrían planteado dormir sin ellas, y las que llevan toda la vida durmiendo
sin bragas y que nunca se habrían planteado dormir con ellas.
Después
estamos un grupo más pequeño (que va en aumento) de mujeres en un punto
intermedio, como yo, que desde siempre han dormido con bragas, hasta que han
conocido lo que es dormir sin ellas, y ahora no quieren volver a ponérselas.
¿Tú
de qué grupo eres?
Si
eres de ese primer grupo que siempre ha dormido con bragas, ¿qué es lo primero
que te viene a la cabeza si piensas en dormir sin ellas?
•Voy
a dormir desprotegida.
•Me
voy a poner mala.
•Voy
a coger una infección de orina. O cándidas.
•Voy
a manchar las sábanas.
•No
puedo dormir sin ellas.
¿Te
suena alguna de esas frases?
De
hecho, estos también son algunos de los comentarios que me han hecho algunas
mujeres a raíz de mis historias de «Duerme sin bragas» en Instagram. Otras me
aseguran que cada vez que se las quitan para dormir tienen cólicos o
infecciones (habría que ver la relación real de estos hechos, porque no es
dormir sin bragas lo que los origina, sino el sistema inmune y la microbiota de
cada una).
UN
PEQUEÑO RETO
Creo
oportuno dar comienzo a este pequeño manual hablándote de por qué deberías
dormir sin bragas, empezando por el final, y deseando que puedas leer cada una
de las siguientes palabras sin ellas (sí, es un pequeño reto que te propongo).
De
hecho, espera. ¿Llevas ropa interior? Si es que sí, y si estás en un lugar
cómodo, ¿te animas a quitártela antes de continuar?
Sí,
estoy loca.
Solo
es una prueba. ¿Confías en mí?
Venga,
a ver cómo te sientes. A ver cómo te sienta. (Sí, puede que rara, puede que
desnuda, puede que incómoda). No tienes por qué estar sin nada de ropa, con
quitarte las bragas será suficiente.
Puedes
ponerte unos pantaloncitos anchos, suavecitos o de pijama sin ropa interior,
para que te sientas más cálida y más cómoda.
Y
también, si lo llevas puesto, quítate el sujetador o el top deportivo,
cualquier cosa que te oprima.
Este
libro pretende ser un manual de aprendizaje, de conexión y de liberación, y
debemos empezar por nosotras mismas.
Y
si hoy no es un buen día o un buen momento, puedes intentarlo mañana.
Tus
tiempos, tus espacios.
Ahora
sí, continuamos.
¿POR QUÉ DORMIMOS
CON BRAGAS?
Vamos
a darle la vuelta a la pregunta: ¿por qué dormimos con bragas? ¿Por qué eso no
nos resulta extraño? ¿Porque llevamos haciéndolo toda la vida? ¿Y cuál es el
motivo?
Yo
creo que esto viene de mucho más atrás y de mucho más allá. En muchas
ocasiones, no son más que costumbres que se pasan de generación en generación
en nuestras casas, y seguimos lo que nos transmiten o han trasmitido nuestras
madres y nuestras abuelas (las que tenemos la suerte de haber vivido con
ellas). Otras veces, vivimos con otros familiares o personas que nos intentan
enseñar lo mejor que saben.
Antes
de continuar quiero recalcar que estoy segura de que una madre lo hace siempre
lo mejor que sabe. Transmite lo mejor que cree y acompaña de la mejor manera
que puede hacerlo. Los aprendizajes vienen de más atrás, inculcados por el
patriarcado en el que llevamos años viviendo y en el que seguimos.
Hay
muchas madres y muchas abuelas que desde pequeñas han inculcado a sus niñas el
beneficio de dormir sin ropa interior, porque así se lo habían enseñado también
sus madres y sus abuelas.
Cuando
este hábito es dormir sin bragas es genial, pero cuando es dormir con ellas…
Rara
vez nos cuestionamos costumbres que tenemos desde que éramos pequeñas y que ya
tenemos instauradas en nuestro día a día, pero quiero recordarte que aunque
llevemos haciéndolo desde siempre y que lo hicieran nuestras abuelas no siempre
significa que esas costumbres sean las más óptimas o saludables (aunque otras
muchas veces sí, sin duda).
Si
hace años me hubieran preguntado que por qué dormía con bragas supongo que
hubiera contestado: porque siempre me lo han enseñado así o, al menos, no me
han enseñado lo contrario. Yo nunca me había planteado por qué dormía con
bragas. Era algo que hacía y punto.
En
mi casa no recuerdo que nunca me dijeran que me quitara las bragas para dormir,
ni mi madre ni mis abuelas, ni mi tía abuela (con la que pasé gran parte de mi
infancia y a la que adoro por encima de todas las cosas). Supongo que a ellas
tampoco se lo habrían enseñado.
Me
hubiera encantado poderles preguntar a mis abuelas si ellas alguna vez habían
dormido sin bragas o por qué motivo dormían con ellas (porque sé a ciencia
cierta que cuando dormían conmigo llevaban bragas), pero, por desgracia, hoy no
puedo. Una de mis abuelas está en el cielo desde hace tres años, y la otra está
con nosotros en cuerpo, pero ya no en mente (un abrazo enorme para cada una de
ellas, que me acompañaron en mi infancia lo mejor que supieron). Pero
afortunadamente tengo a mi tía abuela que es como mi tercera abuela, y a ella
sí que he podido preguntarle, y su respuesta ha sido la misma que la mía:
«Porque nos acostaban con bragas y luego se convirtió en costumbre. Ahora no me
las puedo quitar, sentiría que me falta algo».
Si
tuviera que buscar algún motivo más a por qué dormía yo con bragas creo que
sería: «Supongo que por proteger mi vulva», por taparla y que no entre polvo,
calentarla y que no se ponga malita, evitar infecciones…
¡Aquí
está! La dichosa protección de nuestra vulva. Siempre pensando que cuanto más
tapada mejor para que no entre nada. (Y ojo, que vulva no es lo mismo que
vagina, y que yo también creía que era lo mejor).
Sí.
Lo primero que pensé cuando me planteé dormir sin bragas fue: ¿y no va a estar
desprotegida? ¿No voy a coger una infección? Todas esas respuestas que te dejé
al principio. Toda la vida viviendo y durmiendo con bragas, salvaslips,
compresas, y recibiendo anuncios de «tápate», «protégete», «lávate», «sé
limpia», que pensar en desnudarte suena a desprotección y mala higiene. Y da
miedo.
Sin
embargo, dormir sin bragas es todo lo contrario. De hecho, hay ropa interior
que es mejor no llevar.
TODO EL DÍA VESTIDAS
Nos
pasamos todo el día con ropa. Ropa ajustada en muchísimas ocasiones que en la
mayoría de los casos no es de algodón. Ropa de tejidos sintéticos que no
transpiran, que aprietan, que hacen sudar, que incluso molestan. Ropa que ni
siquiera nos permite movernos libres ni estar cómodas. Llegamos a casa y
algunas nos cambiamos y nos ponemos «prendas de estar por casa» o el pijama,
pero es que otras mujeres siguen con la misma ropa todo el día hasta que se dan
una ducha o se acuestan. Incluso algunas llegan tan cansadas que se quedan
dormidas sin cambiarse, y así hasta el día siguiente.
Igual
que siempre me acostaron con bragas, también me inculcaron el cambiarme a ropa
cómoda siempre, y menos mal. Hasta que las bragas desaparecieron de mi vida, lo
primero que iba fuera era el sujetador. Ahora directamente el sujetador no
existe en mi vida, así que lo primero que va fuera son mis bragas (cuando las
llevo).
Hay
muchísimas mujeres que se cambian de bragas para dormir, pero hay otras muchas
que no.
Además,
la vulva, en nuestro día a día, al igual que las tetas, suele estar cubierta
por capa doble: la ropa interior más la que le pones encima. Así que a las
mallas o a los vaqueros le sumas el tanga de hilo que la divide en dos o esas
bragas que no se notan y que se pegan a cada milímetro de piel de tu vulva y la
tapizan como si fuera un papel film.
Todo
el día cubierta, apretada, sin ver la luz, sin respirar.
¿Y
llegas a casa y qué haces? Otra vez ropa, otra vez bragas.
Es
normal que la primera vez que la dejas al aire y al solecito, la pobre se
sienta desprotegida e insegura, vea un mundo nuevo y se deslumbre (y luego no
quiera volver a taparse porque ahí fuera, libre, se está muy a gustito).
La
liberación que sientes al quitarte las bragas —y el tanga más aún— cuando
llegas a casa es similar a cuando te quitas el sujetador como te he contado
antes (hasta que dejas de vivir sin él porque ya no lo aguantas y te quieres
sentir siempre libre, y eso acaba pasándote también con las bragas). Es un:
«Uf, qué gusto, qué libertad».
Porque
si antes ni te enterabas de que llevabas las bragas puestas, que al contrario
de lo que pensamos, de positivo no tiene nada porque implica falta de
sensibilidad corporal, cuando te las quites ya te digo que te vas a notar hasta
la tela más finita que te pongas. Porque empiezas a tomar conciencia de esa
parte del cuerpo que antes tenías más olvidada, que antes no conocía lo que era
estar desnuda ni estar libre. Que antes no ocupaba un lugar en tu día a día.
«Pero
Sara, yo me pongo unas bragas limpias para dormir». Esta es la segunda frase
que me suelen decir.
Lo
primero: si duermes con las bragas de todo el día, mal. Sudor, flujo, restos de
orina (aunque no tengas pérdidas, si te limpias con papel repartes todo por tu
vulva), etcétera. Recomendación imprescindible número uno: lávate con agua o
date una ducha y lava la vulva con el agua que cae, y cámbiate de bragas. Esto
es lo mínimo.
Lo
segundo: la cuestión no es dormir con bragas limpias y de algodón, aunque si
hay que elegir entre las bragas de todo el día y de poliéster o bragas limpias
y de algodón, obviamente, bragas limpias y de algodón. La cuestión realmente es
dormir con la vulva cubierta por una prenda que está pegada a ella y que no la
deje respirar.
TU VULVA NECESITA
RESPIRAR Y ESTAR LIBRE
Dormir
sin bragas es dejar que tu vulva duerma libre. Que respire. Que tu suelo
pélvico se relaje también.
El
ambiente de la vulva es calentito y húmedo, y la ropa, más aún la que no
transpira, contribuye a que ese ambiente se condense. Dejarla respirar unas
horas al día será maravilloso para tu microbiota, tus mucosas y también tu
musculatura y tu piel.
Además,
te permitirá rozar y sentir la cama, las sábanas, incluso poderla tocar y
relacionarte con ella más fácilmente. Y no, esto no es una guarrada, es todo lo
contrario. Y hablaremos más adelante de la importancia de todo ello.
¿No
se dice si quieres a alguien, déjalo libre? Pues haz lo mismo con tu vulva.
¿Y LOS PANTALONES?
Si
tuviera que hacerte una recomendación completa, esta sería que durmieras
también sin pantalones, pero entiendo que si vas a empezar ahora o si eres muy
friolera en ciertas épocas del año, esto te puede costar un poco más (aunque,
ojo, acabarás viendo que tu cuerpo es capaz de generar ese calor y que no pasas
tanto frío como pensabas).
Si
quieres dormir con pantalones, hazlo. Pero que sean anchitos y de algodón o
algún tejido que sea lo más saludable para tu vulva. Nada de dormir con pijamas
tipo mallas o pantalones ajustados, porque entonces estamos en las mismas
(también es importante que no te aprieten la barriga). Si son anchos, estás
dejando espacio para que tu vulva respire. Y así la adaptación te resultará más
sencilla.
¿Y QUÉ PASA CON EL
FLUJO? «ME DA MIEDO MANCHAR»
Esta
es otra de las preguntas frecuentes. Amores, el flujo no es radiactivo, no va a
agujerear tus pantalones o las sábanas (al menos, no la primera noche ni la
segunda, jajaja). «Las manchas» (que no me gusta llamarlas así) de flujo se
lavan, y ya está.
En
primer lugar, cuando estamos tumbadas, normalmente no vamos chorreando flujo
cual grifo abierto. No es lo mismo estar de pie y tener la gravedad contra
nosotras facilitando su salida, que estar tumbadas (aunque, por supuesto, que
podrá seguir saliendo). Y en segundo lugar, si mojamos la ropa o las sábanas es
como si mojáramos las bragas; las lavamos, las cambiamos más a menudo, y no
pasa nada.
Aquí
quiero decirte dos cosas muy importantes: utiliza un buen protector de colchón,
para protegerlo, y un buen tejido de sábanas, que sea saludable con tu vulva
ahora que va a estar en pleno contacto con ella, lo mejor es que sea de algodón
principalmente.
LA TRANSICIÓN A
DORMIR SIN BRAGAS. «NO SÉ POR DÓNDE EMPEZAR»
¿Te
he convencido al menos para probar?
Puede
que ya lo hayas intentado y te sientas demasiado desnuda, con frío, o te cueste
dormir. O puede que no lo hayas hecho por miedo a encontrarte mal. Es normal.
Tranquila. Cuando llevas toda la vida haciendo las cosas de una forma, cambiar
de un día para otro no es tan fácil (ni pretende serlo). Pero no te preocupes,
todo tiene su transición y a todo lo bueno el cuerpo se acostumbra. En cuanto
cojas el gustito a dormir sin bragas, verás cómo te lo pide el cuerpo y te
sientes así mejor.
Mis
recomendaciones para tu transición serían:
Quítate
las bragas antes de irte a dormir, así el ratito de sentirte rara lo pasarás
antes y no directamente en el momento de acostarte.
Empieza
con los pantalones anchos de los que hemos hablado. Plantéate quitarte las
bragas cuando llegues a casa, después de tu ducha o de lavarte, y ponte ya los
pantalones sin ellas. Cuando te vayas a dormir, cámbiate al pantalón de dormir.
Poco
a poco ve probando a quitarte el pantalón en la cama. Y ve cogiéndole el
gustito a dormir así. Verás que los días incómodos son dos, al tercero duermes
en la gloria. (O no. Y no pasa nada, amor.)
A
mí personalmente me ayuda a adaptarme a los hábitos el saber que son buenos
para mi salud. Siempre y cuando no sean auténticas locuras o me saquen
demasiado de mi ritmo habitual (hay hábitos que son muy buenos para la salud,
pero que incorporarlos a tu día a día o viviendo en sociedad no es tan
sencillo, pero no es el caso de dormir sin bragas).
TAMBIÉN SIN
CALCETINES
«¿También
me vas a quitar los calcetines?». ¡Pues sí! He esperado al final para hacerlo e
ir poquito a poco y que no salgas corriendo, jiji.
Aquí
hay otra vez otros dos grupos bien marcados: las del team «Jamás he dormido ni
duermo con calcetines», y las del team «No sin mis calcetines, nunca». Hay un
tercero intermedio y de transición.
¿Tú
de cuál eres?
Yo,
de toda la vida hasta marzo de 2023, del segundo, después, me pasé al team
dormir sin calcetines (aunque a esto le he cogido menos gustito que a dormir
sin bragas).
Igual
que quitarme las bragas para dormir no me lo pensé demasiado, sí lo hice con
los calcetines, mi prenda favorita (y más necesaria) del cuerpo.
¿Por
qué es bueno dormir sin calcetines?
Primero
te cuento la teoría para que me veas un poquito menos loca, y después cómo lo
hice yo.
Igual
que debes dormir sin bragas para liberar la vulva, debes dormir sin calcetines
para liberar los pies. Pies y vulva están mucho más relacionados y son mucho
más parecidos de lo que nos pensamos.
Los
pies son nuestros cimientos. Nuestras raíces, los que nos anclan al suelo, los
que nos permiten movernos. La base de nuestro castillo, y gracias a los cuales
los muros se levantan, se mueven y se mantienen.
Y
también se pasan todo el día encerrados (más aún que la vulva) en calcetines,
zapatos y zapatillas, que muy a menudo no respetan su forma y sus necesidades,
los aprietan y deforman y no les dan ni una gotita de libertad. Por la noche es
el único momento en el que pueden descansar unas horas sin tener que
sostenerte. En el que pueden respirar desnudos y a su libre albedrío, moverse
libres, sin nada que los cubra ni los limite.
Los
pies, como te he dicho antes, están muy conectados con el suelo pélvico. Pies
libres = suelo pélvico libre. Pies activos = suelo pélvico activo. Pies
funcionales = suelo pélvico funcional. Esta relación llegaría hasta la
mandíbula y es imprescindible para nuestra postura.
(Si
no sabes muy bien de qué va esto del suelo pélvico, no te preocupes, en otro
capítulo te lo contaré ampliamente).
Ahora
bien. La teoría es muy fácil y comprensible, pero la práctica es otra cosa.
Si
eres del amplio grupo número uno, que jamás ha dormido con calcetines, esto te
resultará fácil, pero para las verdaderas adictas a los calcetines gorditos
como yo, esto puede ser un verdadero reto. (Y para mí lo fue. Mucho más que
quitarme las bragas. Te cuento mi experiencia).
Los
calcetines han sido la prenda de la que más dependiente he sido toda mi vida. Y
fan. No por los calcetines en sí, sino por el hecho de necesitar tener los pies
calentitos y no tenerlos descubiertos.
Siempre
he sido (y soy, aunque me veáis bañarme en una bañera de hielo) muy friolera. Y
los pies son una vía de entrada de frío brutal. Tanto que me han llegado a
poner muy mal cuerpo cuando en invierno estaban muy fríos. Tener los pies
calientes hacía que mi cuerpo entrara en calor (no es nada raro, los pies son
una de las principales vías de termorregulación, como la cabeza).
Si
me metía en la cama con los pies fríos, era incapaz de dormir. Totalmente
incapaz. Y si estaba muy, muy cansada y me quedaba adormilada, pasaba una noche
malísima despertándome cada dos por tres, por tener los pies fríos.
Por
este motivo, mi elemento imprescindible para calentarme los pies en cuanto
empezaba el fresquito del otoño era (y es) el saquito de cereales o la bolsa de
agua caliente (muy típicos para el dolor de espalda o de cuello, el dolor
menstrual…). Y unos calcetines gorditos y achuchables para dormir. Ahora sigo
teniéndolos, pero para ocasiones mucho más especiales y más frías. Intento que
mis pies se adapten y entren en calor solos, y cuando no queda otro remedio o
es un lugar muy frío, uso el saquito o la bolsa, y los calcetines fuera de la
cama. Bueno, he de reconocer, que si un día me acuesto muy triste, es posible
que me ponga los calcetines: son uno de mis abrazos y mi parte rebelde los
reclama.
Los
pies pueden y deben regularse solos. Cuanto más los tapamos y calentamos de
manera externa, menos calor generan ellos y el propio cuerpo. Y esto lo he
vivido en mis propias carnes y en mis propios pies. Desde que he dejado de usar
calcetines en casi todas las ocasiones, mis pies se calientan antes, mejor, y
no me siento tan mal.
Ahora
bien, cuando voy a una casa muy fría tampoco quiero pasarlo mal: me llevo mi
saquito o mi bolsa y mis calcetines, y aunque duerma sin ellos, me ayudan a
calentar los pies previamente.
No
sé si alguna vez habrás usado el saquito o la bolsa de agua caliente, pero son
geniales porque son fáciles de calentar: microondas, cazuela o hervidor, y
puedes tenerlos siempre a mano, es una buena manera de entrar en calor si no
hay calefacción (ya te he dicho que soy muy muy friolera y tengo el pack
completo para calentarme fácilmente esté donde esté). Si no, técnica infalible:
movimiento de pies y froti froti con las manos. Comprobado en una noche de
supervivencia en la nieve.
Como
he mencionado antes, una de mis virtudes es que mi cuerpo y mi mente tienden a
abrazar mucho los hábitos que saben que son buenos para mi salud, incluso
aunque me incomoden. Me es mucho más fácil incorporar algo que sé que me va a
hacer bien, aunque me resulte complicado, y esto me hace «soportar» mejor la
incomodidad (y lo pongo entre comillas porque no es que sea un sufrimiento
abismal, de lo contrario, me lo replantearía, obviamente).
Quizá
todavía te sea complicado abrazar la idea de dormir sin bragas o dormir sin
calcetines, pero quédate unos capítulos más, que todavía me quedan muchas cosas
que contarte.
Antes
de acabar, puede que te hayas hecho esta pregunta, y debo decir que me la hacen
muchas veces: ¿los chicos también deberían dormir sin ropa interior? Pues sí,
ellos también deberían dormir sin calzoncillos. De hecho, sería recomendable no
usar calzoncillos que compriman los genitales en el día a día, y también cuidar
el tipo de tejido de esta prenda.
El
motivo para dormir sin ropa interior es el mismo: dejar respirar y liberar el
suelo pélvico y los genitales.
EL TEJIDO DE LAS
SÁBANAS IMPORTA
Sí,
señoras. Si vamos a dormir sin ropa interior y sin pantalones, obviamente el
tejido de las sábanas que rocen nuestros genitales será importante. Así que
intenta que las sábanas sean cien por cien algodón, tengan tejidos que no sean
de plásticos y sean amorosos con tu vulva, para que pueda transpirar bien y no
se cree un microclima.
Otro
componente que también me gusta mucho, y que cada vez se hace más, junto con el
algodón, es el lyocell, una fibra semisintética procedente de los árboles de
eucalipto principalmente (también del roble, del bambú y del abedul), que ayuda
a mejorar la transpiración.
Debemos
buscar tejidos con los menores disruptores endocrinos posibles y que mejor
cuiden tus mucosas y microbiota (y también el planeta).
OYE, ¿Y QUÉ PASA CON
LOS TANGAS?
Yo
odio los tangas. Hala, ya lo he dicho. Y también, para no perder la costumbre,
me sentí rara por ello. Todas las amigas que me rodeaban eran amantes de los
tangas: no se marcan en los pantalones, son más sexis, más cómodos… ¿CÓMODOS?
Entiendo que a nivel estético puedan gustar más, pero ¡no me entra en la cabeza
cómo un hilo que se te mete por la raja del culo puede ser cómodo! Pero sí, sé que
hay muchísimas mujeres que prefieren los tangas a las bragas.
Independientemente
de que sea bonito o feo, cómodo o incómodo, sexy o no sexy, déjame decirte que
el tanga puede irritar tu vulva también. No solo se mete por la raja del culo
(y ese hilo que toca el culo pueda tocar tu vagina), sino muchas veces también
entre los labios, ya que suele ser más estrecho, rozándose e irritándolos,
sobre todo si tienes la vulva sensible. Y encima aún hay menos tangas de
algodón. Así que suma un pedazo de tela pegado a tu vulva, separando los labios
y asfixiándolos.
TESTIMONIOS REALES
Hasta
aquí la teoría, que es muy bonita, muy divertida y muy feliz. Pero ya sabemos
que la práctica y la realidad son otra cosa. Que tenemos una sensación rara
cuando pensamos que somos las únicas que no nos sentimos cómodas, que no nos
hacemos a ello o que nos resulta más difícil de lo que pensamos.
Siempre
he dicho que necesitamos historias reales de mujeres reales que hayan pasado
por lo mismo y lo hayan intentado, conseguido y no conseguido (y esto vale para
cualquier tabú de nuestra vida). En este libro también te traigo historias,
para que las leas de primera mano, porque, como ya he mencionado, esto va más
allá de la higiene o el cuidado. Porque dormir sin bragas es mucho más. Es romper
con miedos, con vergüenzas, con complejos, con cadenas…
La
siguiente parte de la historia te la cuentan algunas de las chicas que han
empezado a dormir sin bragas o llevan durmiendo toda la vida. También las que
no están cómodas o tienen miedos.
Porque
si algo hay que mostrar es la realidad.
Y
primero te voy a dejar el testimonio de una de mis amigas, a la que le pedí que
leyera este primer capítulo para que me diera su feedback, y su comentario fue:
Ya
me he leído la introducción del libro y siento que me va a cambiar la vida
porque yo soy la de: ¿dormir sin bragas? ¿Y si me tengo que rascar el xixi a
media noche cómo lo hago si yo siempre me rasco por encima de la braga? ¿Y tema
flujo? ¿Estaré mojada toda la noche? Me va a oler la mano a parrús, aliento
mañanero y mano parrusera.
Bueno,
me acabo de quitar las bragas.
A
la mañana siguiente:
¿¿Lo
bien que he dormido sin unas bragas que se me metan en el culo y/o ñoco??
Y
me he rascado mucho menos, lo que me hace pensar que me rasco por culpa de las
bragas.
¡¡El
primer cambio por leer este libro!!
Y
aquí te traigo algunos de los cientos de testimonios de mujeres.
De
las que sienten que han mejorado en cuanto a las infecciones:
He
dejado de tener infecciones frecuentes, y no se me irrita la zona.
Dormir
sin bragas fue la mejor decisión hace unos años, me ha mejorado muchísimo la
lubricación, mejorado la irritación y la sequedad vulvovaginal. ¡¡¡Además de
sentirme supercómoda sin ellas!!!
Menos
irritaciones y menos infecciones.
Es
una maravilla, así duermo más cómoda. Además, junto a otras cosas, ha eliminado
mi problema con los hongos.
Nunca
pensé que diría esto porque lo tenía supernormalizado: estoy menos seca, tengo
menos picores, huele menos fuerte… Ya se lo inculco a todas mis amigas, jajaja.
De
las que se sienten más libres:
Ha
sido genial, lo hago desde que te sigo (hace ya bastante tiempo, ni me acuerdo,
jiji); lo primero que noté fue el cambio de mi flujo, siempre me olía fuerte
porque también usaba salvaslip (cosa que no hago desde que te sigo), tus
consejos son maravillosos, me lo noto más «libre», sano y feliz.
Me
encanta cuando llega la hora de ir a dormir, empecé gracias a ti ¡y es
increíble! Y ponerme el pantalón de pijama sin bragas, ¡¡¡qué comodidad!!!
Como
trabajo en casa, me paso el día prácticamente en pijama, así que, desde que
duermo sin bragas, me paso también el resto del día libre, alegre y ¡olé!
jajaja. Ahora cuando tengo que salir me molesta tener que ponérmelas, de hecho
he dejado de usar tangas y he tirado muchas de encaje que antes me encantaban y
ahora no soporto porque se me incrustan.
Siento
mi cuerpo más libre, la sensación es de comodidad y naturalidad total.
Es
como liberarse de cadenas que llevamos sin darnos cuenta… aparte de eso, creo
que me ha ayudado mucho con las infecciones (combinándolo con otros cuidados).
Dormir
sin ellas me hace dormir mejor, ya que no me aprieta nada. Me encanta el tacto
de las sábanas calentitas en toda la piel. Además de que, cuando noto a mi
pareja al lado sin ropa, me sube la libido.
Tanto
dormir como pasar más tiempo sin bragas en el día cuando trabajo o estoy en
casa me ha conectado con mi suelo pélvico de forma más directa y me hace sentir
más a gusto y libre, la verdad. Dormir sin bragas es tan gustoso… y noto que se
relaja la zona. Además, me ha hecho quitarme el tabú de andar por la vida sin
bragas, ¡así que maravillada y agradecida!
MARAVILLOSO,
al principio solo sientes la sensación de libertad y de que nada te aprieta,
pero después ves como tu flujo cambia, lubricas más (cuando tienes que hacerlo)
¡y sobre todo mejor! Yo me noto como más sana, no huele nada. Parece una
chorrada, pero cómo cambia la historia.
¡Es
muchísimo más cómodo! Antes me despertaba a veces porque se me metían por el
culo, jajaja, y ahora es más plácido.
Me
siento más libre y a gusto, menos irritaciones y sudor.
Me
siento más libre, sudo menos, y siento más. ¡Es una auténtica maravilla!
Empecé
a dormir sin ellas hace AÑOS después de un comentario de mi familia sobre que
mi abuela materna (apenas la conocí) nunca durmió con bragas. Nadie hizo nunca
más comentarios al respecto, pero algo en mí hizo clic a raíz de ese
comentario, y comencé a dormir sin bragas. Así he seguido hasta el día de hoy,
por lo menos 8-10 años después. No recuerdo cómo me sentía antes, pero cada vez
que tengo la regla y sí que tengo que usar bragas para dormir, lo detesto por
la falta de libertad, la sensación de estar apretujada, con incomodidad en las
ingles, con más calor y más humedad en la zona, siento que no ventila igual.
Creo que no volvería atrás, más allá de la semana de la regla, yo duermo sin
bragas.
Es
una pasada, aparte de la liberación, no sentir costuras, sentir que se airea…
¡Es que es una sensación de libertad plena!
Desde
pequeña, mi madre siempre nos acostaba sin ropa interior tanto a mi hermano
como a mí, ella y mi padre tampoco duermen con ropa interior y yo, casi
siempre, salvo alguna vez, duermo sin pijama, es decir, desnuda, lo tengo
bastante normalizado. Y cuando mantengo relaciones sexuales con mi pareja
dormimos desnudos siempre, hay más calor humano y me siento mejor conmigo
misma. Nunca he tenido problemas de falta de autoestima, supongo que la
libertad y naturalidad con la que hablo en casa sobre el cuerpo ha hecho que no
tenga vergüenza a exponerme.
Mayor
libido, ahora que empieza el frío lo tolero más, cada vez acepto más mi cuerpo,
me quiero más físicamente y no me juzgo. Lo malo, no poder andar desnuda por
casa por los vecinos.
Al
principio una sensación rara, como que falta algo ahí abajo, pero una vez te
acostumbras es maravilloso y una auténtica gozada.
No
pensaba que el cambio iba a ser tan grande. Siempre pensé que tenía demasiado
flujo (o que era de las pocas personas que tenía) y empecé a utilizar salvaslips
hasta que mi flora vaginal se vio afectada (empecé a tener heridas a la
entrada). ¡Bendito sea el día que empecé a dormir sin bragas!
¡Y
también de hombres!
Mucho
más cómodo y sin molestias por las erecciones nocturnas.
Nunca
me lo había planteado hasta que te conocí a ti. Noto todo mucho más liberado y
duermo mejor.
De
algunas que todavía están haciéndose a ello o que no se sienten cómodas:
Me
siento rara, «desprotegida».
Todavía
me estoy adaptando, me siento rara.
Me
despierto a mitad de la noche echando en falta las bragas, o incómoda con el
tacto directo del pantalón, pero voy poco a poco intentándolo.
Sigue
siendo raro. Cuando uso los óvulos vaginales para la sequedad por la menopausia
precoz, todo esta manchado, no termino de encontrarme cómoda
De
las que siempre han dormido sin bragas:
He
dormido siempre sin bragas porque en mi casa mi madre fue lo que me inculcó. No
puedo, por lo tanto, hacer una comparativa de lo que me cambió la vida o no,
solo puedo decir que me acuerdo en mi adolescencia especialmente, cuando dormía
con mis amigas que la presión grupal me hacía dormir con bragas. ¿Qué absurdo,
verdad? La única que dormía sin bragas era yo, y eso me hacía sentir diferente,
sentirme señalada. Y recuerdo todas esas noches como las peores de mi vida,
porque no estaba cómoda, mi vulva, al final, no respiraba, y yo estaba como
apretada. Una sensación difícil de describir
Para
mí, dormir sin bragas es básico, desde pequeña lo hago y me encanta dormir sin
ellas.
Siempre
he dormido sin bragas y sin pijama. Mi abuela desde pequeña me lo decía, al
igual que mi madre.
Siempre
he dormido sin ellas, alguna vez que he tenido que ponérmelas me he sentido
incómoda, oprimida y como con poca higiene.
Siempre
he dormido sin bragas. Mi madre nos lo decía como medida de higiene.
De
las que cuentan cuáles son los primeros miedos que les surgieron:
Manchar
de flujo el pijama.
Coger
una infección, en mayor medida.
El
qué dirían si notaban que no llevaba bragas, poder oler más (todo lo contrario
de la realidad…).
Vergüenza
de estar con el chichi al aire, y de manchar las sábanas.
Sobre
todo que, si me bajaba la regla, había menos capas y podía manchar más.
Me
sentía «insegura», no exponerme a infecciones o manchar, simplemente me daba la
sensación de inseguridad, como si alguien estuviese mirando y me fuese a
juzgar.
En
realidad, no temía nada, era más una cuestión de estar tan, tan acostumbrada a
tener que llevarlas sí o sí, que ni me lo planteaba, me daba como «cosa», pero
nada podía pasar realmente. Y si mancho las sábanas… ¡¡pues se lavan!! He
ganado en confianza y seguridad conmigo misma también.
¡Me
dan cosilla los bichos!
Que
mojo mucho.
No
estar cómoda con mi propio cuerpo.
Me
parecía antihigiénico.
Que
si pasaba algo por lo que tuviera que evacuar el edificio de urgencia de noche,
estaría desnuda, jajaja.
A
que mis padres se enterasen y me juzgasen.
Parece
que nos enseñan que tenemos que llevar bragas sí o sí todo el tiempo. Lo que sí
que es cierto es que me cambio el pijama con más frecuencia porque se mancha un
poco de flujo, cosa que con bragas no me pasaba.
En
mi caso no era temor, sino «comodidad». Estaba convencida de que necesitaba
tener ahí recogidito.
Como
te avisé al principio del libro y nos cuenta esta compañera…
No
tiene vuelta atrás. Forma parte de mí, como respirar.
2
SE LLAMA VULVA
Se llama vulva.
Vulva. Vuuuuulva.
Venga, repite conmigo: vulva.
Ni chirla, ni almeja, ni potorro, ni pezuña, sino vulva.
Hala, ya lo has dicho. Quiero empezar el capítulo quitándote presiones.
Que te deje de avergonzar y sonar rara esta palabra. ¡Si ya nos hemos quitado
las bragas, ahora queda quitarnos el pudor a decir «¡vulva!»!
Y nombrar a cada cosa por su nombre es la manera de poder empezar a
relacionarnos con ella.
LA VERGÜENZA DE LA
VULVA
Hemos
crecido con un desconocimiento total y absoluto de nuestros genitales. Sin
poder hablar de ellos con naturalidad y libertad. Con connotaciones negativas a
su alrededor. Y esto viene desde hace miles de años.
¿Sabes
que durante mucho tiempo para nombrar a la vulva utilizaban la palabra
pudendum? Que significa «lo que debe ser avergonzado» o «parte de la que
deberías avergonzarte». Por eso se utilizaba para hacer referencia a los
genitales, para aludir a una parte que debía ser ocultada porque nos
abochornaba. De hecho, el nervio que inerva toda la vulva se llama pudendo, que
ya sabéis de dónde viene.
Pero
esto no acaba aquí. En alemán se utiliza la palabra Schamlippen para nombrar a
los labios. Scham significa vergüenza o vergonzoso, y Lippen, labios. Por
suerte, estos términos se utilizan cada vez menos, pero eso no quita toda la
historia que tienen detrás, y todo lo que nos queda por delante. Y esto tiene
una historia muy, muy larga. ¿Cuántas veces hemos oído a nuestras abuelas:
«¡Tápate, que se te van a ver las vergüenzas!»?
LA CHIRLA. LA
ALMEJA. EL POTORRO
Chirla,
almeja, potorro, coneja, pezuña, chichi, seta, juju, chochita, castaña, breva,
pepete, mollete, arepa, mortadela, seto, rata, sapo, concha, papaya.
Qué
triste que busquemos tantos nombres alternativos o que pensemos que suene feo o
asqueroso, con lo bonita que es la palabra vulva y lo sencilla que es de
vocalizar.
Debemos
interiorizar la palabra «vulva» en nuestro vocabulario. Sentirnos cómodas al
pronunciarla. Darle la naturalidad que tiene.
¿RECONOCERÍAS TU
VULVA ENTRE CINCUENTA?
Si
te pusiera una lámina con imágenes de cincuenta vulvas, ¿sabrías reconocer la
tuya? ¿Y tus ojos?
Sigamos
con las preguntas. ¿Alguna vez te has mirado la vulva con un espejo? ¿Has
pensado que era rara o estaba mal? Que era… ¿distinta? Pero distinta ¿a qué?
Hay
casi cuatro mil millones de vulvas diferentes. Una por cada mujer que estamos
en el mundo. Cada una única, como su cuerpo entero.
¿Sabes?
El año pasado puse en marcha un proyecto, algo que, al menos en España,
prácticamente no existía: la Vulvoteca. Un libro con más de trescientas fotos
de vulvas reales, trescientas treinta y siete para ser exactas.
La
idea nació de la necesidad de enseñar imágenes reales de vulvas a mis
pacientes, por el complejo, la vergüenza y el miedo que tenemos a nuestra
vulva.
Si
tú eres una de las personas que lo compró, seguro que muchas palabras de este
capítulo te han resonado.
Lo
cierto es que muchas de las mujeres que me mandaron su foto era la primera vez
que se la veían. De hecho, algunas incluso lo tomaron como un reto. O un acto
de amor. O como el primer paso para salir de la relación de odio contra su
vulva. Fue un proyecto realmente bonito y enternecedor. Y los testimonios que
dejan son oro puro.
MIRARSE LA VULVA NO
ES FÁCIL
No
lo tenemos nada fácil. Para mirarnos la vulva tenemos que emplear un poco de
tiempo. No vale solo con bajarnos la ropa interior. Ni siquiera con ponernos
frente al espejo. Tenemos que abrir las piernas. A veces incluso separarnos los
labios con los dedos para poder examinar bien todas las partes. Buscar posturas
de apertura y colocarnos en modo exploradora con el frontal para encontrar
todos sus misteriosos recovecos.
¿Cómo
empezar a mirarte la vulva?
A
veces no nos miramos porque nos da miedo. Porque no sabemos lo que tenemos,
porque no sabemos si lo que nos vamos a encontrar nos va a gustar, porque no
sabemos si nos asustaremos…
Si
esto te preocupa, puedes empezar despacito. Con una camiseta larga y quitándote
la ropa interior, sentándote a distancia frente a un espejo con la luz tenue.
Pon música que te acompañe, y haz unas respiraciones para calmarte. Cuando te
sientas cómoda, puedes levantar la camiseta y desde lejos observar. Poco a
poco, cuando vayas cogiendo confianza o teniendo más ganas, puedes acercarte,
aumentar la intensidad de la luz, al ritmo que tú lo necesites…
Nivel
pro, para más adelante: hacer ejercicios con tu vagina mirándote al espejo,
masajearte la vulva mirándote al espejo, masturbarte y tener un orgasmo
mirándote al espejo… Y así integrar esta parte del cuerpo, como lo que es:
tuya.
LA VULVA ES «LO DE
FUERA» Y LA VAGINA «LO DE DENTRO»
«Lo
de fuera» se llama vulva. «Lo de dentro» se llama vagina. Esta confusión la
tiene muchísima gente todavía, llamando vagina a lo que debería llamarse vulva,
y sin llamar vulva a nada porque da vergüenza y porque nunca se lo explicaron
adecuadamente.
El
conjunto de los genitales externos es la vulva, pero en la vulva podemos ver
¡muchas partes! Como si de una flor se tratara.
¿Te
apetece coger un espejo y hacer un mini, minirrepaso de anatomía conmigo?
Venga, quítate las bragas (aunque deberías tenerlas ya fuera si estás leyendo
este libro), coge un espejo, siéntate y ponte cómoda, ¡y a navegar!
Y
digo mini, mini porque después te explicaré largo y tendido un poquito más,
pero ahora quiero que localices fácilmente cada parte visible de tu vulva.
Si
miramos nuestro ombligo y vamos hacia abajo, lo primero que encontramos es el
monte de Venus. Si continuamos bajando, empezamos a ver el nacimiento de los
labios y el clítoris. Puede que tu clítoris asome entre tus labios y se aprecie
fácilmente, o esté más recogidito y debas abrir tus labios para encontrarlo.
Por
fuera están tus labios externos (que no mayores, porque no tienen por qué ser
más grandes) y por dentro tus labios internos (que no menores, porque no tienen
que ser más pequeños). Si sigues hacia abajo encontrarás la uretra, un agujero
muy pequeñito, y debajo la vagina, un agujero algo más grande. Debajo en línea
recta encontraremos el rafe perineal que acabará en el ano.
¡Jo!
Esto no nos lo enseñaron nunca en la escuela, ¿eh?
Nunca
dibujamos una vulva.
Ni
nunca nos enseñaron a dibujarla. Cuando somos pequeñas y empezamos a dibujar
caras y cuerpos (o a intentarlo), nos muestran cómo tenemos que hacer las
partes con mucho ímpetu y mucha alegría. Y si no los dibujamos nosotras, nos
enseñan. Sin embargo, nunca empezamos a dibujar una vulva y a escribir sus
partes (que, si nos ponemos, tienen más que la cara), y si lo hacemos, nos
suelen decir: «¡Eso no se dibuja!». Sin embargo, ¿cuántas veces vemos un pene
dibujado, sea cual sea el contexto, a lo largo de la vida? ¿Y a que todos
tienen claras sus partes y su forma?
Y
hablando de partes y de nombres…
LOS NOMBRES DE
SEÑORES EN NUESTRA VULVA Y LA NECESIDAD DE CAMBIARLOS
Nuestros
genitales están llenos de nombres de hombres, como si fueran terrenos
colonizados y nombrados por sus descubridores. (En cambio, las partes de los
hombres tienen nombres anatómicos). Cada parte ha sido explorada por cada uno
de ellos, y llamada así en su honor.
Yo
te propongo cambiar el vocabulario (una vez más, el poder de las palabras) y
modificar la forma en que denominamos esas partes del cuerpo: las trompas de
Falopio son las trompas uterinas; la zona G (de Grafenberg) se cambiaría por la
zona P de próstata (¡sí! igual que la de los hombres, porque nosotras también
tenemos próstata); las glándulas de Skene por glándulas parauretrales; y las
glándulas de Bartolino por las glándulas vestibulares. Los sacos de Douglas por
fondos de saco uterinos.
Puede
que pienses que esto sea hilar demasiado fino o se trate de una lucha contra
los hombres, pero nada más lejos de la realidad. Además, el descubrimiento de
muchas de estas partes acarreó grandes atrocidades en muchas mujeres.
LO QUE NO SE VE, NO
SE TOCA O NO SE DIBUJA PARA EL CEREBRO NO EXISTE
Todo
lo que no se ve, no se toca, no se menciona, no se dibuja, en lo que no se
piensa… para el cerebro no existe.
Así,
el cerebro imagina o inventa y, ante todo, protege. Si no tiene identificado lo
que hay ahí abajo, y de repente llega un estímulo (por ejemplo, un dedo que va
a tocar la entrada de la vagina), podrá generar malestar o dolor, como señal de
aviso para proteger, para evitar que nada le haga daño. Recuerda que dolor no
siempre es igual a daño, que puede significar alarma. El cerebro solo busca
proteger, y al no conocer bien la zona, no sabe si hay riesgo de problemas.
Existe
el homúnculo cortical de Penfield que es una representación gráfica del cuerpo
humano en el cerebro. Este homúnculo muestra cómo el cerebro humano representa
diferentes partes del cuerpo en la corteza cerebral. Las que poseen una mayor
sensibilidad o una mayor capacidad de movimiento tienen una representación más
grande en el mapa corporal.
Nuestros
genitales, en especial la vulva, tienen poca representación en el cerebro.
¿Cómo
vamos a esperar que sea una zona erógena y sensible si nuestro cerebro no sabe
dónde está ni cuál es su forma?
Como
hemos dicho antes, si el cerebro no recibe información de una parte, no la
representa. Pero esto puede modificarse. Debemos conseguir crear para la vulva
un espacio en ese mapa cerebral y aprender a representarla.
Por
otro lado, no conocer nuestra vulva no solo nos afecta al dolor o a la menor
sensibilidad, sino a la ansiedad o al miedo cuando nos ocurre algo en esa zona.
Por no conocerla podemos asustarnos por sentir algo que nunca antes habíamos
sentido, y quizá forma parte de nuestra anatomía desde siempre, pero como nunca
la tocamos, no sabemos cómo es de forma natural.
CONOCE TU VULVA
Te
propongo un ejercicio práctico para que hagamos juntas y puedas conocer un
poquito más tu vulva.
Te
invito a observar detalladamente cada parte de tu vulva, y cada sensación
mientras aprendes sobre ella.
Puedes
ir de arriba abajo y de delante atrás aproximadamente.
No
solo quiero que examines su forma, sino también su textura, la sensibilidad de
cada parte, la diferencia de color, el pelo…
Observa
si el tejido está lubricado o seco (puedes usar lubricante o hidratante). Si el
tejido brilla. Y si esto va cambiando en el proceso de mirarte y tocarte, si
sale flujo o lubricación a través de la vagina mientras empiezas a tocar y a
observar.
Y
te invito a hacer lo mismo cuando estés excitada (¡O hazlo primero, excítate
después y vuelve a observar! —antes de tener un orgasmo— y, si quieres, también
después). ¿Sabes que cuando nos excitamos la vulva se hincha, aumenta su calor,
su rojez…? De hecho, en la Vulvoteca, una chica me envió la foto de su vulva
antes de tener un orgasmo, y después de tener un orgasmo, y el cambio era
abismal.
Y
si te apetece ir describiendo y escribiendo tus sensaciones… será maravilloso.
¡Empezamos!
Monte
de Venus
Está
en la parte superior de la vulva. Es una zona con tejido adiposo (grasa) que
cubre el hueso púbico y que se encuentra recubierta de vello púbico en la
mayoría de las mujeres. También lo protege (si alguna vez te has dado un golpe
ahí sabrás lo que duele, ¡menos mal que tenemos la grasita para amortiguar!).
Labios
externos (¡no mayores!)
Aunque
se suela utilizar la palabra «mayores», lleva a equívoco, porque no tienen que
ser más grandes. Por eso es mejor llamarlos externos. Nacen en el pubis y
acaban en la zona del rafe perineal. Su piel es muy parecida a la del resto del
cuerpo, aunque tiene una sensibilidad diferente. Su función es protectora.
También suelen tener vello de manera natural. Son elásticos, puedes moverlos,
tocarlos, sentirlos, jugar con ellos, masajear, estimularlos…
Labios
internos (¡no menores!)
Algunos
labios internos se ven más y otros menos. Unos son más grandes y otros más
pequeños. Puedes mover los externos hacia fuera para ver bien los internos.
Estos también son elásticos y móviles. La capa de estos labios es más mucosa,
suelen estar húmedos y se hinchan y enrojecen cuando hay excitación (como el
resto de la vulva por el aumento de sangre).
Siente
la sensibilidad de cada uno de ellos, diferenciando los lados. También puedes
tocarlos, moverlos, masajear (te recomiendo que lo hagas con lubricante).
Los
labios son como las alas de una mariposa, cada una diferente y maravillosa por
ser y existir.
Clítoris
La
parte visible es la punta del iceberg respecto a lo grandote que es. Es la
lengüita rosada que vemos cuando nos miramos la vulva, y que nos da sensaciones
completamente diferentes al resto de las partes de la vulva cuando lo tocamos.
Su lado más visible tiene más de ocho mil terminaciones nerviosas (el glande
del pene tiene la mitad), pero durante la excitación y el orgasmo estas
terminaciones casi pueden duplicarse.
Esto
que vemos es el prepucio o capuchón que cubre el glande. Puedes retirar con
cariño el prepucio para ver el glande del clítoris, e incluso tocarlo y sentir
las sensaciones (siempre acompañado de lubricante).
Pero
esto no acaba aquí, tiene mucho más: un cuerpo con dos ramas cavernosas y dos
bulbos esponjosos que son eréctiles (sí, nuestro clítoris también se erecta, y,
de hecho, es mucho más similar al pene de lo que podemos imaginarnos). Es el
órgano del placer en las mujeres por excelencia, aunque no es exclusivo para
ello. Después te hablaré un poquito más a fondo de él.
Hay
muchísimos tratados de anatomía en donde no aparecía; la mujer se consideraba
inferior por tenerlo y necesitarlo para el placer. Otros muchos anatomistas se
dedicaron a erigirse en sus descubridores. ¿Descubridores de qué? ¿Será que las
propias mujeres no sabían que lo tenían?
También
se llegó a pensar que el clítoris estaba ahí para poner a prueba a las mujeres:
si se dejaban llevar por las pasiones acabarían inmersas en la histeria y la
ninfomanía.
Todo
el placer que se alejara de la vagina y el coito era inmaduro y problemático,
pero de esto hablaremos más adelante.
Por
otro lado, aunque veamos en numerosísimos libros y páginas que el clítoris solo
tiene función de dar placer, y que es el único órgano para esto, hace muy pocos
años se hizo una investigación que parecía demostrar lo contrario. En un
artículo en la revista Clinical Anatomy, Roy Levin afirmó que el clítoris es
como el ayudante y el acomodador de los espermatozoides. Parece que los ayuda a
su llegada, recepción y supervivencia en la vagina, para facilitar la
fecundación, mejorando el ambiente y haciéndolo menos hostil.
La
estimulación del clítoris activa en el cerebro una serie de procesos
fisiológicos: aumenta el flujo sanguíneo y la temperatura vaginal, la
lubricación y el oxígeno de la vagina, neutraliza parcialmente el pH ácido
(mortal para el esperma, aumentando su supervivencia), y mejora el tenting
(expansión de la vagina y verticalización del útero) facilitando su entrada
para la fecundación.
Uretra
Es
un orificio pequeñito, que a veces es difícil de ver. Te animo a investigarlo.
Está por encima de la vagina y es un esfínter (hay dos, interno y externo). Hay
que cuidarlo muy mucho porque por aquí pueden entrar bacterias y hacer que
acabemos con las temidas y terribles infecciones de orina, entre otras.
La
uretra de las mujeres es más pequeña que la de los hombres, y esto nos hace más
propensas a sufrir infecciones de orina.
Al
lado de la uretra encontraríamos las glándulas parauretrales, aunque a veces
son muy complicadas de ver.
Por
la uretra sale el pis.
Vagina
(su apertura es visible, el interior puedes tocarlo)
Observa
cómo es, su color, su sensibilidad…
Se
dice que es un «tubo elástico de ocho a trece centímetros», pero es verdad que
esa definición me parece superfría. Yo prefiero que te lo imagines como un
calcetín superachuchable (y ya sabéis que los calcetines son de mis prendas
favoritas), un espacio virtual cuyas paredes, siempre que está vacía, están
plegadas. Tiene una capacidad elástica inmensa (tanta como para que pueda salir
un bebé) y adapta su forma a todo lo que metas en ella, siempre que lo hagas
con una lubricación adecuada, con cariño, respeto, y permitiendo que sea la
vagina la que deja entrar, sin forzar. Acaba en el cuello del útero y aunque a
veces lo pensemos, no es un saco infinito sin fondo y nada puede perderse
dentro de la vagina. Tiene sensibilidad propia y también está abrazada por los
bulbos del clítoris. A través de la vagina también sale la menstruación, el
flujo y el moco cervical.
Y
su tamaño no es estático, durante la excitación cambia (alargándose y
ensanchándose), y se contrae que da gusto durante el orgasmo. ¡Por eso los
orgasmos son el mejor ejercicio para tu vagina!
Ahora
prueba. ¿Qué te despierta cuando la tocas?
(En
el capítulo 8 hablaremos más a fondo sobre los ejercicios para tu vagina y tu
suelo pélvico).
Cérvix
Es
el cuello del útero. Tiene un agujerito abierto de un milímetro. No hay nada
que pueda colarse ni extraviarse por ahí dentro. A través de él sale la
menstruación, el moco cervical…
Si
introduces el dedo hasta el fondo de la vagina (siempre lubricado, con cariño y
despacito) —quizá te resulte más cómodo en posiciones tipo cuclillas o tumbada
bocarriba con las rodillas hacia el pecho—, puedes tocar una especie de
botoncito, que sería el cuello del útero. Este, además, varía su posición y
dureza según la fase del ciclo menstrual en la que nos encontremos.
Cuando
estamos en la ovulación, el cérvix está más alto y puede que te cueste llegar a
tocarlo un poco más.
Tócate
el cérvix. ¿Cómo puedes hacerlo? Lo primero, con las manos limpias y te
recomendaría también que con las uñas cortas (para no hacerte daño). Si tienes
las uñas semilargas, controla que también estén limpias y ve con mucho cuidado.
Mi
consejo es que te pongas en cuclillas, de pie con una pierna subida al retrete
o a un taburete. Has de meter uno o dos dedos hasta el fondo, fondo, fondo. (Y
ojo, depende del día del ciclo en el que estés, puede que te resulte más o
menos fácil tocarlo, o que incluso no lo toques). Es como un botoncito, la
punta de tu nariz. Yo digo que es como una cerecita colocada al fondo de la
vagina. A los lados del cérvix están los fondos de saco vaginales. Puedes ver
asimismo en qué posición está.
Tocándolo
solo un día no podrás notar su movimiento, pero si lo haces cada día percibirás
cómo el cérvix varía su textura, su posición y su altura según los días del
ciclo.
Útero
(no lo vas a poder ver con un espejo, pero sí sentir e imaginar)
Es
el órgano de la vida. Es un órgano mágico, aparte de ser también un órgano
erótico y sexual. La menstruación y los bebés crecen aquí. ¿No te parece
alucinante?
El
útero es un órgano móvil, y su movimiento también es muy importante para que
todo funcione correctamente. Además, es un órgano erótico que participa en la
respuesta sexual. Es la vasija de la energía sexual y de las emociones.
Se
encuentra por detrás de la vejiga y por delante del recto, y se conecta con la
vagina a través del cérvix.
Su
capa más interna crece y se descama cada ciclo por acción de las hormonas y
puede convertirse en el nido de un embrión y un feto, si se da el embarazo.
Es
asimismo el órgano que nos diferencia a las mujeres por excelencia, como una
especie de templo mágico superpoderoso, que tiene capacidad de tener orgasmos
también: los orgasmos cervicouterinos.
El
útero interviene igualmente en la fase de orgasmo en la respuesta sexual
contrayéndose rítmicamente (como el latido de un corazón).
Puede
estar colocado en diferentes posiciones, y si hay una necesidad médica puede
extirparse parcial o totalmente en la histerectomía (en el capítulo 8 puedes
encontrar «Las posiciones del útero»).
Trompas
uterinas
Son
los dos conductos que conectan el útero, donde nacen, con los ovarios. Son las
encargadas de captar el óvulo en la ovulación con el movimiento de sus fimbrias
impulsado por las fluctuaciones hormonales. Y sus funciones no se quedan aquí,
también tienen protagonismo en el mantenimiento, almacenamiento y
desplazamiento de los espermatozoides, y contribuyen al desarrollo del embrión
en sus primeras etapas de vida.
Himen
o restos himeneales
En
la apertura vaginal. ¡Sí! Tenemos himen aun siendo adultas Se puede tocar. Cada
mujer es diferente, recuerda.
El
himen es una membrana elástica, un tejido carnoso que se encuentra en la
entrada de la vagina. No es un tejido que vaya a desaparecer, sino que se queda
normalmente en forma de lengüitas en la entrada, de diferentes tamaños, y del
color de la vagina.
Desde
pequeñas, la mayoría lo tienen perforado, pero otras nacen sin él, o necesitan
una perforación en una cirugía para que pueda salir la menstruación. Si se
rompe, puede hacerlo en muchos momentos de la vida, pero hay veces que eso ni
siquiera ocurre, simplemente se estira por su elasticidad.
Ni
mucho menos va ligado al horrible concepto de virginidad, ni se tiene «que
romper» con la primera penetración.
Horquilla
vulvar
Zona
donde confluyen los labios internos, en la parte inferior de la entrada
vaginal. Es una zona sensible que, a veces, por desgracia, está tensa (aunque
debería ser elástica) y puede irritarse con el roce y causar molestias y dolor
en las relaciones sexuales.
Rafe
perineal
La
zona entre la vagina y el ano. En ella confluyen muchos haces musculares y se
concentran la mayoría de las tensiones. Su textura y sensaciones serán
diferentes al resto, pero acariciarlo y masajearlo puede ser muy placentero, a
la vez que terapéutico.
Ano
El
final de tu recto, tu intestino. El esfínter anal (hay dos, externo e interno).
La conexión del interior con el exterior, y la salida de tus heces.
¡Tócalo!
Desde fuera hacia él, despacio, ¡y conócelo! Te ayudará mucho. Pero también se
le puede enseñar a recibir placer si te apetece.
Cuidar
tu ano es imprescindible para evitar las temidas hemorroides o almorranas.
DIBUJA
TU VULVA
¿Te
atreverías a dibujar tu vulva ahora mismo? A dibujar todo lo que recuerdes,
sepas o imagines de ella. Dibuja. Como te salga del alma.
Después
te invito a que escribas lo que has sentido al dibujarte: ¿crees que sabes cómo
es? ¿Te has dado cuenta de que no la conoces tanto? ¿O que la conoces más de lo
que piensas? ¿Has sentido miedo, asco o vergüenza?
Exprésate
sin miedo.
Al
finalizar tu dibujo mírate la vulva. Pon lo que has diseñado al lado y compara.
¿Cómo te has dibujado? ¿Qué has sentido al realizar cada trazo y cómo te
sientes ahora?
Vuelve
a escribir lo que sientes.
Dedica
cada día unos minutos a mirarte la vulva. A respirar con ella. Y si escribes,
además, un pequeño (o gran) sentimiento contigo y tu vulva, mejor.
Vuelve
a dibujarte al cabo de siete o diez días haciéndolo (te recomiendo que seas
constante).
¿Cómo
has vuelto a dibujarte? ¿Cómo te has sentido? ¿Ha habido algún cambio?
Escríbelo todo.
Si
te apetece en algún momento compartir conmigo cuáles han sido tus impresiones y
emociones, me encantará leerte.
NADIE NACE ODIANDO
SU VULVA, NOS ENSEÑAN A ODIARLA
Parece
que llevamos en la sangre el odio hacia ella. Pero no es así.
Ninguna
mujer nace odiando su cuerpo, tampoco su vulva. Le enseñan a hacerlo. O nacen
amándola hasta que llegan señores que deciden hacer comentarios tremendos sobre
ella.
Y
no miento cuando digo que hay muchísimas mujeres acomplejadas con sus vulvas… A
continuación, os pongo lo que me contestaron unas cuantas, y por desgracia, es
posible que te identifiques con alguna de ellas… (y solo os traigo como
ejemplos algunas de las cientos de respuestas que tuve):
No
sabría por dónde empezar.
Pues
los complejos que todavía hoy sigo arrastrando es por los labios, por tenerlos
más grandes de lo que la sociedad considera normal. Pero estos complejos, en
gran medida, vinieron por comentarios de hombres con los que mantuve relaciones
sexuales.
La
verdad es que me parece monísima, pero sí que es verdad que alguna vez me han
hecho algún comentario inofensivo, quiero pensar que debido a que uno de los
labios internos es bastante más larguito, pero, vamos, que a mí no me molesta
ni visualmente ni físicamente para nada, así que es monísimo tal cual.
Uno
de los labios es muy larguito, a veces me ha dado algo de vergüenza porque
además me roza un poco.
Tenerla
o no bien depilada, sobre todo.
El
pelo.
El
olor.
Mis
labios, los internos son más grandes que los externos y no sabía que eso era
tan natural como lo contrario.
Lo
seca que está y siento que no tiene un aspecto tan joven.
Que
tengo la vulva gorda para mi gusto y un labio interno más grande que el otro.
Quizá
el olor, no soy capaz aún de lavarme solo con agua por miedo a que huela el
flujo.
Que
es muy oscura.
Que
no me depilo por completo y sé que muchíííííísimas mujeres sí, porque, por
desgracia, es lo que esperan muchos hombres todavía.
Mis
enormes labios menores.
Fijaos
lo que más se repite: forma de labios (¡ay, si todas hubiéramos sabido de
pequeñas que había tantas mujeres así!), el pelo (una imposición de la sociedad
pura y dura) y el olor (que nos enseñaron que la vulva debía oler a rosas,
vaya).
Por
suerte, también hubo muchas mujeres que me contestaron que no tenían ningún
complejo (yo soy de este grupo también, afortunadamente, mira que he tenido
complejos con muchas partes de mi cuerpo, pero con mi vulva, nunca):
Nada.
Me encanta como es. Forma parte de mí y la adoro.
Nada,
mi vulva es única.
He
tenido dos partos vaginales y la abertura vaginal se ha ensanchado mucho, los
labios son muy, muy evidentes, y está más oscurecida que hace años. O sea, no
es perfecta ni de lejos, pero no sé, a mí me resulta encantadora. Hago fotos y
vídeos a veces para verme mejor, ¡y me encanta!
Nada,
es preciosa.
Vamos
a continuar este viaje…
Sigue
conociéndote y conociéndola.
ESMEGMA
En
la vulva podemos observar una sustancia blanquecina llamada esmegma. La puedes
encontrar principalmente en los pliegues de los labios y/o bajo el capuchón del
clítoris. Tu piel genera grasa para mantener las mucosas y la vulva protegida e
hidratada. Cuando esta grasa se junta con restos de otros fluidos como flujo,
orina o células muertas, se forma el esmegma. Es una secreción completamente
natural y fisiológica, pero que si se acumula puede dar lugar al mal olor o
producir infecciones. Por eso es muy importante limpiar bien los pliegues de tu
vulva con agua y también retirar el capuchón del clítoris.
Es
necesario conocer nuestra vulva para poder explorarnos, para saber diferenciar
cuándo algo es normal y cuándo no, para poder solucionar cosas en casa sin
tener que ir al médico (que se te quede un condón dentro, que no alcances un
tampón, colocarte correctamente un óvulo vaginal…). También es preciso tener
conocimiento sobre la vulva, el suelo pélvico y su funcionamiento, para no
acudir a urgencias por algo que no lo es, ni tener ideas equivocadas, como por
ejemplo que puedes perder un tampón en la vagina, o que puede atravesar el
cérvix y llegar al útero, como me han preguntado alguna vez.
TU VULVA TIENE ALGO
QUE DECIRTE
Y
visto que hemos machacado (y machacamos) tanto a nuestra vulva, he querido
cederle un espacio en este libro porque tiene algo que decirte:
¡Hola!
Soy tu vulva y quiero desahogarme contigo, porque estoy harta de escuchar
comentarios de mierda que te dicen sobre mí, como:
•«¡Esto
pincha!».
•«Qué
asco, tienes pelos».
•«¡Vaya
bosque!».
•«Uf,
aquí hay hasta telarañas, ¿no?».
•«Pufff,
parece la vulva de un bebé».
•«Rubia
de bote, chocho morenote».
•«Si
hay pelito, no hay delito».
•«Si
hay césped, jugamos el partido».
•«El
color de la ceja viste al color de la almeja».
También
me da horror cada vez que dices que huelo mal y me echas litros de perfumes y
desodorantes. ¡Es mi olor, jo!
Y
cada vez que te veo coger la cuchilla. Por favor, ¡no me dejes como a un
ceviche!
Cuando
haces un froti froti con el papel de lija de los baños públicos. Parece que me
tienes que sacar brillo, ¡pero yo ya soy brillante!
Cuando
permites que alguien entre y me toque sin cuidado. Eso es lo que más daño me
hace.
A
quien diga que mi sabor o mi olor son malos, recuérdale que la vulva no huele a
rosas, ni a jazmín, ni a lasaña, ni al guiso de tu abuela. Y a todo aquel que
suelte cualquier idiotez sobre mí, dile que las vulvas huelen y saben a vulva,
y que, si buscan otra cosa, ¡pues que se coman una croqueta!
CARTA
A MI VULVA
Perdón
por todas las veces que pensé que eras fea.
Perdón
por todas las veces que no te tuve en cuenta.
Perdón
por todo lo que pensé de ti, por querer cambiarte.
Lo
siento por no cuidarte. Por olvidarme de ti. Por pensar que no necesitabas ni
merecías mi cariño.
Nunca
me enseñaron a quererte y a mimarte, pero eso ya se acabó. A partir de ahora
serás mi prioridad.
Gracias
por todo lo que me das. Por esos orgasmos lentos. Por esas caricias. Por esas
cosquillas. Por esos escalofríos. Por ese calor reconfortante.
Gracias
por ser mi cuidadora. Por protegerme. Por intentarlo siempre.
Por
ser.
Eres
mi templo más sagrado.
A
partir de ahora, te honraré, te veneraré y te colocaré en tu lugar.
No
volveré a dejar entrar a nadie que no te respete como te mereces. Ni te haré
nada que tú no quieras en ese momento.
No
volveré a forzarte ni a rozarte si no estás preparada.
No
volveré a maldecirte cuando tenga dolor, sé que tú no tienes la culpa.
Te
escucharé. Te mimaré. Te masajearé. Como parte sagrada de mí. Como regalo que
eres.
A
partir de ahora somos compañeras y amigas en este mundo. Yo contigo y tú
conmigo, juntas.
Te
quiero, te amo, gracias.
ESTE VIAJE DE
AUTOAMOR…
Y
como todos los viajes, no siempre son fáciles.
Este
viaje de autoconocimiento implica romper muchas cadenas que tenemos con nuestro
cuerpo. Pasar muchas fronteras. Poner muchos límites. Pero también implica
amarnos, gustarnos, aceptarnos, querernos…
Y
este viaje tampoco te lo cuento yo sola, te lo cuentan también ellas, mujeres
reales que decidieron empezar el camino del autoamor.
Están
aquellas que han mejorado su relación:
La
respeto muchísimo más, siempre pienso en cómo se puede sentir antes de tocarla
para ducharme, tener relaciones… Soy mucho más cuidadosa y respetuosa.
Creo
que la relación con mi vulva cambió cuando cogí un espejo hace muchos años y me
puse a investigar. No podemos amar las partes de nosotras que desconocemos.
¡Muchísimo!
Y eso es gracias a profesionales como tú, Sara; he aprendido a quererla y a
cuidarla. Todos los días bien de cremita y bien de masajitos.
Ahora
trabajo más en cuidarla, ya no es una simple parte de mí.
Ahora
duermo con las piernas abiertas, y la tengo libre para poder acariciarla igual
que la tripita o mi cara cuando me voy a dormir.
He
aprendido a quererla tal y como es. Antes no la aceptaba. Después de mi parto y
de seguir tu perfil, he aprendido a amarla y mimarla más.
Le
presto mucha más atención y ha dejado de ser un tabú. Hablo de vulvas y de la
Vulvoteca con todo tipo de gente (muchos y muchas que aún se sienten incómodos
con el tema) y ya la veo como una parte más del cuerpo. Igual que tenemos dos
manos, tenemos dos ojos, la nariz, la vulva. Cada vez me parece más corriente y
creo que es muy necesario para que la gente vaya abriendo la mente.
Un
poco; gracias a ti, me siento un poco más cómoda mirándola y mimándola.
Sí.
Ha mejorado, la siento presente, la cuido más, me gusta su olor…
Ya
no siento «asco» por notar mi flujo en las bragas, fue un gran paso el dejar de
usar salvaslip (usaba todos los días).
He
podido parir a mi bebé sin epidural y sin puntos, estoy muy agradecida y
conectada con mi vulva y mi vagina.
Y
luego hay otras que lo están intentando todavía:
Sé
que podría mejorar mucho más… me cuesta mucho sacar ese momento de mimo que
tanto se merece… además de que llevo implante anticonceptivo y, bueno, eso…
pues tampoco ayuda.
Estoy
en una lucha continua, y voy por rachas.
Intento
ser más consciente de ella y mimarla, aunque creo que me queda bastante trabajo
por delante.
Aún
estoy en ese proceso… Me está costando bastante.
Y
también las que todavía están en esa lucha, una vez más, por la desinformación:
La
menopausia precoz ha hecho que la odie más si cabe. Me han salido canas (en la
cabeza no), y es como que me recuerda la vejez anticipada que sufre mi cuerpo
por la falta de estrógenos, la infertilidad… No sabía que en la vulva salieran
canas… Hay cosas que no se dicen nunca.
Cada
mujer con su historia y con su proceso, única, como ella misma.
3
¿CÓMO DEBEMOS HACER PIS Y CACA?
Antes de ir a la chicha, una pregunta que me encanta hacer: para ti
¿qué es más placentero… beber cuando tienes mucha sed, dormir cuando tienes
mucho sueño, o mear/cagar cuando te meas o te cagas viva?
Yo lo tengo clarísimo. ¡No hay nada más placentero y necesario que
mear o cagar cuando tienes muchas, muchas ganas! Bien sabemos que no tenemos
que llegar a los límites de aguantar y no poder más… Pero a veces parece que la
situación se tuerce y un viaje muy largo de autobús o un apretón de golpe tras
un café… ¡ya sabemos cómo acaba! Y es uno de los peores recuerdos en cuanto a
situaciones malas que he vivido.
Ahora sí, ¡bienvenidas al capítulo más importante de la historia!
¡Cómo mear y cómo cagar bien! Porque mal ya solemos hacerlo muchas veces y
nunca nos dieron esa clase magistral en la que nos informaban sobre cómo
debíamos hacer nuestras necesidades fisiológicas, porque supongo que pensaron
que eso no era necesario.
Y quizá para nuestras abuelas y abuelos no lo era tanto, porque
meaban en el campo en cuclillas con total tranquilidad y no tenían que cagar
rápido para entrar a una reunión de empresa. Pero, señoras, la vida ha
cambiado, y aunque muchas cosas han mejorado, otras muchas han ido en la
dirección contraria, y nosotras somos las que lo pagamos.
¿Alguna vez pensaste que se podía hacer pis o hacer caca mal? ¿Que
había una manera correcta de ir al baño? Porque la mayoría de las personas
suelen responder a mis vídeos: «No sabía que se podía hacer caca mal». Et
voilà!, nada más lejos de la realidad. ¿Sabes cuántas veces hacemos pis o caca
a lo largo de nuestra vida? Calculando una vez al día a lo largo de ochenta
años… Salen ¡más de 29.000 veces! Y pis, multiplica por seis o siete mínimo.
¿Te imaginas estar haciendo algo mal tantas veces en nuestra vida?
Si de algo estoy orgullosa de divulgar por encima de todas las cosas
(aparte de dormir sin bragas) es sobre cómo debemos hacer pis y caca. Porque
llevamos toda la vida haciéndolo cada día varias veces y todavía no sabemos si
lo hacemos correctamente. Y hay tanto tabú alrededor de la caca que, ¡ay!,
cuánto ganaríamos si naturalizáramos lo que ya es natural. Todo el mundo hace
caca. Y los problemas no vienen de hacerla, sino de no hacerla.
Un gran porcentaje de la población refiere que va mal al baño, que
padece estreñimiento ocasional o crónico. «Cuando voy de vacaciones no hay
manera de hacer caca», «Yo solo puedo en mi casa y con mucha intimidad», «Hacer
caca es un suplicio…». ¿Te suena alguna de estas frases?
Los hábitos, nuestro intestino y su microbiota y nuestro suelo
pélvico son importantísimos para ir al baño en condiciones. Pero la vergüenza
también importa. Y el concepto que tenemos de hacer caca también.
Que las mujeres tengamos más estreñimiento no es solo una cuestión
biológica y hormonal (pienso yo). También es social. La vergüenza también
estriñe.
CON VERGÜENZA, NI SE
CAGA NI SE ALMUERZA
La
sociedad nos educa como «princesas que orinan colonia y cagan flores», y nos
convertimos en mujeres que se mueren de vergüenza cuando tienen que ir al baño
fuera de su casa y que hacen lo imposible por «taparlo». Y esto les deriva en
un estreñimiento social cada vez que salen de casa o no tienen suficiente
intimidad (en mi pasado me incluyo en ellas, ¡vaya vergüenza tenía a hacer caca
en lugares fuera de mi casa!).
Como
siempre digo: con vergüenza, ni se caga ni se almuerza.
La
ansiedad de tener que ir al baño en un sitio público, de saber que están tus
amigos al otro lado y pueden oírte, o que se pierda la magia del primer finde
romántico con tu pareja también causan estreñimiento. Y aunque sientas que
pospones el momento de manera consciente, realmente esto afecta a tu sistema de
defecación, acostumbrando a tu cuerpo a no ir cuando tiene ganas, y acaba
haciendo que algunas veces deje de tenerlas.
«Que
no se note».
¿Has
usado alguna vez alguna estrategia para que los de fuera no se enteraran de que
estabas haciendo caca? Tirar a la base del inodoro mucho papel para que no
suene la caída, toser sin parar, abrir el grifo o poner música alta para lo
mismo, echar litros de perfume o ambientador… Todo esto son cosas que hacen
muchas personas, mujeres principalmente, para que no se sepa desde fuera que
están haciendo caca. Aunque muchas veces ese pestazo a perfume o la música a
todo trapo es lo que más delata.
Ojo,
el problema no está en nosotras, sino, una vez más, en la educación que hemos
recibido sobre «mujeres finas y femeninas que no deben eructar ni tirarse pedos
en público».
Pero…
¿por qué da tanta vergüenza? ¿El olor? ¿El hecho de hacer caca? ¿Es menos
vergonzoso tirarte días hinchada y encontrándote mal?
Me
encantaría viajar a la sociedad en la que vivían nuestras abuelas y
preguntarles si ahí también tenían tanta vergüenza entre ellos. Mi tía abuela
me ha dicho que no, que era algo natural.
TODO
EL MUNDO HACE CACA.
Es
algo fisiológico y natural.
A
esto se le añade todo lo que he comentado al principio: no nos enseñan a ir al
baño adecuadamente. Y esto también contribuye a ir mal al baño, sumado a
padecer hemorroides, hacernos fisuras anales o necesitar mucho esfuerzo para
hacer caca. Y acaba convirtiendo el ir al baño en un acto horrible.
Así
que… (¡redoble de tambores!), aquí te traigo el manual para hacer caca.
¿CÓMO DEBEMOS HACER
CACA?
Lo
primero que quiero contarte es que, para hacer caca, debe activarse tu sistema
nervioso parasimpático. Y creo necesario dar una pequeña explicación, para que
puedas entender cómo funciona todo tu cuerpo.
El
sistema nervioso autónomo es la parte que se encarga de la regulación de los
procesos fisiológicos y del funcionamiento de nuestros órganos en ellos: la
respiración, la frecuencia cardíaca, la digestión, etc. Este sistema se divide
en simpático y parasimpático.
El
sistema simpático es el de lucha o huida, el que se encarga de activar y
ponerte en alerta, y el parasimpático, como su nombre indica, es el que para al
simpático, es decir, el que se encarga de relajar y devolverte a la calma.
Necesitamos un equilibrio entre ambos y que se active cada uno cuando sea
necesario, y este equilibrio se llama homeostasis. Te pongo el nombrecito para
que te suene si lo lees en algún otro sitio.
Para
hacer pis y para hacer caca (y para dormir, entre otras muchas cosas), es
preciso que se active nuestro sistema parasimpático, pues a tu cerebro no se le
ocurriría mandarte ganas de cagar o mear si estás corriendo delante de un león.
El problema está en que vivimos con una hiperactivación simpática, por el ritmo
de vida que llevamos, y eso impide que el sistema nervioso funcione a veces
correctamente.
Una
vez entendido esto, pasemos al jugo del asunto.
Atiende
la llamada
Hay
que atender la llamada del baño. Es decir, si te entran ganas de hacer caca, ve
a hacerla. No ir cuando el intestino manda la señal al cerebro y este nos llama
la atención puede contribuir a estreñirse.
Aguantarse
las ganas por el hecho de que no sea un momento o un lugar adecuado puede
perjudicarte. El reflejo de defecación se pierde, la sensibilidad del esfínter
se reduce y se acumulan las heces en el colon distal, donde no debe haberlas.
Perdemos las sensaciones de tener ganas de ir al baño, pero eso no significa
que no haya necesidad. Un ejemplo para entenderlo sería que el timbre de tu
casa se fundiese. Si esto ocurre, cuando alguien viene a verte llama al timbre,
pero tú no te enteras, y lo dejas ahí esperando. Eso mismo pasa con las heces,
que se acumulan en el extremo final de tu intestino, pero tu intestino ya
piensa que no es momento de avisar y no manda señal.
Esto
se puede y se debe reeducar.
Ten
una postura correcta
La
joya de la corona.
Siempre
con el culo apoyado en la taza y con los pies puestos en alto ya sea en un
taburete, en una papelera o en la propia pared, o en cuclillas. Pero nada de
estar en semisentadilla isométrica aguantando el equilibrio y mucho menos
sentada con los pies colgando.
¿Por
qué?
Al
estar sentadas, nuestro músculo puborrectal, que se encarga de la continencia
anal, se encuentra doblado (imagínate una manguera que está doblada y la
dificultad que encuentra el agua para salir de ella). Cuando elevamos los pies
(lo ideal es que las rodillas queden por encima de las caderas) el ángulo que
queda con el músculo es mucho mejor y, además, estamos más erguidas.
Te
explico un poquito más:
Cuando
nos sentamos de manera normal en la taza del váter hacemos un ángulo de noventa
grados con las rodillas y las caderas aproximadamente. Además, a veces echamos
el cuerpo hacia delante o nos hacemos un ovillito.
El
colon tiene una curva natural llamada ángulo anorrectal que ayuda a contener
las heces. Al sentarnos en la postura típica de pies en el suelo (y a veces ni
eso, o apoyando las puntas) el músculo puborrectal (que es quien se encarga de
la contención de las heces, permite la apertura del ano y la salida de las
mismas) no puede relajarse completamente, dificultando así la expulsión de la
caca y obligando al cuerpo a hacer más esfuerzo. Cuando subimos las piernas y
hacemos un ángulo en las rodillas de unos treinta y cinco grados, el ángulo
anorrectal será más abierto y vertical y la salida de las heces más fluida.
Esta
postura no solo facilita la salida de las heces, sino que ayuda a prevenir
otros problemas. Te la recomendaría siempre, mees, cagues, vayas en el tren,
estudies ¡o trabajes!
Fíjate
si considero importante esto de subir los pies, que este año he creado mis
propios banquitos para ir a hacer caca, con la frase: «¡Te ayudo a soltar todas
tus mierdas!».
Benditas
cuclillas
Si
estamos en el campo y no tenemos retrete, la posición ideal es la posición en
cuclillas. Esta se asemeja una sentadilla profunda (debes tener buena movilidad
o estar cerca de algún árbol para poder apoyarte y no caerte).
Así
relajamos el ángulo anorrectal como hemos explicado antes, y podemos relajar
igualmente nuestro suelo pélvico y no tener que empujar. ¡Cagar en el campo son
todo ventajas!
¿QUÉ NO DEBEMOS
HACER CUANDO HACEMOS CACA?
No
debemos apretar
Aunque
tengamos muy interiorizado que debemos apretar para hacer caca mientras
aguantamos el aire, esto es contraproducente y, además, innecesario. La caca
debería salir fácilmente (la postura ayuda mucho) y no suponer un suplicio.
Como mucho, puedes hacer ligeros pujos acompañados de la respiración en el caso
de que la caca no salga por el motivo que sea.
Si
apretamos, podemos dañar nuestro suelo pélvico, porque estaremos generando
mucha presión a nivel abdominal y pélvica, y eso aumentará el riesgo de prolapsos.
También
podremos causar un desequilibrio en el mecanismo natural de hacer caca (como
patología se llama disinergia defecatoria).
Cuando
hacemos caca, nuestro suelo pélvico ha de estar relajado mientras la
musculatura abdominal se contrae de manera involuntaria para ayudar a que las
heces salgan. Este trabajo armonioso nos debería salir de manera «innata». ¿Qué
pasa? Que si apretamos rompemos este trabajo en equipo, y tu cuerpo acaba
necesitando que empujes tu suelo pélvico cada vez para poder expulsar las
heces.
De
ahí la importancia de IR AL BAÑO SIN PRISA.
Y
esto grábatelo a fuego. No puede ser que vayamos corriendo por la vida hasta
para mear y cagar. Y con esto no quiero decir que te tires horas en la taza del
váter, que tampoco es bueno (aunque a veces nos encantaría porque es nuestro
único momento de soledad y descanso), sino que te tomes los minutos necesarios,
sin prisa pero sin pausa.
Tu
vida no va a cambiar porque «pierdas» cuatro minutos en hacer caca. Que, a
decir verdad, de perder nada, todo lo contrario, es una inversión en salud
tremenda.
Por
otro lado, tener prisa para hacer caca provocará que le cueste mucho más salir
o que directamente no salga.
No
debemos hacer apneas ni valsalvas
Esto
es aguantar la respiración como si no hubiera un mañana mientras se te pone la
cara bien colorá (seguro que sabes bien a lo que me refiero). Debemos hacer
respiraciones largas y profundas, y aprovechar el momento de la exhalación
(cuando soltamos el aire) para empujar ligeramente si fuera necesario.
No
debemos hacernos un ovillito ni agacharnos. Tenemos que estar rectas y erguidas
(como en la vida misma) para facilitar la salida de las heces.
No
debemos estar más de tres-cinco minutos en el baño
Si
vamos a hacer caca, vamos a hacer caca, no a hacer la lista de la compra, ni a
organizar nuestro viaje a Segovia, ni a mandar un podcast de nueve minutos a
nuestra amiga. Estar mucho rato en el baño favorecerá el estreñimiento y la
aparición de hemorroides, además de que se te pueden adormecer las piernas por
el corte de circulación.
LO MALO NO ES HACER
CACA, ¡SINO NO HACERLA!
Dichoso
estreñimiento, ¿no? Cuántas veces tendremos que repetir que lo malo no viene de
hacer caca, sino de no hacerla.
Nos
morimos de vergüenza por hacer caca, pero no pensamos en lo jorobado que es
estar tres días sin cagar con la barriga hinchada y llena de gases. Esto no nos
lo cuentan en los anuncios… Y lo que tampoco nos cuentan es que el
estreñimiento puede causar toxicidad y desequilibrios hormonales. De esto te
hablaré más profundamente en el capítulo 7 sobre el intestino.
ESTREÑIMIENTO EN
VACACIONES
Y
si el día a día a veces es estreñido…, las vacaciones ni te cuento, ¿verdad?
¿A
ti también te ha pasado que te vas de vacaciones y de repente la caca en vez de
llamar a tu puerta se atasca detrás de ella?
Hay
tres factores principales por los que podemos tener estreñimiento: el cambio de
hábitos y horarios, el cambio de sitio y la vergüenza por la compañía.
¿Qué
cosas debemos tener en cuenta para ello?
Recuerda
de nuevo la buena hidratación con agua (¡más aún en verano! ¡que sudamos mucho
y a veces bebemos muchos refrescos y cervecitas, pero nos olvidamos del
aguaaa!). También acompañar tus comidas de verdura y fruta; de hecho, las
ensaladas fresquitas en verano entran que da gusto, ¡y dan mucho color!
Aprovecha
los viajes que hagas para pegarte buenas caminatas y conocer la zona, ¡no hay
mejor manera de explorar y estimular al intestino que caminando!
No
sacrifiques nunca una buena postura, según llegues al lugar donde vas a
quedarte en vacaciones busca cualquier cacharro para subir los pies para
tenerlo siempre bien a mano. Siempre digo que es lo primero que hay que hacer
cuando vas a veranear: buscar el taburete o elevador de pie y dejarlo en el
baño bien preparadito.
Y
una vez mááááás, ¡atiende la llamada! Si te entran ganas de hacer caca, ve al
baño en ese instante, no lo pospongas porque no sea «un sitio o un momento
adecuado», ya sabemos que el lugar perfecto no siempre existe (como en casa, en
ningún sitio, sin duda). Y si te pilla fuera de casa y te da mucho asco, lleva
siempre contigo unas toallitas o un poco de gel hidroalcohólico para limpiar la
taza. ¡Y recuerda buscar algo para apoyar los pies! En los baños públicos
siempre hay papeleras, ¡aprovéchalas!
Busca
tu ratito; sin calma y relajación no habrá defecación, y si te da vergüenza que
haya gente esperando, no pasa nada porque avises de que necesitas tu rato y que
te vas al baño. Puedes ponerte música relajante para dejarte fluir (¡¡aunque no
te quedes veinte minutos ahí!!) y activar tu sistema parasimpático.
Y
recuerda, con vergüenza, ni se caga ni se almuerza.
EN LOS BAÑOS
PÚBLICOS TAMBIÉN PODEMOS HACER CACA
Típica
mañana que quedas con tu amiga para desayunar, te tomas el café y de repente te
cagas viva y no sabes dónde meterte. ¡Pues en el baño! Lo más importante es ir
cuando te entran las ganas y no posponerlo.
En
los baños públicos también puedes y debes apoyarte (luego te contaré más).
Busca la manera de subir los pies: casi siempre suelen tener una papelerita, o
las paredes cercanas para subir las piernas y apoyar los pies, o puedes
recurrir a la posición en cuclillas (pero con mucho cuidado que esta puede ser
peligrosa, asegúrate de que el retrete es estable, levanta las tapas y súbete
despacio y agarrándote). Y si te ves en un sitio horrible y te es imposible
hacer caca en ese retrete, puedes hacer como se debe hacer con los niños (y si
no lo sabías, ya tienes otro truco): pones una base de papel en el suelo, y de
cuclillas haces caca en el papel, después lo echas al váter y lo dejas como
estaba. Puede que estés pensando que esto es una cerdada, nada más lejos de la
realidad: es una necesidad fisiológica.
De
nuevo recurre a herramientas que te ayuden a relajarte: respiraciones largas y
suaves, música en unos cascos que te aíslen un poco y a… ¡a cagaaaar!
Estar
escribiendo todo esto me ha traído muchos recuerdos sobre anécdotas (poco)
cagonas. Lo he pasado tan mal en tantas ocasiones por no hacer caca… que doy
gracias a la mujer en la que me he convertido que puede cagar en cualquier
sitio (siempre y cuando suba los pies).
Fui
muy estreñida. Pero mucho, mucho, mucho. Y uno de los peores recuerdos que
tengo en cuanto a estreñimiento fue la primera vez que hice el Camino de
Santiago, cuando acabé segundo de bachillerato. Cinco días, Sarria-Santiago,
típico trayecto que todo el mundo hace cuando es la primera vez que acomete la
ruta jacobea. Me pasé el camino entero sin cagar.
Por
aquel entonces, yo llevaba fatal hacer caca fuera de casa. Y si a eso encima le
sumabas el baño del albergue donde probablemente habría alguien al lado también
haciendo caca o gente esperando a entrar, era el cóctel perfecto para que mi
esfínter se cerrara al completo.
Y
no fue porque no lo intentara, porque probé en varias ocasiones, pero no había
manera. Mis nervios y mis deseos de que pasara rápido me quitaban las pocas
ganas que pudiera tener. Cada día más hinchada y más pesada, ¡qué horror! Si
has estado alguna vez cinco días sin hacer caca seguro que sabes a lo que me
refiero. Eso sí, fue llegar a Madrid y… ¡te puedes imaginar!
Sin
embargo, fue en una época en la que tuve el intestino muy muy mal cuando
aprendí a valorar lo que de verdad era cagar, y ya nada me podía quitar de ir
al baño cuando tocaba. Reeduqué a mi intestino, me reeduqué a mí misma, y nunca
más el entorno me ha perjudicado para ir a hacer caca. En los dos últimos de los
cuatro caminos de Santiago que he hecho, hacía mi parada en el campo y cagaba
de la mejor manera: entre árboles (¡y sin tirar nunca el papel al suelo!).
Darle
naturalidad a lo que es natural es una de mis especialidades. Y mira que más de
una vez me han llamado basta o tosca por hablar tan abiertamente de esto, pero
es que es así como consigues que cagar no sea un infierno.
¿Qué
otros consejos puedo darte para hacer caca?
En
el caso de que seas una persona muy estreñida y todo esto se te quede corto
—aunque en el capítulo sobre el intestino sano te explicaré más cosas acerca
del estreñimiento—, te dejo algún otro consejo:
•Aprovecha
el reflejo gastrocólico: ¿alguna vez te ha pasado que empiezas a comer o beber
y tu barriga se te retuerce para decirte: «¡Hey, podrías ir al baño!»? Este
reflejo es el movimiento que ocurre en tu intestino tras haber ingerido algo
cuando está vacío. Se nota como un retortijón y unas ganas de ir al baño;
puedes prestarle atención y atender su llamada. También puedes estimular este
reflejo en el baño con una respiración profunda y una buena visualización de tu
intestino evacuando (y no es broma, no te haces una idea del poder de la
visualización).
•Introduce
el dedo pulgar en tu vagina en dirección al recto, y masajéalo. Si las heces
están acumuladas ahí (notarás pequeñas bolitas a través de su vagina), con un
masaje podrás estimular su movimiento.
•Activa
tu musculatura abdominal y tu transverso, soltando el aire como si quisieras
soplar a través de una pajita (de hecho, puedes cogerla y hacer la prueba), ya
en la postura ideal para hacer caca o en cuclillas. Puedes hacer trabajo fuera
del baño para estimular y movilizar. También cerrar la mano en un puño y soplar
por el agujero que queda en medio. Tu abdomen y transverso se contraerán
mientras exhalas y ayudarán al intestino a vaciarse.
Y,
sobre todo, recuerda:
Cagar
es algo tan natural como mear, como comer o como peinarse, y cuanto antes lo
normalicemos, mejor nos irá. No tengo problema en decir en un lugar con más
gente que me entran ganas de hacer caca y tengo que ir un momento al baño, o
que me encuentro mal porque estoy estreñida.
Si
eres de las personas a las que le cuesta hablar sobre ello, prueba a intentarlo
con tu gente más cercana, verás como luego no es tan complicado, ¡y te quitarás
un buen peso de encima!
Yo,
mientras tanto, comparto algunos testimonios de chicas que han empezado a usar
un banquito para hacer caca, ¡por si todavía no te ha convencido, esto lo hará!
Ya
no hay dolor.
Menos
esfuerzo al expulsar, menos esfuerzo expulsando.
Desde
que empecé a usarlo ya no puedo hacerlo sin.
(¡Mira,
como volver a dormir con bragas, jajaja!).
Sale
con muchísima facilidad, siempre he tenido estreñimiento.
Ha
mejorado muchísimo, mi vida es otra, literal.
Mucho
mejor, sin dolor, nunca más ha vuelto a salirme una almorrana.
Ya
no tengo que apretar, mucha más ligereza.
Mucho
más fácil hacer caca con los pies elevados, más rápido y menos esfuerzo.
Gracias
a ti, cago feliz.
Muchísimo
mejor, ya no tengo tantos problemas intestinales.
He
dejado de tener sensación de vaciado incompleto.
También
hay personas cuyo estreñimiento es más interno, y no han terminado de mejorar,
o no se sienten cómodas:
Sigo
igual, regulín.
No
ha mejorado nada.
Ojalá
vea pronto avances caquiles.
No
me siento cómoda con los pies en alto. ¿Me acostumbraré algún día?
Más
o menos igual, estreñida crónica.
Bueno,
ya hemos hablado mucho (no suficiente, porque nunca es suficiente) del primero
de los tabúes en cuanto a necesidades fisiológicas. Pero ahora hablemos de la
necesidad número dos que, aunque nos dé menos vergüenza, tampoco hacemos bien:
hacer pis.
LA IMPORTANCIA DE
HACER PIS DE FORMA CORRECTA
Lo
primero y más importante es una correcta hidratación (como sieeeeeempre). No
quiero que esto parezca un manual aburrido, pero es que a veces se nos olvida
beber agua (a mí la primera). Debemos tomar el agua suficiente. No soy fan de
recomendar una cantidad de agua diaria porque depende de cada persona, pero al
menos un litro y medio sí que considero que sería lo adecuado, y no debemos
beberla a sorbitos, sino en vasos completos, para que nuestra vejiga se llene
adecuadamente (también podemos beber agua mal, sí).
Si
vas a hacer pis, vas a hacer pis. No a mandar un wasap, ni a llamar a tu
abuela, ni a escribir un correo a tu jefa. Necesitamos estar donde estamos y
hacer lo que vamos a hacer, sin irnos por las ramas.
Debemos
ir con calma y sin prisa. Es preciso que nuestro sistema parasimpático se
active para contraer al detrusor (el músculo que se encarga de la salida de la
orina) y relajar los esfínteres (tenemos un esfínter uretral interno y otro
externo) para poder hacer pis de forma correcta.
¿Cuántas
veces has ido con prisa hasta para ir a hacer pis?
Pues
esto tiene que acabarse. Por tu salud mental y la de tu suelo pélvico. Tu
vejiga también se merece paz y tranquilidad, ¡y mucho amor!
Y
si lo que necesitas es todo lo contrario, un rato sola en el baño (anda que no
nos habremos encerrado veces en el baño para tener unos minutos de calma), que
sea fuera de la taza.
¿SABES CÓMO SE
COMPORTA TU VEJIGA?
La
vejiga es un órgano músculo-membranoso elástico, con la forma de una castaña,
pero de tamaño bastante más grande, que se encarga de almacenar el pis y darnos
toques de atención según se va llenando por franjas. Su capacidad es alrededor
de 500-600 ml, pero puede albergar hasta 800-1.000 ml de pis, ¡Un litro de
pis!, lo cual sería horrible para ella y podría llegar a desgarrarse, aunque
antes habría otras consecuencias. La imaginamos como una especie de jarra
medidora que manda diferentes señales según los puntos a donde vaya llegando el
pis que se va acumulando dentro. Será importante hacer caso a las señales que
nos envía nuestra vejiga para orinar adecuadamente.
En
condiciones normales, y con ello me refiero a una vejiga saludable, cuando esta
jarra se llena lo equivalente a menos de un vasito de agua (100-200 ml) lo
notas, pero no tienes ganas de ir a hacer pis. Si ya echamos el vaso de agua
entero dentro de esta jarra (250-300 ml aproximadamente), sentimos las primeras
ganas de ir al baño. Es un «Estoy llenándome, primer aviso, amiga». Si no le
hacemos caso, continúa llenándose, hasta alcanzar el medio litro más o menos, y
te envía señales de necesidad absoluta de ir a hacer pis. Incluso puedes tener
dolor y ya tu suelo pélvico se contrae voluntariamente para sujetar. Cuando
pasamos del medio litro y vamos sumando, podemos llegar al volumen máximo de la
vejiga (se llama capacidad cistométrica y estaría entre los 800 y 1.000 ml), lo
que tendría graves consecuencias. El dolor y las ganas serían insoportables, y
es mejor no experimentarlo nunca a lo largo de la vida.
Una
vez que estaba en el parque con unas compañeras de clase, estas se propusieron
un reto: a ver quién aguantaba más sin ir al baño después de beber una botella
de agua. A mí me pareció un reto sin sentido y en el que ni siquiera llegué a
participar. Sufrir a lo tonto por aguantar las ganas de hacer pis sin necesidad
me pareció algo absurdo y que encima podía hacerte daño. Bastantes veces había
sufrido ya el dolor de las ganas imperiosas de hacer pis, como para hacerlo
voluntariamente.
En
resumen: con tu suelo pélvico y con tu vejiga no se juega.
Cuando
llegamos al punto en el que toca ir a hacer pis, la vejiga da el toque al
cerebro y le dice que ya es hora. El cerebro te hace consciente de esas ganas
(todo esto en milimilimilisegundos) y tú decides ir a hacer pis. Al ponerte,
relajas tu esfínter externo para que la orina salga y, mientras, disfrutas del
placer que es mear. El problema viene cuando alteramos o nos saltamos alguno de
los pasos fisiológicos, algo que hacemos en más ocasiones de las que
deberíamos.
Así
que, a continuación, te presento el manual de cómo deberías hacer pis.
¿CÓMO DEBEMOS HACER
PIS?
Mea
siempre apoyada
Apóyate
en la taza del váter siempre. Es la única forma de que tu suelo pélvico pueda
relajarse en condiciones para hacer pis. Y si estás en el campo, la posición en
cuclillas también es maravillosa, como si fuera una sentadilla profunda. Lo que
no nos vale es estar en la taza, pero no apoyarte, como si fuera una
semisentadilla donde tienes que aguantar el equilibrio y mear a la vez e
intentar no salpicar fuera. En los baños públicos también deberías apoyarte,
¡repito! Precisamente el intento de mantener la estabilidad, sumado a tener que
hacer fuerza para hacer pis provocará que probablemente salpiques y manches la
taza, y si no la limpias, la que venga después no querrá apoyarse. Y este es el
círculo vicioso de las tazas del váter de los baños públicos. ¿No creéis que si
todas nos apoyáramos y meáramos dentro no salpicaríamos y no haríamos que diera
asco sentarnos en la taza?
Sííííí.
Ya sé lo que estás pensando: «¡Voy a coger una infección!». No, la realidad es
que no. En primer lugar, las personas no van dejando bichitos por la taza del
váter esperando a iniciar otro viaje a través de una uretra nueva. En segundo
lugar, aunque así fuera, los bichitos durarían vivos en la taza milisegundos.
Y, en tercer lugar, lo que realmente apoyamos son los cachetes del culo, no la
vulva ni el ano, con lo que coger una infección se hace literalmente imposible.
Lo realmente preocupante son las gotas del pis en la taza, y no por una
infección, sino por el asco. Y como, por desgracia, esto, de momento, va a
costar que desaparezca (ojalá a raíz de leer este libro salga un movimiento de
«apóyate en la taza de un baño público y déjala limpia»), siempre recomiendo
que lleves en la mochila unas toallitas y/o gel hidroalcohólico y así podrás
limpiar la taza (y después recuerda no tirar las toallitas al agua, ¡siempre a
la papelera!).
Sé
que si está muy muy guarro es imposible hacerlo: entonces, excepcionalmente, no
te apoyes. Una cosa te digo, ha habido en más de una ocasión en la que he
acabado meando fuera en la calle por no hacerlo en algún baño asqueroso. ¿Por
qué es tan difícil ser un poco limpias? No entiendo cómo puede haber gente tan
cerda que se mea fuera y lo deja así. En serio.
Los
hombres también deben sentarse
Este
mensaje es para ti:
Sí,
no eres menos hombre ni menos masculino por mear sentado.
Tu
suelo pélvico (porque tú también tienes suelo pélvico) te lo agradecerá, porque
mear sentado es la única manera de relajarlo por completo. Mear de pie no le
beneficia nada a tu próstata, ni a tu vejiga tampoco. Hacerlo sentado te
ayudará a vaciar totalmente la vejiga y a no aumentar la presión en tu
próstata. Y encima evitarás tener que esforzarte en apuntar y no mear por fuera
y te ahorrarás tener que limpiar después las gotitas que hayas podido salpicar.
¿Ves?
Son todo ventajas.
¿Cuántas
veces debemos ir?
Lo
saludable es ir alrededor de seis-ocho veces durante el día, ni muchas ni
pocas, ni veinte, ni doce, ni dos veces. Aproximadamente cada tres o cuatro
horas, dependiendo de la persona y la situación.
Si
eres de las meonas que va muchas más veces, ¡bienvenida al club!, no es normal
y debe tratarse.
La
noche no es para hacer pis
Debemos
ir esas veces durante el día, no durante la noche. La noche es para dormir y no
hemos de levantarnos a hacer pis, a no ser que estemos en una situación
especial, como un embarazo, o tomando una medicación, por ejemplo.
Durante
la noche, la hipófisis o glándula pituitaria, que tenemos en la base del
cerebro y tiene el tamaño de un guisante, secreta hormonas que controlan la
liberación de adrenalina, endorfinas y también la vasopresina-arginina, que es
la hormona antidiurética que se encarga de la regulación y equilibrio de agua y
sales en el cuerpo. Por la noche controla la producción de orina aumentando el
almacenamiento de agua. Si no hay una liberación correcta de esta vasopresina,
los riñones liberarán agua y nos entrarán ganas de hacer pis. Esto se llama
nocturia o nicturia y puede tener diferentes causas: por un lado, está la
poliuria nocturna, que es la producción excesiva de orina por la noche, que
puede pasar si te bebes un litro antes de acostarte (y es lo primero que
tenemos que valorar) o por desequilibrios hormonales, por ejemplo, ligados a la
fase premenstrual, por apnea obstructiva del sueño, insuficiencia cardíaca,
diabetes, problemas de circulación; y, por otro lado, puede estar originada por
otras causas subyacentes, como por ejemplo la vejiga hiperactiva. Además, si
acostumbras a tu cuerpo a levantarse cada noche, se convierte en un hábito, y
también hay que desacostumbrar y reeducar al cuerpo.
No
hagas fuerza para hacer pis
Esto
es algo muy común, porque vivimos con prisa, y apretamos para que el pis salga
más rápido. Vaya, que ni a mear podemos ir tranquilas.
Cuando
orinamos nuestro suelo pélvico se relaja por orden del sistema nervioso y este
fluye cual riachuelo en el campo (literalmente me lo imagino así). Si haces
fuerza, estás alterando el mecanismo de la micción y las contracciones del
detrusor, que es el músculo encargado de abrazar a la vejiga, controlar su
llenado y su vaciado. Esto puede provocar a largo plazo daños y que seas
incapaz de hacer pis sin hacer fuerza o realizar vaciados incompletos, e
incluso prolapsos, entre otros.
No
cortes el chorro al hacer pis
«Para
trabajar tu suelo pélvico has de cortar el chorro mientras meas. Si eres capaz
de cortar, ¡enhorabuena! Tienes un suelo pélvico fuerte».
Sí,
esta frase la vi hace un montón de tiempo en un Instagram. Terrible. Más que
terrible, tremendo. Y en algunos libros todavía se recomienda cortar el chorro
para fortalecer el suelo pélvico.
El
famoso «stop-pipí» solo puede hacer daño a nuestro suelo pélvico y a nuestro
sistema de micción, y seguro que los motivos, después de esta megalección sobre
hacer pis y caca, no te sorprenden.
Al
hacer pis, como te he contado antes, nuestro suelo pélvico se relaja casi por
completo para permitir la salida de la orina. Si cortamos el chorro estaremos
activando el esfínter externo (que es el que controlamos voluntariamente) y
mandaremos órdenes a la vejiga de que todavía no es el momento de orinar porque
no está lo suficientemente llena. Recuerda que nuestro esfínter externo es el
encargado de avisar a la vejiga de cuándo sí puede vaciar y cuándo no. Por otro
lado, aumenta de nuevo el riesgo de infecciones de orina, porque las bacterias
que estamos empujando para que salgan pueden entrar aprovechando la contracción
del suelo pélvico hacia dentro.
Sé
libre mientras meas
Tampoco
debemos intentar no hacer ruido al hacer pis. Me explico, alguna vez, sobre
todo en baños públicos, e incluso de manera inconsciente, intentamos hacer pis
«suave» para no hacer ruido apretando los músculos del suelo pélvico. Y esto,
una vez más, altera nuestra micción.
No
hagas pipí por si acaso
«¡Debemos
ir a hacer pis, por si acaso luego no podemos ir!» (¿te suena?). Esto de que
vas a salir a dar un paseo y «¡Ay! Voy a hacer pis, por si acaso, que luego me
meo entera», o la mamá que le dice a la niña: «Cariño, haz pis ahora por si
luego te entran las ganas y no es un buen momento o no tenemos un baño para
ir».
Este
hábito que tenemos taaaaan normalizado las mujeres (ojo, las mujeres, que no
los hombres, ¡qué casualidad!) enseña a nuestra vejiga a ir al baño cuando ella
no te está dando el aviso de que es el momento (¿recuerdas las medidas de la
jarra?) y tendrá que esforzarse en evacuar cuando todavía no es necesario. Esto
enseñará a la vejiga que debe evacuar antes de llegar a la señal necesaria, y
alterará tus señales de micción.
Por
otro lado, nuestro suelo pélvico se relaja cuando hacemos pis para que salga la
orina, pero, si prácticamente no hay pis, este debe hacer un esfuerzo por
expulsarlo. Esto altera su funcionamiento y su trabajo también.
La
mayoría de las veces que hacemos pis por si acaso, podríamos ir al baño después
sin ningún problema, pero imaginar que vamos a tener esta dificultad también
nos hace estar nerviosas y ansiosas, lo que provoca que volvamos a tener más
ganas (¿nunca te ha pasado que los nervios te han hecho ir al baño cinco veces
seguidas?).
Nos
acostumbramos a los pipís por si acaso, se desregulan nuestros ritmos de ir al
baño y las sensaciones de querer ir a hacer pis.
Ojo,
sé que es muy fácil de decir, pero llevarlo a la práctica en la vida real se
hace realmente complicado. Mear fuera de casa no es demasiado fácil en algunas
ciudades, y esto me genera mucho enfado y un dilema interno. «Me dices que no
haga pis antes de salir de casa si no es el momento, pero después me pilla a la
hora fuera de casa o en el tren y o no hay baños, o si los hay tengo que pagar
un euro por entrar (me parece abusivísimo), o tengo que entrar a un bar donde
he de gastar una consumición (hay muchos en los que te dejan entrar
superamablemente; yo he tenido que hacer uso muchas veces, pero hasta me da
palo tener que recurrir a ello siempre), pero el caso es que acaba siendo un
suplicio buscar dónde mear».
Y
a veces ya has meado en tu casa, pero vas tan nerviosa en el camino que te
vuelven a entrar ganas en medio (los nervios excitan también tu vejiga), y te
encuentras con que no ha servido de nada porque tienes que sufrir buscando un
baño.
En
fin, desde aquí hago un llamamiento para mejorar esta situación que a las
mujeres, sobre todo con patologías de suelo pélvico, resta mucha calidad de
vida.
Otro
hecho que también condiciona mucho a nuestros pipís cuando somos pequeñas es la
situación contraria completamente, y de la que te hablaré en el siguiente
apartado: cuando no nos dejan ir al baño cuando tenemos ganas. Todas recordamos
la típica clase en el cole donde la niña quiere ir a hacer pis quince minutos
después de volver del recreo y el/le profe le dice: «Has tenido todo el recreo
para ir, ahora te esperas hasta que acabe la clase». Es que en el recreo la
vejiga no estaba lo suficientemente llena, y quince minutos después sí. Y esto
provoca que la vejiga tenga que aguantarse algo que no debería.
Y
esto nos ocurre también de adultas, cuando «no nos dejamos» ir al baño porque
estamos muy liadas trabajando, o en situaciones más incómodas, como, por
ejemplo, en la típica reunión importante donde te meas viva, pero crees que salir
va a ser considerado como una «falta de educación» o en la mesa cuando vas a
conocer a alguno de tus ídolos o a tus suegros por primera vez. Deberíamos
naturalizar más el hecho de ir al baño. Esto tiene relación con el siguiente
punto del manual.
No
te aguantes el pis
No
debemos aguantar el pis ni estar hasta que tengamos la sensación de que la
vejiga va a estallarnos, porque puede tener graves consecuencias para nuestra
salud pélvica y vaginal.
Ya
te he mencionado antes la capacidad que tiene la vejiga. Jamás deberíamos
aguantar las ganas de hacer pis hasta que el dolor nos recorra las entrañas. Si
la llenamos más de su capacidad fisiológica, la vejiga puede sobreestirarse y
ensancharse, y acabar siendo una vejiga hiperactiva o hiperlaxa, y perder sensibilidad,
tener pérdidas de orina o urgencias miccionales y/o vaciar de manera
incompleta. La musculatura del suelo pélvico también entra en riesgo por
aumentar su presión. Por otro lado, puede aumentar el riesgo de infecciones de
orina, ya que el pis es un líquido que contiene sustancias de desecho y,
además, barre todas las bacterias que puede haber en la uretra hacia fuera. Si
esta orina permanece mucho tiempo dentro, las bacterias pueden navegar hacia el
interior y causar una infección.
Y
esto no es todo, puede aumentar asimismo el riesgo de cólicos nefríticos, ya
que el pis contiene también sales y minerales que si se quedan mucho tiempo
estancados se convierten en pequeños cálculos que, a la hora de expulsarlos,
pueden llegar a ser muy, muy dolorosos.
Si
acostumbras a tu vejiga a llegar al límite y no haces caso a las llamadas
miccionales, dejará de avisarte en esos puntos y podrá convertirse en una
incontinencia de urgencia, donde no tienes ninguna gana de orinar y de repente
aparecen, ¡y o vas al baño corriendo o te meas!
Conclusión
Debemos
ir cuando tengamos ganas, ni antes ni después. Y cuando hablamos de ganas,
hemos de intentar diferenciar las ganas reales de las ganas emocionales
infundadas a causa de los nervios a no poder hacer pis después o porque es un
mal momento. Y si somos de las que meamos mucho porque siempre tenemos muchas
ganas y mucho pis, hemos de valorar nuestro suelo pélvico y mirar qué nos puede
estar ocurriendo.
No
te asustes, esto no es para que te vuelvas loca pensando en si meas mucho o si
meas poco, frenándote por ir demasiadas veces u obligándote a ir cuando no
tienes ganas. Recuerda que en el equilibrio está la virtud.
En
la consulta de fisioterapia, os enseñamos a elaborar el diario miccional para
ver cómo se comporta tu sistema urinario. En él puedes anotar qué cantidad de
pis haces, el agua que bebes y los horarios.
¿HACER PIS SE PUEDE
REEDUCAR?
Sí,
por supuesto, desde la fisioterapia de suelo pélvico se trabaja.
NO NORMALICES LAS
PÉRDIDAS DE ORINA
Ni
por la edad, ni por el embarazo, ni por el posparto, ni por levantar peso, ni
por absolutamente nada de nada. Nunca es normal tener pérdidas de orina, y si
las hay, algo está ocurriendo.
Si
mientras escribía la parte de cómo hacer caca correctamente, me acordaba de
alguna experiencia regulera, al redactar el tema del pis, ¡los recuerdos me han
inundado! Y, por supuesto, me han entrado ganas de mear (¿recuerdas que te
hablé de estas ganas emocionales? Pues pasa lo mismo que cuando estás hablando
de una comida rica y te entra el hambre).
ANÉCDOTAS (MUY)
MEONAS Y NADA GRACIOSAS
Todavía
recuerdo con angustia dos de los peores momentos de mi vida por aguantar las
ganas de hacer pis, y hasta puedo sentir el dolor y los escalofríos que sentí
entonces. Ambos fueron en un autobús que no tenía baño. Una cuando tenía unos
dieciséis o diecisiete años, y la otra el año pasado, verano de 2022 en mi
viaje a Noruega. Dos viajes de autobús de hora y media, en donde ya entré con
ligeras ganas, pero no había baño accesible (una vez más hay que poner de
manifiesto la escasa accesibilidad a baños públicos en el transporte), y tú
dile al conductor que no salga, que vas un momento a hacer pis. Las ganas
fueron aumentando junto con los nervios y el miedo a no poder aguantar. Intenté
meditar. Traté de pensar en otra cosa. Pero las sensaciones cada vez eran
peores. A los dieciséis años me planteé mearme encima, porque lo estaba pasando
tan, tan, tan mal y tenía tanto miedo a que pudiera pasarle algo a mi vejiga…
Fue la vez en mi vida que me planteé hacerme pis encima con más ganas, porque
no podía más. Casi lo intenté, pero mi esfínter no me lo permitía. No se sentía
en un sitio seguro. En la segunda ocasión, llegué a considerar la posibilidad
de bajarme del bus en alguna parada en medio de la nada bajo un diluvio y a
diez grados. Pero el siguiente bus tardaría dos horas en pasar. Cuando llegué,
salí disparada y me puse entre dos coches a mear en el parking de la estación:
todo me daba igual. Solo necesitaba ponerme en cuclillas, relajarme y mear.
Otra
anécdota más seria me sucedió en mi primera reunión con el equipo de
suplementación con el que trabajo. Llegué tarde a la reunión (algo raro en mí
ya que siempre salgo con mucha antelación) porque tomé mal una de las salidas y
me metí en un atasco monumental. Me había tomado un té en casa y llegué
nerviosa y meándome viva. Dudé si buscar un baño y tardar todavía más o entrar
directamente y aguantar durante toda la reunión. Elegí lo segundo (no volveré a
hacerlo más) porque sentía una enorme vergüenza por la demora. A los diez
minutos tuve que levantar la mano para pedir permiso para ir al baño, como los
niños en el cole, pero me estaba encontrando fatal.
¿No
te pasa que cuando te estás meando mucho no puedes centrarte en ninguna otra
cosa? Solo en no mearte encima.
Siempre
he sido (y soy) muy meona, el pis ha condicionado mi vida y mis horarios, y una
mezcla de sistema nervioso simpático hiperactivado más un suelo pélvico
hipertónico y una vejiga un poquito hiperactiva, a lo que hay que añadir mi
mala costumbre de siempre de hacer pis por si acaso, han contribuido a ello.
Soy muy dependiente de mis nervios y literalmente condicionan mis ganas de
mear. Hay cosas que estoy trabajando para subsanar, y otras que es probable que
me acompañen de por vida y que he de aceptar y asumir de la mejor manera
posible. (¡He mejorado mucho!).
Lo
que sí he perdido es la vergüenza para decir: «Me estoy meando, necesito ir a
hacer pis, ahora vuelvo». Esté donde esté. Sea el momento que sea. Y esto no es
ninguna falta de respeto. De hecho, yo me sentiría fatal si estás hablando
conmigo sufriendo porque tienes muchas ganas de hacer pis y no me interrumpes
por pensar que me estarías faltando al respeto.
BUENOS
HÁBITOS DEFECATORIOS Y MICCIONALES
Hidrátate
lo suficiente con agua.
Ten
una alimentación equilibrada rica en frutas y verduras.
Controla
y reduce la ingesta de bebidas estimulantes, diuréticas, alcohólicas y
refrescos.
Atiende
la llamada siempre.
Ten
una buena postura, con pies en alto y culo apoyado.
Si
no apoyas el culo, ¡ponte en cuclillas!
¡¡No
tengas prisa para ir al baño!!
Tampoco
te duermas en los laureles ni escuches el podcast de tu amiga en la taza.
No
hagas fuerza para expulsar el pis o la caca, deja que fluyan.
Respira
por la nariz y expulsa por la boca, suave y lento.
No
tengas vergüenza, es tu peor amiga en el baño.
4
NUESTRO CICLO MENSTRUAL Y NUESTRA CICLICIDAD
El ciclo menstrual es un signo vital, y aunque su principal función
es la reproducción, su importancia va muchísimo más allá.
Quiero hacer hincapié en que este no es un libro específico sobre
ciclo menstrual y tocaremos los puntos que considero más importantes por encima
y de manera resumida. Si profundizáramos podríamos hacer un libro solo sobre
ciclo menstrual (que quién sabe si en un futuro escribiré).
SE LLAMA
MENSTRUACIÓN
Ni
«la vecina roja», ni «San Andrés, el que viene una vez al mes» (encima, ¡nombre
masculino!), ni «el coñazo rojo», ¡ni te pones mala! Igual que a la vulva la
llamamos de mil maneras menos por su nombre, con la regla hacemos exactamente lo
mismo, como si pronunciar «Me ha venido la regla» o «Me ha venido la
menstruación» se acompañara de una especie de maldición asquerosa y maloliente
que nos hiciera unas apestadas (lo que desde luego, en muchas sociedades y
tribus, ocurre).
NUESTRA CICLICIDAD
Las
mujeres somos cíclicas. La ciclicidad es nuestra esencia y renunciar a ella es
rechazar una parte de nosotras.
Durante
cada ciclo menstrual, las hormonas fluctúan de manera cíclica consiguiendo unos
efectos u otros en diferentes partes del cuerpo. Funcionan como una orquesta
perfecta dirigida por el cerebro, que es el director.
Pero
no todo son las hormonas. Los factores externos (el estrés, lo que comes, si
entrenas o no, cómo duermes, tu microbiota, el tiempo meteorológico, tus
relaciones sociales, tu situación laboral y un sinfín de etcéteras) son también
un elemento importantísimo en esta fluctuación. Las hormonas son fundamentales,
pero no son lo único que interviene en el proceso.
Conocer
nuestras hormonas y nuestro ciclo menstrual, su funcionamiento y entender todo
lo que ocurre y el porqué, es vital para poder comprender todos nuestros
cambios, abrazarlos desde la compasión y el amor y cuidarlos para que vayan lo
mejor posible.
El
ciclo menstrual, lejos de lo que muchas veces nos han enseñado, es mucho más
que tener la regla o «sangrar una vez al mes» y mucho más que todo eso que
ocurre para quedarnos embarazadas. No es solo vital para reproducirnos, los
trastornos menstruales no solo afectan a nuestra fertilidad y no pierden
importancia en el caso de que la mujer en ese momento no quiera ser madre.
El
ciclo menstrual es un engranaje perfecto, mágico y cíclico que afecta a todas y
cada una de las partes de nuestro cuerpo. Ya se considera un signo vital, el
quinto, con la temperatura, la tensión arterial, el dolor y la frecuencia
cardíaca y respiratoria, reconocido por la Asociación Americana de Obstetricia
y Ginecología. Esto significa que se ha de valorar en la construcción de una
historia clínica porque puede darnos muchísima información y esta será de gran
relevancia para entender todos los procesos.
El
ciclo menstrual es una especie de chequeo mensual que nos dice cómo ha ido el
mes y cómo nos ha afectado todo lo que hemos hecho (más o menos). La forma en
que nos viene la regla, cómo nos sintamos durante todo el ciclo y otros muchos
síntomas podrán decirnos mucho de cómo estamos por dentro y ayudarnos a
detectar y evitar problemas de salud a corto, medio y largo plazo. Todo afecta
al ciclo menstrual y el ciclo menstrual afecta a todo.
Y
más allá de la salud, es una herramienta de autoconocimiento bestial para
nosotras.
Menstruamos
en términos habituales y saludables unas 400-450 veces en toda nuestra vida.
¿Cómo podemos vivir sin conocer nuestro ciclo menstrual? ¿Y sin conocernos a
nosotras? Porque ya sabemos que el ciclo menstrual también afecta a nuestro
humor, a nuestra energía, a nuestras emociones… Así que saber todo lo posible
de nuestro ciclo nos permite conocernos a nosotras mismas, y lo veo
imprescindible.
Por
desgracia, esto es algo que en la escuela nunca nos enseñan, o nos enseñan muy
poco. ¿Tú recibiste alguna charla sobre ciclo menstrual? Yo sí, una sobre
menstruación en la que nos dijeron cómo usar una compresa y un tampón. Algo
completamente inútil, porque, por aquel entonces, ya tenía mala relación con
los tampones y salí más frustrada aún de lo que entré. En fin, todo mal.
Ojalá
con este capítulo puedas acercarte un poquito más a nuestro maravilloso mundo
menstrual.
CADA CICLO MENSTRUAL
ES UN MUNDO
Cada
mujer es un mundo y cada ciclo menstrual de cada mujer es otro mundo. Y más
profundamente, una misma mujer no tendrá dos ciclos menstruales iguales (sí
podrán ser parecidos). Cada uno de ellos será diferente al anterior y al
posterior, porque los factores externos, la situación en la que vivimos y todo
lo que nos sucede interior y exteriormente cada día nos afecta de un modo u
otro. Vivimos pensando que todas debemos ser iguales, y esto nos frustra.
Entender
esto te permitirá saber que tu ciclo, aunque no cumpla al pie de la letra muchas
de las cosas que dicen los libros de teoría sobre el ciclo menstrual y su
fisiología, puede ser perfectamente sano. Uno de los grandes problemas a los
que nos enfrentamos las mujeres con la teoría sobre este tema es que no nos
enseña practicidad y realidad. Nos hablan de ciclos perfectos de 28 días con
ovulaciones a día 14, y aunque después sepamos que no son así, los tenemos como
guía y seguimos diciendo: «Mi ciclo es de libro, de 28 días».
Y
todo lo que se sale de esa línea «no es tan bueno».
E
incluso cuando dura 28 podría no ser sano (que no hubiera ovulación, que alguna
fase durara más o menos de lo que le debería tocar…).
CICLO MENSTRUAL SANO
Lo
primero que debes conocer es cómo es un ciclo menstrual sano, y cómo debería
ser todo ciclo menstrual (con sus matices, siempre con sus matices).
Un
ciclo menstrual sano es aquel en el que:
•No
hay dolor de regla (denominada científicamente dismenorrea).
•El
sangrado total está entre 25 y 80 ml (aunque pueda parecer difícil de calcular,
tienes opciones para hacerlo).
•No
hay coágulos.
•No
hay síndrome premenstrual (SPM).
•Hay
ovulación. Es el evento más importante.
•La
duración es de entre 26 y 35 días (aproximadamente). Es el signo «menos fiable»
a nivel de apariencia, porque, como dice la frase, «las apariencias engañan».
No hay duración ideal del ciclo.
•Su
fase lútea es de 11 a 16 días.
¿CÓMO
MEDIR EL SANGRADO?
Aunque
no es algo que tengamos que hacer todas las menstruaciones, ni calcularlo muy
exactamente, puede ser interesante valorarlo en alguna ocasión. Sangrar menos
de 2 días o más de 5-6 días puede estar indicándonos alguna alteración.
Con
los productos de higiene menstrual se puede hacer una medida aproximada (los
explicaré ampliamente en el capítulo 6), porque según las veces que te lo
tengas que cambiar y lo «empapados» que estén se puede contabilizar
aproximadamente el sangrado.
•Copa
menstrual: su capacidad varía de 20 a 40 ml. Es la manera más fiable de medir
el sangrado.
•Tampones:
los ligeros almacenan de 6 a 9 ml, los regulares de 9 a 12 ml, los súper de 12
a 15 ml y los súper plus de 15 a 18 ml.
•Compresas:
su capacidad es de 10 ml aproximadamente. ¿Cuántas veces las cambias al día y
cuán empapadas están?
•Bragas
menstruales: su capacidad es variable y quizá son un poco más complicadas para
medir el sangrado.
El
dolor
Puede
que te hayas quedado un poco a cuadros y seas de las mujeres que toda la vida
ha tenido dolor y le han dicho que es normal, que ha menstruado con coágulos
durante mucho tiempo o que el síndrome premenstrual le ocupa un tercio de cada
mes. Chicas, esto nos lo han vendido como parte de la vida de una mujer, pero
la realidad es que ninguno de esos síntomas o signos debería acompañarnos de
manera natural.
¿Cómo
puede ser normal que cada mes necesitemos pastillas para calmar un dolor que
aparece de manera cíclica? ¿Cómo puede ser normal que cinco días al mes estemos
llorando por las esquinas y no nos podamos aguantar? ¿Cómo puede ser normal que
no podamos salir de casa durante cuatro días al mes porque somos una fuente de
sangre?
NOS-HAN-EN-GA-ÑA-DO.
Que
sea frecuente no quiere decir que sea normal, y he aquí uno de los principales
problemas: hemos acabado por normalizar y naturalizar algo que ocurre taaaaan a
menudo, pero el dolor menstrual no tiene nada de normal ni de natural.
¿Te
acuerdas de experiencias personales o de amigas? Yo un montón. Igual que
recuerdo a alguna amiga que durante la regla no podía salir de casa del dolor
que tenía, también recuerdo a alguna que vivía pegada al WC porque tenía que
estar cambiándose continuamente de compresa o de tampón. Y a mí misma,
deprimida durante diez días antes de que me viniera la regla, con unas
llantinas y unas tristezas existenciales que parecía que se acababa la vida
cuando discutía con mi madre… Y nunca me dijeron que eso NO ERA NORMAL.
Empecemos
a entender el proceso.
HABLEMOS DE LAS
HORMONAS
Demos
una explicación rápida de las hormonas principales del ciclo menstrual.
Tenemos
cuatro hormonas protagonistas: estrógenos, progesterona, hormona luteinizante
(LH) y hormona foliculoestimulante (FSH), aunque, en realidad, actúan
muchísimas más (hormonas tiroideas, testosterona…). Vamos a ver brevemente cómo
actúa cada una de ellas:
•Hormona
foliculoestimulante: como su nombre indica, se encarga de la estimulación y el
crecimiento de los folículos en los ovarios, que contendrán en su interior los
óvulos.
•Hormona
luteinizante: se ocupará de hacer madurar al óvulo y que el folículo se rompa
expulsándolo para que ocurra la ovulación. Sin pico de LH este suceso no
ocurrirá.
•Los
estrógenos tienen acción proliferativa y de crecimiento, es decir, estimulan el
crecimiento a toda parte, tejido u órgano que tenga receptores para ellos.
Fabrican el endometrio, que es el tejido que eventualmente saldrá en forma de
menstruación si no hay una implantación de un embarazo. También estimulan la
aparición del moco endocervical, del que hablaremos más adelante.
•La
progesterona es la hormona de la gestación y de la calma. Mantiene firme y en
su sitio al endometrio, y lo convierte en un sitio acogedor si hay embarazo. Si
no se da la anidación de dicho embarazo, la progesterona baja y, como
consecuencia, el endometrio comienza a descamarse y empezamos con el sangrado
menstrual.
Después
te hablaré un poquito más a fondo de estas dos hormonas mágicas.
CONOZCAMOS AL EJE
HIPOTÁLAMO-HIPÓFISIS-OVARIOS O GONADAL
¿Alguna
vez has estado en un concierto de música clásica? A mí el ciclo menstrual me
recuerda a uno. El compositor escribe la obra. El director es quien dirige y
quien se encarga de guiar a los músicos para que actúen al ritmo que deben ir y
toquen al unísono para que la obra suene bien. Incluso cuando un músico se
equivoca se ocupa de «arreglar» ese error y llevar la dinámica de todo el
equipo.
El
director del ciclo menstrual es nuestro cerebro. Es quien marca todos y cada
uno de los pasos que van a suceder después. Quien manda las órdenes, quien
envía y recibe las señales para actuar, y a partir de las cuales se
desencadenan todas las respuestas del resto de los órganos.
En
el cerebro encontramos el hipotálamo y la hipófisis, que son dos estructuras
que segregan hormonas que estimulan al ovario. Este eje une el hipotálamo y la
hipófisis con los ovarios en una dirección de ida y de vuelta. Es decir, el
hipotálamo manda señales a la hipófisis y esta al ovario y el ovario manda
señales al hipotálamo de nuevo.
Para
empezar este concierto, el hipotálamo secreta GnRH, hormona liberadora de
gonadotropina, que llegará a la hipófisis y estimula la liberación de FSH y LH.
Estas hormonas viajarán hasta el ovario, que fabricará andrógenos, estrógenos y
progesterona en la medida necesaria según en la fase en la que nos encontremos.
En cambio, según las cantidades de hormona que se libere en los ovarios,
sucederá lo contrario y estos mandarán señales a la hipófisis y al hipotálamo
para que frenen la liberación de hormonas y con ello la estimulación (feedback
negativo).
Sé
que puede parecer un poco lioso, aunque en cuanto empiezas a entenderlo, va
todo rodado, te lo prometo.
RUMBO A CONOCER LAS
FASES DEL CICLO MENSTRUAL
Vamos
a conocer las diferentes fases del ciclo menstrual, que pueden ser «tan
generales» o «tan específicas» como a ti te apetezcan.
Tenemos
dos fases amplias con dos transiciones, y también podemos diferenciar lo que
ocurre en el ovario y lo que ocurre en el útero.
O
dicho de forma superresumida:
•Fase
folicular: desde el día uno de menstruación hasta la ovulación. Predominan los
estrógenos.
•Fase
lútea: desde la ovulación hasta el último día del ciclo, el día antes de la
siguiente menstruación. Predomina la progesterona.
Podemos
ser un poquito más específicas y extraer más fases.
Veamos
qué sucede en el ovario.
Fase
menstrual
Empieza
como día 1 del ciclo, que es el que empezamos a sangrar, y ojo, digo sangrar,
no manchar de marrón o rosa, sino sangre menstrual. El endometrio se descama
por la bajada de progesterona, porque no ha habido ningún embarazo. En este
momento, las hormonas están muy muy bajas y nuestro cuerpo destina gran parte
de su energía en menstruar.
Desde
el día 1 las hormonas empiezan a subir.
Fase
folicular
Algunos
la llaman fase posmenstrual, y a medida que pasan los días, preovulatoria.
En
esta fase los folículos empiezan a crecer y a madurar gracias a la acción de la
FSH, y uno de ellos pasará a ser el folículo dominante que se expulsará en la
ovulación. Los estrógenos van aumentando y aumentando hasta llegar a su pico
máximo que estimulará el pico de LH que hará posible la ovulación.
Ovulación
Algunos
a estos días los llaman fase ovulatoria, pero la realidad es que la ovulación
solo se da en un punto y día concreto, y dura un máximo de veinticuatro horas,
no varios días. Lo que sí son varios días es nuestra ventana fértil (que será
el periodo comprendido entre el tiempo en que los espermatozoides podrían
sobrevivir y conseguir llegar al óvulo y las pocas horas después de la propia
ovulación).
En
la ovulación se produce la rotura del folículo dominante y lo que se expulsa es
el óvulo, y la cicatriz que queda es el cuerpo lúteo, que comenzará a liberar
progesterona.
Aquí
damos por finalizada la fase folicular y entramos en la fase lútea, que se
llama así por el cuerpo lúteo. Se llama lúteo porque viene de luteum, que
significa «amarillo». Y es amarillo porque tiene mucha grasa. Este cuerpo lúteo
en realidad es una glándula endocrina, y por ese motivo tiene la capacidad de
fabricar progesterona.
A
mí me gusta hacer una comparación del folículo con un huevo. La yema es el
óvulo, que es el que se expulsa en la ovulación, y la clara es el cuerpo lúteo,
que empezará a segregar progesterona.
Además,
como curiosidad, se dice que dos tercios de las mujeres tienen el pico de LH de
noche y la ovulación principalmente de mañana en primavera o de tarde en
invierno.
Fase
lútea
A
la primera parte de esta fase, algunos la denominan fase posovulatoria.
El
cuerpo lúteo comienza a fabricar progesterona, por si se ha dado un embarazo,
que el nidito dentro del útero este firme y seguro para albergar al embrión.
Mientras tanto, la liberación de LH y de FSH se ve frenada por una hormona
llamada inhibina, porque ahora no es el momento de estimular nuevos folículos.
Tras
la ovulación pueden ocurrir dos cosas:
Que
no haya fecundación (la mayoría de las veces) y el cuerpo lúteo poco a poco se
vaya degenerando, la progesterona tras su pico (6-7 días tras la ovulación)
vaya descendiendo y vuelva a comenzar un nuevo ciclo.
Que
haya fecundación (y después implantación) que dé lugar a un embarazo y que el
cuerpo lúteo fabrique progesterona durante las primeras semanas hasta que se
cree la placenta que será la encargada de sustentar el embarazo a partir de las
10-11 semanas.
¡Y
ojo! Has de saber que es el óvulo quien elige al espermatozoide y no al revés,
como siempre nos han hecho pensar… Es el óvulo quien identifica y selecciona
los sanos y descarta los no aptos, ¡una especie de carrera y oposición donde el
óvulo es el juez!
La
fase lútea debería durar entre 11 y 16 días para que el ciclo se considere
sano.
Fase
premenstrual (dentro de la fase lútea)
Si
quieres diferenciarla, serían los días antes de que nos venga la siguiente
regla, donde a veces aparece nuestro temido y nada normal síndrome
premenstrual. Las hormonas van bajando hasta que caen por completo y empezamos
nuestro sangrado menstrual volviendo a entrar en la fase menstrual del
siguiente ciclo.
Hay
veces que antes de la menstruación tenemos manchas rosas o marrones. Estas se
llaman spotting premenstrual, y en principio no debería pasar; pueden deberse a
varios motivos, aunque principalmente podemos pensar que la progesterona está
bajita o hay una alteración de la microbiota.
¿Se
produce una alteración de la microbiota a lo largo del ciclo menstrual?
Sí.
Como ves, ¡todo fluctúa a lo largo del ciclo menstrual! ¿Alguna vez has tenido
esas típicas cándidas premenstruales? ¿O cada vez que te va a venir la regla
notas algún cambio en tu cuerpo? ¿Sueles ponerte mala? Esto es porque se crea
una tolerancia inmunitaria antes de la regla por la progesterona. El cuerpo no
da puntada sin hilo.
Las
subidas y bajadas de estrógenos y la subida de progesterona a lo largo del
ciclo tienen relación directa con nuestra inmunidad. En la segunda fase del
ciclo, en el caso de haber habido fecundación durante la ovulación, la subida
de progesterona y el segundo pico de estrógenos trabajan en conjunto y en
equilibrio para hacer que el sistema inmune baje un poco la guardia y pueda
suceder la implantación: el embrión, aunque sea maravilloso, no deja de ser un
cuerpo extraño para nuestro cuerpo y susceptible de ser atacado por nuestro
sistema inmune. Debe existir una tolerancia inmunitaria para que todo funcione
adecuadamente. Claro, la guardia baja para el embrión, pero también para el
resto de agentes patógenos. ¡Así que, si nuestra microbiota protectora no está
fuerte y sana, imagínate qué fiesta se pegan cada mes!
Vaya
batiburrillo, ¿verdad? Viendo estos cambios a nivel hormonal, ¿todavía nos
sorprendemos de no ser lineales? Cada día nuestras hormonas fluctúan y cambian,
¿cómo no iban a cambiarnos también el humor y la energía?
¿QUÉ OCURRE EN EL
ÚTERO?
En
el útero podemos encontrar la fase proliferativa y la fase secretora.
Hemos
dicho ya que la sangre viene de la capa interna del útero estimulado por los
estrógenos, que pone los ladrillos en esta pared que se mantiene firme y
acogedora gracias a la progesterona y que se descama con la caída de esta.
Con
la fluctuación de estas hormonas va sucediendo todo en el útero a la vez que en
los ovarios.
Conozcamos
un poquito más a fondo los estrógenos y la progesterona
Estrógenos
y progesterona tienen, en algunos aspectos, funciones antagónicas, que se
complementan, y por eso deben estar en equilibrio (como todo) para que todo
fluya correctamente. Cuando hay un desequilibrio, ya sea por el aumento de unos
o el déficit de otros, o por ambos, es cuando empezamos a tener otro tipo de
sintomatología.
Los
estrógenos son unas de las hormonas más cañeras y más necesarias en nuestra
salud hormonal.
¿En
qué funciones y en qué partes del cuerpo actúan los estrógenos?
•Sangre
menstrual: los estrógenos son los encargados de generar el tejido endometrial
que dará lugar al sangrado durante la menstruación, por eso si hay más
estrógenos habrá más sangrado.
•Salud
ósea: los estrógenos favorecen el crecimiento del hueso y se encargan de
mantener el equilibrio de construcción y destrucción del hueso, junto con la
progesterona.
•Salud
de la piel y las mucosas: mejoran la vascularización (llegada de sangre) de la
piel y la producción de colágeno.
•Salud
cardiovascular: son cardioprotectores, tienen un efecto vasodilatador y cuidan
nuestra circulación.
•Salud
cerebral: impulsan las conexiones nerviosas entre hemisferios derecho e
izquierdo.
•Sistema
inmune: interactúan con los linfocitos B, macrófagos y células de los vasos
sanguíneos.
•Salud
metabólica: mejoran la sensibilidad a la insulina, estimulan la mitocondria,
promueven la actividad de la grasa marrón, el metabolismo de grasas, hidratos
de carbono y proteínas e incrementan la flexibilidad metabólica.
•Fertilidad:
estimulan las criptas cervicales para que se fabrique moco cervical.
•Salud
emocional: aumentan la actividad de la serotonina, las endorfinas y la
adrenalina.
•Salud
genital: modulan el pH vaginal, la producción de colágeno, la renovación de la
capa mucosa, elevan el flujo sanguíneo y ayudan a mantener la barrera
protectora de la vagina.
La
progesterona es la hormona mágica, la hormona de la calma y de la gestación.
¿En
qué nos ayuda la progesterona?
•Disminuye
la actividad neuronal, estimulando la síntesis de neurotransmisores GABA.
•Tiene
un efecto ansiolítico y nos ayuda a lidiar con el estrés.
•Tiene
un efecto antiinflamatorio.
•Actúa
con los estrógenos para mantener la salud ósea, muscular y cardiovascular.
•Ayuda
a la salud cognitiva y cerebral.
•Incrementa
los niveles de la hormona tiroidea.
•Contribuye
a que no haya dolor menstrual ni síndrome premenstrual.
Por
lo que se refiere a la gestación, la progesterona hace posible que el embarazo
salga adelante. Convierte al útero en un nidito acogedor para el embrión y
futuro bebé, protegerá a la mamá de infecciones espesando el moco cervical para
hacer una barrera protectora y en las mamas aumentarán los conductos de la
leche.
OVULACIÓN
El
evento fundamental del ciclo es la ovulación. Aunque lo más visible del ciclo
menstrual sea la menstruación, no es lo más importante. Porque para que se dé esta
menstruación debe haber antes una ovulación. Y si no hay ovulación, eso
significa que los niveles y las fluctuaciones hormonales probablemente no sean
correctos, o haya algún factor que nos esté limitando.
La
ovulación se da gracias al pico de LH producto del pico de estrógenos anterior.
Si
no hay ovulación, no hay menstruación
La
menstruación es el sangrado que se produce como consecuencia de una ovulación.
Puedes sangrar sin ovular, pero no sería una menstruación. No todos los
sangrados son menstruaciones. Existen los sangrados anovulatorios o por
deprivación, causados por una descamación del endometrio sin ovulación previa.
Por ejemplo, cuando tomamos pastillas anticonceptivas (sangrado por
deprivación) o hemos tenido un ciclo donde no hemos ovulado, pero hay
igualmente una caída de progesterona provocando la descarga endometrial
(sangrado anovulatorio).
¿Cómo
podemos saber si nuestro ciclo es ovulatorio?
Te
cuento a continuación los signos de ovulación que pueden ayudarnos a detectar
si ovulamos o no:
•Moco
cervical elástico o acuoso. El moco cervical puede verse en la ropa interior o
en el papel cuando nos limpiamos en el baño, y podemos cogerlo con los dedos
para ver qué textura tiene. Alrededor de la ovulación, por la subida de
estrógenos tendremos un moco más elástico (tipo clara de huevo) que puede
separarse varios centímetros sin romperse, o más tipo acuoso, que será el que
nos moje la ropa interior o el papel. Suele durar entre 5 y 6 días (aunque esto
depende, como siempre, de cada ciclo y de cada mujer).
Este
moco es el que permite que los espermatozoides se mantengan vivos en las
criptas cervicales, por eso, aunque la ovulación solo se da en un día, la
ventana fértil es un poquito más amplia.
También
existen otros tipos de textura que varían a lo largo del ciclo menstrual.
Conocerlo y conocernos nos va a dar mucha información sobre nuestros estrógenos
y nuestra progesterona: si tenemos niveles óptimos, menos de los que deberíamos
o los tenemos muy elevados.
Ojo.
No todo es moco cervical. En la vagina se producen otros fluidos como la
lubricación o el propio flujo vaginal para limpiarse y protegerse. De estos
fluidos hablaremos en el capítulo de fluidos y microbiota.
•Sensación
vulvar: nos notamos más húmedas, mojadas y/o lubricadas. Esta sensación tiene
la misma importancia que el moco cervical, también significa presencia de
estrógenos. En ocasiones no tenemos sensación vulvar mojada, pero sí moco
elástico; otras veces nos sentimos húmedas, pero no vemos moco, e igualmente
habrá veces que notaremos ambas cosas.
•Aumento
de la temperatura basal entre 0,3 y 0,5 décimas posterior a la ovulación. Como
hemos explicado antes, el cuerpo lúteo que se genera libera progesterona, que
tiene una relación directa con el incremento de temperatura.
•Cambios
en el cérvix: aunque no es un parámetro principal como los anteriores, es una
herramienta de autoconocimiento más y puede darnos mucha información. El cérvix
cambia de posición y textura según el momento del ciclo en el que se encuentre.
Durante la ovulación y la menstruación, el cérvix aparece más alto, más
blandito, húmedo y abierto para favorecer la salida de la regla o la entrada de
los espermatozoides. Fuera de estos eventos, el cérvix baja, está más duro y
cerrado (y seco). No vale con palparte el cérvix solo durante los días de la
ovulación. Lo que necesitamos es conocer cómo se encuentra cada día e ir
notando sus cambios.
Otros
signos que debemos conocer y que nos dan información son los siguientes:
•Síndrome
de Mittelschmerz o molestia ovulatoria (la traducción sería «dolor a mitad»).
Es un malestar que ocurre durante la ovulación, en uno de los lados (ya que
ovulamos solo de un lado). No todas las mujeres lo sienten, y recuerda que, si
es algo más que una ligera molestia, es que no todo está bien.
No
confirma ovulación por sí solo, pero es un check más a añadir a la lista.
•Spotting
ovulatorio. Manchita de restos de sangre que se produce durante la ovulación,
puede ir acompañado del moco cervical, y no debe ser abundante. Más de lo
mismo: ni todas las mujeres lo observan, ni se tiene por qué producir en todos
los ciclos, y por sí solo tampoco confirma ovulación.
¿Qué
pasa con las apps que predicen la ovulación?
No
me gustan las apps menstruales. Hala, ya lo he dicho, pufff. Te explico por
qué: no me gustan porque eso de predecir y calcular no va nada ligado al ciclo
menstrual. En el ciclo menstrual los eventos se confirman, nunca se predicen, y
mucho menos con algoritmos y cálculos matemáticos.
Cada
semana me vienen mujeres con los típicos comentarios de «Según la app, mañana
ovulo», «Mi app dice que llevo un día de retraso de la menstruación», «Se me ha
adelantado dos días la regla según mi app». No, no y no. Las apps pueden ser
maravillosas y sencillas como lugar de registro, pero no para hacer caso a los
comentarios de predicción o afirmación, porque nadie más que tú va a saber
interpretar tus signos corporales, ver cómo es tu moco cervical o si la regla
está llamando a la puerta o puede tardar dos días más.
Nada
debería sustituir tus sensaciones y tu autoconocimiento.
Y
desde luego es tan irresponsable dejar en manos de una app evitar quedarnos embarazadas
como tratar de intentarlo.
Yo
soy de papel y boli, de registros menstruales, de calendarios… Y si te resulta
muy complicado porque después se te olvida anotarlo en un papel, utiliza la
app, pero como mero lugar de registro (este es mi consejo).
Las
tiras de ovulación
Otra
pregunta muy frecuente es si las tiras de ovulación son fiables o no. Realmente
volvemos a lo mismo; se trata de una herramienta más que por sí sola no
confirma la ovulación. Las tiras miden la cantidad de LH, que, como hemos visto
antes, es la hormona que estimula la ovulación. Lo que vamos a ver con ellas es
la elevación de esta hormona, pero que la tira dé positivo no confirma al cien
por cien la ovulación, y que salga negativa no significa que no haya habido
ovulación.
LO QUE OCURRE A
VECES PERO QUE NO DEBERÍA OCURRIR
Dismenorrea
No
es para nada normal. La regla no debería doler, aunque nos hayan hecho creer
que sí. Puedes sentir cierta molestia porque no deja de ser un proceso
naturalmente inflamatorio, ya que al descamarse el endometrio se genera una
herida. Si todo funciona correctamente, esta herida se curará y rehabilitará
sola. ¿Dónde cabe la idea de normalizar que todas las mujeres cada mes tengan
un dolor fisiológico? Existen muchos motivos por los que la regla puede doler,
pero ninguno lo normaliza.
Posibles
causas que pueden provocar el dolor:
•Exceso
de prostaglandinas proinflamatorias.
•Inflamación
de bajo grado de base.
•Hiperestrogenismo.
•Útero
tenso o inflamado.
•Endometriosis,
adenomiosis.
Síndrome
premenstrual, trastorno disfórico premenstrual y molimina
¿Por
qué en la fase lútea en vez de estar más en calma a veces estamos literalmente
en el horror? Aunque nos hayan hecho creer lo contrario, esto no es para nada
normal, y se llama síndrome premenstrual (SPM) o trastorno disfórico
premenstrual (TDPM), dependiendo de la intensidad y la gravedad de la
sintomatología.
Los
cambios naturales cíclicos por las fluctuaciones hormonales, esas señales más o
menos sutiles que no afectan a nuestra calidad de vida, se llaman molimina:
alguna fluctuación en el humor, más hambre o más cansancio de lo habitual, peor
ritmo de sueño… Pero todo flojito.
Si
son cambios más abruptos, y además alteran nuestro ritmo físico o emocional, ya
podemos llamarlo síndrome premenstrual. Deben aparecer de forma cíclica los
días antes de que nos venga la regla, en la fase lútea. Hay muchísimos síntomas
registrados, algunos de ellos son: cambios de humor, hinchazón o retención de
líquidos, acné, dolor lumbar, de piernas, de cabeza, de cuello, insomnio o
somnolencia, grandes antojos por alimentos procesados, mucha fatiga o
cansancio, irritabilidad, falta de concentración, pérdidas de memoria,
desánimo, dolor de pechos o de pezones, estreñimiento, gases.
Pero
el SPM a nivel emocional llevado al extremo define el TDPM y son síntomas muy
gordos que disminuyen mucho la calidad de vida de la mujer. Se han llegado a
registrar pensamientos suicidas. La ayuda psicológica aquí es primordial.
¿Por
qué pueden ocurrir?
Además
del hiperestrogenismo o la inflamación de base de la que hemos hablado en el
apartado de dolor menstrual, que a veces aparecen juntos, podemos añadir la
bajada de serotonina que va de la mano del descenso de estrógenos. La
serotonina es un neurotransmisor esencial para el humor y el ánimo.
Conocer
nuestro ciclo menstrual y cómo nos afecta será imprescindible para abordarlo.
El SPM puede causarnos mucho daño en nuestras relaciones personales, sobre todo
si vivimos acompañadas de nuestra familia o pareja. Verbalizar lo que nos
ocurre, explicar y tener responsabilidad afectiva es básico.
Yo
y todos mis moods menstruales. ¿En cuál te has levantado hoy?
En
capítulos 10 y 11, dedicados a cuidar tu vulva y tus hormonas te hablaré un
poquito más a fondo de todo eso, y de las cositas que podemos hacer para
cuidarlo y sanarlo.
SANGRADO ABUNDANTE Y
COÁGULOS
Normalmente,
el sangrado abundante va de la mano del desequilibrio de
estrógeno/progesterona. A más cantidad de estrógenos en comparación con la
progesterona, más sangrado, y a menos estrógenos, menos sangrado. En ocasiones,
hay un hiperestrogenismo por una mala detoxificación de los mismos, pero otras
veces viene de un descenso de la progesterona. Los 80 ml como máximo de
sangrado deberían ser en toda la menstruación, no en cada día, así que,
cuidado.
Sangrar
demasiado también puede ser consecuencia de la presencia de miomas o pólipos.
Cuando
hablamos de coágulos, no nos referimos a las bolitas algodonosas pequeñitas que
se expulsan con el flujo menstrual (que estas pueden ser normales), sino a
masas más grandes, del tamaño de una moneda. Por regla general, se presentan en
sangrados abundantes y, además, estos coágulos suelen ir acompañados de dolor,
lo cual tiene todo el sentido del mundo, porque el útero debe generar
contracciones más intensas para poder expulsarlos a través del cérvix.
Hasta
aquí hemos visto todos los puntos del check menstrual.
El
único «depende» que quedaría es el de la duración, porque no se puede valorar
sola, sino en conjunto con el resto de parámetros de los que hemos hablado
anteriormente. Podemos encontrarnos ciclos de 23 días o de 42 con una ovulación
y una fase lútea saludables, y podemos encontrarnos de 28 y de 30 días que no
lo son.
REGULARIDAD,
DURACIÓN Y CONTEO DEL CICLO MENSTRUAL
¿Qué
es ser regular?
¿Cuántas
veces te has planteado si eres o no regular porque un mes te viene a los 27
días, otro a los 30 y otro a los 32? ¿Es ser eso regular o irregular?
Por
norma general, la fase lútea (la fase que va desde la ovulación a la siguiente
menstruación) es una fase de duración regular, salvo cuando tenemos eventos
externos que nos la alteran. La fase folicular puede variar, y en un ciclo ser
de 10 días y en otro de 12, y que esté dentro de la normalidad. Que esta fase
se alargue o se acorte repercute en cuándo se da la ovulación, y esto, junto
con la fase lútea, dará la duración total del ciclo. Pero no significa que sea
irregular.
La
irregularidad viene cuando no hay ovulación o cuando los cambios de duración
varían en más de 5 días entre ciclo y ciclo: por ejemplo, un ciclo de 35 y el
siguiente de 22, y el siguiente de 37 y el siguiente de 21; o un ciclo de 27,
el siguiente de 33, el siguiente de 26…
Pero
que un ciclo ovulatorio sea de 27, el otro de 30 y el otro de 28 no indicará
que eres irregular.
Duración
del ciclo menstrual
Quiero
explicarte todo con pequeñas cuentas matemáticas que al principio tal vez te
parezcan muy liosas o, al contrario, muy simples, pero en cualquier caso te
ayudarán a entender que cada ciclo es completamente un mundo y que no es nada
bueno generalizar. Esto no nos lo han enseñado en ningún sitio y para mí es
todo un básico, para que puedas aprender a calcular cualquiera de tus fases y
saber si es un ciclo sano o quizá ha podido pasar algo.
¿Cuánto
dura tu ciclo menstrual?
Ojo,
que aquí empezamos con la primera confusión. Esta pregunta la hago en el
cuestionario previo cuando viene una paciente nueva, y muchas me contestan: 4,
5 o 6 días aproximadamente (o los días que sean), haciendo referencia a los
días de sangrado.
El
ciclo menstrual es el ciclo completo. Desde una regla hasta la siguiente. Y los
días de sangrado menstrual son los días en los que estás menstruando, es decir,
expulsando flujo menstrual.
¿Cuándo
empieza el ciclo menstrual? ¿Cuál es el día 1?
El
primer día del ciclo menstrual es el primer día de sangrado y acaba cuando
empieza el siguiente ciclo, así que sería el anterior a tu día 1 de tu siguiente
ciclo. Es decir, si te viene la regla el día 11 de marzo, este es tu día 1 del
ciclo. Si la próxima regla te viene el 9 de abril, el día 8 de abril ha sido el
último día del ciclo y el ciclo te ha durado 29 días (del 11 de marzo al 8 de
abril). El siguiente ciclo empieza el día 9 de abril.
¿Cómo
calcular los días de fase lútea?
De
los días totales del ciclo restas el día que ovulas y tienes como resultado los
días de tu fase lútea. Si tienes un ciclo de 30 y ovulas al día 14, tienes una
fase lútea de 16 días. (30-14 = 16).
Es
imposible marcar de qué día a qué día va cada fase de manera general, ni
siquiera cuando hablamos de fase folicular y fase lútea. Y no me gusta el
ejemplo típico de ciclo de 28 días y ovulación a la mitad, a día 14, porque no
puede haber nada más lejos de la realidad.
Te
pongo un ejemplo sencillo, que con unas pequeñas cuentas matemáticas vas a
lograr entender, para que veas lo diferentes que pueden ser todos los ciclos,
aun coincidiendo en número de días de ciclo o en el día de ovulación.
Dos
mujeres con un ciclo de la misma duración, de 29 días, por ejemplo, pueden
tener ovulaciones en días completamente diferentes. Una puede ovular a día 13 y
tener una fase folicular del 1 al 13 y una fase lútea de 16 días que va del día
14 al 29 (29-13 = 16) y otra puede ovular a día 17 y tener una fase folicular
del 1 al 17 y una fase lútea de 11 días que va del 18 al 29 (29-18 = 11), y
ambos ser ciclos sanos. También puede haber dos mujeres que ovulan a día 16,
una con un ciclo de 27 días y fase lútea de 11 (27-16 = 11) y otra con un ciclo
de 31 días y fase lútea de 15 días (31-16 = 15), y ser ambos ciclos sanos.
Me
gusta hacer mucho hincapié en esto porque cada una debería esforzarse en
conocer su ciclo y no tirar de generalidades. Como ves, he intentado salirme
del típico ciclo de 28 días y se ven ciclos sanos, y todos diferentes.
Esto
no te lo enseñan en ningún lado.
¿Qué
cambios se pueden sentir durante el ciclo menstrual y qué posibles
explicaciones hay?
Aparte
de todo lo que hemos hablado anteriormente, también hay diferentes cambios que
podemos notar en nuestro cuerpo que son normales por la fluctuación hormonal.
Por ejemplo, más tensión e hinchazón en las tetas alrededor de la ovulación
(porque hay más estrógenos). El tejido mamario tiene receptores estrogénicos y
los estrógenos se encargan de aumentar su tamaño, favorecer la acumulación de
grasa y desarrollar los conductos de leche. Pero no podemos normalizar la
sensación de que las tetas nos explotan antes de la regla o que no podemos rozar
los pezones porque nos hierven.
También
puede haber menos hambre en la primera fase del ciclo y menor resistencia a la
insulina, sobre todo en la segunda parte de esa fase o alrededor de la
ovulación: los estrógenos tienen un efecto leptina en el cerebro,
anorexigénico, es decir, suprimen el apetito. E igualmente puede darse más
hambre antes de la regla y mayor resistencia a la insulina de manera
fisiológica. La progesterona aumenta la temperatura y esto eleva nuestro
metabolismo basal: quemamos más calorías. Y, además, la serotonina baja, así
que nos apetecen alimentos de más palatabilidad. De ahí que no tenga ningún
sentido que nos quiten lo carbohidratos porque eso solo nos producirá más
ansiedad.
Te
estriñes un poco antes de la regla y cuando viene tienes diarrea…
En
la fase premenstrual reina la progesterona, hormona de la calma y de la
relajación, también muscular: el intestino es un músculo, que puede moverse
menos y dificultar así la expulsión de las heces. Cuando nos viene la regla,
las prostaglandinas que se encargan de contraer al útero no son selectivas, es
decir, también actúan en los alrededores, y el intestino está bien pegadito,
así que coge ritmo y expulsa todo lo acumulado. Por otro lado, la absorción de
agua es mayor y por eso salen más líquidas y tipo diarrea. Ojo con normalizar
no ir al baño durante cuatro días o no levantarte del retrete durante la regla.
Recuerda: equilibrio.
Las
pastillas anticonceptivas, ¿regulan el ciclo?, ¿cómo funcionan exactamente?
Unas
pequeñas pinceladas porque también es importante conocerlas. Aunque en su
nombre vaya la palabra «anticonceptiva», no solo se usan para evitar un
embarazo, sino también como medicamento.
Aparte
de la píldora, existen otros anticonceptivos hormonales como el anillo vaginal,
el DIU hormonal, el implante… No todos funcionan del mismo modo, aunque tienen
muchas cosas en común.
Que
vaya por delante que no soy antipíldora ni muchísimo menos, soy
antidesinformación, que es el mayor problema de nuestra sociedad. En algunas
ocasiones, será necesaria como medicamento después de haber probado
tratamientos naturales e integrativos; otras veces se optará por ella más por
la comodidad o la situación de la mujer. El caso es que tú misma puedas
elegirla y lo hagas con toda la información en la mano.
Por
desgracia, con frecuencia en la ginecología no se hace una correcta evaluación
del ciclo menstrual ni una explicación real de lo que suponen los
anticonceptivos hormonales, y acabamos con una receta en la mano pensando que
serán la solución a todos nuestros trastornos hormonales.
Se
ha de encontrar el origen y hacer un tratamiento individualizado y bien
dirigido. Y elegir desde la información y la conciencia.
¿Qué
alteraciones podemos encontrarnos? Algunas son orgánicas como la
endometriosis/adenomiosis, los miomas o pólipos. Otras son hormonales, como el
síndrome de ovario poliquístico, el dolor menstrual, el hiperestrogenismo, el
déficit de progesterona…
¿Cuál
puede ser la causa de las alteraciones menstruales y hormonales? Disfunciones
tiroideas, disbiosis intestinales o vaginales, infecciones de transmisión
sexual, trastornos de la coagulación, efectos secundarios de medicamentos.
La
píldora no regula tu ciclo, tampoco es la solución perfecta. Lo que hace es
desconectarte de tus hormonas y anular tu ciclo, con todo lo que ello supone (aunque
a veces incluso con los anticonceptivos hormonales tenemos sintomatología).
No
todos los anticonceptivos hormonales te desconectan y suprimen el ciclo
menstrual, permitiendo la ovulación en la mayoría de las mujeres: la
progesterona cíclica sí que puede regular el ciclo al alargar la fase lútea de
forma aislada. Eso no quiere decir que deba usarse si no es necesaria. Antes
hay alternativas naturales para regular el ciclo menstrual.
La
píldora te induce un ciclo artificial, con un sangrado igualmente artificial
que ni mucho menos es una menstruación, y que es totalmente innecesario. Aunque
pensemos que no sangrar con la píldora es insano, lo insano realmente es anular
el ciclo, pero una vez que tomamos la píldora, ese sangrado por deprivación no
es médicamente imprescindible, pues no viene de una ovulación.
Otra
consecuencia de la utilización de la píldora es que el endometrio crece menos
porque la cantidad de estrógenos también es menor.
Las
píldoras son un parche y, por tanto, van a encubrir el origen de estos
problemas hormonales (aunque eso no signifique que a veces sean un parche
necesario), y cuando las quitamos, solemos volver a los síntomas que nos hizo
tomarlas, e incluso a veces estos empeoran, porque la causa sigue estando
debajo sin tratar.
¿Cómo
actúa la píldora anticonceptiva?
La
píldora modifica la liberación de hormonas desde el cerebro, alterando el eje
hormonal. Cuando la tomamos metemos de manera exógena hormonas artificiales,
que son parecidas a las nuestras, pero no son iguales (¿te imaginas una llave
que parece que entra en la cerradura, pero no termina de encajar? Pues es algo
muy similar). De este modo, la hipófisis deja de liberar FSH y LH y así no
habrá ovulación y nuestros ovarios dejarán de producir hormonas naturales.
Estos no quedan dormidos del todo, pero sí lo justo para que los parámetros de
fertilidad desaparezcan: ovulación y menstruación. El moco cervical también se
ve afectado, pasando a ser muy escaso o casi inexistente.
El
sangrado que se produce se llama sangrado por deprivación, y es completamente
prescindible. Es una descamación del endometrio que se genera en los días de
descanso de la pastilla por la ausencia de hormonas. ¿Recuerdas que en el ciclo
menstrual empezamos la menstruación cuando la progesterona baja? Pues algo así
pasa aquí, solo que no es consecuencia de una fluctuación hormonal provocada
por una ovulación.
Y
esto no acaba aquí. Hay muchos efectos secundarios que podemos notar al tomar
la píldora: sequedad vulvar y vaginal, disminución del deseo sexual, hinchazón,
desánimo o cambios de humor, linealidad… Y muchos, muchos más.
Así
que mi consejo es que si tienes trastornos hormonales, ponte en manos de un
profesional especializado (si necesitas ayuda, mi equipo y yo nos dedicamos a
ello) para buscar el origen y tratarlo de manera natural e integrativa. Busca
segundas y terceras opiniones si has salido con una receta de un anticonceptivo
hormonal en la mano y prioriza tu ciclicidad y tus hormonas naturales por
encima de todo.
ALTERACIONES O
PATOLOGÍAS MENSTRUALES MÁS FRECUENTES
Amenorrea
hipotalámica funcional
Es
la ausencia de menstruación durante 3 meses en ciclos regulares y 6 meses en
ciclos irregulares, por una deficiencia energética. El ciclo menstrual demanda
mucha energía, y si el cuerpo no la tiene, ya sea por un déficit nutricional o
dietas muy restrictivas, ejercicio muy extenuante que la acompaña y/o
situaciones de mucho estrés o de estrés crónico de bajo grado, el cerebro puede
suprimir el ciclo menstrual y frenar el eje para poner por delante tu
supervivencia. Realmente es una consecuencia, y se soluciona cuando se trata el
origen que la ocasionó.
SOP
Corresponde
a las siglas de Síndrome de Ovario Poliquístico y estoy segura de que te suena
más de lo que te gustaría. ¿Tienes o has tenido frecuentemente acné? ¿Tienes
exceso de vello en zonas donde crees que no deberías tener? ¿O tienes alopecia
en el centro de la cabeza? ¿Te cuesta mucho perder peso o notas que vives en
hinchazón continua? Si tienes alguno o varios de estos síntomas quizá podríamos
estar hablando de SOP. No se considera una enfermedad, sino una alteración
metabólica y endocrina donde los niveles de andrógenos (mal conocidas como
hormonas masculinas) son superiores a lo que deberían.
Para
diagnosticar un SOP, actualmente se utilizan los denominados criterios de
Rotterdam, según los cuales debes cumplir al menos dos de los tres siguientes:
tener ciclos irregulares o anovulatorios, síntomas físicos o analíticos de
hiperandrogenismo (los que te he contado antes) u ovarios de aspecto poliquístico
(que por sí solos no indican que sea SOP, aunque a veces se maldiagnostique
como tal).
Pero
aun siendo SOP, este puede manifestarse de manera diferente en dos mujeres
distintas.
Endometriosis
Es
un patología —muy desconocida (aunque cada vez menos), poco diagnosticada y mal
abordada— que afecta a todo el cuerpo y a todos los pilares de la vida de la
mujer. No se sabe todavía cuál es su origen, pero se trata de una afección
estrógeno-dependiente e inflamatoria en la cual el tejido similar al del útero
crece fuera de él. A causa de la endometriosis pueden aparecer endometriomas
(que son quistes que se forman en los ovarios) o lesiones endiometrósicas en el
recto, los pulmones e incluso en el cerebro. El tiempo medio de diagnóstico son
siete años, y la edad media de diagnóstico es de treinta y cinco años. ¿Te
sorprende? A mí me entristece, pero sorprenderme, poco. No es más que una
consecuencia de la invisibilización de la mujer y de la insuficiente
investigación e interés que ha habido siempre en torno a la salud hormonal, a
lo que hay que añadir el estigma sobre la menstruación y la escasa importancia
que se ha dado siempre al dolor menstrual.
MITOS
Seguro
que no es la primera vez que lees alguno de estos mitos y hasta has llegado a
creer en ellos.
El
óvulo se expulsa con la menstruación
¿Alguna
vez has visto un coágulo en el sangrado menstrual y has pensado que era el
óvulo? Muchas mujeres sí, pero esto no es cierto. Una vez que se produce la
ovulación y la separación del cuerpo lúteo, el óvulo dura entre 12 y 24 horas
vivo en la trompa, y si no es fecundado, se destruye y fagocita.
Cada
mes ovulamos de un ovario
Podemos
ovular dos meses (o más) del mismo ovario. No existe una alternancia regular.
Por ejemplo, una mujer que solo tiene un ovario ovulará cada ciclo dentro de un
ciclo menstrual saludable.
Lo
que sí se cree es que al final de nuestra vida fértil habremos ovulado un 50
por ciento de las veces de un ovario y otro 50 por ciento de las veces del otro
ovario (salvo patologías individuales).
Se
sincroniza la regla entre mujeres
Otro
mito muy extendido, pero no demostrado científicamente. Es algo muy complejo, y
si recordamos que cada ciclo es diferente, pueden darse cambios en los ciclos
de cada una por condiciones externas que hagan que coincidan por casualidad (o
no, quién sabe si algún día nos revelan lo contrario).
Si
te bañas en agua fría, se te corta la regla
No,
no se te corta la regla por bañarte en agua fría. Lo que pasa es que hay más
dificultad para que la sangre salga, y eso puede darte la impresión de que se
interrumpe. ¿Por qué? Es una cuestión de física. A la sangre le cuesta más
salir si estamos dentro del agua, porque esta genera una presión que dificulta
ser expulsada. Su densidad es mayor y, además, la gravedad en el agua es menor.
(Por eso nos es más fácil hacer el pino o coger a una persona en brazos y que
nos pese menos; y si te tiras al agua no te quedas en el fondo, sino que
tiendes a flotar: ley de flotabilidad de Arquímedes).
Sin
duda, la temperatura del agua también puede afectar: el frío es vasoconstrictor
(dificultando su salida) y el calor es vasodilatador (facilitando su salida), y
luego está el efecto que esto tiene en la musculatura del suelo pélvico,
relajándola o haciendo que se contraiga.
Durante
la regla no puedes hacer posiciones invertidas, porque aumenta el riesgo de
endometriosis
No
hay evidencia científica que demuestre esto, y es simplemente una teoría de las
muchas que hay. De hecho, las posturas invertidas liberan mucho tu suelo
pélvico y tu útero, así que, si te sientes bien, te animo a hacerlas y a
descongestionar un poquito más la pelvis.
Hay
otros muchos mitos que podría explicarte, pero no quiero alargarme demasiado
para no aturullarte, así que con estos será suficiente.
PREGUNTAS FRECUENTES
¿Es
malo tener sexo con la regla?
Puedes
hacerlo siempre que te/os apetezca. Y puedes no hacerlo, si no te apetece. Es
una opción individual tuya y de la persona con la que mantienes relaciones.
Recuerda
que cuando hablo y hago referencia al sexo, lo incluyo todo: cualquiera de las
prácticas sexuales, ya sea tú sola o acompañada, desde caricias, masajes y
besos, hasta penetración vaginal o sexo oral en el ano.
La
menstruación, además, a veces ayuda a una lubricación extra.
Si
tenemos dolor menstrual, los orgasmos pueden actuar a modo de analgésico y
ayudarnos a que ese dolor remita, aparte de que mejorará nuestro humor por la
liberación de endorfinas y oxitocina.
Dependerá
de lo que a ti te apetezca en esa menstruación concreta.
Puedes
tener sexo usando métodos de higiene menstrual como copas menstruales, esponjas
o tampones, o sin ninguno de ellos y aprovechar a hacerlo en la ducha, o poner
una toalla debajo para evitar manchar. ¡Siempre será un gusto personal!
¿Puedo
quedarme embarazada durante la regla?
Ojo,
cuidado.
Durante
la regla sí te puedes quedar embarazada, aunque no sea lo más frecuente, pero
si tienes una ovulación temprana podría pasar.
Y
también puede haber contagio de ITS (Infección de Transmisión Sexual).
¿Puedo
quedarme embarazada todos los días del ciclo?
La
respuesta es no. De hecho, los seres humanos tenemos una de las tasas de
fertilidad más bajas de la naturaleza. Entre seis meses y un año es la media
para conseguir un embarazo, y el porcentaje va disminuyendo con la edad de los
progenitores.
Somos
cíclicas.
Y
vivir acorde con nuestra ciclicidad es más que adaptar nuestra alimentación o
nuestro entrenamiento o tener más flujo o deseo unos días y menos otros.Vivir
cíclicas es entender nuestros procesos y darnos el espacio que necesitamos.
Aprovechar
nuestra capacidad comunicativa y nuestra energía en la primera fase y
permitirnos ir más lentas cuando nos sentimos drenadas. Es poder decir que no a
un plan en el último momento porque no te sientes con ganas y no tener la
culpabilidad por hacerlo. Es no tener que pedir perdón ni permiso. Es vivir
como somos: cíclicas. Porque es nuestra esencia. Y está bien. Está perfecto.
Hasta
aquí el capítulo sobre ciclo menstrual y hormonas. Sé que es mucha información
condensada en poco espacio. Podríamos hablar durante hoooooras sobre cada
punto, y quizá algún día lo haga. Pero, hasta entonces, espero que al menos te
hayas quedado con lo básico para conocer tu ciclo menstrual. Y si quieres
averiguar algo más, puedes ponerte en contacto conmigo: tengo múltiples
talleres, escuela e información sobre todo esto para que empieces a conocer y
querer tu ciclicidad como te mereces.
¡Porque
si algo somos, es cíclicas!
5
FLUJOS, MUCOSAS Y MICROBIOTA, ¡LO QUE NOS DA VIDA!
En este capítulo vamos a conocer todo el ecosistema que tenemos en
nuestra vagina, en nuestro útero y alrededores, para entender todo lo que
ocurre en ellos.
Pero, antes, déjame hacerte dos preguntas.
1.¿Alguna vez has pensado que te pasaba algo por manchar las bragas
de flujo o que estas quedaran desteñidas?
2.¿Alguna vez te has lavado con agua y jabón la vulva, o has metido
tus dedos en la vagina y has hecho froti froti para limpiarla?
Yo sí, ¡ambas cosas!
Y lo hice porque pensaba que si salía de mi vagina algo viscoso y de
color no podía ser nada bueno, y como venía de ahí abajo, tenía que lavarlo
minuciosamente, aunque el agua y el jabón podían hacer una limpieza por fuera,
pero ¿y por dentro? Como no lo hiciese adrede, ¡ahí no entraba ni una gota!
Jolines, otra vez echaba de menos esa clase del colegio en la que me
enseñaran que mis fluidos eran salud, y que mi vagina se limpiaba sola. La
vagina no es una cavidad estéril, ¡sino que tiene vida! ¡Mucha vida! Y con vida
nos referimos a la microbiota.
¿QUÉ ES LA
MICROBIOTA?
La
microbiota vaginal, conocida también por «flora vaginal» es el conjunto de
millones de bichitos que habitan en nuestra vagina de manera natural. Digo
bichitos por llamar de manera mucho más cariñosa a las bacterias y
microorganismos; siempre que hablo de algo cuqui utilizo la palabra bichito. ¿Te
imaginas un paisaje de estos coloridos que salen en las películas lleno de
dragones de diferentes tamaños y colores, trabajando y jugando todos en amor y
compañía? Así me imagino a la microbiota cuando pienso en ella. Es un
ecosistema mágico. Que está ahí para protegernos de todo lo patógeno. O, al
menos, para intentarlo al máximo con las herramientas que tiene.
También
hay otros microorganismos no tan pacíficos que a veces vienen a molestar y
siembran el caos y los conflictos en el ecosistema. Vamos a explicar todo esto
un poquito más.
La
microbiota está formada por más de doscientas especies diferentes y, como hemos
dicho, viven en simbiosis y equilibrio con nuestro organismo y tienen
diferentes funciones.
La
mayoría de los bichitos que hay en nuestra flora vaginal y en nuestro útero son
los Lactobacillus, también llamados bacilos de Döderlein: son los que se
encargan principalmente de mantener el pH de la vagina ácido, conservar las
mucosas en estado óptimo y protegernos frente a infecciones impidiendo la
proliferación de otros microorganismos patógenos como Gardnerella, Mycoplasma,
Candida… o que entren otros bichitos malos del exterior o del tracto
gastrointestinal a colonizarnos.
El
pH de la vagina
El
pH de nuestra vagina es ácido, y esta acidez variará también a lo largo de
nuestra vida, y dentro de nuestra etapa fértil, también será diferente según
las fases del ciclo menstrual. El pH en etapa fértil suele fluctuar entre 3,8 y
4,5 llegando hasta 5 incluso en la fase menstrual. Antes y después de nuestra
etapa fértil, el pH es más básico, ya que nuestros estrógenos están bajos. Con
el pH también varía nuestra microbiota y nuestras mucosas. La acidez en nuestra
vagina es básica para su protección, y, por eso, cuando hay algo que altera ese
pH, podemos estar más expuestas a sufrir infecciones. (En el capítulo 10
hablaremos de todo esto).
Dentro
de los Lactobacillus hay diferentes tipos, pero para que conozcas a los más
importantes vamos a nombrar su apellido de más población a menos: crispatus,
gasseri, jensenii e iners. También podemos encontrar otros como los L. casei,
L. vaginalis, L. salivarius…
Son
bacterias anaerobias que se alimentan de la glucosa que producen las paredes
vaginales y que están en nuestro flujo para fabricar ácido láctico (seguro que
este nombre te suena) y otros compuestos y así poder ejecutar su actividad
bactericida y defensora contra agentes patógenos.
Cada
microbiota es un mundo
¡Sorpresa!
Igual que no hay dos ciclos menstruales iguales ¡tampoco hay dos microbiotas
vaginales (ni de ningún otro tipo) iguales! Cada mujer tiene su propia
microbiota, y además esta es cambiante también: según su fase del ciclo y de
vida, su alimentación, su estado de ánimo, de calma y de estrés, sus genes, el
lugar donde vive…
Recordemos
asimismo que una hormona muy importante para nuestra salud hormonal eran los
estrógenos, y lo serán igualmente para nuestra salud vaginal.
Nuestra
microbiota será diferente e irá variando desde que somos niñas, adolescentes,
nos quedamos embarazadas o no, o pasamos la menopausia.
Hay
muchos factores de los que depende nuestra población de microbiota:
•Edad.
•Genes.
•Etnia.
•Etapa
de vida y etapa del ciclo, hormonas.
•Actividad
física.
•Niveles
de estrés o calma.
•Vida
sexual.
•Alimentación.
•Hábitos
diarios: higiene del sueño, regulación de ritmos circadianos.
•Lugar
donde vivimos.
•Salud
intestinal.
•Si
padecemos alguna enfermedad.
•Si
tomamos o no medicamentos.
Dentro
de las fluctuaciones naturales y las diferentes microbiotas que tienen las
mujeres, dos cosas quedan claras:
1.Hay
muchas poblaciones diferentes sanas, pero todas están protagonizadas por
Lactobacillus.
2.Hay
que hacer todo lo posible por mantener la microbiota en equilibrio, ya que
cuando hay un desequilibrio podemos enfrentarnos a una disbiosis vaginal o
estar más expuestas a sufrir cándidas o infecciones vaginales.
De
hecho, se sabe que los desequilibrios en la microbiota vaginal y la alteración
de los Lactobacillus van asociados a infecciones, virus del papiloma humano,
alteraciones hormonales y enfermedades inflamatorias, entre otros.
Habrá
situaciones en las que no podamos evitar dañar la microbiota, pero sí que
estará en nuestra mano hacer un tratamiento paralelo para que sufra lo menos
posible y después ayudar a una buena repoblación.
Por
el momento te explicaré qué cosas pueden desequilibrarla y, por tanto, qué
puedes evitar para ayudarle:
•Duchas
vaginales, una higiene incorrecta o excesiva en la vulva o en la vagina.
•Una
alimentación pobre en nutrientes o inflamatoria.
•Toma
de medicamentos o antibióticos. Tratamientos médicos.
•Toma
o uso de anticonceptivos hormonales o DIU de cobre.
•Tabaco
y alcohol.
•Estrés.
•Uso
de tampones y de espermicidas.
•Cándidas
o infecciones vaginales o de orina.
•Padecer
una infección de transmisión sexual (ITS).
El
útero tampoco es una cavidad estéril
Hasta
ahora hemos hablado de la microbiota de la vagina, pero el útero también tiene
su propia microbiota. Un estudio ha revelado que un útero sano puede contener
más de 5.300 microorganismos en su interior. Su microbiota también fluctúa y su
desequilibrio podría influir en patologías como la endometriosis (cada vez se
piensa más que el entorno microbiano del útero puede repercutir en la
endometriosis), menorragia (sangrado abundante menstrual), alteraciones en la
fertilidad, inflamación del útero o endometritis, pólipos endometriales…
HABLEMOS DE FLUIDOS
Y ESAS COSINAS
Ya
hemos visto en el capítulo anterior que todo se regía por el ciclo menstrual (o
casi tooooodo) y que somos cíclicas. Pues bien, el flujo, la microbiota y las
mucosas también varían según la fase del ciclo, según la fase de la vida en la
que nos encontremos y nuestra situación: si estamos en fase fértil o hemos
pasado a la posmenopausia, si tomamos medicamentos, si estamos padeciendo o
hemos padecido alguna enfermedad… ¡Y si estamos estresadas! Vaya, el estrés
también hace de las suyas incluso en nuestra vagina.
El
flujo es vida (y la caca también)
Grábate
esto bien a fuego.
Y
digo es vida, porque, cuando estamos en nuestra época fértil, realmente es
muestra de salud hormonal y vaginal. Cuando pasamos la menopausia, no quiere
decir que no estemos sanas, pero sí que nuestros niveles hormonales cambian y
nuestro flujo con ellos, y que estamos más expuestas a sufrir síntomas a causa
de ello.
Todos
nuestros fluidos nos proporcionan mucha información sobre nuestra salud
hormonal y nuestra salud en general. Conocerlos, diferenciarlos y aprender a
observarlos es una herramienta de autoconocimiento más. Así que vamos a hablar
de diferentes fluidos que salen a través de nuestra vagina.
A
mí me gusta llamar flujo a las secreciones que la vulva y la vagina fabrican de
manera natural y fisiológica para mantenerse limpias, protegidas y húmedas. El
flujo se suele mezclar con el moco cervical que sale del cérvix y que es
dependiente de las hormonas que protagonizan el momento del ciclo en el que nos
encontramos. Aunque hay lugares donde verás que hacen referencia al mismo
fluido cuando hablan de flujo o de moco cervical, personalmente a mí me gusta
diferenciarlos porque considero que son distintos.
El
flujo procede de los trasudados de las paredes de la vagina, de todas las
células que tenemos en ella y en la vulva, y de las glándulas vestibulares y
parauretrales y del ectocérvix. Está formado principalmente por agua y otras
sustancias, como urea, nutrientes, inmunoglobulinas, enzimas… que ayudan a
mantener la vagina y la vulva en su estado óptimo.
El
flujo es como esa segunda piel que te protege de roces o fricciones con la
ropa, de infecciones de agentes patógenos externos y evita que la microbiota
acabe desequilibrándose y suceda una disbiosis vaginal. La cantidad, textura y
aspecto de nuestro flujo nos da mucha información.
¿Cómo
es un flujo sano? (Aproximadamente, porque ya sabéis que cada una tiene su
flujo y puede tener características peculiares y ser sano):
•Color
transparente, blanquecino, crema o ligeramente amarillento.
•Textura
elástica, acuosa, cremosa o ligeramente grumosa.
•No
tiene una cantidad excesiva.
•No
tiene olor a pescado podrido.
•Aparece
sin sangre fuera de los días de menstruación/ovulación.
•No
va acompañado de picor, escozor o dolor.
Cuando
tenemos una infección, una de las primeras cosas que se modifica es este flujo.
Por eso es importante conocer el nuestro y poder identificarlo.
La
lubricación
La
lubricación se genera a consecuencia de la excitación y la estimulación, tanto
en la vulva como en la vagina, como respuesta a ese estímulo y a la activación
del sistema parasimpático. También podemos notar un aumento de lubricación de
la zona en actividades sin ese componente erótico que nos dan placer o nos
relajan, porque también nos activan ese sistema.
Por
eso después de masturbarnos o de tener relaciones sexuales no es buen momento
para observar nuestro moco cervical, porque estará mezclado con lubricación y
no nos dará su aspecto real.
¿Cómo
lo diferencio?
Para
diferenciar el flujo propio de la vagina del moco cervical, a mí me gusta
recalcar la diferencia en las bragas (aunque esto, como siempre, es subjetivo y
depende de cada mujer). El flujo deja poquito rastro en ellas, y suele quedarse
en forma de manchita blanquecina. El moco cervical suele ser más consistente y
se puede (y se debe) tocar y coger con los dedos para comprobar su textura. La
lubricación suele ser más acuosa y secarse más rápidamente que el moco
cervical, por ejemplo.
Todos
nuestros fluidos dependen de nuestros niveles de estrógenos (como ves, son
esenciales). Cuando tenemos sequedad vaginal, ausencia de moco o falta de
lubricación, puede ser debido a que tengamos los estrógenos bajos (tal vez
estemos pasando por una amenorrea, estemos cerca de la menopausia, hemos
sufrido por una cirugía cervical o nuestros niveles hormonales se estén viendo
afectados por el estrés, por ejemplo). Y si tenemos muchos días nuestro moco
cervical de tipo elástico, esto podría indicarnos que tenemos los estrógenos
elevados.
Ningún
fluido huele mal
Huele
a lo que huele: fluidos corporales, pero en ningún momento es un olor asqueroso
o putrefacto. Si en algún momento notas que alguno de tus fluidos huele a
pescado podrido o desprende un olor muy muy desagradable, o si su color es
tirando a verdoso, grisáceo, habrá que descartar una infección o disbiosis
vaginal.
Igual
que hemos hablado de la importancia de los estrógenos para una microbiota y un
flujo firme y sano, la relación es bidireccional: necesitamos una microbiota
sana para una correcta detoxificación y eliminación de estrógenos.
Moco
cervical. Tipos
En
el capítulo anterior hablamos del moco cervical elástico estrogénico que abría
nuestra ventana fértil y nos indicaba alta cantidad de estrógenos en nuestro
cuerpo.
Pero
tenemos otros tipos de moco cervical que también es interesante conocer para
poder valorar en las diferentes fases del ciclo.
Hay
diferentes formas de nombrar los distintos tipos de moco cervical. Yo lo
aprendí de este modo cuando me formé en el método sintotérmico, y la verdad es
que me parece una gozada para diferenciarlo, según su textura o aspecto:
•Moco
pegajoso/grumoso: poco hidratado, si lo coges y lo mueves puedes hacerlo una
bolita como si fuera un moco de la nariz (¡venga! que seguro que tú también has
jugueteado alguna vez con uno…). Es un moco nada fértil y puede verse en los días
posmenstruación o posovulación.
•Moco
cremoso: tipo cremita de la cara. Aspecto más blanquito, más untuoso… Suele
aparecer antes de la fase ovulatoria, estimulado por los estrógenos. No es
demasiado fértil.
Ambos
pueden aparecer después de la fase ovulatoria favorecidos por la progesterona.
•Moco
elástico o tipo clara de huevo: moco fértil, bien hidratado, transparente o
blanquito, que puede estirarse varios centímetros sin romperse si lo coges con
los dedos y lo separas… Este moco abre nuestra ventana fértil y es el que
permite que los espermatozoides vivan como reyes en las criptas cervicales para
intentar fecundar al óvulo el día de la ovulación.
•Moco
acuoso: nos moja las bragas, es tipo agua consistente, y tiene el mismo
significado que el elástico: fertilidad y estrógenos.
También
el moco puede clasificarse de otro modo:
•Moco
estrogénico: es el moco que aparece en la fase folicular, y se distingue entre
el menos fértil (el que hay después de la menstruación), tiene una textura más
cremosa y es elástico, y el que hay alrededor de la ovulación, el más fértil.
•Moco
progestagénico: aparece después de la ovulación, no es fértil, sino todo lo
contrario: cierra toda puerta para evitar la entrada de posibles infecciones
para proteger frente a todo al óvulo si ha sido fecundado. Es espeso,
blanquecino y antimicrobiano.
Mucosas
Seguro
que has oído hablar de «las mucosas del cuerpo» y su importancia. La vagina y
la vulva también tienen su propia mucosa. Esta sería la capa de moco que la
recubre (que es la piel húmeda y brillante que vemos si nos miramos la vulva o
la entrada de la vagina) y tiene diferentes niveles de profundidad y diversa
composición según su nivel. Esta mucosa es el primer punto de contacto del
cuerpo con el exterior y, por tanto, primera línea de defensa. Las mucosas
forman parte del sistema inmune de la vagina, que, además, para nuestra
sorpresa, varía también según la fase del ciclo y de la vida.
Como
ves, mucosa, microbiota y flujo van de la mano, y cuando una se ve afectada muy
probablemente se vean afectadas las demás.
TUS BRAGAS NO
NECESITAN SALVACIÓN
Vamos
con el temazo de los salvaslips… ¿Por qué los llamamos salvaslips? Tus bragas
no necesitan salvación. Ni tu vulva.
No
hay nada que salvar, ni ningún método de salvación que normalizar.
¿Cuáles
son los motivos por los que usas o has usado salvaslips de forma continua,
aparte de impulsada por una publicidad engañosa e interesada?
Mujeres
reales nos cuentan sus motivos:
Me
siento más cómoda. No me gusta la sensación de bragas mojadas.
Porque
mi madre me enseñó a usarlo para tapar el olor.
Porque
pensaba que era necesario.
Desde
que fui mamá, los uso porque tengo mucho flujo pegajoso.
¡Para
no ensuciar las bragas!
Pensaba
que era más higiénico.
Olor.
Pensaba que olía más en la realidad.
Porque
parece que les eché lejía (a las bragas).
Seguridad,
por no dejar ninguna mancha en ningún asiento.
Porque
mi madre me decía que si no olía mal y era asqueroso.
Manchaba
los leggins.
Porque
tengo tanto flujo que parece que me meo encima.
No
puedo salir a la calle sin él, comodidad.
Por
no manchar los primeros días de regla.
Porque
siento frío con las bragas mojadas.
Porque
tengo endometriosis y manchados todo el mes.
Por
pensar que era algo sucio, por el olor y la humedad, y se confirmaba cuando mi
entorno lo hacía por lo mismo.
Y
las que lo usaban y han dejado de hacerlo:
Desde
que no uso salvalsip tengo mucho menos flujo.
He
dejado de tener infecciones todos los ciclos, junto con quitarme las bragas por
la noche.
Me
lo quité gracias a ti, era una prenda de ropa más. Huele menos fuerte, me lo
ponía por el olor, pero no sabía que era el salvaslip quien hacía que oliese
tanto.
Ahora,
como tú dices, siempre en la mochila dos bragas de repuesto. Me cambio y listo.
He
pasado a las bragas menstruales los días que tengo mucho, mucho flujo.
¡Si
mancho el pantalón, viva el flujo, que es vida!, como dices en tus posts.
Gracias,
gracias, gracias por enseñarnos a dejar respirar a la vulva.
Todavía
no nos vamos a meter en los productos de higiene menstrual, sino en los que
usamos como si fueran parte de nuestra ropa interior. Gran cantidad de mujeres
utilizan salvaslips a diario porque tienen mucho flujo, mucho sudor o escapes
de orina. Usamos salvaslips con la idea de sentirnos más protegidas y más
higiénicas, pero la realidad es todo lo contrario (aunque nos cueste creerlo).
La sensación de sentirnos mojadas nos incomoda y eso motiva aún más su uso. Lo
que no sabíamos es que usar salvaslips hace que estemos todavía más húmedas, y
se convierte en el círculo vicioso que acaba haciéndonos dependientes de este
trasto: tengo mucho flujo – uso salvaslips para no sentirme mojada – aumenta mi
flujo y me mojo más por culpa del salvaslip – sigo poniéndome salvaslips, y así
el ciclo sin fin. (Además, si estás en modo autoconocimiento registrando tu
flujo y tu moco cervical, con el salvaslip no vas a poder observarlo
correctamente).
¿Y
por qué los salvaslips aumentan nuestra humedad? Porque, por un lado, absorben
el flujo, y como la mucosa y la vagina generan flujo para mantenerse húmedas,
si hay algo externo que se lo lleva, genera más (porque tu vagina no sabe que
tú te has puesto el salvaslip aposta para retirar el flujo que ella produce);
y, por otro lado, porque no transpiran por el tejido que tienen. El aumento de
la humedad y la no transpiración forman el combo perfecto para una buena
infección y un mal olor.
Y
ya que mencionamos el olor, que es otro tema que nos causa complejo, la
cuestión es que nos ponemos el salvaslip porque pensamos que nuestro flujo
huele mal; sin embargo, con la humedad y la escasa transpiración que genera el
salvaslip, todavía nos llega un olor peor, lo que nos confirma nuestra sospecha
de que nuestro flujo, efectivamente, huele mal y por tanto tenemos que ponernos
salvaslip para no impregnar las bragas y que pase al pantalón.
Además,
los salvaslips comerciales están fabricados con blanqueantes, perfumes y
plásticos que son disruptores de nuestra mucosa y microbiota.
Pero
esto no acaba aquí.
Los
salvaslips también rozan la piel de nuestra vulva, y si esta encima está
depilada al completo, lo harán aún más. Los salvaslips pueden provocar
irritaciones, prurito y heridas.
Vamos,
que lo mires por donde lo mires, dañan nuestra vulva por todas partes.
Y
si te paras a pensarlo bien: ¿por qué va a ser necesario algo externo que se le
añade a nuestra ropa interior? ¡No tiene ningún sentido!
Recuerda:
la vulva y la vagina necesitan respirar, como ya hemos contado anteriormente,
para que la microbiota esté sana y no permita la entrada de agentes patógenos o
pueda combatirlos en el caso de que quieran entrar.
¿QUÉ PUEDO HACER SI
MOJO MUCHO Y ES MUY INCÓMODO?
Cuando
hablamos de la posibilidad de ir sin salvaslips, la primera duda que surge
paralelamente es: «¿Qué voy a hacer cuando me note mojada y esté incómoda?».
Si
la sensación es solo de humedad, puedes aprender a convivir con ella, tomándola
como natural y saludable. Cuando mojas mucho y realmente estás muy húmeda,
puedes probar a llevar ropa interior de repuesto, y será tan fácil como
cambiarte cuando lo consideres necesario.
Recuerda
igualmente extremar el cuidado en la ropa interior para que no contribuya a que
salga más flujo: utiliza menos tejidos sintéticos y más de algodón y no lleves
una ropa que estruje demasiado tu suelo pélvico. Así respirará mejor.
EL FLUJO
«RADIACTIVO»
¿Alguna
vez se te han desteñido las bragas? Si tu respuesta es sí, te hago otra
pregunta: ¿alguna vez has pensado que tenías flujo radiactivo porque te sucedía
eso? La explicación es sencilla: tu flujo no es radiactivo ni dañino,
simplemente tiene un pH ácido, y este puede desteñir y desgastar los tejidos.
¡Y a veces incluso agujerearlos!
¿CÓMO CAMBIAN LA
MICROBIOTA, EL FLUJO Y LA MUCOSA A LO LARGO DE NUESTRA VIDA?
Si
algo nos ha quedado claro es que los estrógenos son muy importantes para
nuestra vagina y todos sus componentes y fluidos.
UN
PEQUEÑO RECORDATORIO SOBRE LOS ESTRÓGENOS
•Modulan
el pH.
•Contribuyen
a la producción de colágeno.
•Favorecen
la renovación de la capa mucosa.
•Aumentan
el flujo sanguíneo.
•Responden
a estímulos.
•Potencian
el sistema inmune.
Los
estrógenos varían en cada fase del ciclo, pero también a lo largo de la vida.
Van pasando los años y nos vamos acercando a la perimenopausia. La menopausia
sería el momento en el que llevamos ya doce meses sin regla y ponemos fin a
nuestra etapa fértil, y la perimenopausia serían los años anteriores en los que
empiezan a aparecer desajustes y síntomas: ciclos irregulares (suelen
alargarse), síntomas a nivel físico vulvar y/o vaginal, cambios de humor e
irritabilidad (como un síndrome premenstrual extendido), disconfort sexual…
Y
una vez pasamos la menopausia, aparte del aumento de riesgos a nivel óseo o
cardiovascular, también encontramos mayor riesgo de padecer el síndrome
genitourinario, que es el conjunto de síntomas a nivel vulvar, vaginal y de
suelo pélvico en general por la bajada de estrógenos.
El
síndrome genitourinario: donde casi todo disminuye
La
vascularización, el flujo y la lubricación de la vagina disminuye y por tanto
hay más sequedad vulvovaginal que puede provocar molestia, incomodidad,
escozor… Y dolor en las relaciones.
El
colágeno, la elasticidad de la piel y de la mucosa y su grosor se reducen, su
morfología cambia y la vagina se acorta y su apertura es más estrecha (por eso
a veces duele la entrada).
También
se reduce la conexión de la musculatura, los reflejos, el tono, la presión y la
fuerza del cierre, lo que contribuye al aumento de riesgo de incontinencia
urinaria (que no significa que sea normal por la edad, como nos venden).
Nuestra
querida vulva cambia de aspecto, pero no envejece a nivel visual como la cara
ni le aparecen arrugas o engrosamientos como podemos imaginarnos, sino casi
todo lo contrario: el vello se reduce como en el resto del cuerpo, empieza a
aparecer más piel donde antes había mucosa, y su aspecto pasa a estar más seco
y menos brillante por esa falta de humedad, y los labios internos y el clítoris
pueden fusionarse.
¿Sabías
que una vida sexual activa mejora el trofismo de la vagina? Recordemos que la
excitación, y también el orgasmo, aumentan la irrigación y la vascularización
de las paredes vaginales y los órganos pélvicos, además de mantener la
musculatura activa y, por tanto, reducir la atrofia.
Y
con vida sexual activa no nos referimos a coito con otra persona ni muchísimo
menos; aunque se sabe que la penetración mejora este trofismo, no necesitamos a
nadie para hacer esto.
La
microbiota también cambia con la bajada de estrógenos, ya que el pH se basifica
(aumenta) y al perder un poquito esta acidez nos exponemos a tener más riesgo
de infecciones.
La
menopausia no debería darnos miedo ni terror (aunque eso económicamente
interese), porque es una etapa más de nuestra vida (solo que nos dieron aún
menos información para transitarla).
Los
cambios son ley de vida, y no podemos evitarlos. Creo que forman parte de
nuestra magia como mujeres y de nuestro envejecimiento, que me parece precioso.
Porque envejecer significa vivir, significa experimentar, significa aprender…
Solo debemos conocerlos, abrazarlos y saber prevenirlos y abordarlos. Por eso
es tan importante cuidar nuestro suelo pélvico y nuestra vulva desde pequeñas,
y a lo largo de nuestra vida, para prevenir o disminuir el riesgo de cualquier
síntoma en cada fase de nuestra etapa como mujeres.
6
LAS BRAGAS DE LA REGLA Y OTROS PRODUCTOS DE HIGIENE MENSTRUAL
¿TÚ ERES DE LAS
MUJERES QUE TIENE BRAGAS DE LA REGLA?
La
vida de las bragas es toda una aventura. Y muchas tienen el mismo fin de vida:
están impolutas hasta que un día nuestra querida sangre quiere maquillarlas y
se queda la mancha o el cerco ahí de manera que, aunque estén limpias a veces
no lo parece y pasan a ser bragas de la regla. Aunque yo pienso que hay dos
tipos de bragas: las que nacen directamente para ser las bragas de la regla y
otras que se convierten forzosamente. Tenemos dos tipos de bragas: las monas
monísimas —a veces tan monas como incómodas—, que además no son de algodón, y
que se te meten por la raja del culo o te aprietan por todas partes, pero son
las bragas de los días especiales; y las bragas de algodón color carne o
blancas, que ya han nacido para ser las bragas del flujo o de la regla cuando
se manchen porque las pobres son más feas que na, pero tan feas como cómodas (a
lo mejor tú no eres de este team, yo sí), y están para esos días. Pero siempre
pasa que un día te pones tus bragas monis con la regla porque es un día
especial, o llega y te pilla de sorpresa, y se manchan, y pasan a ser las
bragas de la regla. Y ahora tenemos las bragas de la regla bonitas y las bragas
de la regla muy bragas. Y se quedan en ese rinconcito del cajón que abres solo
para cuando estás menstruando. Y cuando ya están deshilachadas y estiradas por
mil sitios, entonces pasan a ser trapos de limpieza.
Hoy
en día parece que esto se ha quedado un poco más anticuado, porque desde que
existen las bragas menstruales, las bragas de la regla han sido un poco
destronadas.
Cuánto
ha cambiado el mundo de la higiene menstrual… Antes las abuelas se ponían
trapillos que lavaban a diario y ahora tenemos hasta tangas y bikinis
menstruales, ¡y de diferentes tipos, formas y colores!
Te
hago una aclaración: los productos de higiene menstrual se utilizan para
recoger la sangre menstrual, y realmente, por suerte, en este punto hemos
evolucionado muchísimo. Aunque la menstruación todavía sigue siendo un tabú, ya
no hay ni punto de comparación a lo que era antes. Ahora tenemos productos que
se adaptan a muchas de nosotras y podemos elegir hasta uno diferente según cada
día de la regla en el que nos encontremos.
Pero
no es oro todo lo que reluce. De hecho, el mundo de la higiene menstrual y la
industria de reluciente no tienen nada. Se ha creado un negocio enorme a costa
de nuestro ciclo menstrual, y en especial de nuestra sangre menstrual, donde
intentan vendernos el interés por nuestra «higiene», pero la realidad es que lo
que buscan es lucrarse a costa de ella, sin importar los ingredientes que usen
o la publicidad que nos enseñen.
LA PUBLI MENSTRUAL
La
publicidad de los productos de higiene menstrual no nos representa a casi
ninguna de las mujeres. Anuncios de compresas y tampones con muchos colorines,
donde todas las mujeres salen dando brincos, bailando, monísimas de la muerte,
con cuerpos normativos (que la mayoría para nada parecen estar con la regla),
con unas ganas de gozar increíbles, mientras tú estás tirada en el sofá, con tu
pijama más ancho, la barriga dolorida e hinchada, comiendo chocolate y
palomitas mientras lloras viendo una cursilada en la televisión (me lo invento,
puedes estar viendo o haciendo lo que quieras, pero lo más probable es que te
parezcas poco a la del anuncio). «¿Y por qué yo no? La regla es un asco»,
piensas.
Un
inciso: aclaro que quizá tú eres de esas mujeres que en la regla está eufórica,
o que unos ciclos sí y otros no, y está perfecto. El problema es enseñar solo
eso cuando, seamos realistas, no nos representa a la mayoría.
Pero
continuemos con la maravillosa publi:
Tampones
que parecen un chute de cafeína. Compresas suaves y sedosas que acarician tu
vulva cual masaje relajante donde añadimos además el mensaje de «como si no
llevaras nada». Un mensaje de que no se te note. ¿Que no se te note qué? ¿Que
estás menstruando? ¿Menstruar es un problema? ¿Debemos esconderlo? Sí, eso
parece.
Puedes
estar cansada con la regla, sin querer comerte el mundo. Y no tenemos que
fingir. No hay nada que ocultar. Nada que tapar. Nada que eliminar. Pero… ¿has
visto alguna vez un anuncio normalizando que una mujer quiera pasarse el día
entero en la cama, no por dolor, sino por necesidad emocional? Yo tampoooooco.
Esto
es lo que deberían reflejar esos anuncios: menos ficción y más imágenes reales.
Historias reales. Mujeres reales. Menstruaciones reales.
Qué
mal nos han contado la película y qué mal nos han hecho sentir tantas veces.
Nos
han vendido que quieren ayudarnos, pero la realidad es que quieren arrebatarnos
una parte que es nuestra y convertirla en un negocio. Y entre el dichoso dolor
menstrual y el asco a la sangre, acabamos odiando nuestra regla y a veces hasta
odiando ser mujeres. Pero la culpa no la tenemos nosotras, porque llevamos esta
carga en la mochila. La culpa es del patriarcado que nos ha contado la película
muy mal y nunca ha invertido de verdad en lo más necesario: educación y salud
menstrual.
LA SANGRE MENSTRUAL
(NO) ES UN ASCO
La
sangre es roja (por si alguna vez algún anuncio te había hecho dudar), no
violeta, ni rosa, ni azul, como la representan. ¿Alguna vez has visto un
anuncio con sangre menstrual de verdad? Yo tampoco.
La
sangre no huele mal, no necesitamos perfumes que tapen su olor. Puede oler a
hierro, pero no a pescado podrido como nos hacen creer (y si huele a pescado es
que hay una infección). ¿Esto lo has visto alguna vez en un anuncio? Yo
tampoco.
¿Cómo
podemos tener asco a la sangre menstrual? Es un fluido más, igual que el flujo
o que la saliva. ¿Tienes asco a la saliva? Pues eso. Lo único que la sangre es
de color rojo y sale de la vagina.
La
sangre es oro rojo. Es sangre de vida. Es la única sangre que proviene de dar
vida y no de una herida, de un trauma, de un corte.
¿Cómo
puede dar asco un tejido capaz de albergar vida?
La
sangre menstrual realmente viene de un tejido, el endometrio, del que ya hemos
hablado. Está compuesta por agua, algunos nutrientes, ¡y células madre! No
tiene parásitos ni huele mal ni te contagia nada. No sé por qué tanto pudor ni
tanto asco. ¿Porque sale de la vagina? ¿Por eso? ¿Por falta de educación una
vez más? En fin.
¿Alguna
vez te has manchado la ropa con sangre? ¿Te ha venido la regla por sorpresa o
el producto de higiene menstrual que estabas usando no ha terminado de cumplir
con su función? Si es que sí, ¿cómo te has sentido? ¿Te has llevado las manos a
la cabeza y escandalizado mogollón o lo has llevado con la naturalidad que
merece? ¿Te preocupa que se manche la ropa o que lo pueda ver alguien? Esto
puede ocurrir, y no pasa absolutamente nada. Creo que el único fastidio es que
se manche la ropa y cueste que la mancha salga, aunque te doy tres trucos
infalibles:
1.Agua
oxigenada en la mancha y froti froti. Ya sea ropa blanca o de color, ¡no se
destiñe!
2.Hielo
en la mancha y froti froti después con agua fría.
3.¡O
una combinación de los dos!
De
todas formas, como lo que se mancha es la entrepierna, aunque quede una marca
tampoco será tan llamativa.
La
mejor manera de abordar este tipo de situación es con naturalidad y
tranquilidad. Nos han educado en el pudor y en el asco, pero déjame decirte que
no tienes nada de guarra ni de descuidada porque te venga la regla y se te
manche el pantalón.
A
mí nunca me dio vergüenza (y mira que fui vergonzosa), y ahora menos aún. Pero
me da mucha rabia cuando veo a mujeres sufrir por estas cosas, cuando realmente
si estuviéramos más concienciadas de lo poco que supone o lo natural que es lo
llevaríamos muchísimo mejor.
Hablando
de manchas de sangre, recuerdo la tremenda humillación que le hicieron a una
compañera de clase por haber manchado una silla un día con sangre menstrual. A
la pobre le llegó la regla sin avisar y, ¡tachán!, se convirtió en la apestada
de la clase. No me podían dar más asco mis compañeros y compañeras. Porque sí,
también hubo niñas que se rieron de ella. Que aborrecían la sangre menstrual,
como si fuera un charco putrefacto. Se tiraron recordando esa anécdota por lo
menos dos cursos. ¡Dos cursos! Lo peor fue que a ningún profesor se le ocurrió
nunca hablar en clase de lo que había pasado. Como si silenciarlo pudiera hacer
que se olvidase más fácil o se ignorase. Vaya mierda, en serio. Ninguna niña,
ni adolescente, ni adulta, ni nadie, debería tener que avergonzarse por
menstruar, y mucho menos sufrir acoso en el colegio por haber manchado una
silla.
YO SIEMPRE TUVE
BUENA RELACIÓN CON MI REGLA
Por
suerte, escribo estos capítulos desde mi actual maravillosa relación con mi
menstruación, y además soy afortunada porque siempre fue así. Siempre tuve
buena relación con mi regla. Fui una niña muy vergonzosa, pero no con mi ciclo
menstrual. No tenía problema en que se viera que llevaba una compresa en la
mochila o en que supieran que estaba cansada porque estaba con la regla. Pero
sí que recuerdo a muchas amigas pasándose entre ellas un tampón por debajo de
la mesa o pidiendo por lo bajini de una a otra una compresa porque a alguna de
ellas le había venido la regla. ¿Tú cómo eras con esto?
En
mi casa, además, nunca fue un tema tabú. Siempre se naturalizó todo mucho: la
regla, la caca, el cuerpo. Pero tampoco fue algo que hablé mucho con mi grupo
de amigas. «Grupo de amigas» (nunca consideré que encajara en uno).
MIS INICIOS CON LA
COPA MENSTRUAL
Empecé
a utilizar la copa menstrual muy, muy temprano, cuando tenía unos dieciséis o
diecisiete años, por el 2012, aproximadamente. En aquel entonces (como diría mi
abuelo), prácticamente nadie la utilizaba: el asco de ver y tocar la sangre era
lo que reinaba entre las adolescentes y las mujeres. Y yo la conocí gracias a
la mami de mi mejor amigo, Malena, que la llevaba un tiempo usando y «le
parecía lo más cómodo del mundo». Y yo, que soy la reina de probar todo lo
cómodo y bueno para la salud, allá que fui a comprar la primera que pillé. ¡Y
qué maravilla! Se me dio genial ponerla, quitarla, y dejé de ponerme compresas
y tampones que me parecían malos para mi vagina y mi vulva. No quiero presumir
de ello, pues sé a ciencia cierta que para muchas mujeres es una auténtica
tortura empezar con la copa menstrual, y me sorprendo a mí misma de haber sido
habilidosa a la primera con algo por una vez en la vida (porque aquí la doña es
torpe por naturaleza).
Cuando
se lo conté a las que me rodeaban, todas las reacciones fueron de asco. No
entendían cómo podía ser cómodo llevar «eso» puesto ahí y encima tener la
posibilidad de mancharte con la sangre menstrual. «Vaya guarrada», escuché
varias veces. Y yo lo que pensaba era: «¡Para guarrada los tampones y las
compresas!». Desde el principio me pareció completamente insalubre tener una
capa de plástico con toda la sangre pegada y humedeciendo mi vulva todo el
rato, o tener que meterme un cacho de algodón por la vagina que me arrastraba
la poca mucosa que tenía. Así que me dije: «¡¡¡Cómo no me he enterado antes de
que existía la copa menstrual!!!».
No
es que sea defensora a ultranza de la copa menstrual, sino de los productos
menstruales que son amorosos para tu salud vaginal; y para mí los tampones, las
compresas y los salvaslips convencionales (de plástico) no lo son, y tampoco me
agrada llevarlos. Y por fortuna, como he mencionado antes, cada vez hay más
alternativas aptas para todas.
Vamos
a desgranar un poquito los productos de higiene menstrual y lo respetuosos o no
que son con tu mucosa y tu microbiota, y te voy a contar por qué no te
recomiendo usar tampones, compresas o salvaslips convencionales.
Pero
una cosa te digo, yo te ofrezco la información, y tú decides lo que haces con
tu vulva, ¡que para eso es tuya!
PRODUCTOS DE HIGIENE
Tampones
Los
tampones son la opción que más aborrezco de la higiene menstrual (de hecho, los
tengo muchísima manía por muy malos recuerdos en mi adolescencia temprana.
Colocarme el primer tampón me llevó años, y mucho sudor y lágrimas. Muchas
lágrimas. Nunca lo encontré cómodo).
Fuera
de mi historia personal, para tu microbiota vaginal y mucosas tampoco son la
mejor opción. Los tampones absorben la sangre menstrual, pero también toda la
humedad natural de la vagina, dejándola seca cual cactus y más vulnerable (más
aún, pues en la regla ya nuestra vulnerabilidad aumenta y tenemos más riesgo de
contraer infecciones).
Además,
arrastran la microbiota (encargada de cuidar y proteger la vagina) y pueden
producir microlesiones por ese arrastre. Si a eso añadimos los componentes que
tienen los tampones: perfumes, blanqueantes, etc., ¡es el combo perfecto para
machacar nuestra mucosa vaginal!
De
hecho, al contrario, cuando hay chicas con infecciones recurrentes, sequedad
vaginal o cándidas recidivantes, muchas refieren mejoría cuando dejan los
tampones (y empiezan a dormir sin bragas).
¿Y
la opción de usar tampones ecológicos? Nena, actúan del mismo modo, solo que
nos evitamos los perfumes y blanqueantes, pero sigo sin verlos como una buena
alternativa para tu menstruación.
Quiero
contaros una anécdota que me sucedió hace poco, durante el último verano. Un
fin de semana que me fui a Sevilla me olvidé todo mi neceser menstrual en
Madrid. Era el pleno día de mayor apogeo de sangrado y para rematar iba a estar
toda la jornada en el campo (Sevilla, agosto, ¡imagínate! El sangrado libre no
me da para tanto). Tuve que improvisar. En casa de mi suegra había alguna
compresa y algún tampón. Cogí lo que menos horrible veía para ser el día que
era: un tampón, y te juro que lo pasé fatal. Casi no recordaba ni cómo tenía
que ponérmelo con aplicador, y mientras lo introducía sentía cómo iba rascando
toda mi pared vaginal (sí, aunque te lo pongas con aplicador se la lleva
igual). Notar que tenía eso dentro puesto me daba escalofríos.
Y
ahora, la pregunta del millón: ¿se puede perder un tampón en la vagina?
Nooooooo.
Aunque muchas mujeres piensen que sí, que la vagina es un tubo infinito, una
especie de agujero negro donde hay cosas que entran, pero nunca salen, esto no
es así. La vagina tiene un tope y nada puede perderse dentro.
No
es la primera vez que una mujer acude a urgencias porque «ha perdido un tampón
en su vagina». Aquí pueden pasar dos cosas:
Que
el tampón esté en el fondo de la vagina porque haya subido más de la cuenta y
no alcances con los dedos a tocarlo (con el movimiento y los propios nervios
esto puede pasar), y simplemente haya que dejar que pase un ratito, relajar el
suelo pélvico o incluso hacer pujos muy ligeros para ayudarlo a bajar.
Que
de verdad el tampón no se encuentre en la vagina porque haya caído en algún
esfuerzo en el retrete, por ejemplo, haciendo caca, y no lo hayas visto. En
este caso, si metes los dedos hasta el fondo y tocas el cérvix y el tampón no
está, es que seguramente habrá salido. Pero el útero no absorbe tu tampón ni
este entrará a través del cérvix, de eso puedes estar segura.
Otra
situación frecuente es la de: «He olvidado el tampón en la vagina». ¡Ojo con
olvidar los tampones! Puede crear una infección en la vagina terrible. Apareces
en la consulta de urgencias con un flujo de color marrón grisáceo, un olor a
podrido y unos picores tremendos, y resulta que lo que ha pasado es que se te
ha olvidado un tampón dentro. Sí, esto puede pasar.
Compresas
o salvaslips
Tampoco
me gustan como opción de higiene menstrual. No se introducen en la vagina, pero
también absorben el flujo menstrual y la humedad. Y están compuestos de
plásticos, blanqueantes y perfumes que no vienen nada bien para tu microbiota.
Como
opción podríamos usar las compresas o salvaslips de tela. Serían la alternativa
a las compresas convencionales, ya que se fabrican con algodón ecológico y
están libres de sustancias tóxicas e ingredientes que afectan a nuestra mucosa
y microbiota. Suelen ser hipoalergénicas para evitar reacciones alérgicas o
picores y también se lavan y son reutilizables.
Se
deben lavar con agua fría y evitar el uso de suavizantes o perfumes, porque lo
que le echas a la tela, después va a tu vulva.
COSITAS
IMPORTANTES A TENER EN CUENTA EN LOS PRODUCTOS MENSTRUALES
(sobre
todo los convencionales)
•Cuanta
más absorción, peor. Las mujeres que tienen sangrados abundantes tienden a
utilizar tampones y compresas de máxima absorción para poder aguantar más con
ellos, esto significa que también tendrán más potencia para absorber nuestra
humedad y los podremos tener más tiempo puestos porque estaremos «más seguras».
•A
más tiempo puesto, peor. Es muy importante tener presente los tiempos de cada
producto menstrual. No más de 4-6 horas los tampones, ni 6-8 horas las
compresas. La copa menstrual podrás tenerla hasta 10-12 horas.
•Síndrome
del shock tóxico. El SST es una enfermedad muy grave pero muy poco común si se
tiene una higiene correcta. Aparece por la bacteria Staphylococcus aureus
(estafilococo) que está presente en nuestra mucosa vaginal. Esta puede crear
una infección si sobrecrece exageradamente en situaciones menstruales, ya que
la sangre menstrual es un caldo de cultivo para que proliferen bichitos si lo
permitimos. Podría ocurrir en situaciones en las que llevamos un tampón puesto
más tiempo del indicado, usamos tampones muy absorbentes o utilizamos la copa
menstrual durante todo el día (más de 12 horas). Obviamente, esto no quiere
decir que si lo haces una vez vaya a sucederte, pero sí que habrá más
probabilidad, así que, para curarte en salud, haz un uso adecuado de los
productos de higiene menstrual.
Hablemos
de la copa menstrual
La
copa menstrual, a diferencia de los tampones, no absorbe, sino que recoge el
flujo menstrual. Irrita menos las paredes de la vagina y es mucho más
recomendable para las mujeres que tienen cándidas o infecciones de repetición
(y para las que no también, sin duda), porque no altera la microbiota ni las
mucosas. Es más respetuosa con el medio ambiente ya que no genera residuos en
cada menstruación y, además, supone un ahorro económico, que ojito el dineral
que puedes dejarte en productos de higiene menstrual. La copa puede llegar a
durarte hasta diez años si la cuidas adecuadamente.
Aunque
es un método de higiene menstrual cada vez más conocido, todavía tenemos muchas
dudas sobre ella.
La
copa menstrual se coloca en el interior de la vagina y recoge la sangre
menstrual que va expulsándose. Me encanta no solo por la opción de higiene
menstrual, sino porque te obliga a tocar tu vagina, ver tu sangre, conocer tu
vulva y relacionarte con ella…
Consejos
para colocarla
Sé
que te puede parecer una gran aventura y que solo pensar en ello te produzca un
poco de miedo, y es posible que estés preguntándote: ¿cómo narices voy a
meterme eso tan grande en la vagina sin… estar excitada?
Lo
primero que quiero decirte es «calma». Puede salirte a la primera o puede
requerir varios intentos, no pasa nada. Puede llegar a ser muy frustrante,
pero, como todo, se aprende y se consigue la técnica. Tu técnica. Yo solo te
puedo dar consejos generales, pero serás tú la que veas cómo te resulta más
fácil y cómodo ponerla.
Lo
segundo: utiliza lubricante. Facilita muchísimo la inserción y que se abra
dentro.
Lávate
bien las manos antes de empezar, y cuidado si tienes las uñas largas: asegúrate
de que también están limpias por dentro y ve con cautela no vayas a
pellizcarte.
Las
posturas que más me gustan son sentada en la taza del váter, de pie con una
pierna encima de la taza, o si en esas te resulta muy complicado, puedes probar
de cuclillas o tumbada en el suelo con las piernas dobladas en el pecho.
Ve
lo más tranquila y relajada posible, después de haber ido al baño o tras darte
una ducha calentita. Recuerda que, si tienes tensión, tu vagina estará rígida y
no serás capaz de introducir la copa menstrual fácilmente y puedes hacerte
daño.
Hay
varias formas de doblar la copa, las más conocidas en C o en S/flor. Pliégala
como más fácil te sea. A mí, personalmente, la forma que más me gusta es en C.
La doblas y la introduces en la vagina. No hace falta que la subas muchísimo,
pero tampoco la dejes en la entrada de la vagina porque, si no, no se abrirá y
además te puede molestar.
Siempre,
siempre, siempre debes comprobar que la copa menstrual se ha abierto del todo.
¿Cómo? metes el dedo y rodeas la copa entera, comprobando que no hay ninguna
doblez.
Ahora
hay muchos tipos de copas menstruales, adaptadas a cada mujer, su vagina y su
cérvix. Puedes investigar cuál es la más adecuada para ti.
¿Cómo
quitártela?
Si
ponerla te puede parecer una aventura, ¡quitarla parece un deporte de riesgo
aterrador! No te preocupes, también es más sencillo de lo que te piensas.
Una
vez más: manos limpias y keep calm. Busca tu postura cómoda (la que te haya
gustado para ponértela imítala para quitártela).
No
debemos tirar nunca de ella, sino romper el vacío. Mete el dedito y presiona
desde el lateral de la copa hacia dentro. Escucharás un «pop» suave. Con el
resto de los dedos engancha la base de la copa y tira suavemente hacia fuera.
Es muy importante que rompas el vacío antes de sacarla, para que salga
fácilmente y evites dañar los músculos de tu suelo pélvico.
Preguntas
y curiosidades
1. La
copa no se va a perder ni a quedar atrapada en la vagina.
No
te preocupes si no la alcanzas o se te sube para arriba. Lo primero que puedes
pensar es que se puede perder o dar la vuelta, pero ninguna de esas
posibilidades es real, como con los tampones. Es la tensión la que puede hacer
que la copa ascienda o que no salga.
Cálmate,
ponte una canción y canta, date una ducha relajante o medita. Busca relajarte
para que la vagina también lo haga, y, después, procede a quitarte la copa.
No
es la primera vez que una amiga o una paciente me llaman aterradas diciéndome
que se les ha quedado atascada la copa menstrual y no son capaces de sacársela.
Todo se arregla con un poquito de distracción y unos cuantos consejos para
relajar tu vagina.
2. Copa
menstrual y DIU (dispositivo intrauterino), ¿son compatibles?
Sí,
pero has de tener cuidado con la extracción de la copa (también sin DIU, pero
aún más con él). Ya que si tiras sin romper el vacío podrás arrastrar el DIU
con la copa (no es la primera vez que lo veo, recuerdo que una de mis amigas a
los pocos meses de haberse puesto el DIU, me mandó una foto con él en la mano.
Salió al quitarse la copa menstrual). Esto no es algo frecuente, pero puede
pasar si no se cuida la forma en que se quita la copa.
3. Dormir
con ella, ¿sí o no?
Este
tema ha generado mucho debate en los últimos años, y la realidad es que no hay
ningún tipo de evidencia científica (como de muchas otras cuestiones), pero
esto no quiere decir que no se puedan hacer recomendaciones en base a nuestra
experiencia o pensamiento profesional. Mi opinión, como las que os doy con
respecto a muchas otras cosas, es que mientras no se demuestre lo contrario, se
ha de individualizar. Muchas compañeras de suelo pélvico recomiendan que ninguna
mujer duerma con la copa menstrual por la noche, ya que esto genera tensión en
el suelo pélvico… Sin embargo, a muchas mujeres les ayuda a dormir mucho mejor
y más cómodas, porque las hay que tienen sangrados nocturnos muy abundantes y
tienen que estar pendientes de no manchar la cama, de poner una toalla, de
cambiarse de bragas menstruales/compresa y al final no duermen bien. Entonces,
si estas mujeres no tienen ningún problema de suelo pélvico, ¿cuánto les
afectará dormir dos/tres noches al mes con la copa menstrual respecto a los
beneficios que puedes darle? Para mí la calidad del sueño es incuestionable y
prevalece por encima de casi todo.
Creo
que no debemos caer en el reduccionismo y la generalización, y hemos de
acostumbrarnos a individualizar y partir del «depende», incluso cuando hay
cierta evidencia.
Yo,
por ejemplo, antes sangraba mucho de noche, y la copa menstrual me libraba de
manchar las sábanas. Porque sí: me ponía bragas menstruales y una toalla, pero
las bragas se mueven y acababa manchando por un lateral que filtraba hacia
abajo, y como hacía el tornillito con la toalla, finalmente manchaba las
sábanas. Y sííí, que no pasa nada, que es sangre, que se limpia. Pero las
manchas no siempre salen tan, tan, tan bien como nos gustaría, y, sinceramente,
prefiero no tener las sábanas y el colchón manchados.
Ahora
que prácticamente por la noche no sangro y he empezado a incorporar en mi vida
el sangrado libre, duermo los dos días de mayor intensidad con bragas
menstruales, por si acaso, y el resto sin nada, porque el sangrado llega cuando
me despierto y voy directamente al baño.
4. ¿Cómo
cuidar la copa menstrual?
Debes
lavarte las manos siempre antes de manipularla y hervirla antes de usarla en el
siguiente ciclo. (Puedes hervirla al acabar la regla y antes de ponértela en la
siguiente). Puedes hervirla en un bol en el microondas, una cazuela en la vitro
o comprarte un hervidor para microondas. No debes tenerla más de tres minutos
para que no pierda sus propiedades.
Entre
reglas guárdala en una bolsa de tela de algodón (nunca de plástico) para que se
conserve mejor y no coja malos olores ni se estropee.
Cuando
te la cambies durante la regla lávala con agua (no es necesario el jabón) y
retira todos los restos de sangre que hay en los pliegues y en los agujeritos.
Si
tienes animales, no la dejes cerca de ellos. Y esto te lo digo por experiencia,
¡la perra de mi ex se comió una copa menstrual! Además, puede parecerles un
juguete apetecible y pueden mordisquear. Por otro lado, el pelo y el polvo no
serán buenos amigos de la copa.
5. ¿Hay
riesgos para tu suelo pélvico por usar la copa menstrual?
Realmente
no hay nada demostrado científicamente. Lo que sí recomendamos desde la
fisioterapia de suelo pélvico es que la uses correctamente, sacándola con
cuidado y rompiendo el vacío para no tirar de la musculatura de suelo pélvico,
y tengas una higiene correcta de ella.
6. ¿Es
normal que se salga cuando hacemos caca o estamos entrenando?
La
copa no debería salirse ni un poquito ni haciendo caca ni haciendo esfuerzos
físicos. Esto puede indicar inestabilidad o debilidad de tu musculatura u
órganos del suelo pélvico.
7. ¿Cuándo
no debemos usar la copa menstrual?
Aunque
la copa menstrual me guste mucho, no siempre será el mejor método de higiene
menstrual.
Si
tienes tensión en tu suelo pélvico (hipertonía de suelo pélvico) o dolor dentro
de la vagina o endometriosis, la copa puede aumentar la presión en él y
empeorar tu sintomatología. Siempre será adecuado valorar tu situación y ver
cómo te sientes con ella puesta, y, por supuesto, que tu fisioterapeuta te
aconseje.
En
el posparto inmediato tampoco es recomendable introducir nada en la vagina, ni
en las siguientes semanas hasta que te hayan valorado tu suelo pélvico
(¡recuerda acudir siempre a una fisioterapeuta de suelo pélvico!).
Si
te produce dolor, ¡FUERA! No mantengas nada dentro de tu vagina que te cause
molestias.
Si
tienes vaginismo o dolor en la entrada de la vagina, ¡no hay nada que forzar!
Si
estás cursando con una infección vaginal, o infección de orina y tienes picor o
escozor, cuidado, la copa podría aumentar tus síntomas.
8. ¿Y
los agujeritos de la copa?
Seguro
que alguna vez te has preguntado para qué sirven. Pues están para ayudar a la
copa a abrirse y sellarse mejor dentro de tu vagina. Es importante también
limpiar esos agujeritos, donde es más fácil que se acumule la sangre menstrual.
Puedes hacerlo con un cepillo dental o llenándola de agua hasta arriba, tapando
el borde superior y apretándola para que el agua salga a través de los
agujeros.
¡Ah!
Y no tires tu copa menstrual antes de tiempo si:
•Está
decolorada o huele regular. Recuerda que la sangre contiene hierro y puede ser
el responsable. Si tienes una buena higiene de la copa y no la dejas más de 12
horas en tu vagina no hay ningún problema.
•Si
se te cae al WC. ¿Alguna vez te ha pasado? ¡A mí sí! Vuelve a hervirla y
esterilizarla y ¡ya está!
Y
si la copa menstrual no te gusta, no te apañas con ella, no te resulta cómoda,
o no la ves para ti… ¡No pasa nada! Hay otras opciones también estupendas. Pero
sí que sí te recomiendo relacionarte con tu suelo pélvico y tu sangre
menstrual.
Bragas
menstruales
Oro
puro para las mujeres menstruantes también. Fabricadas de tejidos absorbentes,
ecológicos y antimicrobianos (y si no, no la cojas).
Es
una alternativa cómoda, reutilizable y saludable para convivir con tu
menstruación. Puede que sea tu opción menstrual favorita, o que las uses como
alternativa a la copa, o las emplees indistintamente. Los tiempos hay que
respetarlos igual, porque, aunque el material es más saludable con tu
microbiota, el contacto con la sangre menstrual continúa.
A
mí me gustan como opción para el primer día y el último, que mancho poquito,
para cuando hago sangrado libre en casa y tener «por si acaso», y, por
supuesto, para dormir.
Para
su higiene: lávalas sin suavizante y mejor en frío.
Bañador/bikini
menstrual
Bragas
menstruales versión baño. Divinas. Alternativa maravillosa para bañarte
libremente con la regla y así no tener que usar tampones o copa menstrual.
El
paraíso para las mujeres que tienen vaginismo o dolor en la vagina: porque ya
sea tampón o copa, siempre hay que introducir algo en la vagina, y no todas las
mujeres quieren o pueden hacerlo. Así que el bañador menstrual es la luz para
que todas ellas puedan disfrutar de sus baños en la piscina, en la playa o en
el spa, cada día del ciclo, sin importar si sangran o no.
Lo
único que te recomendaría es cambiártelo también con cierta frecuencia, no
quedarte con el bañador mojado mucho tiempo (así que deberías de tener al menos
dos), y si tienes dudas, es mejor que pruebes antes si el que eliges sostiene
toda tu regla y eso te va a hacer estar incómoda. Es guay que calcules antes
cuánta absorción tienen y cómo se comportan en tus días de mayor sangrado, para
ahorrarte sustos.
Esponjas
marinas menstruales
Son
unas esponjas que se introducen en la vagina, pero no tienen nada que ver con
un tampón. Son biodegradables y reutilizables. Son superinteresantes para
usarlas en las relaciones sexuales cuando quieres tener penetración y la sangre
te molesta. ¡Pero, cuidado, no son un método anticonceptivo!
He
de decir que no son mi opción favorita, pero considero que son mucho más
saludables que los tampones.
La
mayor dificultad reside en sacarla. A veces, sobre todo si se ha introducido
algo en la vagina, quedan muy arriba y alcanzarla te lleva un poquito más de
tiempo, aunque es una opción maravillosa para seguir conociendo tu vagina y
terminar de comprender la idea de que «no es un agujero negro».
Sangrado
libre
Me
encaaaaaaaaanta el sangrado libre, free bleeding. Es mucho más que sangrar
libremente, como sería la traducción al español. El sangrado libre es una
conexión física y mental con tu cuerpo, con tu suelo pélvico y con tu útero,
donde eres capaz de sentir y atender las señales que este te manda cuando
quiere liberar sangre.
No
es lo que muchas personas piensan «sangrar sin llevar nada puesto y manchar
todo» ni «decidir cuándo sangras y cuándo no», ni siquiera «retener la sangre
apretando la vagina todo el tiempo que quieras hasta ir al baño a expulsarla».
Es
un método de autoescucha y autoconocimiento donde sientes cuándo el útero está
contrayéndose para expulsar sangre y donde contraes el suelo pélvico para
retenerla y vas al baño en cuanto tienes la posibilidad para expulsarla (pero
no se trata de retenerla durante horas, no tiene ningún sentido, sino de
aguantarla lo justo hasta llegar a un baño para dejar que fluya).
Piensa
que menstruar no es tener un grifo abierto donde sale sangre continuamente,
sino que el útero se contrae y expulsa la sangre menstrual a pulsos. El camino
para conectarte con tu útero es precioso, y algo difícil. El sangrado libre es
un método que se aprende y se entrena, y necesita tiempo, mucho tiempo. No lo
consigues de la noche a la mañana. No vale con sentarte un día y contraer tu
suelo pélvico. Pero así sucede con muchas cosas en la vida, ¿no?
Cuando
empiezas a sangrar libremente, incluso aunque todavía no busques esa sensación
porque estás utilizando un método de higiene menstrual, lo notas. Porque esa
conexión forma parte de ti. Porque la integras. Igual que no tienes que estar
concentrada para sentir las ganas de hacer pis o las ganas de hacer caca,
tampoco tendrás que estarlo para sentir que tu útero se contrae (cuando llevas
mucho, mucho, mucho tiempo).
Es
un método que me gusta y que practico casi siempre que estoy en casa
menstruando. No es algo que aplique a cada día de mi vida, porque cuando estoy
fuera, aunque note la contracción, no me gusta tener que estar pensando en
dónde hay un baño para menstruar y que mi vida se vea condicionada por ello, o
tener que mantener el suelo pélvico contraído sujetando, y mucho menos con la
hipertonía de suelo pélvico con la que todavía convivo.
Como
para todo, cada una tiene sus gustos, sus situaciones y toma sus decisiones.
Pero, sinceramente, recomendaría a toda mujer que lo intente, aunque solo sea
por conectar con su cuerpo. Es una herramienta de autoconocimiento más, y,
además, muy mágica.
La
regla en verano
¿Y
los baños en el agua con la regla qué? Esta es otra de las preguntas
habituales.
Mis
opciones favoritas son la copa y el bañador menstrual, pero si decides usar
tampones, ten en cuenta que también se llenan de agua y el cordoncito se queda
mojado. Y recuerda que la humedad no es buena compañera. Así que si usas
tampones en el verano y estás continuamente en el agua, cámbiatelo con más
frecuencia (lo más recomendable es después de cada baño, si pasa mucho rato
entre un chapuzón y otro).
No
existe un método de higiene menstrual perfecto para todas (¡y aquí reside la
magia de la diversidad!). Por suerte, cada vez tenemos más alternativas para
menstruar de manera cómoda y saludable. Debes elegir el mejor método que se
adapte a ti (y no tú al método) y a tu situación. ¡Y a disfrutar de la menstruación!
7
LA IMPORTANCIA DE UN INTESTINO SANO
Todo empieza en el intestino. Unos dicen que es nuestro segundo
cerebro, otros que es el primero, pero el caso es que es nuestra joya de la
corona. Es la base de la salud de todo nuestro cuerpo. Necesitamos un intestino
sano para que todo lo demás funcione correctamente. El intestino es la clave
del equilibrio hormonal y del buen funcionamiento de nuestro sistema inmune.
Y veo importantísimo dedicar un espacio al intestino porque es un
eslabón imprescindible en el cuidado de nuestro ciclo menstrual, de nuestras
hormonas, de nuestra vulva y de nuestro cuerpo al completo. Es tan alucinante
como complejo, y no es viable profundizar demasiado porque tendríamos que
explicar muchísimos conceptos. Pero sí que vamos a entender la importancia del
papel del intestino y cómo puede repercutir en nuestra salud hormonal y
vaginal. ¿Y sabes dónde empieza a forjarse esto? Cuando estamos en el vientre
de nuestra mamá, en el útero materno, e influirá si es parto o cesárea, si ha habido
lactancia materna o no, cómo se encuentra la madre… ¿Sabías que en algunos
países, cuando se realiza una cesárea, introducen una gasa estéril en la vagina
de mamá y cuando sacan al bebé, le impregnan la carita con esta gasa, para
intentar que sea lo más parecido al parto vaginal y que pueda tener contacto
con la microbiota vaginal? Curioso, pero cierto.
En el intestino y su microbiota están la mayor parte de nuestro
sistema inmunitario cuando somos adultos, y regulan muchísimas funciones
fisiológicas de nuestro cuerpo. Cuando hay un desequilibrio en la microbiota
intestinal o una enfermedad intestinal pueden desarrollarse alteraciones
hormonales o enfermedades autoinmunes, metabólicas y/o influir en el estado de
nuestra salud mental. De ahí la existencia del eje intestino-cerebro.
EJE
MICROBIOTA-INTESTINO-CEREBRO
Existe
el eje microbiota-intestino-cerebro, que es la conexión bidireccional entre el
intestino y el sistema digestivo y el cerebro y el sistema nervioso central, en
donde vemos la importancia y la influencia del intestino para el cerebro y
todas las vías de comunicación que existen. El 80 por ciento de esta
comunicación se realiza a través del nervio vago vía aferente, es decir, de
abajo arriba; depende de la información que le llegue al cerebro dará una
respuesta u otra, en función del estado de nuestra microbiota. El 20 por ciento
restante es la comunicación vía eferente, de arriba abajo. Esta vía lo que hace
es que el cerebro disminuya la inflamación local que puede haber en el
intestino, también va a reducir la permeabilidad intestinal, mejorando la unión
de los enterocitos y, por último, modular la microbiota.
¿Alguna
vez se te ha alterado tu ritmo de caca cuando te has ido de viaje? ¿Alguna vez
tus nervios te han hecho salir corriendo al baño? Nuestras emociones, nuestro
estado de nervios o de calma, afectan a nuestro intestino. Este eje con ese
camino de doble sentido explica muchísimos sucesos que nos ocurren en el
cuerpo.
Para
que puedas hacerte una idea de la importancia y la gravedad al mismo tiempo,
una disbiosis intestinal puede contribuir a la ansiedad o a la depresión, entre
otras muchas cosas.
ESTAR ESTREÑIDA NO
MOLA NADA
Aunque
pensemos que ir a hacer caca en lugares que no son nuestra casa o que tener que
perder tiempo antes o después de salir a nuestro ritmo frenético no mola, mola
mucho menos ir estreñidas por la vida. No puedes sentirte bien con kilos de
mierda estancados en tu intestino.
Se
dice que el estreñimiento es la afección en la cual la persona va menos de tres
veces en la semana a hacer caca. ¡¿Tres veces?! Sinceramente, no me puedo creer
que haya que esperar a ir menos de tres veces para considerar que tenemos
estreñimiento.
¿Cómo
olería tu cocina si dejas la bolsa de basura orgánica tres días sin sacarla?
Pues imagina tu intestino.
Al
baño debemos ir cada día, y si no son los siete días de la semana, hasta seis
te lo compro, pero no más. Si este punto no lo cumples, o si ir al baño te
supone un suplicio, ya sea porque necesitas reservar un hueco de dos horas en
tu agenda, o porque la caca es muy dura y te cuesta más cagar que entrenar, te
duele tanto expulsarla como si tuvieras almorranas o no eres capaz de vaciar de
una vez y necesitas ir varias veces… tu ritmo de baño no es el adecuado.
Las
heces no dejan de ser sustancias de desecho que pueden hacer daño a nuestro
cuerpo si se quedan estancadas.
Yo
ya te he contado que soy fan de la caca, porque la caca es vida, y el problema
no viene de hacer caca sino de no hacerla.
¿Conoces
cómo es tu caca? No todas las cacas son iguales
La
forma, el color y el olor de tus heces también dice mucho de la salud de tu
intestino.
¿Tú
sueles observar tu caca? Si lo haces o lo has hecho alguna vez, ¿sueles hacerlo
a diario? Yo sí. Desde bien pequeña miro el retrete para ver cómo es mi caca,
aunque a veces el papel higiénico la tapa y pienso: «Jo, tenía que haber mirado
antes». Puede que estés pensando: vaya tía guarra esta. Pues yo te digo que
observar tu caca, al igual que hacerlo con tu sangre, te proporciona muchísima
información sobre tu salud intestinal. De hecho, no solo el aspecto, sino
también la facilidad o dificultad con la que la haces y el olor que tiene te
puede revelar muchas cosas. Porque, aunque la caca tenga la fama de oler mal,
esto no es del todo cierto. La caca, obviamente, no huele a rosas, huele a
caca, pero no debe ser un olor apestoso que dure horas en el baño o que
intoxique a cualquiera que entra. Tampoco debe manchar mucho el papel, como una
pasada, pero no tenerte que pasar el papel cinco veces para que salga limpio.
¡Ah!
Y no debemos encontrarnos cachos de comida sin digerir. La caca debe ser
uniforme.
Al
cuento y al caso, si sueles observar tu caca frecuentemente, ¡maravilloso!
Sabrás cómo suele ser y podrás detectar alteraciones en ella.
Si
no lo sueles hacer, te invito a que pruebes.
¿Sabías
que hay una lista para clasificar los tipos de caca?
Se
llama escala de Bristol y en ella puedes encontrar diferentes tipos de caca. ¿A
cuál se suele parecer la tuya? Veamos cuáles son:
•Tipo
1: bolitas separadas, que suelen ser duras y difíciles de expulsar. Tipo cabra,
decimos. ¿Alguna vez has ido al pueblo de tu abuela o a una ruta por el campo y
te has ido encontrando montoncitos con bolitas de caca redondas? Esas cacas son
de cabra, así que la similitud y la comparación son perfectas.
•Tipo
2: forma de salchicha, pero hecha de diferentes pedazos. Vamos, que estarían a
un pelo de deshacerse en varios trozos.
•Tipo
3: forma de salchicha, pero con grietas en la superficie.
•Tipo
4: forma de salchicha o serpiente, pero compacta, lisa y suave.
•Tipo
5: trozos pastosos con bordes bien definidos y delimitados.
•Tipo
6: fragmentos blandos y esponjosos, como con aire, y bordes irregulares.
•Tipo
7: líquida, sin pedazos sólidos.
Si
tu intestino está sanote, sanote, tus heces deberían ser del grupo tres, cuatro
y cinco. El cuatro es el óptimo, el más uniforme. Si tienes estreñimiento son
heces tipo 1 y tipo 2, y si tienes diarrea, estas serán más fáciles aún de
identificar: tipo 6 y tipo 7.
Ah,
y tu caca no debe flotar. Y mucho menos oler muy mal, como los pedos. Si dejas
una peste en el baño que echa para atrás, posiblemente tu intestino esté algo
regular.
¿Por
qué motivos podrías estar estreñida?
1.Por
una mala o insuficiente hidratación y/o falta de electrolitos. Necesitamos
beber suficiente agua para que nuestras heces tengan la consistencia adecuada,
hidratándolas y facilitando su salida.
2.Mala
postura al hacer caca. De esto ya te hablé largo y tendido en el capítulo 3,
¡así que, si necesitas recordar, corre a él!
3.Una
baja ingesta de fibra, verduras y frutas. La fibra mejora el tránsito
intestinal, siendo además alimento para su microbiota (pasa por el estómago sin
descomponerse), y favorece la eliminación de los estrógenos.
4.Déficit
de magnesio. El magnesio regula el tránsito intestinal.
5.Desequilibrios
en la microbiota o patologías intestinales: SIBO, LIBO, permeabilidad
intestinal, cándidas; hipodiversidad en la microbiota…
6.Sedentarismo,
poco ejercicio o poco movimiento diario: tu intestino necesita que te muevas
para moverse él.
7.Problemas
de suelo pélvico: si nuestro suelo pélvico tiene mucho o poco tono, si no
tenemos una buena sinergia anorrectal, si hay mucha tensión visceral, también
podemos tener estreñimiento.
8.Una
tiroides poco activa que ralentice el peristaltismo (movimiento del intestino)
y el tránsito intestinal. Ojo, el intestino también puede afectar a la
tiroides.
9.Estrés,
ansiedad o problemas emocionales. Para hacer caca necesitamos activar nuestro
sistema parasimpático. Si estamos en modo lucha o huida continuamente por el
motivo que sea, tu cuerpo no encontrará el espacio tranquilo y seguro para
mandarte a hacer caca.
10.Malos
hábitos defecatorios: todos los que hablamos en el capítulo 3.
11.Si
tomamos algunos medicamentos o padecemos alguna enfermedad, nuestro ritmo
defecatorio también podría verse afectado.
Durante
la etapa fértil, con los cambios hormonales a lo largo de las fases del ciclo
menstrual también podemos tener unos días de estreñimiento en la fase lútea por
la progesterona (te explico y desarrollo los motivos en el capítulo 4). Si este
estreñimiento es light no le daremos importancia, pero si te tiras cinco días
sin cagar aun cuidando todos los hábitos defecatorios, habrá que valorarlo.
CUANDO TU INTESTINO
NO ESTÁ BIEN
Vivimos
normalizando muchísimos síntomas que no son normales a nivel digestivo,
simplemente por el hecho de que en el médico te dicen que es normal, o
conocemos a mucha gente que convive con ellos. Tu intestino no está bien si:
•Te
levantas por la mañana con la barriga plana, y a lo largo del día, conforme vas
ingiriendo alimentos, la barriga se va inflamando y sientes dolor.
•Estás
todo el día hinchada o con malestar.
•Tienes
gases todos los días, con o sin olor.
•Tienes
digestiones lentas y pesadas, además de reflujo o ardor.
•Tienes
heces que manchan y con grasa «esteatorrea».
•Tienes
episodios de diarrea o estreñimiento.
•Tienes
náuseas, vómitos o falta de apetito.
•En
cuanto comes algo fuera «de tu dieta» te hinchas o te sientes mal.
•Tienes
problemas para perder peso, o te sientes inflamada.
•Tienes
carencia de vitaminas D, A, E o B12 o de EPA, DHA, hierro, etc.
Si
tienes uno o más de estos síntomas, tu intestino no está bien.
Y
aunque te metan en el saco del SII (Síndrome de Intestino Irritable), realmente
detrás de esto puede haber:
•Falta
de ácido clorhídrico.
•Disfunción
pancreática exocrina por su incapacidad de producir enzimas digestivas.
•Problemas
en la producción de bilis.
•Sobrecrecimientos
bacterianos o disbiosis intestinales.
•Permeabilidad
intestinal.
•Helicobacter
pylori.
•Parásitos.
•Cándida.
•Déficit
de vitamina D.
•Hiperestrogenismo.
•Hipotiroidismo.
•Celiaquía
o sensibilidad al gluten no celíaca.
•Mala
tolerancia a otros alimentos.
Y
todos se pueden y se deben tratar de una manera integrativa y completa. Pero
para eso hace falta una buena valoración y un profesional actualizado.
Además,
cuando estos problemas se tratan, deben hacerse tratamientos adecuados y
completos, que suelen tener una duración un poco larga. Se necesita tiempo,
paciencia y mucho amor. No se pueden trabajar solo «atacando» al origen o
haciendo un tratamiento para paliar síntomas, sino todo al completo: una
limpieza, una cura y una repoblación. Si en tu jardín nacen «malas hierbas» (no
me gusta nada este concepto, porque simplemente son hierbas invasoras
diferentes que no quieres que estén en tu jardín), pero tú quieres plantar
girasoles, no solo vale con plantarlos. Tendrás que arrancar las hierbas que no
quieres que estén, plantar los girasoles y nutrir y regar bien la tierra.
PROBIÓTICOS Y
PREBIÓTICOS
De
pequeña estos dos conceptos se me hacían muy complicados de diferenciar:
probióticos son los bichitos (microorganismos vivos para repoblar nuestra
microbiota) y prebióticos son el alimento para esos bichitos.
Como
probióticos naturales podemos encontrar fermentos como el kéfir, el chucrut,
kimchi, kombutxa, y como prebióticos, por ejemplo, el almidón resistente del
arroz y la patata cocidos y enfriados, el plátano macho verde, las verduras y
legumbres… Ambos pueden ser muy beneficiosos, siempre y cuando sean los
adecuados. Una persona sana podría incluir estos alimentos en su alimentación
para asegurar un buen cuidado de su microbiota, pero personas con patología intestinal
deberán tener cuidado, puesto que sus síntomas podrían empeorar.
Cuando
hacemos una toma de antibióticos es básico tomar paralelamente unos
probióticos, porque los antibióticos matan las bacterias malas, pero también
las buenas, y si no reforzamos esa barrera protectora, podremos volver a
infectarnos, como hemos contado en anteriores capítulos. ¿Y vale cualquier
probiótico para cualquier patología? No. Hay muchísimas cepas diferentes con
funciones distintas dependiendo de la persona y la situación. Así que mi
recomendación es que todo problema debe ser valorado por un profesional que te
acompañe y te paute el tratamiento adecuado.
Conocemos
una parte muy, muy, muy pequeñita del mundo de la microbiota en relación a
toooodo lo que nos queda por descubrir. Pero lo que sí sabemos, es que, como
hemos contado al principio, las alteraciones intestinales pueden causar daños
en el resto del cuerpo.
¿ALGUNA VEZ TE HAN
DIAGNOSTICADO SÍNDROME DEL INTESTINO IRRITABLE?
El
síndrome del intestino irritable es el cajón de sastre y sin fondo en donde
meten todas las alteraciones intestinales que no saben dónde incluir. La
Sociedad Española de Gastroenterología lo define como conjunto de síntomas para
los que no encontramos una causa subyacente clara o detectable con las técnicas
diagnósticas hoy disponibles.
¿Para
las que no encuentran o para las que no buscan? Detrás de este «síndrome» se
esconden una falta de funcionalidad del páncreas exocrino, una disbiosis
intestinal, SIBO, IMO, SIFO y un largo etcétera… Y un: «Esto lo tendrás toda la
vida».
Si
has sufrido alguna patología intestinal, sabrás que es realmente molesta y
agotadora, y disminuye tu calidad de vida una barbaridad. Y si no la has
vivido, ya te lo cuento yo. Me he tirado media vida arrastrando problemas intestinales
para arriba y para abajo. Muchos, muchos años de estreñimiento —siempre lo
achacamos a que era heredado de mis abuelas porque las dos eran muy
estreñidas—, y buscábamos solución en pastillas de fibra que prácticamente no
me hacían nada. Una vecina me habló de las infusiones laxantes de Sen, que se
volvieron controladoras de mi ritmo intestinal: si me venía bien cagar, me
tomaba la infusión, si no me venía bien, no me la tomaba y por tanto no iba.
Pero lo peor eran los cólicos producidos por los gases que me hacían retorcerme
(si no has experimentado nunca ese dolor, pensarás que exagero, pero no es así)
y que se atenuaban cuando me acostaba. Y luego estaba el dolor lumbar que me
acompañó durante mis años de universidad; qué frustración, un dolor lumbar que
venía de mi intestino, pero que no me «diagnosticaron» hasta varios años más
tarde. Un médico tras otro. Un fisio tras otro. «Tienes mucho tono en el
diafragma, cuadrado lumbar y erectores», me decían. Una tensión que liberaban
pero que al día siguiente estaba igual. Recuerdo perfectamente la zona del
dolor y cómo a veces se me irradiaba hacia la ingle o hacia el pie, y lo
frustrada que me sentía con la medicina (una vez más) porque no se interesaban
en lo más mínimo por investigar de dónde venía…, hasta que apareció uno de mis
profesores de la universidad, Luis Palomeque, que se ofreció a ayudarme y a no
dejarme hasta que me pusiera bien. Así fue. Me trató el intestino y alrededores
durante muchos, muchos meses, y el cambio en mi cuerpo fue brutal, tanto, que
decidí hacer mi TFG sobre el Dolor Referido Musculoesquelético de Origen
Visceral, con Luis como tutor, y fue mi punto de partida de trabajo con el
intestino y la inflamación crónica de bajo grado. Ahí empezamos a ver que el
gluten y los lácteos no me sentaban bien, que mis estrógenos estaban
completamente desequilibrados, y que mis emociones y mi estrés me afectaban
mucho más de lo que pensaba. Desde entonces, mi intestino ha sido y es mi talón
de Aquiles (ya antes lo era, pero no lo sabía) y he tenido épocas de
permeabilidad intestinal, SIBO, inflamación intestinal, mucosas arrasadas… Y
aunque ahora puedo decir que estoy mejor que nunca, cuando tengo una época en
la que mi alimentación es un poco a lo loco, mi estrés es aún más alto o el
sueño brilla por su ausencia… mi pobre intestino es el que más lo sufre.
CONOCE UN POQUITO
MÁS EL SIBO
El
sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado o SIBO es una de las
patologías más comunes. Se trata de un tipo de disbiosis donde, como su nombre
indica, hay un sobrecrecimiento de microorganismos. Los síntomas pueden ser
muchísimos: gases continuos que cuesta expulsar, gases olorosos, dolor de
tripa, hinchazón o distensión abdominal, alteraciones en el ritmo de ir a hacer
caca, ya sea en modo estreñimiento o en modo diarrea, o ambas.
En
muchas ocasiones, también convivimos con un sobrecrecimiento de la Helicobacter
pylori, para lo que nos dan unos antibióticos superfuertes que nos dejan el
estómago doblado y ya está, o una falta de ácido clorhídrico no diagnosticado
donde nos vamos con la receta del omeprazol de por vida.
Y
así nos quedamos con que esto es lo que nos pasa y que no hay ninguna solución
porque todas las pruebas salen bien. Pero ¿qué pruebas? ¿Alguna vez se han
parado a preguntarnos cómo es nuestra caca? ¿Qué tal dormimos y cuánto estrés
tenemos? ¿Cómo son nuestras reglas? Pues eso…
LA PERMEABILIDAD
INTESTINAL
Aunque
hay muchos médicos que lo niegan, cada vez somos más profesionales de la salud
los que creemos en este tema.
La
pared intestinal separa el interior del exterior y tiene cierta permeabilidad.
Permite el paso de nutrientes y de agua al interior y bloquea el paso de
sustancias patógenas. Si esta permeabilidad se modifica por malos hábitos o una
alteración de la microbiota se facilitará el paso de moléculas que activan
nuestro sistema inmune.
Es
un proceso fisiológico para otorgar más recursos en caso de necesidad, regulado
por una proteína llamada zonulina. Por ejemplo, cuando hacemos ejercicio
físico, aumenta la permeabilidad, ya que necesitamos un mayor paso de glucosa y
otros nutrientes al torrente sanguíneo.
¿Pero
qué pasa cuando una persona tiene un exceso de esta permeabilidad intestinal y
continuamente están abiertas estas compuertas? Pues que van a entrar todos los
antígenos de las cinco comidas que hacen la mayoría de personas y va a haber un
paso de los LPS de las bacterias que estén en la comidas, del gluten, etc. El
sistema inmune va a saber diferenciar, y va a decir: son trozos de comida, no
pasa nada, los eliminamos o los procesamos; pero si esto es continuo, vamos a
tener una avalancha de antígenos y de otras sustancias extrañas. El sistema
inmune se va a poner en alerta encontrando continuamente enemigos y se volverá
hiperreactivo, y reaccionará contra cualquier cosa que detecte, porque ya no
sabe si esto es bueno, agresivo o malo.
¿CÓMO AFECTA EL
INTESTINO A NUESTRAS HORMONAS?
La
parte de la microbiota del intestino que se encarga de la metabolización de los
estrógenos se llama estroboloma (lo podríamos definir como el conjunto de genes
bacterianos especializados en regular el equilibrio entre la correcta
reabsorción intestinal y la eliminación
de los estrógenos).
El
estroboloma regula la cantidad de estrógeno por medio de la secreción de la
enzima ß-glucuronidasa. La acción de esta enzima potencia o disminuye la
reabsorción intestinal de los estrógenos, dependiendo de la cantidad que haya
de esta. Si este tipo de microbioma intestinal está alterado, podemos
encontrarnos con que se produce más o menos enzima de la necesaria. Si se
genera más, habrá más reabsorción intestinal de estrógenos y, por tanto, mayor
riesgo de tener exceso de estrógenos; en el caso contrario, cuando hay menos
enzima de la necesaria, se potencia la eliminación de estrógenos, lo cual es
desfavorable, por ejemplo, en mujeres en perimenopausia, ya que se fabrican
menos estrógenos.
El
estreñimiento es tóxico para nuestras hormonas
Las
heces son sustancias de desecho, y, como hemos visto antes, es de todo menos
sano tenerlas acumuladas ahí durante varios días. Recordando el camino que
hacen los estrógenos cuando ya han realizado su trabajo en las diferentes
partes del cuerpo, pasan por el hígado (que también debe trabajar adecuadamente
para «desactivar» los estrógenos), y después van al intestino para que la
microbiota intestinal, más específicamente el estroboloma, que es la parte de
la microbiota que se encarga de la metabolización de los estrógenos, se
encargue de terminar de desactivarlos y después se eliminarán con las heces o
el pis. Si hay estreñimiento y las heces permanecen mucho tiempo, o la
microbiota no hace su trabajo correcto, por el motivo que sea, los estrógenos
pueden reabsorberse en forma de metabolitos proinflamatorios y dar
sintomatología de hiperestrogenismo. A eso hay que sumar, por otro lado, una
inflamación sistémica de bajo grado que, en muchas ocasiones, nos acompaña y
también condiciona nuestros niveles hormonales.
Así
que, si me preguntas si puedes tener dolor menstrual o síndrome premenstrual
por un problema intestinal, la respuesta es sí. Y sangrado abundante, y
empeorar la endometriosis… Y mucho más.
INTESTINO Y ACNÉ
¿Puedo
tener acné por problemas intestinales?
La
respuesta es que también la salud del intestino afecta a la salud de nuestra
piel, y podemos encontrar relación con el acné, y aquí tenemos que referirnos
al eje intestino-cerebro-piel. Muchas mujeres que tienen acné presentan
asimismo síntomas intestinales. Desde la medicina muchas veces se recurre a la
píldora anticonceptiva o al Dercutane, que es un medicamento que suprime la
actividad y el tamaño de las glándulas sebáceas, para acabar con el acné (y con
otras muchas cosas), sin hacer ningún tipo de intervención en nuestro
intestino. Obviamente, en muchas ocasiones se acaba con el acné, pero no
estaremos abordando la causa y podemos estar dañando otros pilares.
INTESTINO, EMOCIONES
Y ESTRÉS
La
salud mental impacta directamente en nuestro sistema digestivo. Nuestras
emociones y nuestros sentimientos pueden alterar nuestra microbiota, aumentar
la inflamación sistémica y la permeabilidad intestinal. El estrés también puede
provocar disbiosis e inflamación intestinales, permeabilidad y alterar el nervio
vago que controla el movimiento del intestino.
¿INFLUYE EL
INTESTINO EN EL SUELO PÉLVICO?
¡Por
supuesto! Y el suelo pélvico en el intestino también. Están muy conectados y
además muy pegados anatómicamente hablando. La tensión o inflamación de uno
repercutirá en el otro.
Cuando
tenemos gases o hinchazón abdominal hay un aumento de presión intraabdominal
que hace, por ejemplo, que las vísceras intestinales se muevan menos y esto
implica que aparezca tensión. Y cuando hay tensión, puede haber dolor.
Así
que, ¿podría haber dolor en el fondo de la vagina por gases o estreñimiento?
Sí. ¿Podría haber estreñimiento por hipertonía de suelo pélvico? Sí.
De
igual modo, unos malos hábitos defecatorios pueden fastidiar el suelo pélvico.
Apretar mucho cuando hacemos caca genera una presión enorme en el suelo pélvico
hacia fuera, pudiendo aumentar el riesgo de prolapso o incontinencia urinaria;
asimismo contribuirá a las hemorroides o almorranas, así como tirarnos horas
sentadas en la taza (que también podrá hacer que se te duerman las piernas).
Recuerda
cómo debes hacer caca y pon en práctica todos los consejos que te di.
UN
CONSEJO
Mi
compañera y amiga Alicia —y mi mano derecha en todo lo relativo a intestino y
hormonas— os recomienda lo siguiente:
La
mayoría de las personas se creen que para tener una buena salud es suficiente
con llevar una dieta equilibrada y hacer un poco de ejercicio físico. Pues
déjame decirte que esto no es suficiente. Si no dormimos bien y el estado de
nuestra salud mental no es atendido, no estaremos bien.
Me
gusta comparar la salud integral con las cuatro patas de una silla, una sería
la alimentación, otra el ejercicio físico, otra el descanso y otra la salud
mental, si una de estas patas está coja, la silla no se podrá usar.
Hay
personas que llevan una alimentación cien por cien saludable, hacen mucho
ejercicio físico, pero luego, tienen mucho estrés y no duermen; esto no es
salud. Sería mucho mejor, llevar una alimentación más flexible, que no te
genere estrés, estar activos, dar importancia a las horas de sueño y dar
importancia al estado de ánimo. Estas cuatro cosas, evidentemente, no podrán
ser trabajadas siempre al cien por cien, no es real, pero se trata de que estén
lo más equilibradas posible, es mejor que las cuatro estén a un 70 por ciento,
y que no dos al cien por cien y otras dos al 50 por ciento.
ALICIA
RODRÍGUEZ MARCOS
8
SUELO PÉLVICO, ¡LA BASE DE NUESTRO CASTILLO!
Llegamos a un capítulo muuuuy potente. Tan potente como importante.
Suelo pélvico tenemos todas y todos, a todas las edades, y es importante
conocerlo y cuidarnos desde nuestra infancia hasta nuestra vejez.
Probablemente si te pregunto qué conoces sobre el suelo pélvico lo
que más te suene sean las pérdidas de orina después de tener un bebé o en las
abuelas, eso que, además, te venden como normal porque somos mujeres y estamos
condenadas a sufrir miles de cosa de mujeres que obviamente son normales.
Ninguna mujer se exime de tener problemas de suelo pélvico, pero
tampoco ningún hombre. Es verdad que habrá una serie de factores que aumentarán
el riesgo de sufrir patologías de suelo pélvico.
Vamos a empezar por los cimientos y crear una base de ese
maravilloso suelo pélvico para que puedas entenderlo.
Comencemos por lo primero de todo: la definición.
¿QUÉ ES EL SUELO
PÉLVICO?
Cualquier
definición que haga sobre el suelo pélvico se quedaría muy corta, pero vamos a
intentarlo.
Es
el conjunto de tejidos que tapizan la pelvis por abajo y que repercuten en
todas las actividades de nuestro cuerpo. No es solo un músculo, sino que está
formado también por huesos, ligamentos, fascias, tejido conjuntivo, tejido
nervioso, vísceras, piel… De hecho, ¿te haces una idea de cuánto porcentaje hay
de músculo en el suelo pélvico? ¡Solo un 20 por ciento! El resto es tejido
conjuntivo que responde a muchos estímulos como la presión, el calor, el
estrés…
Para
que comprendas todo lo que abarca el suelo pélvico, a mí me gusta imaginar que
me pongo una faja de estas de nuestras abuelas que cubren medio muslo y media
barriga, y tooooodo eso (y más) albergaría al suelo pélvico. Y todavía nos
quedamos cortas en el concepto, porque hay un montón de partes del cuerpo que
tienen relación directa con el suelo pélvico, como, por ejemplo, la mandíbula,
los pies o el diafragma, entre otros muchos. Nuestra postura también tiene
muchísima relación con nuestro suelo pélvico y nuestro suelo pélvico con
nuestra postura.
Si
pensamos un poco más de manera localizada, sobre todo para sentir más
fácilmente, podemos localizar nuestra vagina y ano y sus alrededores, pero no
limitemos nuestro concepto de suelo pélvico a solo eso porque se quedaría muy
muy corto.
¿Quieres
ver y sentir tu suelo pélvico? Cógete una vez más un espejo, y mírate la vulva.
Introduce un dedo en tu vagina y pálpala. Esta es la mejor manera de conocerlo.
¿QUÉ FUNCIONES TIENE
EL SUELO PÉLVICO?
Si
te preguntara, ¿por qué es importante el suelo pélvico? ¿Para qué sirve? Si me
conoces previamente, tu respuesta será mucho más amplia porque soy toda una
friki del suelo pélvico y ando continuamente dando tips en mis redes, pero si
nunca has oído hablar de este asunto lo más probable es que pienses que sirve
para hacer pis y caca y para parir. Pero el suelo pélvico es y sirve para
muchísimo más:
•Se
encarga de la continencia, para evitar que se nos escape el pis y la caca
cuando no debemos.
•Es
el soporte de los órganos pélvicos: los mantiene en su posición y lugar
adecuados.
•Nos
permite menstruar y parir: la vagina es el camino de salida del flujo
menstrual, el moco cervical y los bebés.
•Participa
en la respiración y tiene mucho protagonismo: el diafragma pélvico está
conectado con el diafragma torácico y el diafragma orofaríngeo. Los tres
trabajan en armonía (si todo está correctamente).
•Nos
ayuda a mantenernos en una buena postura y nos da estabilidad, ¡es el núcleo!
•Gestiona
la presión intraabdominal y se encarga de la amortiguación y recepción de
presiones externas.
•Darnos
placer. Es un protagonista en nuestra vida sexual (a veces demasiado, tanto que
se nos olvida que tenemos un cuerpo entero erógeno).
A
mí me gusta comparar al suelo pélvico con los cimientos de nuestro castillo. Es
la base firme que necesita para que los grandes muros crezcan hacia arriba y en
ningún momento se derrumben. Y nosotras queremos un gran castillo, fuerte,
libre y FUNCIONAL.
El
desconocimiento que tenemos sobre nuestro suelo pélvico lo pone en riesgo,
puesto que no sabemos cuidarlo ni trabajarlo. Que no tengamos ninguna
sintomatología visible no significa que no esté dañado. Además, nuestro ritmo
de vida y condiciones individuales pueden también hacernos daño.
¿QUÉ FACTORES
INDIVIDUALES PUEDEN SUPONER UN RIESGO PARA NUESTRO SUELO PÉLVICO?
•Desconocimiento
y descuidado de tu suelo pélvico. El peor de todos.
•Genética.
•Etnia.
•Sedentarismo.
•Tabaco.
•Edad.
•Embarazo
y parto.
•Multiparidad
(tener más de un hijo).
•Partos
instrumentalizados.
•Patologías
intestinales.
•Deportes
e impacto sin una activación y un cuidado adecuados.
•Estreñimiento
(1ª causa de problemas de suelo pélvico).
•Hábitos
miccionales y/o defecatorios incorrectos.
•Cirugías
pélvicas.
•Alergias.
Enfermedades respiratorias.
•Estrés,
ansiedad.
•Bruxismo.
•Inflamación
crónica de bajo grado.
•Obesidad.
¿QUÉ PROBLEMAS DE
SUELO PÉLVICO PODEMOS ENCONTRARNOS?
Por
desgracia hay bastantes más problemas de suelo pélvico de los que nos
imaginamos, y no solo condicionan el funcionamiento de una parte del cuerpo,
sino también del resto, y la autoestima y la vida social de la persona, lo que
puede acabar en muy malos sentimientos y aislamiento social.
Te
explicaré a continuación algunos de los más conocidos y comunes:
•Incontinencia
urinaria: es la pérdida de orina de manera involuntaria. La Organización
Mundial de la Salud añade que «condiciona un problema higiénico y/o social y
que puede demostrarse objetivamente».
Las
típicas gotitas que se te escapan cuando toses, ríes o saltas, las ganas
repentinas de hacer pis que casi no puedes aguantar cuando estás entrando por
la puerta… Todo esto sería incontinencia urinaria. Puede ser de esfuerzo, de
urgencia o mixta. Es necesario hacer una buena historia clínica y valoración de
suelo pélvico para establecer un buen abordaje.
La
incontinencia de esfuerzo es la pérdida de orina con un esfuerzo físico, que
puede ser una tos o un estornudo, un salto, una sentadilla pesada, una risa… Y
nunca debe normalizarse. Nuestro esfínter uretral se abre «sin nuestro permiso»
y sucede la pérdida de orina. Los orígenes de esa incontinencia pueden ser
muchos, pero es más habitual en las mujeres, ¿y sabes por qué? Sí, estarás
pensando en que nosotras nos quedamos embarazadas y parimos. Pero también las
mujeres que no hemos pasado por embarazos o partos tenemos más riesgos:
nuestros tres agujeros. A diferencia de los hombres que tienen dos (uretra y
ano) las mujeres tenemos tres agujeros (uretra, vagina y ano), y así, tenemos
una vía más de escape de la presión. Ojo, esto no quiere decir que los hombres
estén exentos de sufrir problemas de suelo pélvico. Cuando el esfínter uretral
falla es porque la vejiga hace más presión de lo que la uretra puede soportar.
Y los motivos también pueden ser muchos.
«Yo
meo más cuando oigo un grifo abierto, cuando estoy llegando a casa o cuando
tengo frío». ¿Te identificas con alguna de estas cuestiones? Esto está
relacionado con la urgencia miccional —ya la mencionamos en el capítulo 3 al
hablar de cómo hacer pis y caca—, y no es más que la sensación repentina de
ganas de hacer pis con la dificultad de retener la orina. Aquí intervienen
muchos factores fisiológicos, psicológicos y externos. Cuando tu cuerpo detecta
que tiene un baño cerca (como cuando metes la llave en la cerradura), oye agua
o tu suelo pélvico se contrae por el frío, puede condicionar a la percepción
que tiene la vejiga de las ganas que tenga de ir a hacer pis. Pero ya sabes que
no siempre las ganas que tenemos se corresponden con la cantidad de pis que
hay.
•Incontinencia
anorrectal: es la pérdida involuntaria de heces o gases, aunque sea más
invisible que la incontinencia urinaria, también existe en mujeres y hombres.
•Prolapso
de órganos pélvicos: es el descenso de una víscera respecto a su posición
anatómica original, pudiendo caer a través del canal vaginal. Se generan por
una distensión del tejido conjuntivo, y como este tiene capacidad viscoelástica
no vuelve a su posición original, pero pueden (y deben) tratarse y trabajarse.
Puede caerse la vejiga (cistocele), la uretra (uretrocele) el útero (prolapso
uterino), la vagina (prolapso de la cúpula vaginal), el recto
(rectocele-proctocele), el intestino delgado (enterocele). No son reversibles
pero sí pueden gestionarse y no tienen por qué acabar en cirugía. No te creas
al especialista que te mande a quirófano sin haber probado antes una buena
rehabilitación y entrenamiento. Tampoco son tu condena y puedes seguir
entrenando si se trabaja correctamente.
•Vejiga
hiperactiva, donde hay una frecuencia miccional muy alta, asociada muchas veces
a urgencia. Le ocurre a buena parte de la población y también disminuye mucho
la calidad de vida de las mujeres que lo sufren. El sistema nervioso suele
estar implicado y el abordaje debe ser completo.
•Hipertonía
de suelo pélvico: exceso de tensión en la musculatura de suelo pélvico que
puede desembocar en otros síntomas como dolor en la vagina, IU…
•Dispareunia:
dolor asociado a las relaciones sexuales, hablaremos más de ella en el próximo
capítulo.
•Vaginismo
o vestibulodinia: imposibilidad de introducir nada en la vagina, también nos
referiremos a ello en el siguiente capítulo.
•Diástasis
abdominal: separación de los rectos abdominales. Ocurre de manera fisiológica
en las mujeres embarazadas (aunque a veces esta diástasis después permanece y
ha de rehabilitarse) y también es frecuente encontrarla en deportistas que no
activan adecuadamente su CALPP (Complejo AbdominoLumboPélvicoPerineal) o
mujeres con una postura inadecuada.
•Dificultad
para alcanzar el orgasmo o anorgasmia: ausencia de orgasmos o dificultad para
llegar a ellos.
•Estreñimiento
distal o proximal, según en qué parte del intestino se acumulen las heces.
•Dolor
pélvico crónico: según la SEGO (Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia)
es la presencia de dolor continuo no resuelto y persistente en hemiabdomen
inferior, periné, vagina, uretra, región vulvar y anal, con o sin relación con
las relaciones sexuales o la penetración, asociado o no a otros síntomas de
disfunción del suelo pélvico, y que afectan a la calidad de vida de la mujer
que lo sufre. Es decir, un cajón de sastre donde meten todos los dolores que no
saben cómo tratar o de dónde vienen. Las causas del dolor pueden ser
musculares, gastrointestinales, neurológicas, ginecológicas, inflamatorias…
•Hernias
umbilicales, inguinales o lumbares, o varices vulvares, por el aumento de
presión.
•Dolor
lumbar, glúteo, dolor en la cadera… Derivados de problemas de suelo pélvico.
•En
los hombres también podemos encontrar trastornos en la erección y en la
eyaculación, y prostatitis abacterianas, entre otros.
EL EMBARAZO Y EL
SUELO PÉLVICO, ¿AMIGOS O ENEMIGOS?
En
muchos estudios en los que se habla sobre patologías de suelo pélvico,
encontramos entre los factores de riesgo el embarazo y el parto. Tanto que he
llegado a oír a mujeres decir que si se quedaran embarazadas se decidirían por
la cesárea electiva por evitar las pérdidas de orina. Este tipo de ideas y
otras muchas están asociadas a lo de siempre: falta de conocimientos y
educación.
El
embarazo puede suponer un riesgo para el suelo pélvico, al igual que el
sedentarismo o los deportes de alta intensidad sin un adecuado control, como
hemos visto anteriormente. No debemos demonizar nada, sino trabajar adecuadamente.
Como siempre digo: no hay ejercicios malos, sino una mala ejecución y
adaptación.
Cuando
nos quedamos embarazadas, nuestro cuerpo cambia por completo. Y no es el parto
vaginal el único riesgo para el suelo pélvico, sino que ya el propio embarazo
lo es (esto no significa que lo estemos enfocando negativamente). El aumento
del volumen abdominal, el incremento del peso del útero y la relajación de los
músculos abdominoperineales elevará la presión que recibe el suelo pélvico y la
tensión que habrá en la vagina y en la vulva, y esto podrá condicionar que la
mujer sufra alteraciones o patologías en la función urinaria, intestinal y
sexual.
Por
supuesto, la forma en que se produzca el parto condicionará asimismo la salud
del suelo pélvico a posteriori. Cuando hay un parto instrumentalizado con
fórceps, por ejemplo, o se practica una episiotomía (que se suele realizar en
muchas más ocasiones de las que se necesita) habrá mucha más probabilidad de
tener problemas de suelo pélvico, como incontinencias urinarias o dispareunia.
Cuando hay desgarros naturales abruptos también. Ya no es solo la lesión perineal
en sí, sino hasta dónde alcanza esta y cómo se ve afectada la pared vaginal.
Por eso el cuidado del suelo pélvico y del cuerpo entero durante el embarazo
serán ideales para reducir los riesgos en el parto.
La
cesárea no es inocua para tu suelo pélvico
Aunque
te hayan hecho una cesárea has de visitar también a la fisioterapeuta de suelo
pélvico. Por si no lo sabías, las mujeres que pasan por una cesárea tienen el
mismo riesgo de tener incontinencia urinaria o prolapsos que las que tienen un
parto vaginal, y también tendrán riesgo de dispareunia, aunque el bebé no
atraviese el canal vaginal.
Recuerda
el estrés y la presión que soporta el suelo pélvico durante el embarazo, además
de la cirugía y corte en los tejidos que supone. Después de una cesárea, aparte
de los síntomas que ya hemos nombrado, puede aparecer dolor en la cicatriz,
dolor lumbar y/o pélvico, alteraciones en la movilidad visceral y articular de
los alrededores, dolores en la menstruación y ovulación y en la vulva,
sensación de pesadez en el abdomen o en la pelvis, y trastornos para hacer pis
y/o caca: ir más a hacer pis y con urgencia, no vaciar la vejiga adecuadamente,
tener que hacer esfuerzo para hacer caca…
El
suelo pélvico realmente es el mejor amigo del embarazo
El
canal del parto será el portal de la vida, pero el estado del suelo pélvico
influirá muchísimo en cómo irá todo. Las mujeres estamos más que preparadas
para parir, de eso no hay duda, y además se pueden hacer acompañamientos y
apoyos maravillosos. Porque el ritmo de vida que llevamos y la sociedad en la
que vivimos no siempre favorecen que todo fluya como debería de manera natural.
No
debemos normalizar lo que no es normal, aun habiendo pasado por un embarazo,
incluso estando reciente… Todos estos síntomas han de tratarse si no queremos
«convivir» (que yo lo llamaría «malvivir») con ellos y que nos acompañen toda
nuestra vida (y que pueden empeorar a lo largo de los años).
¿Cómo
puede ayudarte la fisioterapia de suelo pélvico durante el embarazo y el
posparto?
La
fisioterapia siempre será tu mejor amiga. Te ayudaremos en todo lo que puedas
imaginarte: a disminuir y mejorar el tono de tu suelo pélvico, favorecer la
movilidad visceral y articular, disminuir la tensión de tu musculatura, reducir
la hipersensibilidad de los tejidos, recuperar y rehabilitar la musculatura
abdominal y pélvica, mejorar la respiración, enseñarte herramientas para seguir
trabajando en casa… También podemos hacer drenaje linfático en tu cuerpo y en
tu suelo pélvico. ¡Y muchísimo más!
Yo
tengo un equipo maravilloso de fisioterapia de suelo pélvico que puede
acompañarte en Madrid, ¡y en el mundo entero de manera online! Hemos tenido
visitas desde Santiago, Soria, Málaga, Formentera, Francia, ¡y hasta Islandia!
EL TABACO EN EL
SUELO PÉLVICO
Si
tienes problemas de suelo pélvico o trastornos en tu microbiota, deja de fumar.
Que
el tabaco es malo ya se sabe, pero es que no solo afecta a tu salud en general,
sino que repercute en tu suelo pélvico, en la salud de su microbiota y de las
hormonas: el tabaco disminuye los estrógenos y provoca alteraciones menstruales
como dismenorrea, ciclos irregulares… Reduce la vascularización y le llega
menos oxígeno a tus tejidos, disminuye el trofismo de sus órganos: vagina,
útero, ovarios… Y contribuye a crear un ambiente inflamatorio.
Afecta
igualmente a la fertilidad, y puede adelantar la menopausia.
Por
otro lado, algunos estudios revelan que tienen más riesgo de incontinencia
urinaria las mujeres fumadoras. Y, por supuesto, algo que ya no es ninguna
sorpresa, aumenta el riesgo de padecer cáncer.
¡RUMBO A CONOCER
NUESTRO SUELO PÉLVICO!
¿Eres
capaz de localizar tu suelo pélvico?
Lo
primero y más importante es localizar tu suelo pélvico. Debemos ser capaces de
localizarlo tan fácilmente como… ¡Espera, espera! No quiero adelantarme.
Te
propongo un miniejercicio. Si yo te digo: «Cierra los ojos, y localiza el dedo
meñique de tu mano izquierda» —hazlo—, ¿eres capaz de localizarlo, sentirlo y
saber su posición fácilmente? Si te digo: «Cierra los ojos y localiza la punta
de tu nariz», ¿qué tal se te da? Imagino que fácil, porque son partes del
cuerpo que ves y tocas a diario. Y si te digo: «Cierra los ojos y localiza, sin
tocar ni activar, tu suelo pélvico», ¿qué tal lo harías? Si tienes incorporado
tu suelo pélvico en tu esquema corporal, imagino que bien, pero si no tienes
prácticamente contacto con él, es posible que esto te resulte un poco
complicado.
Oye,
¿y tu pezón? ¿Eres capaz de notar tu pezón? Es muy probable que a las que os
haya costado mucho localizar vuestro suelo pélvico, el pezón os sea más
sencillo, porque aunque no lo hagamos con tanta frecuencia como otras partes,
lo vemos y lo tocamos bastante más y más conscientemente que la vulva.
La
realidad es que deberíamos ser capaces de sentir y localizar nuestro suelo
pélvico con la facilidad que localizaríamos cualquier otra parte del cuerpo.
¿Y
cómo puedes localizar tu suelo pélvico?
Como
comentamos en el capítulo 2, necesitas hacerle un espacio en el mapa corporal
que tienes en el cerebro, y puedes crearle un espacio pensándolo, mirándolo,
tocándolo… ¡Cuento con que ya has hecho los deberes del espejo! Pero si no es
así, ¡coooooorre a hacerlos! Este punto es vital para empezar a conectar.
Y
ahora te doy mis consejos favoritos:
1.El
calor y el tacto son básicos para localizar. Cuando tú te tocas una parte del
cuerpo y quieres tener conciencia de ella, eres capaz de dibujar un camino para
llegar hasta él, porque localizas el calor y el contacto de tu mano. Así que,
ponte la mano entre las piernas y toca tus genitales (puede ser por encima de
la ropa aunque mucho mejor sin ella). Crea esa conexión desde tu cerebro hasta
tu mano encima de tus genitales. Cada vez que te acuerdes de ellos, coloca la
mano para ubicarlos fácilmente. Poco a poco irás prescindiendo de eso y te será
más sencillo.
2.Introduce
un dedo en tu vagina (o déjalo en la entrada si tienes molestias o dificultad)
y navega por ella. Siente su textura, su musculatura… Conócela como realmente
es. Será la mejor manera de localizarlo.
3.Siéntate
en el suelo y pon un cojín, una manta o toalla enrollada entre las piernas. Es
una manera más de generar contacto en tus genitales. Al estar tocando algo te
será más fácil localizarlos «flotando» en el cuerpo.
4.Incluye
a tu suelo pélvico en tus ratitos. Cuando te sientes y te levantes, intenta
notar cómo se mueve tu suelo pélvico; si haces algún ejercicio de meditación o
respiración, localiza tu suelo pélvico mientras lo haces; si realizas una
actividad de baile (maravilloso para tu suelo pélvico), busca sentir el
movimiento también a ese nivel. Si piensas en él, irás incluyéndolo en ese
esquemita tan importante.
¿QUÉ EJERCICIOS
PODEMOS HACER PARA NUESTRO SUELO PÉLVICO?
¡Tener
muchos orgasmos! ¡Sí! ¡Como lo lees! No hay mejor ejercicio para tu suelo
pélvico que un buen orgasmo. ¡Cuando tenemos orgasmos nuestra vagina se contrae
y se relaja al ritmo de una danza africana! Haciendo una maratón de
contracciones sanísimas que sería bastante complicado lograr de manera
consciente.
Los
orgasmos mejoran el tono y la fuerza muscular (nuestro músculo pubococcígeo
trabaja a tope), aumenta el flujo sanguíneo, la lubricación… (hacen hasta de
spa). ¡Y nuestro humor!
Salimos
de la mayoría de consultas de la fisio de suelo pélvico (si es que vamos) con
una tanda de ejercicios de todo tipo, pero pocas veces nos prescriben tener
orgasmos. Y jopé, hay ejercicios que da pereza hacer porque son aburridos o nos
cuesta mucho trabajo aprenderlos, pero ¿a quién le parece aburrido tener un
orgasmo?
Pues
ya sabes. Tengas o no problemas de suelo pélvico, ¡ya tienes una tarea diaria!
Y si no puedes alcanzarlos sola, ¡entonces también podemos ayudarte! Porque
toda mujer debería sentir lo que es un orgasmo, y empoderarse para poder
alcanzarlos cuando y como quiera.
Hay
infinidad de ejercicios que se pueden hacer, y que explicamos en los talleres o
cursos que impartimos. Cada vez hay más sitios donde te enseñan a ejercitar tu
suelo pélvico o a fortalecerlo, pero como profesional de este ámbito debo
decirte que no te recomiendo que empieces a hacer ejercicios de fuerza de suelo
pélvico a lo loco y al tuntún pensando que van a ser beneficiosos para él o te
van a ayudar a resolver los problemas que tengas, y que siempre que aprendas,
lo hagas de un profesional actualizado y especializado. Está bien que conozcas
tu suelo pélvico, conectes con él y empieces a ejercitarlo, pero te recomiendo
siempre una valoración previa de fisioterapia de suelo pélvico que pueda decirte
cómo está y qué necesitas, y pueda plantearte un plan de abordaje. Igual que
vamos al dentista a valorar nuestros dientes y muelas, debemos valorar nuestro
suelo pélvico. Así que si no has ido nunca, ¡quizá este es el momento!
Dicho
esto, hay muchos ejercicios que puedes incorporar en tu día a día para mover,
fortalecer, liberar y relajar tu suelo pélvico. ¡Porque tu vagina también tiene
que entrenar!
1.Mirarte
la vulva con un espejo. La base de todas las bases. Si no conoces lo que vas a
mover y a trabajar, no podrás hacerlo adecuadamente. Te recomiendo que cuando
empieces a hacer ejercicios más específicos, también los hagas con un espejo
para poder observar bien cómo trabaja tu vagina y cómo se mueve ella y sus
alrededores. Introducir el dedo en la vagina y hacer diferentes movimientos y
ejercicios con él metido también te enseñará a sentir cómo se comporta.
2.Trabajar
y cuidar tu postura. Esto es un imprescindible en la activación y cuidado de tu
suelo pélvico. Una postura activa, autoelongada y estable permitirá una
correcta activación desde las plantas de los pies hasta lo alto de nuestra
cabeza. Ancla tus pies al suelo, activa tus dedos gordos, desbloquea tus
rodillas, mantén tu pelvis neutra (ni el culo muy hacia fuera ni muy hacia
dentro), tu pecho proyectado hacia delante, tu mentón colocado y tu mirada al
frente, mientras intentas crecer (puf, ¡cuánta información! Lo sé).
El
mejor momento para practicar es cuando estás en una cola. Es donde más observo
las terribles posturas que tiene la gente. Aprovecha esos espacios «estáticos»
para colocar cada parte de tu cuerpo, respetando sus curvas naturales y
activando la cadena posterior que te mantiene erguida.
¡Y
ojo a la postura en la que te sientas! Que pasamos demasiadas horas sentadas.
Siéntate sobre tus isquiones (esos dos huesos del culete que podrás notar si te
sientas encima de tus manos) y ten tu espalda activa.
Recuerda,
la mejor postura es la que menos dura. No puede haber un buen trabajo de suelo
pélvico sin una buena postura.
3.¡Mover
las caderas y pelvis! ¡Si hay algo que libera tu suelo pélvico es esto! Puedes
mover la pelvis hacia delante y hacia detrás, a un lado y al otro, hacer
círculos en un sentido y en el otro, dibujar un infinito… Y puedes hacerlo en
todas las posturas que te apetezca: de pie, en cuadrupedia, en posición de
rana, tumbada boca arriba… Para que te sea más sencillo que el suelo pélvico
sea el protagonista, imagina que tienes un pincel en el clítoris o en la
vagina, y que pretendes dibujar las formas que vas a hacer con los movimientos.
Siempre es el suelo pélvico (a mí me gusta pensar en mi vagina) quien guía y
dirige cada movimiento. ¡Pero no pienses que estás sujetando el pincel, que no
queremos tener la vagina apretada todo el rato! Simplemente deja que guíe los
movimientos y déjalo fluir. Para esto el baile es un ejercicio maravilloso.
4.Los
famosos «kegels», que son contracciones específicas de suelo pélvico. ¿Cómo
puedes hacerlos? Posiblemente habrás oído los típicos consejos de «Haz como si
cortaras el pis», «Aprieta el suelo pélvico»… Pero realmente estos tips no me
gustan demasiado, porque la contracción de suelo pélvico es mucho más que un
cierre o un apretón, y no siempre podemos imaginarnos así la dirección de la
contracción.
Mi
tip favorito: métete el dedo pulgar en la vagina y haz contracción intentando
absorber y abrazar tu dedo con la vagina. Con esta contracción se activan el
elevador del ano y el transverso profundo del periné. En ningún momento debes
sentir que hay una fuerza que empuja tu dedo hacia fuera. Prueba a hacerlo con
una «mala postura» y con una «postura de autoelongación». ¿Notas la diferencia?
Puedes probar a hacer una tos, reírte, o hacer una sentadilla con el dedo
metido y comprobar qué ocurre en tu vagina cuando hay un aumento de presión,
activando y sin activar de manera consciente. No deberías notar de nuevo que tu
dedo se empuja.
Si
no puedes hacerlo en ese momento con tu dedo, imagina que pones una cereza en
la entrada de tu vagina y tienes que introducirla hasta el fondo. Ese gesto de
introducción, de succión, de ascenso… sí que es una buena contracción de suelo
pélvico.
Puedes
efectuar diferentes contracciones con relajaciones en medio (asegurándote de
que relajas del todo, pues a veces nos quedamos a medias), o aguantar la contracción
unos segundos para trabajar más la parte de resistencia.
Debería
ser tu fisioterapeuta quien te estableciera el tipo, número de repeticiones y
series que has de realizar. A la hora de hacer los kegels es muy importante no
aguantar la respiración ni llevarla al ritmo de los ejercicios, controlar qué
pasa en tu barriga, en tus glúteos y en tus muslos, y sobre todo, asegurarte de
que no empujas hacia fuera y que relajas por completo entre contracción y
contracción (de ahí la importancia del espejo y del dedito).
No
podemos hablar de kegels sin nombrar nuestro transverso: nuestro corsé, nuestro
mayor estabilizador profundo. Para hacer una correcta activación, me gusta
enseñar la cremallera: cerrar desde el ano hasta el ombligo, pasando por la
vagina/testículos.
5.Cuidar
tu diafragma, respirar por la nariz y hacer respiraciones diafragmáticas. El
diafragma es el principal ayudante del suelo pélvico, a nivel físico,
energético y emocional. Y necesitamos un diafragma libre y móvil para tener un
suelo pélvico libre y móvil. Nuestro diafragma es quien marca nuestra postura y
cómo vamos a movernos. Y, para ello, lo principal es respirar adecuadamente y
hacerlo por la nariz, porque aunque el diafragma debería ser el protagonista de
nuestra respiración, la mayoría de las veces respiramos con la parte alta de
las costillas o con la barriga, y nuestro pobre diafragma queda inmóvil y
bloqueado. Cuando inhalamos nuestro diafragma baja dejando espacio a nuestros
pulmones, y cuando exhalamos sube. Nuestro diafragma pélvico hace lo mismo, y
juntos trabajan de manera sinérgica y armoniosa. Si tenemos algún bloqueo en
algún nivel podrá suponer un obstáculo y deberá trabajarse.
Para
practicar la respiración diafragmática debes poner tus manos a la altura de las
costillas inferiores (donde notes que se acaban), inhalar por la nariz y llevar
el aire debajo de las manos, intentando expandir las costillas hacia delante y
hacia los lados (como si fueras un globo ampliando su perímetro); puedes
mantener un segundo ese aire dentro y exhalar después suave y lento por la
boca.
Te
recomendaría dedicar tres-cinco minutos (como mínimo) cada día a este
ejercicio; es maravilloso para equilibrar todo tu CALPP y compensar las
hiperpresiones y el estrés de nuestro día a día, relajar nuestro diafragma y
suelo pélvico, y activar el sistema nervioso parasimpático (que falta nos
hace). Hay muchísimos ejercicios que pueden ayudarte a mejorar tu movilidad
costal y respiraciones, ¡me darían para otro libro entero!
6.Ejercicios
de abdomen. ¡Pero bien hechos! Con una buena activación de suelo pélvico y de
transverso, donde el foco sea la calidad del movimiento y no la cantidad. Los
ejercicios en cuadrupedia, el bicho muerto y las planchas laterales son algunos
de mis favoritos.
7.Entrenamiento
de fuerza. Entrenar fuerza en todo el cuerpo también ayudará a entrenar tu
suelo pélvico y tu abdomen, ¡y a todo tu cuerpo! Siempre acompañado de una
buena respiración, una buena activación de tu CALPP y una buena compensación.
8.Hacer
invertidas en el día a día. Cuando hacemos este tipo de ejercicios la gravedad
ayudamos a descongestionar nuestro suelo pélvico: hacer el pino (puede ser en
la pared), la postura del bebé de yoga o el perro boca-abajo son algunas
opciones. Acompáñalas de respiraciones largas y lentas con activación de tu
CALPP durante la exhalación.
9.Meditar.
Dedica unos minutos a respirar y tomar conciencia de tu aquí y tu ahora, de tu
cuerpo… Tengo una meditación favorita para relajar tu vulva y tu vagina, que
hago en todas las formaciones.
10.Relajar
tu mandíbula. De esto te hablaré en el capítulo 13.
11.Caminar
descalza y activa.
12.Entrenar
sin ropa interior. Esta «tapa y bloquea» aún más tu suelo pélvico y te aleja de
tu conexión con él. Hay mallas adaptadas a tu vulva, sin costuras centrales,
que dejan un espacio para ella.
¿Qué
imprescindibles deberías añadir en estos ejercicios?
1.Una
postura activa y una buena conciencia corporal.
2.Respiraciones
diafragmáticas inhalado por la nariz y exhalando por la boca.
3.Regla
de la E: exhala en el esfuerzo.
4.Activar
nuestro suelo pélvico y transverso en cada esfuerzo.
5.Espejo
y grabación para poder verte. Es la mejor manera de analizar.
SUELO PÉLVICO EN EL
ENTRENAMIENTO DE FUERZA
Es
muy complejo explicar todo lo que engloba este apartado y mi pretensión es dar
a conocer todos los conceptos que debemos saber como mujeres. Es mi parte
favorita. Mi especialidad. Lo más necesario para las (y los) deportistas.
Todo
dio comienzo cuando empecé a entrenar powerlifting, un deporte de fuerza en el
que buscas levantar tu mayor peso en los tres ejercicios básicos: sentadilla,
press banca y peso muerto. Como fisioterapeuta sentía a lo que se exponía mi
suelo pélvico en cada levantamiento y en cada esfuerzo. Durante los cuatro años
que estuve entrenando y compitiendo jamás tuve una pérdida de orina, aunque eso
estaba (y está cada vez más) a la orden del día entre las atletas, y demasiado
normalizado.
Fue
ahí cuando decidí enfocar mi especialidad de suelo pélvico a los deportes de
fuerza y de alta intensidad, ya que hay mucho desconocimiento también por parte
de los fisios y entrenadores en este aspecto. Y todo lo que hoy cargas a tu suelo
pélvico, mañana puede traerte consecuencias.
Mi
mayor recomendación siempre será que un fisioterapeuta o entrenador
especializado en suelo pélvico y entrenamiento de fuerza te enseñe cómo
respirar, cómo activar, cómo trabajar correctamente antes, durante y después
del entrenamiento. Cómo hacer una buena vuelta a la calma, cómo descomprimir y
equilibrar todas esas presiones a las que sometemos a nuestro CALPP durante el
entrenamiento…
Estamos
acostumbradas a no escuchar a nuestro cuerpo hasta que este llora, grita y
patalea. No le hagas esto. A veces el remedio después de la enfermedad es mucho
más complejo que la prevención. Una de cada tres mujeres sufren, han sufrido o
sufrirán pérdidas de orina. Entrenen o no entrenen, porque la vida ya es
hiperpresiva per se. Y esto no se queda solo aquí, ya lo sabes. Así que si
haces deporte de fuerza, tu suelo pélvico se merece saber cómo debe entrenar
también: construye una base estable, integra cada movimiento y exponlo a
diferentes estímulos.
«¿Y
qué hago si tengo pérdidas de orina entrenando?», te preguntarás. Acudir
siempre a un fisio de suelo pélvico, experto en entrenamiento de fuerza que te
valore, y te ayude a conocer el origen de esa pérdida de orina. Y ya sea ese
mismo fisio, o un entrenador experto también en ese ámbito, enseñarte a activar
adecuadamente, a entrenar, teniendo en cuenta todos los factores, y todos los
cuidados que debes tener alrededor de tu cuerpo y tu postura para proteger tu
suelo pélvico.
¡Y
como consejo, no esperes a tener pérdidas de orina o problemas de pélvico para
cuidarlo! Tampoco seas de las que dice: «¡Yo no tengo problemas de suelo
pélvico!». ¿Cómo lo sabes si no te has valorado?
«¿Y
si no sé si me hago pis o no? ¿Cómo lo diferencio en la ropa interior?». Es
otra cuestión que también puedes plantearte. Mi recomendación es que toques y
huelas el tejido, porque no hay mejor manera de familiarizarnos con nuestros
fluidos y con nuestro cuerpo que a través de nuestros sentidos.
Normalmente,
si tenemos pérdida de algunas gotitas de pis, la mancha olerá a pis, será
transparente, de forma circular y en la parte más delantera de tus mallas o
ropa interior, ya que la pérdida de orina viene de la uretra. Cuando la mancha
es flujo o moco cervical, suele tener más color o mayor densidad, y a veces
tiene un color blanquecino, con una ligera costra que puedes rascar y sale
polvo. Además, esa manchita suele estar más atrás, a la altura de la vagina.
Recuerda
que la ingle y los genitales también sudan, e igual que nuestras axilas pueden
dejar cerco en nuestra ropa, ellos también pueden hacerlo. Hay veces que las
manchas que observamos son sudor y son completamente naturales.
¡CUIDA TUS ÓRGANOS
PÉLVICOS!
Cuida
tu vejiga
Vamos
a ver cómo está tu vejiga de salud, que seguro que más de una cosa y más de dos
de las que hemos hablado previamente te han sonado. Contesta sí o no a las
siguientes preguntas:
1.¿Te
consideras muy meona? ¿Haces pis siempre que llegas a un sitio, te levantas con
frecuencia a orinar o siempre te describen como meona en el grupo?
2.¿Te
cuesta aguantar el pis —sin que sea muy incómodo— más de tres-tres horas y
media?
3.¿Notas
que tienes muchas ganas de mear, pero cuando vas tienes poco pis, que no equivale
a las ganas que tenías?
4.¿No
tienes ninguna gana de mear y de repente tienes que salir pitando porque te
entra la urgencia?
5.¿Está
todo correcto en cuanto a pis y a tu vejiga hasta que estás llegando al portal
o entrando por la puerta de casa? ¿O hasta que oyes agua correr?
6.Si
piensas en hacer pis, ¿te entran las ganas aunque acabes de hacerlo?
7.¿Te
levantas cada noche a orinar?
8.¿Tienes
que ir al baño más de una vez cuando entrenas?
Si
has contestado que no a todas, ¡enhorabuena! Tu vejiga y tu comportamiento
urinario están más que perfectos. Si respondiste solo a una que no, ¡tranquila!
Con que cuides tus hábitos y estés pendiente, está todo controlado. Si has
contestado a dos, ándate con ojo, que tu vejiga puede que te esté queriendo
decir algo. Si has contestado a tres o más que no… Uy, uy, uy, habría que
valorar esa vejiga y su comportamiento.
El
estado del suelo pélvico influirá mucho en la salud de la vejiga. Podemos
encontrar puntos dolorosos en ella o alrededores que influyan también en las
ganas de hacer pis. Si, por ejemplo, tenemos una debilidad de suelo pélvico que
nos provoca un prolapso de la vejiga (cistocele), podrá haber mayor urgencia
miccional, dificultad para vaciarla adecuadamente y mayor riesgo de infecciones
urinarias.
Y
si quieres cuidar tu vejiga, también será importante que prestes atención a lo
que comes y lo que bebes: el café, el té o los picantes no son la mejor opción
si notas que tu vejiga está un poco hiperactivada, ya que pueden excitarla más.
Reduce también refrescos y bebidas alcohólicas. Opta por beber agua en vasos
completos y establecer un horario.
El
papel de tu útero en el suelo pélvico
Movimiento
del útero
En
muchas ocasiones nos encontramos un útero poco móvil que, además, presenta
otros síntomas. Hay muchos factores que pueden influir en su movimiento:
•Presión
intraabdominal.
•Estreñimiento,
hinchazón abdominal, inflamación intestinal, o cualquier patología a ese nivel.
•Sedentarismo.
•Hipertonía
de suelo pélvico.
•Cicatrices
o adherencias.
•Poca
movilidad pélvica o de caderas.
•Congestión
pélvica o abdominal.
•Su
posición.
•Alteraciones
o inflamación en la vejiga.
Todo
lo que afecte a los alrededores del útero le afectará también a él. Recordemos
que todo está conectado.
Posiciones
del útero
El
útero puede estar colocado en diferentes posiciones. La más habitual suele ser
en anteversión, es decir, inclinado hacia delante. Pero también lo podemos
encontrar en retroversión, que sería inclinado hacia atrás o colocado en
posiciones laterales a uno y otro lado.
Estas
posiciones no deberían originar ningún tipo de síntoma, que es lo que siempre
nos venden: ¿tienes dolor menstrual y tu útero está en retro? Ahí tienes tu
explicación, es normal. ¿Tienes pinchazos en el ano y tu útero está en retro?
Ahí tienes tu explicación, es normal. ¿Tienes dolor en el fondo con la
penetración y tu útero está en retro? Ahí tienes tu explicación, es normal.
No
causa dolor, pero lo que sí puede pasar es una disminución del movimiento por
la tensión, y esto a veces trae como consecuencia dolor lumbar, dolor pélvico,
dolor en el fondo de la vagina, dolor con el orgasmo, dolor menstrual a nivel
uterino… Pero realmente puede haber tensión en el útero, presentar estos
síntomas, y no tenerlo en retroversión, ya que, como hemos visto antes, hay
muchos factores que contribuyen a ello.
¿Puedes
hacer algo por evitarlo? ¡Claro que sí! Todo lo que sea mover pelvis y cadera,
relajar el suelo pélvico, masajear externa e internamente, y, por supuesto,
acudir a tu fisioterapeuta de suelo pélvico, te ayudará.
Tras
una histerectomía, es muy importante el tratamiento fisioterapéutico,
resensibilización de la zona de la cicatriz, no tener prisa por tener de nuevo
penetración hasta que la zona esté recuperada y nunca tener penetración si hay
dolor, jamás forzar. Darle mucho mimo y tiempo para que se recupere.
Cuida
tu ano y evita hemorroides
¿Sabes
que las famosas hemorroides también se pueden evitar? O al menos hacer lo
posible para que no nos salgan.
Las
hemorroides son dilataciones de los capilares del recto. Si las has sufrido ya
sabes lo jorobadas que son: escozor, picor, dolor, hinchazón…
Cuidar
tu suelo pélvico, la movilidad y elasticidad de tu ano, tus hábitos
defecatorios, y la gestión de presiones de tu cuerpo será muy importante para
disminuir la probabilidad de que te salgan. Masajear y mejorar la circulación y
elasticidad de la zona también es una herramienta maravillosa.
EL
CUIDADO DE NUESTRO SUELO PÉLVICO EN EL DÍA A DÍA
•Mira
tu vulva con un espejo, intégrala.
•Toca
tu vagina, introduce tu dedo, conecta con ella.
•Trabaja
tu postura y sé consciente de ella en todo momento.
•Activa
tu suelo pélvico antes de toser o estornudar. Este gesto se conoce como «knack
perineal».
•Cuando
te levantes de la cama, del suelo o del sofá, ponte de lado y apoya una mano en
vez de levantarte de golpe.
•Respira
cada día por la nariz y de manera diafragmática, sintiendo cómo tus costillas
se abren al inhalar, y se cierran al exhalar.
•Haz
posiciones invertidas, te ayudarán a descomprimir y liberar tu suelo pélvico.
•¡Baila!
Descongestiona tu pelvis, ¡y tu mente!
•Haz
una visita a tu fisio de suelo pélvico.
•Camina
descalza y utiliza calzado minimalista y respetuoso con tus pies. Los pies son
tu base de sustentación, te conectan con la energía de la tierra, y con ellos
te enraízas para tener firmeza en tu tronco.
•Entrena
sin ropa interior.
•Regálate
una meditación diaria.
•Pon
en práctica los consejos del capítulo 10. ¡Cuida y mima tu vulva!
¿QUÉ HAY DE LAS
BOLAS CHINAS? ¿SON PARA TODAS LAS MUJERES?
Mi
respuesta es clara y concisa, como para cualquier otro artilugio: no sin antes
una valoración.
Estos
mecanismos consisten en una o dos bolas, generalmente con otra bola dentro, que
cada vez que se mueven vibran. Están unidas por un cordón y cubiertas por una
funda de silicona médica.
Nos
introducimos las bolas en la vagina y estas vibran cada vez que nos movemos,
activando la musculatura involuntaria de nuestro suelo pélvico. Se recomiendan
para mejorar el tono y la fuerza de la vagina, pero es que hay vaginas que no
son capaces de contenerlas dentro, y otras que tienen demasiado tono para
llevarlas.
No
es la primera vez que me viene una paciente y me dice que su matrona en la
revisión posparto le ha dicho que se ponga las bolas chinas para recuperar su
fuerza y que ella, cuando se las pone, nota que se le caen.
La
valoración de un profesional es fundamental. Las bolas chinas son una
herramienta más, y, personalmente, no es de las que más me gustan. Donde esté
el conocimiento, el control de la musculatura y la activación consciente…
Y
hay muchísimo más: el tronco, los hipopresivos, los vibradores… ¡Pueden ser
grandes aliados de tu suelo pélvico también! Siempre usados de manera correcta.
LA
FISIOTERAPIA DE SUELO PÉLVICO, UNA BUENA AYUDA, AUNQUE NO TENGAS PROBLEMAS
(o
no creas que los tengas)
La
fisioterapia de suelo pélvico es un acompañante imprescindible en la mujer en
todas las etapas de su vida, no solo en el embarazo. Incluso aunque creas que
no tienes sintomatología, te recomendaría una valoración. Siempre debemos
querer mejorar y aprender.
No
solo nos ayudará a saber cómo está nuestro suelo pélvico y cómo debemos
cuidarlo, sino a detectar posibles síntomas que para nosotras son invisibles.
La
salud de nuestro suelo pélvico no debería ser negociable, ni condicionante. Y
por eso soy tan pesada con que la cuides.
Somos
tan fuertes como nuestro punto más débil, y no hay nada mejor que reforzar,
trabajar, aprender y CRECER.
Yo
te doy la información, tú decides qué hacer con ella.
9
DOLOR, INFECCIONES Y OTROS SUSTOS EN NUESTRA VAGINA
Seguro que alguna vez…
•Te ha picado la vulva a lo grande.
•Te ha ardido orinar.
•Te han visitado las cándidas.
•Te ha dolido tener coito, ponerse la copa o un tampón.
•Te ha escocido la vulva o la vagina.
•Has estado mega seca.
•Has tenido una ITS.
Los problemas vulvovaginales están a la orden del día y rara es la
mujer que no ha pasado alguno en su vida. De hecho, me atrevería a decir que la
mayoría los han sufrido más de una vez y a unas cuantas las han metido en el
saco de las «crónicas» (candidiasis crónica, cistitis crónica, vaginosis
crónica…). Ese apellido que te colocan cuando has tenido varios episodios o se
han extendido los síntomas más de seis meses, y se acompañan del típico
comentario de «No se puede hacer nada», «Tienes predisposición a ello» o «Es lo
que tiene ser mujer». Detrás de cada infección o dolor hay un mundo. Y lo que
falta es ese tiempo, ganas y energía para explorarlo y de verdad interesarte en
qué está ocurriendo realmente.
Es muy frustrante vivir de infección en infección, esperando a ver
cuándo será la siguiente. Desesperarte cada vez que tienes un mínimo picor
pensado «otra vez está aquí». O limitar tus planes de vida porque el dolor de
vulva o de vagina que tienes te condiciona continuamente.
Igual que me negaba a pensar que el dolor menstrual es algo que nos
toca, me niego a pensar que sea cierto que las mujeres estamos condenadas a
sufrir este tipo de horrores y que se deba normalizar y naturalizar el vivir
pegada a un antibiótico acompañado por los probióticos de turno.
¿Que podemos tener más tendencia a las infecciones por el hecho de
ser mujeres y tener la anatomía que tenemos? Sí. ¿Que eso signifique dejar de
darle importancia y no investigar cómo protegernos de sufrir ese martirio? No,
por ahí no paso.
Si has vivido alguna de las cosas que te he nombrado al principio,
sabes de lo que hablo y lo horrible que es pasar por alguna afección en tu
vulva. No podemos comparar el dolor de un dedo con el dolor de vagina, el que
te pique un codo a que te pique la vulva. No, no y no. No es lo mismo. Ni la
sensación. Ni lo que nos supone a nivel psicológico, a nivel sexual, a nivel
social… No poder tener relaciones sexuales porque te duele o te pica, sentirte
mal por ello, no poder realizar con normalidad tu vida social por el escozor o
la incomodidad, vivir preocupada por cuándo será la siguiente vez que te
ocurre…
¿Por qué es más frecuente en las mujeres?
La uretra femenina es mucho más corta que la de los hombres (4 cm la
nuestra, 20 cm la de ellos), y su cercanía a la vagina y al ano hacen que el
viaje de las bacterias de un sitio a otro pueda ser tan fácil como apetecible.
Por este motivo, la higiene y los buenos hábitos miccionales son imprescindibles
para nosotras, más aún si tenemos antecedentes de infecciones recurrentes o una
situación que nos predisponga a ellas.
En el capítulo 3 te he contado todo lo que tienes que tener en
cuenta para hacer pis, en el 5 empecé a hablarte de la microbiota y en este me
centraré en todo lo que debes saber sobre las infecciones.
¿Qué nos hace tener más riesgo de sufrir una infección, además de
nuestra anatomía?
•Fumar.
•Padecer trastornos intestinales o digestivos.
•Tener alteraciones en la microbiota.
•No tener una buena higiene: hacer duchas vaginales, lavarse con
jabón.
•El uso de tampones.
•Usar ropa interior ajustada y de tejidos plásticos o no
transpirables.
•Estar embarazada.
•La actividad sexual.
•Algunas enfermedades como la diabetes, alteraciones tiroideas.
•El verano entre la playa, la piscina, y los baños continuos, el
cloro y la sal.
•El embarazo.
•La menopausia.
•No limpiarnos bien cuando vamos al baño.
¿Y de tener dolor en las relaciones? (No está comprobado
científicamente, lógico, porque no interesa):
•La falta de autoconocimiento.
•La falta de educación sexual en la población en general.
•La falta de empoderamiento y autoestima sexual: cargar con la
mochila sexual que llevamos las mujeres. Forzarnos a hacer cosas que no
queremos. No saber o no poder decir que no.
•Estar más expuestas a sufrir violencia.
•No disfrutar del sexo.
•Y un largo etcétera importante.
En este capítulo quiero hablarte de algunas de las afecciones
infecciosas más comunes que sufrimos las mujeres (aunque hay un sinfín).
INFECCIONES POR
HONGOS
Si
te hablo de hongos vaginales, seguro que de lo primero que te viene a la mente
es nuestra querida cándida.
La
cándida es un hongo que forma parte de nuestra microbiota vaginal, y al
contrario de lo que pensamos, no viene de fuera a invadirnos, sino que ya vive
dentro de nosotras. Generalmente, lo hace en forma de espora, actuando de
«amiga» de nuestra microbiota, viviendo en paz y sin causarnos daño.
Pero
cuando, por algún motivo, esta cándida se hace fuerte y se convierte en hifa,
es cuando consigue hacernos daño. Puede proliferar demasiado y causarnos esa
«candidiasis» tan conocida por la mayoría de nosotras. La especie más frecuente
es la Candida albicans, pero deberías saber que existen otras y que,
actualmente, podemos distinguirlas mediante cultivos para poder ofrecer
tratamientos específicos.
Los
síntomas que suelen causar son picor intenso, enrojecimiento y escozor en la
vulva (en la parte interna de los labios puede ser muy potente) y en la vagina;
el flujo suele aumentar y ser blanco y grumoso, a veces con un olor fuerte y
diferente (más dulzón), y puede haber molestias al hacer pis o al tener
relaciones. Por supuesto, no tienes que tener todos ellos a la vez para saber
que es cándida, ni tener cándida para tener estos síntomas. Es decir, no todo
lo que pica es cándida, ni hongos, y esto hemos de tenerlo muy presente para no
hacer un tratamiento incorrecto.
Pensar
que todo picor deriva de una candidiasis es un gran problema al que también nos
enfrentamos continuamente. Por ello, nos recetan la medicación de siempre o
directamente nos automedicamos y esto podría causar que pasemos por alto otras
infecciones que pueden estar haciéndonos mucho daño, al tiempo que tomamos una
medicación que a lo mejor no funciona y que podría dañar nuestra microbiota
creando tolerancia y resistencia.
Si
tener candidiasis una vez en tu vida puede ser un horror, imagínate lo que
puede suponer tenerla de forma frecuente, ¡y varias veces al año! Esto es lo
que se denomina una candidiasis vulvovaginal recurrente, muchas veces mal
denominada «candidiasis crónica», que con ese nombre ya nos da la sensación de
que nos va a acompañar toda la vida, pero ¡NO! Tranquila, no debe ser así.
Cuando la cándida aparece y reaparece continuamente, hay que investigar más
allá, pero investigar de verdad, no ir cambiando de medicación hasta encontrar
una que funcione mientras vamos arrasando cada vez más con la flora vaginal.
El
estado de la microbiota aquí juega un papel crucial (bueno, de hecho, no solo
aquí, sino siempre). Si continuamente nuestra cándida está proliferando hay que
hacer una valoración completa de nuestra población y mandar refuerzos. Y no
vale solo con tomar unos probióticos generales y ya está.
Déjame
ilustrar todo esto con una metáfora para que te lo imagines mejor: si nosotras
tenemos un jardín con hortensias, aves del paraíso, dalias, azaleas, romero y
girasoles… y llega una helada y acaba con las dalias y las azaleas, ¿verdad que
no valdrá con repoblar con girasoles y hortensias?
La
microbiota funciona igual. Si queremos que esté en equilibrio, debemos
equilibrarla específicamente, y esto lleva tiempo, conocimientos y energía (te
lo digo por experiencia personal que algún día te contaré).
Por
supuesto, nuestra alimentación, nuestros cuidados y hábitos también serán
básicos, pero de eso te hablaré más adelante.
DISBIOSIS VAGINALES
Y VAGINOSIS BACTERIANA
Como
ves, en cada apartado hablamos de la vital importancia de que nuestra
microbiota esté equilibrada. Cuando hay un desequilibrio nos enfrentamos a una
disbiosis. En este caso se llamaría disbiosis vaginal porque nos referimos a la
microbiota de la vagina. Si ocurriera en el intestino sería disbiosis
intestinal, si ocurriera en la boca, disbiosis oral…
La
disbiosis vaginal puede ser de diferente tipo y causar diferente
sintomatología; de hecho, podemos tener dos test de microbiota completamente
idénticos y que los síntomas que sufre la mujer sean completamente opuestos, o
una sea asintomática y la otra presentar mucha clínica… Por eso hay que prestar
mucha atención a lo que la mujer siente y refiere, y por leve que sea, siempre
importa. Siempre. Porque no darle importancia hace que en un futuro todo pueda
ir a peor.
La
vaginosis bacteriana puede estar causada por un sobrecrecimiento de otras
bacterias anaerobias como Gardnerella, Prevotella, Mycoplasma, Ureaplasma y un
largo etcétera, que pueden dar sintomatología leve o sintomatología más grave.
No
te conformes con la/el ginecólogo que te diga que es normal que salgan en un
cultivo ya que son poblaciones que viven con nosotras, y mucho menos aún si
presentas síntomas. Y si tú eres profesional de la salud y me estás leyendo,
por favor, jamás le digas a una paciente que sus síntomas son normales y que es
imposible que vengan de una disbiosis vaginal.
Se
llama vaginosis porque no es una inflamación, sino se llamaría vaginitis, pero
eso no quiere decir que no pueda haberla. Por eso es importantísimo no tratar a
las mujeres como si fueran un protocolo de libro, sino según sus necesidades
personales, y valorar cada síntoma que tenga.
La
vaginosis bacteriana se caracteriza por presentar un olor a pescado podrido. De
ahí la importancia de conocer nuestro propio olor, y saber cómo huele nuestra
vulva y nuestra vagina, para poder saber cuándo de verdad huele mal. También
aparece flujo más abundante, picor, escozor, ¡y dolor en las relaciones
sexuales!
Oirás
decir que no pueden estar relacionados, pero por experiencia personal y
experiencias de pacientes puedo asegurarte que sí puede haber casos, y aunque
sea menos frecuente, hay que tenerlos en cuenta. Recuerda que no solo importa
«el diagnóstico», sino cómo están el resto de los parámetros de la vagina: el
pH, la lactoferrina, las mucosas…
En
algunas ocasiones será necesario usar antibiótico para tratar la infección y
tener en cuenta a la pareja en el caso de haberla. Usar preservativo será otro
básico para no hacer un círculo de contagio.
Debemos
nombrar de manera especial al Ureaplasma y al Mycoplasma porque, aunque ya
sabemos que son bacterias que están presentes en nuestra microbiota vaginal, su
sobrecrecimiento también se considera una ITS (infección de transmisión sexual)
ya que pueden contagiarse y dar sintomatología tanto en la mujer como en el hombre,
así que es recomendable diagnosticarlos y tratarlos. A estos dos, por
desgracia, los conozco bastante, ¡ya se han venido a pasar unas cuantas
vacaciones a mi vagina!
Las
bacterias que hay en nuestro ano e intestino también pueden viajar e
infectarnos Y esto sería una vaginosis por Escherichia coli, estreptococo,
enterococo… Los síntomas pueden ser similares: irritación, escozor y
enrojecimiento en la vulva y la vagina, cambio en el flujo (más amarillo y
pegajoso, no tan blanco y grumoso como en las cándidas, por ejemplo), y puede
haber inflamación, dolor en las relaciones o al tacto y mal olor. Por eso es
tan importante cuidar la higiene de tu vulva y de tu ano y no establecer
contacto entre ellos.
Antes
de acabar con la parte de infecciones (que no sé a ti, pero a mí me pica ya
todo solo de pensarlo), tengo que decirte algo:
¡¡No
te eches yogur ni ajo en la vagina, por favor!!
Aunque
sean los típicos remedios caseros de la abuela, recuerda que estos no siempre
son los más adecuados. Ni el yogur tiene los mismos Lactobacillus que tu vagina
necesita (y mucho menos los que venden en el supermercado) ni el ajo va a
salvarte la vagina, en todo caso, ayudará a irritártela.
La
verdad es que, por suerte, nunca he tenido la loca idea de probarlo, pero si ya
ponerte ajo encima de un herpes pica tela (y lo digo porque lo he visto hacer),
no quiero imaginarme lo que tienes que sentir si te pones un ajo troceado en la
vagina que ya está irritada y escocida.
INFECCIONES DE ORINA
Ganas
continuas de hacer pis, un ardor increíble al hacerlo y una incomodidad y/o
dolor que permanece todo el tiempo. Si has pasado por una cistitis sabrás a lo
que me refiero. Otra patología fácilmente identificable por la sintomatología
que presenta (pero, como siempre, será necesario descartar otras afecciones).
Las
cistitis suelen estar causadas por la Escherichia coli, que habita plácidamente
en nuestro intestino, y que le encanta viajar cuando se le presenta la
oportunidad.
Es
muy importante frenar el viaje con un buen tratamiento antes de que quiera
conocer un mundo más profundo como los riñones y nos desate una pielonefritis
(infección del riñón).
E
igual que existen las candidiasis de repetición, existen las cistitis de
repetición. De ahí que sea tan importante una vez más reforzar la microbiota y
que esta esté en buen estado para que pueda plantarle cara a todo agente
patógeno externo que quiera invadirnos, además de tomar las medidas
higiénico-comportamentales para reducir nuestra exposición que explicaremos en
el capítulo 10.
Cistitis
poscoitales
¿Alguna
vez has sentido dolor o escozor al hacer pis después de tener relaciones? ¿O
aumenta tu frecuencia de ir al baño, ya sea inmediatamente después o al cabo de
unas horas?
¿Por
qué ocurre? Algunas bacterias como la Escherichia coli pueden hacerse un viaje
a nuestra uretra (ya sabéis que la nuestra es más pequeña y por eso nos ocurre
más frecuentemente) por el contacto en nuestros genitales.
Por
eso es superimportante hacer pis antes y después de tener relaciones y mantener
una correcta higiene y salud de nuestra microbiota. Y nunca tocar la vagina o
la vulva con lo que has tocado el ano.
Tener
los mismos síntomas no significa tener la misma infección.
Un
punto importantísimo que debemos grabarnos a fuego, sobre todo si hemos sufrido
infecciones de repetición, del tipo que sean, es que no siempre que empezamos a
tener los síntomas que ya conocemos hay una infección. Es decir, hablando de
las cistitis poscoitales, no siempre que empezamos con ganas imperiosas de
hacer pis y escozor al hacerlo hay un bichito dentro. Por un lado, la ansiedad
y el miedo pueden boicotearnos haciéndoos sentir más intensidad de la que puede
haber. Es fundamental mantener la calma y no tener en mente el «otra vez la
dichosa infección» o entrar en pánico (sí, suena tremendamente fácil decirlo y
en la realidad es un horror pasar por ello y complicadísimo no asustarse con lo
mal que se pasa, pero te aseguro que es muy importante dedicar energía a lo que
pensamos y a cómo nos hablamos en esos momentos, para no estar predispuestas a
que todo vaya mal antes de tiempo). Por otro lado, el suelo pélvico también
puede estar desencadenando sintomatología por estar dañado previamente.
DOLOR
EN LA VULVA Y LA VAGINA
El
mundo del dolor en la vulva y en la vagina es muy amplio, y, por desgracia,
también más común de lo que nos imaginamos. Cada vez que lanzo una encuesta o
una pregunta en Instagram en grupo sobre cuántas de las que me leen o me
escuchan han tenido alguna vez dolor en las relaciones, mínimo un tercio y en
muchas ocasiones incluso más de la mitad me han dado una respuesta afirmativa.
Es una pasada.
De
hecho, tengo que hablar de mi experiencia personal. Hasta hace tres años yo era
de las afortunadas que hubieran respondido negativamente a esta pregunta pero,
desde entonces, estoy en el gran saco de las que sí que han sentido alguna vez
dolor y cuyo origen estaba en una infección. Todavía me encuentro en el camino
de la solución, y sé que cuando la alcance, contaré mi historia al completo.
El
dolor, ya sea en la vagina o en la vulva, puede aparecer en diferentes
intensidades y sensaciones: puedes sentir dolor agudo o punzante, picor,
escozor, ardor, presión, o directamente compararlo con el dolor que sentirías
si te cortasen con un cuchillo o si te clavasen agujas (testimonios reales de
mujeres reales).
Lo
que tenemos que grabarnos a fuego es que el dolor nunca es psicológico ni
inventado, tampoco es exagerado. El dolor es real, incluso aunque se origine
sin ningún trauma físico, y aunque todo parezca estar bien (digo parezca,
porque realmente nunca está todo bien si hay dolor). Deja de sentirte exagerada,
quejica o loca por sentir dolor. No te hagas eso, no te lo mereces.
DISPAREUNIA Y
VAGINISMO
El
dolor pélvico o en la vagina en las relaciones se llama dispareunia, y no
debemos confundirlo con el famoso vaginismo (un nombre horrible por cierto),
que es la imposibilidad de introducir nada en la vagina.
La
dispareunia puede ser superficial, si te duele en la entrada de la vagina;
profunda, si te duele en el fondo de la vagina; o mixta, si te duele en ambas
zonas. No siempre nos encontraremos con un dolor específico, sino que puede ser
difuso. La dispareunia tiene una naturaleza diversa al vaginismo y puede
depender a veces de varios factores: la fase del ciclo en la que te encuentres,
cómo esté tu intestino y si has ido o no al baño, la excitación o la postura
que tengas cuando mantienes relaciones sexuales, o lo mucho o poco estresada
que estés ese día, entre muchas otras.
El
vaginismo, además de esa imposibilidad y dolor, suele acompañarse de
sentimientos realmente negativos: miedo y ansiedad anticipatoria, porque ya
sabes lo que viene. Y todo lo que genere alerta o estrés hace saltar las
alarmas del sistema nervioso y hace que el suelo pélvico quiera defenderse
contrayéndose para evitar cualquier tipo de penetración. También puede
incrementarse cuando el tono de la vagina aumenta la sensación de dolor.
Dolor
y sensaciones negativas (miedo, ansiedad…) suelen ir de la mano. Es muy difícil
enfrentarse con actitud positiva al dolor y no tener miedo de aquello que nos
hace daño. Por eso estos procesos se alargan en el tiempo y acaban con nuestro
deseo sexual porque, ¿cómo te va a apetecer algo que te genera dolor e
insatisfacción? Y, al final, la bola de nieve se hace grande abarcando muchos
pilares de nuestra vida. Por eso es muy, muy, muy importante trabajar con un
profesional de la fisioterapia de suelo pélvico, fisiosexología y psicología
que pueda acompañarte en este proceso.
VULVODINIA
Cuando
hablamos de dolor también podemos encontrar la vulvodinia o el síndrome
doloroso vulvar, que es el dolor de la vulva sin evidencia física de que algo
lo esté causando, sin una causa conocida. Puede estar asociado o no a las
relaciones sexuales.
Déjame
hacer un inciso aquí, y hablarte del concepto de sensibilización central.
Cuando
hay algo que nos hace daño (infección, sequedad…) y nos causa dolor durante una
temporada, el cuerpo crea redes neuronales que informan a nuestro cerebro del
dolor. En un pequeño porcentaje de mujeres cuando la noxa («lo que hace daño»)
ya no está, esas redes neuronales siguen estando activadas. Nuestro objetivo
debe ser «desconectarlas». Por eso, aparte de la fisioterapia o la psicología,
en este caso, a veces, los medicamentos neuromoduladores (psiquiátricos) pueden
ser de utilidad. Y no es que os estén llamando «locas», sino que necesitamos
trabajar con esas neuronas y neurotransmisores para que dejen de enviar las
señales que no tocan.
La
vulvodinia puede originarse a consecuencia de otras condiciones en la vulva,
como una infección o una patología dermatológica y también puede causar otras
patologías, como la dispareunia o el vaginismo.
BARTOLINITIS
Seguro
que a alguna de vosotras también os suena la bartolinitis por haberla sufrido
en propias carnes.
Aunque
el nombre sigue sin gustarme (ya he comentado que hay que intentar cambiar los
nombres de hombres en nuestras partes, ¿no?), de momento no existe otro para
hacer referencia a la inflamación y obstrucción de las glándulas vestibulares,
más conocidas por glándulas de Bartolino. Cuando esta glándula se obstruye, a
veces se genera un bulto que puede acabar infectándose y liándotela un poquito
parda.
Dentro
de las patologías de la vulva existen asimismo algunas afecciones
dermatológicas.
SEQUEDAD
VULVOGENITAL
La
sequedad no siempre es una consecuencia, sino que puede ser un motivo para
sufrir otros síntomas. Todas las condiciones de las que hemos hablado antes
pueden causar sequedad. También en el posparto o en el período de lactancia, en
la perimenopausia, en momentos de cambios hormonales o incluso en situaciones
de estrés, podemos sentirnos secas, y esto puede causarnos picor, escozor,
molestias…, y empeorarnos mucho la calidad de vida. Siempre se debe tratar e
investigar su origen y, por supuesto, cuidar y mimar tu vulva como te explico
en el capítulo 10.
EL PAPEL DE LAS
INFECCIONES EN EL SUELO PÉLVICO Y CÓMO PUEDEN AFECTAR AL DOLOR
En
el capítulo anterior nos adentramos en el maravilloso y adictivo mundo del
suelo pélvico y pusimos en contexto algunas de las situaciones más frecuentes.
¿Recuerdas la hipertonía? ¿Ese exceso de tono en la musculatura del suelo
pélvico que lo condicionaba a diferentes síntomas?
Pues
bien, unamos ahora las infecciones y la hipertonía, porque sí,
sorprendentemente (si me oyeras pronunciar esta frase notarías en mi voz la
gran ironía), también tienen relación.
Cuando
tenemos una infección en un lugar, rara vez se queda y solo afecta a ese lugar,
y más cuando hablamos de nuestro maravilloso pero complejo mundo genital.
Cuando
hay una infección, nuestro suelo pélvico también se puede ver dañado por una
serie de reacciones que ocurren, y acaba dándonos síntomas parecidos a los de
una infección de orina, como dificultad para hacer pis y ardor, sin tenerla.
Hablemos
de dolor
El
dolor es muy complejo de entender. Lo primero que debemos tener claro es que no
siempre es igual a daño o a lesión. Y con esto no significa, repito y recalco,
que te lo estés inventando o que el dolor sea psicológico, sino que el sistema
nervioso está haciendo de las suyas interpretando señales en forma de dolor
como alarma, cuando quizá no hay nada físico que lo esté causando (o lo hubo,
pero ya no lo hay).
El
dolor también se aprende, o más bien, las respuestas dolorosas se recuerdan. Y
con esto entramos en el mundo de la sensibilización central.
¿Conoces
el experimento de los perros de Pávlov? Este científico hizo muchos
experimentos, pero uno de los más conocidos es el de las respuestas salivales
de los perros. Pávlov hacía sonar una campanita a la vez que ponía un alimento
en el cuenco de los perros. Al ver y oler esta comida, los perros salivaban.
Tras acostumbrarlos a este gesto, Pávlov hacía sonar la campanita sin ponerles
comida, e igualmente los perros salivaban. Los perros acabaron asociando la
campanita a la comida, y no necesitaban tenerla delante para salivar, pues ya
sabían (o creían que sabían) lo que venía cuando sonaba.
Aquí
pasa algo parecido, por supuesto, salvando las distancias.
Te
pongo un ejemplo: pasas por una infección vaginal y la penetración te duele,
pero igualmente tienes penetración (habría que ver qué motivos te llevan a eso,
pero ese es otro tema que veremos más adelante). Un día, y otro, y otro. El
dolor cada vez es más incómodo porque además el roce empeora el tejido. La
infección acaba yéndose después del tratamiento, pero el dolor persiste. Una
semana, y otra semana, y otra semana… Entre la mucosa dañada, más el
aprendizaje del cerebro de que la penetración duele, acabas relacionando
penetración con dolor. Y aquí me refiero a la fisiología y el funcionamiento
del sistema nervioso, pero si ahondáramos en el mundo de las energías,
podríamos desgranar muchísimo más, observando cómo nuestra vagina dice lo que
nuestro inconsciente piensa y nuestra boca no es capaz de decir… (Quién sabe,
¿para otro futuro libro?).
La
falta de autoconocimiento puede causar dolor
¿Cómo
puede ser que no conocer mi vulva pueda hacer que tenga dolor?
Te
daré una explicación simple y resumida: todo lo que no se ve, no se toca, no se
menciona, no se dibuja, en lo que no se piensa… para el cerebro no existe. Así,
el cerebro imagina o inventa, y ante todo, busca protegerte. Y ya sabemos que
el jefe es el director de absolutamente todo. Si el cerebro no tiene
identificada a nuestra vulva y nuestra vagina porque no las conoce, y de
repente llega un estímulo (por ejemplo, un dedo que va a tocar la entrada de la
vagina), podrá generar una señal de aviso en forma de malestar o dolor para
proteger y evitar que nada le haga daño (¡porque no sabe qué está pasando ni
qué puede pasar!). Una especie de «por si acaso», como nosotras cuando nos
llevamos diez bragas y nueve tops diferentes a un viaje de fin de semana porque
no sabemos si los necesitaremos (un poquito de humor entre tanta intensidad,
¿no?).
Para
explicar todo esto, quiero que conozcas el homúnculo cortical de Penfield. Es
una representación gráfica del cuerpo humano en el cerebro que diseñó el
neurocirujano Wilder Penfield en los años cincuenta. Este homúnculo muestra
cómo el cerebro humano representa diferentes partes del cuerpo en la corteza
cerebral. Las que tienen una mayor sensibilidad o una mayor capacidad de
movimiento tienen una representación más grande en el mapa corporal.
Nuestros
genitales, en especial la vulva, tienen poca representación en el cerebro.
¿Cómo
vamos a esperar que sea una zona erógena y sensible si nuestro cerebro no sabe
dónde está ni cuál es su forma?
Como
hemos dicho antes, si el cerebro no recibe información de una parte, no la
representa. Pero, tranquila, esto puede modificarse.
¿Y
qué pasa en nuestra sexualidad cuando hay dolor?
El
dolor en la vagina o en la vulva puede ser un auténtico suplicio, y todavía más
en nuestra vida sexual. El miedo, la rabia, la culpa, la frustración y todos
los sentimientos negativos alrededor de él se convierten en un cóctel molotov.
Si
duele, ahí no es. Tenlo siempre presente. El sexo no debe doler, nunca. Y nunca
debemos tener sexo con dolor por otra persona, ya sea por complacer, ya sea por
no ofenderle, ya sea por miedo a que nos deje… Por desgracia, estos
pensamientos son reales y nos llevan a sufrir en silencio mientras tenemos un
coito doloroso y no deseado.
El
dolor en la vagina es muy complejo, y algún día haré algo muy especial sobre
él, para el que todavía no estoy preparada psicológica ni anímicamente, pero
ninguna mujer se merece forzar una relación ni sentir dolor, y mucho menos por
terceras personas, aunque lleven toda la vida enseñándonos a aguantar. No es lo
que nos corresponde.
Y
nos inunda el miedo, que en muchas ocasiones es la culpa o la rabia
disfrazadas, donde nos creemos culpables de sentir ese dolor y además en deuda
hacia nuestras parejas o compañeros de vida. Y continúa ese rechazo a nosotras
y hacia nuestra vagina.
No
somos solo una vulva y una vagina. Somos un cuerpo entero que explorar y
disfrutar.
No
somos nuestro dolor. No somos nuestros pensamientos.
Y
hay personas maravillosas que pueden acompañarte en tu dolor.
PALABRAS
DE ALIVIO
Si
actualmente estás pasando por un dolor vaginal, Silvia, mi compañera de equipo,
amiga y fisioterapeuta tiene algo que decirte:
Sé
que crees que no hay salida, que vas a vivir el resto de tu vida con dolor, que
no vas a volver a disfrutar si ya lo
habías
hecho anteriormente, o que jamás vas a saber qué es el placer. Y te abrazo, te
entiendo y sé por lo que estás pasando y te pido, por favor, que dejes de
forzar, que dejes de mantener relaciones sexuales con o sin penetración si no
estás sintiendo placer, si estás sintiendo dolor, porque sin querer hacerlo, lo
estás perpetuando y poco a poco tu deseo desaparecerá.
Y
lo más importante: deja de culparte, no estás rota, no es culpa tuya. Tu placer
es importante y no eres un agujero donde meterla para que tu pareja, si es un
hombre, pueda disfrutar. Pide ayuda, trátate y, lo más importante, quiérete;
eres una mujer maravillosa y el dolor solo es un síntoma de que algo no va
bien, para que te escuches, te mimes y puedas solucionar sus causas.
SILVIA
LIGERO
INFECCIONES DE
TRANSMISIÓN SEXUAL
Aunque
tengamos la costumbre de llamarlas ETS, por enfermedades de transmisión sexual,
no debería ser así, porque no todas las infecciones acaban siendo enfermedades.
La infección hace referencia al agente patógeno que entra en tu cuerpo, y que
no siempre da sintomatología aunque lo portes, y la enfermedad hace referencia
a lo que desarrolla, daña y afecta a tu organismo.
En
los últimos años ha habido un aumento brutal de ITS, sobre todo en mujeres de
quince a treinta y cinco años. El poco miedo que hay a infectarnos y el «A mí
eso no me pasa» nos lleva a tener prácticas sexuales de riesgo sin ningún tipo
de protección, y esto, en gran parte, viene de la falta de educación sexual.
Se
normaliza no usar condón porque «es más guay» y su empleo se ve como tedioso,
aburrido, corta rollos e innecesario. Y si no lo piensas tú como mujer, ya está
el hombre de turno con sus queridos comentarios de: «Es que no siento nada»,
«Empezamos sin condón ¿vale?», «Solo follo contigo, no tienes de qué
preocuparte», y un sinfín de mentiras que no dejan de ser otra especie de abuso
y manipulación, donde, una vez más, las mujeres somos invalidadas e incapaces
en muchas ocasiones de decir que no y marcar nuestros límites. Aunque, ojo,
como diría mi amiga Laia, eso es lo que nos han hecho creer… A la gran mayoría
de los hombres si en ese momento les dices: «O te pones el condón o me voy», se
lo pondrán más rápido que un rayo antes de quedarse sin el polvo…
Las
ITS se asocian con ser una guarra o follar con muchas personas, pero la realidad
es que, aunque sí hay más riesgo al tener muchas parejas sexuales diversas, eso
no significa absolutamente nada ni dice nada de ti ni de tu valor como mujer.
Vales mucho, muchísimo, siempre. Pero, si te proteges, cuidarás mucho más tu
salud y tu cuerpo, que no se merece menos.
El
virus del papiloma humano (VPH)
Es
la ITS más frecuente y sobre la que todavía hay un desconocimiento brutal y
produce un pánico enorme. Hay algunas cosas sobre este tema que debemos tener
meridianamente claras:
El
VPH no es igual a cáncer. Esta es la primera idea que solemos tener.
VPH
no es igual a compañía de por vida.
El
VPH está mucho más presente de lo que nos imaginamos, y se cree que alrededor
del 80 por ciento de las mujeres han tenido, tienen o tendrán el virus en algún
periodo a lo largo de su vida.
Alguna
cosas que debes saber del VPH:
•No
es necesario que haya penetración para que haya contagio (lo puede haber
también entre boca y vulva, vulva y pene, pene y ano, manos y genitales…).
•Puede,
por tanto, contagiarse también entre mujeres.
•Los
hombres también pueden desarrollar sintomatología (verrugas, cáncer de faringe,
de pene o de mucosa anal).
•El
preservativo y las barreras de látex son lo que más evitará su contagio (aunque
no al cien por cien, como hemos comentado).
•Lo
más probable es que el virus dure en tu cuerpo, como mucho dos años, si cuidas
tu sistema inmune y evitas aquello que le hace que se quede contigo (fumar,
contagiarte con otros virus…).
•No
te haces inmune a él, puedes volver a contagiarte.
•Hay
diferentes cepas de virus clasificadas por números. Las cepas que desencadenan
patología más leve podrán causar verrugas genitales, los llamados condilomas,
siendo las cepas 6 y 11 las más prevalentes. Mientras que tenemos otras cepas
que generan sintomatología más grave (números 16 y 18, entre otros).
Otras
ITS
Como
ITS también existen la clamidia, la gonorrea, la sífilis, el VIH y un sinfín de
virus más. Y repito: el contagio no solo viene a través del contacto con los
genitales o con las eyaculaciones. Los contactos con la boca y de los
diferentes fluidos pueden ser un medio de contagio. No todas las ITS dan la
cara con síntomas claros, por lo que es muy importante asegurarnos de que todo
está bien, ya que puede darse el caso de haber una ITS no diagnosticada que
acabe desarrollando una infección mayor a medio plazo en tu cuerpo.
La
solución más eficaz: educación sexual desde pequeños
¿Alguna
vez te han dado LA charla en el instituto? Sí, esa charla sobre supuesta
educación sexual donde te enseñan a poner un condón —de hombre— a un hombre,
para que no te quedes embarazada. Donde te dicen que lleves siempre uno en el
bolso, por si acaso. Tanto hablar de anticoncepción para NO quedarte
embarazada, que se les olvida hablar de métodos de protección para evitar que
te contagies con una ITS. Embarazada solo te puedes quedar unos días en cada
ciclo, pero contagiarte de una ITS te puede pasar cada vez que mantienes
relaciones sexuales con otra/s persona/s. Así que hemos de concienciarnos de
usar el condón o barrera de látex en cada práctica donde pueda haber riesgo de
contagio.
Con
todo esto no hay que entrar en pánico ni rechazar la vida sexual, sino tener
cuidado de nuestra sexualidad, protegernos en las relaciones sexuales donde
pueda haber un contagio, y chequearnos cada cierto tiempo para llevar un
control. Generalmente, las detectaremos con serologías sanguíneas o con
cultivos específicos, y si tenemos relaciones sexuales sin protección o con
múltiples personas en periodos de tiempo corto, hacer revisiones precisas es
algo recomendable.
¡Ah!
Y conocernos, lo más importante de todo.
Si
presentas una ITS algunas de las cosas que deberías hacer (y si no tienes una
ITS también deberías):
•No
fumar: el tabaco es proinflamatorio, tóxico y puede hacer que el VPH u otros
virus persistan contigo más tiempo, dándoles más oportunidad de hacer daño.
•Usar
preservativo, aun con tu pareja estable con la que no habría riesgo de contagio
de una ITS, hasta que se haya marchado. Así evitaremos el contagio en círculo.
•Cuidar
tu microbiota y tu sistema inmune (¡sorpresa!).
•Acudir
a las revisiones que te marque la/el ginecólogo.
El
estrés y las infecciones de repetición
Y
cuando hablo de estrés, me refiero a ese estrés crónico de bajo grado en el que
vivimos la mayoría de las personas 24/7 todo el año, como si estuviéramos bajo
amenaza continua de peligros, que ni siquiera siempre son reales (en el
capítulo 11 hablaré largo y tendido de todo esto).
Ya
se sabe y se ha demostrado científicamente que el estrés influye negativamente
en muchas patologías y enfermedades, ya que cuando hay estrés, se activa
nuestro sistema simpático disparando el cortisol, que de manera sostenida
acabará afectando a nuestro sistema inmune. Recordamos que la primera barrera
de defensa de la vagina y la vulva es la microbiota, y esta también queda
dañada.
10
¡CUIDA Y MIMA TU VULVA! SE LO MERECE MÁS QUE NADIE
¡Por fin la chicha de verdad!
Porque sí, está muy bien conocer la importancia de nuestra vulva,
nuestro ciclo menstrual, nuestro suelo pélvico… Pero siempre nos hacemos la
misma pregunta: ¿CÓMO PUEDO CUIDARLA?
Mi frase estrella y favorita sobre la vulva para que te la grabes,
aparte de «Duerme sin bragas» es: «Igual que te cuidas la cara, has de cuidar
tu vulva».
Y las preguntas más típicas que me hacen de vuelta son… Pero, Sara,
¿si no tengo problemas de sequedad y lubrico bien, también necesito cuidármela
e hidratarla?
A lo que yo respondo con más preguntas: ¿tienes que tener problemas
en la piel facial para cuidarte la cara? ¿Esperas a tener problemas en la piel
del cuerpo para cuidártela? ¿Esperas a tener caries para cuidarte los dientes y
la boca? No, ¿verdad? Entonces, ¿por qué esperamos a tener problemas en la
vulva para pensar que es el momento de empezar a cuidarla? Realmente, la vulva
tiene su propio sistema de hidratación, como vimos anteriormente, pero
hidratarla también puede ser una forma de cuidarla, tocarla y prestarle
atención, no solo por el hecho de la hidratación en sí, sino por dedicarle un
ratito y conectar con ella.
Seguro que alguna se siente identificada con esto. Nuestra vulva
sigue siendo un ente extraño, diferente, raro, casi «alejado» de nuestro
cuerpo, a la que vemos frágil y delicada, pero no se nos ocurre darle un
cuidado especial. Qué poco sentido tiene todo esto, ¿no?
Bueno, espera. Cuidarla en el sentido del mimo no, pero lavarnos con
mucho jabón íntimo para que no huela e incluso echarle algún que otro perfume…
Eso sí que no se nos olvida a veces. Aisssss, qué poco nos han enseñado, ¡una
vez más!
Este capítulo quiero dedicarlo a tooooodos los cuidados que van bien
a tu vulva y a tu suelo pélvico.
Mis tres imprescindibles de autocuidado para tu vulva son:
•Dormir sin bragas (creo que ha quedado claro).
•Hidratarla adecuadamente.
•Mirarla y masajearla.
Recalco, ninguno de ellos… es imprescindible ni obligatorio, que no
lo hagas no significa que no cuides tu vulva. Recuerda que estoy aquí para
darle espacio a este templo sagrado y para enseñarte a mimarla y cuidarla.
Vamos a empezar por la parte más importante y que peor nos han
enseñado siempre, y que sí es imprescindible hacerla bien para tenerla
saludable: la higiene de la vulva.
Una vez más la publicidad hace caja y aprovecha nuestras partes
íntimas para sacar jabones específicos para la vulva y recalca en los anuncios
la importancia de tenerla bien limpita y oliendo a rosas… Tanto que ya han
sacado varios perfumes y guarradas de estas. Sin embargo, ¿has visto en algún
lado un jabón específico para penes? ¿Anuncios de la importancia de que estén
bien lavados y oliendo a jazmín? Yo no, ¡y mira que algunas veces lo
consideraría más necesario! No el del olor a jazmín, pero al menos sí el de que
estén un poco lavaditos, porque hay cada uno… que el olor a culo y a pene
ambienta el vagón del metro (te lo digo por experiencia personal).
Y encima un día tuve que oír a una persona decirme que deberíamos
sentirnos afortunadas con tanta industria buscando lo mejor para nuestros
cuidados, ¡tócate el coño! Que busquen hacer negocio con nuestro cuerpo y nos
quieran vender cosas no solo innecesarias, sino perjudiciales para él con ánimo
de hacernos aún más adictas a ellas (véase el salvaslip que te pones para
quitar tu flujo y este aumenta por el salvaslip y te vuelves aún más adicta) es
para dar gracias, sí.
¿Cuántas veces te has lavado la vulva con jabón íntimo? ¿O con el
jabón de lagarto de la abuela que quita todas las manchas y grasas? ¿O con
bicarbonato y vinagre para quitar el olor?
¿Cuántas veces has frotado y requetefrotado con tus dedos o con una
esponja? ¿Cuántas veces te has hecho más de tres, cinco o incluso siete lavados
al día a tu vulva? Más aún: ¿cuántas veces te has lavado bien minuciosamente
antes de tener una cita con otra persona? (La mayoría de las veces, con
hombres, porque tenemos que estar bien limpias para ellos, ya que piensan que
nuestra vulva debe oler una vez más a rosas y si descubren su olor real puede
salir corriendo, aunque eso con una mujer no pasa porque tiene lo mismo ahí
abajo).
Y antes de ir al ginecólogo o a la consulta de fisioterapia de suelo
pélvico… Tenemos la palabra «limpieza» grabada en nuestra piel. Pero lo que no
sabemos es que cuando hacemos este tipo de «limpieza» realmente estamos dañando
mucho, mucho, mucho a nuestra vulva.
La vagina tiene su propio mecanismo de limpieza, ¡un equipo más que
preparado para mantener su higiene en perfecto estado!
HIGIENE DE LA VULVA,
¿CÓMO DEBEMOS HACERLA?
•Lavar
solo con agua. SOLO AGUA. Sí, como lo oyes (bueno, más bien como lo lees, ¿no?
aunque mientras escribo solo visualizo el tono en el que te lo diría). Tu vulva
solo necesita agua y nada más.
•Con
los dedos debemos lavar por todos los rincones, especialmente en los pliegues:
limpiar bien el capuchón del clítoris, entre los labios internos y externos… Es
en estos rinconcitos donde suele acumularse el esmegma.
•Nada
de usar jabón íntimo, ni jabón «pH neutro», ni detergente específico para tu
vulva.
•No
es necesario lavarte más de una vez al día, ¡no me la ahogues! y si lo haces en
la ducha, es suficiente, no hay que hacer un lavado aparte. Simplemente
aprovecha el agua que cae para lavar sus pliegues y ya está.
•Nada
de froti froti, ¡nos lavamos a toquecitos! Cogemos el agua que cae del grifo y
nos damos toquecitos suaves en la vulva. Si frotamos o arrastramos, podemos
hacernos daño e irritar la vulva y la mucosa. Solo hemos de acariciar entre los
pliegues.
•Y
mucho menos usar esponjas o trapos. ¡Tus manos son tus mejores aliadas!
•No
usar toallitas de higiene íntima ni otras perfumadas para limpiarnos después de
hacer pis ni lavarnos la vulva.
•Prohibido
usar perfumes, desodorantes, polvos, colonias, ¡y todo lo que tenga que ver con
neutralizar o eliminar su olor natural! Lo primero porque es una aberración
contra ella y contra nosotras, repito. Y lo segundo, porque el daño que puedes
hacer a tu microbiota y a tu mucosa es exagerado.
•Secar
después con toalla a toquecitos, más de lo mismo, nada de frotar ni de
arrastrar.
•El
agua solo va a la vulva, ¡nunca a la vagina! ¿Alguna vez has intentado
introducir agua en tu vagina también para lavarla? Recuerda todos los bichitos
que viven dentro de ella y que la cuidan. Con el agua podrías hacerles daño y
cambiar el equilibrio de la microbiota.
•Evitar
las duchas y los lavados vaginales.
•Cuidado
con la temperatura del agua: no te pases de fría, ¡pero tampoco de caliente! No
es la primera vez que alguien se hace una quemadura en la vulva por esto.
•Hidratar
después de lavar (de esto te hablo en el próximo punto) si te apetece.
Personalmente lo veo una opción estupenda.
¡¡¡Y
ahora vamos a continuar por mi parte favorita!!! que, obviamente, es la
específica de la vulva.
¿Alguna
vez has hecho una rutina de skincare? ¿O tienes alguna rutina diaria facial
para cuidar y mimar tu carita?
Realmente
skincare hace referencia a una rutina de cuidado de la piel, pero no específica
de la cara, aunque la mayoría de mujeres cuando hablan de su skincare salen
limpiándose e hidratándose la cara, así que solemos asociar este término a
rutina facial, que suele ser la única rutina de cuidado hacia nosotras que
tenemos diariamente, si es que la tenemos, porque ya sabemos que nosotras
solemos estar en el punto número 12 o 13 en la lista de prioridades e inversión
de tiempo en el día a día, y también suele ser lo primero que nos saltamos si
un día estamos cansadas o vamos tarde. Así que si ya es difícil mantener esta
minirrutina que nos cuida y mima lo que es más visible de nosotras, imagínate
lo complicado que puede ser mantener la rutina de «eso», que es lo que menos se
ve y se toca. Pero eso no lo hace menos importante, sino todo lo contrario,
¡más especial! ¿Y quién dijo que fuera fácil? Si a ti te gustan tanto los retos
como a mí, ¡entonces estás en el lugar adecuado! Ponte cómoda (si no lo estás
todavía), cógete una libreta y un boli, ¡que empezamos!
TU VULVACARE
Repito,
igual que nos cuidamos y nos hidratamos la cara, debemos cuidarnos e
hidratarnos la vulva. Así que vamos con la fase dos, que la puedes hacer por la
mañana y/o por la noche.
La
noche es el mejor momento para dedicarte un espacio, antes de dormir, porque es
cuando te quitas la ropa interior, dejas tu vulva libre y al aire… et voilà!
Noche revitalizante para todo tu cuerpo y ratito relajante para conciliar bien
el sueño.
¿Acaso
la noche no es el momento donde más hincapié le hacemos a nuestra rutina
facial? Pues una vez más (no quiero parecer demasiado repetitiva, pero es que
es lo miiiiismo) también con tu vulva. (¡Hey! y para todo tu cuerpo: también es
buen momento para hidratar tus pies).
Soy
fan de las duchas por la noche, después de todo el día: te quedas relajada para
ponerte el pijama y preparada para una buena hidratación y skincare corporal
que te dejen nueva para el momento más importante del día: cuando te vas a la
cama a descansar.
Después
de ese lavado suave y con mucho amor, nos echamos el hidratante adecuado en los
dedos y lo esparcimos por toooodos los rincones de la vulva, ¡y c’est fini!
Si
el hidratante te lo echas por la mañana, por ejemplo, antes de irte a trabajar
o salir a la calle (es decir, antes de hacer algo para lo que tengas que
vestirte), te recomiendo que dejes lo de ponerte la ropa para el final, y al
menos que puedas estar cinco minutos con la vulva al aire mientras te lavas los
dientes, te peinas o te hidratas la cara, para que se absorba bien y no sea la
ropa interior quien se lleve el hidratante (y así, además, te familiarizas
contigo y con tu cuerpo pasando más ratitos desnuda).
Si
te lo echas antes de dormir o antes de cenar… ¡Ya no te pongas ropa encima!
Como mucho el pantaloncito anchito del que hablamos que no roce, pero que
estaría muy bien que te quitaras para dormir. Por eso me parece el mejor
momento para tu vulvacare.
MIS DOS RUTINAS
FAVORITAS DE VULVACARE
Aquí
te presento mis dos rutinas favoritas: una corta para tu día a día (un poquito
más intensa que solo la hidratación) y una más larga para cuando quieras
dedicarte el tiempo que te mereces.
Antes
de nada, punto número uno y más importante: manos limpias, siempre. Aunque te
las hayas lavado un rato antes y «no hayas tocado nada», lávatelas
inmediatamente antes de tocar tu vulva, y cuida bien la limpieza de tus uñas,
aún más si las tienes un poquito largas.
Puedes
lavarte con agua la vulva si han pasado muchas horas desde la última ducha (por
ejemplo, te duchaste por la mañana, pero recuerda que no debes abusar de la
limpieza).
Punto
número dos: el ambiente (y esto te vale para cualquier rutina de autocuidado).
Siempre te animo a que sea un ambiente «romántico y relajante» para ti y para
ella, aún más si lo haces por la tarde/noche o antes de acostarte (pero mi
recomendación es que, la hagas cuando la hagas, cuides ese espacio siempre que
puedas): luz tenue, cálida, suave; música relajante, meditativa, romántica; un
lugar donde estés cómoda y tranquila, en la intimidad que necesites: tu baño,
tu cama, el sofá, una esterilla… Puedes poner velas, incienso, aromas de
aceites esenciales… Todo lo que nutra tus sentidos y los abrace de calma y
amor.*
La
luz para mí es un imprescindible: no podemos pretender relajarnos con una luz
blanca potente directa en nuestros ojos (no deja de ser una activación que para
algunos momentos está bien, pero no para cuando buscamos calma). Por la noche,
además, como te explicaré más adelante, este tipo de luces no nos vienen nada
bien.
Rutina
corta
¿Qué
necesitamos?
•Buen
ambiente: relajante, íntimo, seguro.
•Hidratante/lubricante
adecuados.
Sentada
sin ropa interior (aunque yo te recomendaría desnuda al completo si no hace
mucho frío), con la espalda apoyada, recostada o tumbada, en la postura que más
cómoda te resulte, haz unas respiraciones diafragmáticas para activar tu
sistema parasimpático y ayudar a entrar en un estado de calma. Esto también
propiciará que tu vulva empiece a lubricar y que tu suelo pélvico se relaje.
Toma conciencia del espacio que ocupa tu vulva, visualízala y conecta con ella
desde el interior, como si trazaras una línea desde el lugar en el que piensas
hasta ella y se quedaran unidos a través de un hilo. Recuerda que necesita
presencia, y esta es una muy buena forma de dársela. Acerca las manos a ella,
ponlas encima y sigue respirando mientras sientes el calor que ambas
desprenden. Esto te llevará dos minutos nada más.
Después
añade el hidratante a tus dedos y comienza a esparcirlo suavemente desde fuera
hacia dentro, con las yemas de tus dedos. Que cada rincón de tu vulva te pida
esas caricias. ¿No se te está haciendo la boca agua pensando en esa sensación?
Te aseguro que es muy, muy placentera, y ayudará muchísimo a rebajar toda la
tensión acumulada que tenemos en el suelo pélvico y en el resto del cuerpo.
Esto
te llevará otros dos-tres minutos. En total cinco minutos. ¿Es corta o no es
corta?
Si
piensas que no tienes cinco minutos para dedicarte, observa cuántos minutos
pasas en Instagram antes de acostarte.
¿Cómo
medimos ese pequeño tiempo sin tener que estar atada al reloj, temporizador o
alarma?
Muy
fácil, búscate una o dos canciones suaves, que marquen los minutos que quieres
estar. Lo que dure la canción será lo que dure tu rutina. Así no tienes que
estar mirando continuamente la hora si tienes prisa o ponerte un temporizador
que va a romper con toda la magia cuando empiece a sonar y puedes guiarte por
el ritmo de la música.
Ahora
vamos con la rutina más larga, para esos días de autocuidado, que, si no
tienes, te recomiendo que saques, y que vayas sin reloj y sin hora, un poco
dejándote fluir y dejándote sentir…
Rutina
larga (lo que tú quieras alargarla)
¿Qué
necesitamos?
•Buen
ambiente: relajante, íntimo, seguro.
•Un
hidratante/lubricante adecuados.
•Un
espejo.
•Vibrador
(si te apetece).
El
comienzo es igual que en la rutin corta: sentada sin ropa interior, con la
espalda apoyada, recostada o tumbada, en la postura que más cómoda te resulte,
haz unas respiraciones diafragmáticas para activar tu sistema parasimpático y
ayudar a entrar en un estado de calma. Toma conciencia del espacio que ocupa tu
vulva, visualízala y conecta con ella desde el interior, como si trazaras una
línea desde el lugar donde piensas hasta ella y se quedaran unidos a través de
un hilo. Recuerda que necesita presencia.
Coge
un espejo y observa tu vulva. Aunque ya la hayas visto antes. Todos los días te
miras en el espejo y por eso no dejas de hacerlo, ¿verdad? Conecta con ella,
con sus emociones, con sus sensaciones. Observa si presenta algún cambio, su
color, su humedad, su lubricación.
Pregúntale
qué piensa, qué quiere decirte. Escúchala. Dale espacio. (Puede que esto de
hablar con tu vulva y hacerla sentir como otro ser humano te parezca una
estupidez, pero realmente no lo es. Tu vulva es tu templo sagrado, la parte más
íntima y mágica que tienes en tu cuerpo. Y a la que probablemente más hayas
ignorado o castigado a lo largo de tu vida).
Frota
tus manos durante unos segundos y ponlas encima de tu vulva. Siente el calor
que ambas desprendéis y cómo se va creando un ambiente relajante y cariñoso.
Mantén
las respiraciones diafragmáticas con las que empezaste y observa qué pide tu
cuerpo. Si acelerar la respiración, si enlentecerla…
Ahora
echa tu hidratante o lubricante en los dedos y empieza a esparcirlo desde fuera
hacia dentro. Masajea cada parte de tu vulva y sus alrededores: la cara interna
de los muslos cercana a la ingle, el monte de Venus, los labios externos, los
labios internos, el rafe perineal… Y si te apetece puedes acercarte a la
entrada de la vagina y a la entrada del ano (recuerda que el ano debe ser lo
último que masajeas, porque lo que toca el ano no ha de volver a tocar la
vagina). Repón el hidratante las veces que necesites, pero no dejes que en
ningún momento se quede seca o roce. Detente todo el tiempo que quieras en el
masaje, y llega hasta donde tu cuerpo te pida. Puede que empieces a excitarte,
que tu vulva o tu vagina empiecen a latir… Si es así, por supuesto, puedes
masturbarte y acabar en un orgasmo. O dos. O los que tú quieras.
Puf,
vaya disfrute, ¿no? Si has ido como yo visualizando e imaginando cada paso de
la rutina habrás acabado con la vulva bien relajada, incluso aun sin tocarla.
Puedes
masajearte también con un vibrador si te apetece, y jugar con su intensidad.
Una vibración suave y mantenida, con pases lentos, podrá ayudarte a relajar, y
una vibración intermitente o que cambie de intensidades, con pases más rápidos,
favorecerá la estimulación y activación. Hagas lo que hagas, lo que sí te
recomiendo es que empieces de una forma lenta y suave.
(Ojo,
si tienes alguna patología de suelo pélvico siempre será adecuado valorarla
previamente, aunque una buena relajación y un ratito de goce siempre vienen
genial).
Después
vuelve a «la vida real» con tooooda la tranquilidad del mundo, ¡y vete a descansar!
Olvídate por un rato de la tecnología y las pantallas, el estrés y los
estímulos, y regálate un rato a tu lado.
Una
buena y no exagerada higiene y una buena vulvacare sin duda son una maravillosa
forma de empezar a cuidar y mimar tu vulva. Pero en el día a día hay muchísimas
más cosas que podemos tener en cuenta para seguir este cuidado.
Hemos
de cuidar nuestra alimentación, nuestra hidratación, nuestro estrés, nuestro
sueño, nuestra higiene menstrual, nuestros hábitos miccionales y defecatorios…
¡Y hasta lo que llevamos en la mochila!
¿Lo
que llevamos en la mochila? ¡Pues sí! Igual que llevamos vaselina, pañuelos o
crema de manos, debemos llevar nuestro vulvakit, porque nunca se sabe cuándo
puede ser necesario.
En
mi mochila siempre llevo unas bragas de algodón de repuesto y mi crema íntima
favorita para hidratar (¿nunca te has sentido incómoda o te ha empezado a picar
la vulva por estar seca?).
¿Y
las bragas para qué? Nunca se sabe cuándo pueden venirte bien. Cuando te
acostumbras a ir sin ropa interior, en muchas ocasiones, se te olvida que
alguna vez quizá la necesites (esto lo sabes tú), así que nunca está de más
llevarlas.
Y
si estás con la regla o cerca de tenerla, puedes añadir unas bragas menstruales
o la copa menstrual y una botellita de agua para poder lavarte si es necesario.
Por desgracia, todavía en España (y en muchos países) no tenemos prácticamente
baños públicos con duchas higiénicas de WC para poder lavarte después de ir al
baño.
¡Ah!
¡Y un preservativo si lo crees necesario! Si no tienes pareja, o no tienes una
pareja estable o relación monógama/cerrada, o si tienes pareja, pero no sabéis
si estáis libres de ITS, puede ser un extra maravilloso para añadir a tu
vulvakit. Y no hablo de preservativo para hacer referencia a una penetración hombre-mujer.
Sino para cualquier contacto sexual que puedas tener con cualquier persona. Con
un preservativo puedes fabricar una barrera que es también necesaria para
muchas prácticas si quieres evitar contagiar/te una infección de transmisión
sexual.
CUIDADO Y MEJORA DE
NUESTRO PH VAGINAL, MICROBIOTA Y SALUD DE NUESTRAS VULVA Y VAGINA. UN BREVE
REPASO
Aunque
la mayoría lo hemos ido explicando durante el libro, vamos a centrar los puntos
importantes para que puedas tomar nota, como el resumen de después de las
lecciones de conocimiento del medio en el colegio.
•Una
correcta higiene (explicado anteriormente).
•Cuidar
nuestra microbiota, nuestras hormonas y nuestro ciclo menstrual, que sabemos ya
que son las grandes responsables de nuestra salud íntima.
•Evitar
el uso de tampones, salvaslips y compresas convencionales (explicado en los
capítulos 5 y 6).
•Usar
ropa interior de algodón, que no te apriete ni ahogue tu vulva.
•Dormir
sin ropa interior y estar todo el tiempo posible sin ella, al menos en casa.
•Evitar
el uso de espermicidas.
•Ojo
con los DIUS de cobre.
•Reducir
el uso de anticonceptivos hormonales si no son médicamente necesarios.
•Cuidado
con el estrés, ¡que ya sabes que, como un huracán, arrasa con todo!
•Usar
lubricantes e hidratantes saludables con tu vulva.
Y
en la vida sexual…
Mear
significa arrastrar y echar, y con el sexo con todo el roce que tenemos de unos
sitios y otros, es genial ser precavida. Cuando tenemos relaciones hay
presentes muchos microorganismos en los genitales y que pueden transmitirse a
través del contacto, la cercanía y las secreciones. Estos bichitos pueden ir a
través de la uretra (recuerda que la nuestra es más pequeñita, mide 3-4 cm)
hasta la vejiga y causar una infección, e incluso subir más arriba y liarla
bien parda. Haciendo pis ayudas a arrastrarlos hacia fuera y evitar que se
metan en el interior. Además, relajará tu suelo pélvico, y, hey, puede ser muy
placentero.
Y
como siempre, los consejos no son solo para mujeres: también es recomendable en
los hombres para limpiar el conducto de espermatozoides después de la
eyaculación.
No
se trata de ir corriendo a hacer pis nada más terminar, ni de apretar como si
no hubiera un mañana. Simplemente ve al baño cuando te apetezca ir, tampoco
dejes pasar dos horas, y fluye. Siéntate en la taza, sube los pies, respira y
deja que salga.
Hay
veces que tenemos muchas ganas de la propia excitación y el líquido que se
acumula, y otras veces que costará salir de la tensión que se ha generado tras
el orgasmo. Salga como salga, sin presiones ni prisas.
Otra
cosa imprescindible a tener en cuenta en el sexo:
Que
cuando estamos en pleno juego y borrachos de excitación no vemos el peligro
nunca, y el «por una vez no pasa nada» a más de una puede salirle caro. El culo
sí que está lleno de bacterias que viven ahí, con una microbiota diferente. Si
tocas el esfínter anal o metes un dedo en el culo y después lo llevas a la
vagina, estarás trasladando todas esas bacterias de un sitio a otro, como las
abejas en la polinización. Así que si un dedo va al culo, después o se lava o
no toca la vagina. De igual modo con los juguetes y con los condones. El
juguete ha de lavarse y el condón cambiarse antes de pasar del culo a la
vagina.
¿Y
qué pasa en verano con las cándidas?
Sol,
playa, arena… Como dice la canción. Y saaaaaaaal. El verano es la época
favorita de las cándidas y los bichitos porque tienen taaaantas ocasiones para
viajar y alojarse en diferentes lugares, que disfrutan a lo grande más que
nosotras.
Hace
mucho calor y sudamos mucho más. Estamos continuamente en remojo. Nos damos a veces
baños muuuuy largos. Y nos vamos con el bañador empapado al chiringuito y a la
cervecita, que sientan de maravilla después del bañito en la playa (y esto lo
digo porque es lo que suelo ver, pero realmente no me sienta bien irme al
chiringuito —ya sabes, soy algo especial— y jamás me he tomado una cerveza
porque no me gustan). Y la arena llega a nuestra vulva, y nos rascamos, y nos
frotamos. Y sal. Y cloro. Y más sal. Y más cloro. Y la cerveza. Y los
refrescos. Y el vino. Y uno más… Un cóctel tan apetecible como explosivo para
tus zonas bajas.
Ya
sabemos que hay unas mujeres más prevalentes que otras a sufrir cándidas e
infecciones de orina, y que la microbiota de cada una es un factor
superimportante. Pero además de eso, están esos pequeños gestos que pueden
mover montañas. Sí, también con nuestra vulva en veranito. Se los recomendaría
a todas las mujeres, pero con más razón a las que parecen empezar las
vacaciones y tener de acompañante a su cándida a cada paso que dan.
¿Qué
consejos puedo daros?
•No
te olvides de hidratarte bien con agua. En verano tendemos a reducir nuestro
consumo de agua por los refrescos fresquitos o la cervecita hiperapetecible.
Pero no te olvides del agua, por favor.
•Cámbiate
el bañador lo antes posible. No te vayas al chiringuito, al coche o a pasear
mojada. Lleva uno de repuesto, o ponte la ropa sin el bañador.
•Utiliza
ropa interior de algodón y transpirable (una vez más), evita la licra, el
poliéster y los tangas, al menos para los trayectos largos de coche o los
largos paseos donde la ropa interior acaba empapada de sudor con tus
pantorrillas.
•No
te depiles al completo.
•Evita
los salvaslips, uuuuna vez más.
•Evita
ropa ajustada, sobre todo a nivel de la pelvis y la barriga.
•Lleva
siempre ropa interior de repuesto, que, como te dije antes, ¡nunca se sabe
cuándo puede venirnos bien!
•Duerme
sin bragas. Creo que esto no hace falta explicarlo.
•Lleva
una buena higiene, una vez más.
•Intenta
cuidar tu alimentación en la medida de lo posible aunque sean vacaciones.
•Mantén
tus buenos hábitos miccionales y defecatorios.
•Evita
las aguas o los suelos muy muy fríos, al menos por ratos largos si tienes
tendencia a las cistitis, pueden causarte cistitis a frigore.
•Mar
mejor que piscina, ¡siempre!
•No
te des baños muy largos.
•Consume
lo menos posible tabaco, alcohol, refrescos y bebidas excitantes y con cafeína:
¡también excitan a tu vejiga!
•Protégete
bien en las relaciones sexuales y haz pis antes y después.
•Lava
y cuida bien tus juguetes sexuales y productos de higiene menstrual.
•No
te pases de las horas recomendadas con los productos de higiene menstrual, y
evita el uso de salvaslips, tampones y compresas.
•Si
te es posible, no utilices el papel higiénico en los baños públicos, llévate
tus propios pañuelos, ya que no sabes quién ha manipulado ese papel ni cómo.
Limpia la taza antes de sentarte y mea sentada. ¡Recuerda, no tienes más riesgo
de infección por sentarte!
•Intenta
mantener tus ritmos circadianos y tus ritmos de sueño lo mejor posible, ¡y
descansa! Que las vacaciones deben incluir ese autocuidado también para nuestro
sistema nervioso.
•Valora
y trata tu suelo pélvico: un prolapso de vejiga o de uretra, por ejemplo,
pueden contribuir a las infecciones de orina.
•¡Y
cuidado con el sexo en el agua!
Con
respecto a esto último, ya sé lo morboso que puede resultar y todo lo que nos
han enseñado en las películas, pero has de saber diferentes cosas:
En
el agua hay menos lubricación y más sequedad, aunque parezca mentira porque ya
sabemos que «el agua moja», pero en el caso de los genitales también seca. Si
vas a usar lubricante, mejor que sea de silicona o un aceite, sobre todo para
que no haya rozaduras o heriditas por la fricción, y también por irritación a
causa del cloro del agua de la piscina o la sal del mar o piscina salada.
También
puede haber menor sensibilidad, así que no te preocupes si sientes menos, no es
que tengas tú un problema, es que es por estar dentro del agua.
Cuidado
con las infecciones, ya que las aguas también tienen sus propios
microorganismos que pueden contribuir a ellas. Sécate bien después y haz pipí.
Dentro
del agua hay asimismo riesgo de embarazo y riesgo de contagio de ITS, con lo
que, si vas a tener sexo dentro del agua, ten en cuenta estos factores y si
usas preservativo porque es necesario póntelo/que se lo ponga fuera para que
puedas colocarlo adecuadamente.
(Espero
no estar quitándote todas las ganas de tener sexo en el agua).
CUIDA TUS MUCOSAS
Aparte
de todos los hábitos que podemos realizar para apoyar la microbiota, hay otros
específicos que podemos efectuar para cuidar ese tejido blando que recubre
nuestra vagina (y nuestro sistema digestivo, respiratorio…):
•Omega
7: la joya de la corona para las mucosas: aceite de espino amarillo.
•Vitamina
A y vitamina E.
•Vitamina
D.
•Cúrcuma.
•Zinc.
LO QUE NOS ECHAMOS
EN LA VULVA: LUBRICANTES, ACEITES, CREMAS
Hablemos
de lo que nos echamos en la vulva y la importancia de cuidarla. Porque igual
que cuidamos (o deberíamos cuidar) lo que comemos y va a nuestro estómago y a
nuestro intestino, lo que nos echamos en la cara o en el pelo, tenemos que
controlar lo que nos echamos en la vulva muchísimo más aún. Ya hemos visto lo
delicada que es (que no frágil, ¿eh?). Sin embargo, como casi siempre, es lo
menos que miramos… Buscamos ropa interior bonita y sexy, lubricantes baratos o
que tengan un sabor rico, o echamos saliva directamente, y se nos olvida todo
lo que puede afectar esto a nuestra vulva y a nuestra mucosa.
Si
te ha chirriado lo de la saliva: es una realidad. La saliva no se debe usar
para lubricar. Si necesitas humedecer, utiliza lubricante, pero no saliva.
Y
que un producto sea bueno para la piel de tu cuerpo o la piel de tu cara, no
quiere decir que lo sea para tu vulva. Recuerda que tiene pH, mucosas y
microbiota diferentes.
¿Qué
tipos de lubricantes hay?
Aunque
no te hayas parado nunca a pensar en qué tipo de lubricante elegir, o ni
siquiera sepas que hay diferentes porque te has ido a una farmacia o a un
supermercado a coger el más barato o el que mejor olor tenía, la realidad es
que hay varios tipos y cada uno tiene un uso diferente.
Y
como los hay de diferentes tipos, no todos valen para todo. Te hago una breve
explicación de cada uno:
•Base
acuosa: compatible con preservativos y juguetes de silicona. Se suele tener que
renovar en más ocasiones porque se seca, como el agua.
•Base
de silicona: no son compatibles con juguetes de silicona, sí de vidrio o
plástico. Se recomiendan más para el sexo anal o el sexo en el agua, ya que son
más duraderos.
•Base
de aceite: no son los más recomendables porque tienen una osmolaridad muy alta
y no son los más cuidadosos con nuestra mucosa; podemos usarlos para masajes,
pero no te los recomendaría para la penetración y otras prácticas en el
interior de la vagina o ano. Pueden dañar los preservativos de látex y poliisopreno
aumentando el riesgo de rotura, así que no los uses al mismo tiempo. Si usas
aceites que sean de origen natural y mejor para la zona externa, masajes y
otras prácticas.
Mi
recomendación en cuanto a lubricante es que sea de base acuosa, ya que son los
más respetuosos para tu mucosa vulvovaginal y son los más recomendados, y
todavía más si tienes una vagina o vulva sensibles o tienes antecedentes de
infecciones o disbiosis vaginales.
¿Qué
debemos tener en cuenta a la hora de elegir nuestros lubricantes?
El
pH debe ser adecuado al de nuestra vulva. Entre 3,5 y 5.
Y
la osmolaridad bajita (mide la concentración de partículas químicas que están
en el lubricante y depende de la cantidad de glicoles, que ha de ser baja
también). A más osmolaridad más riesgo de dañar la mucosa y la microbiota.
No
deben tener parabenos ni clorhexidina.
Que
no tengan ni sabores ni ingredientes que puedan dañar nuestra mucosa. Todos
estos conservantes, químicos o ingredientes extra pueden ser los responsables
de ese picor o escozor mientras mantienes relaciones o después de mantenerlas,
enrojecimiento de la vagina y de la vulva y otras reacciones de la piel y la
mucosa de la vulva. Por otro lado, pueden contribuir a su sequedad a medio y
largo plazo. E igualmente aumentar el riesgo de padecer candidiasis, vaginosis
bacteriana y otras disbiosis, o herpes.
Utilizar
lubricantes que presentan azúcar o derivados del azúcar puede dañar nuestra
microbiota y contribuir a las cándidas y otros hongos recidivantes, por ejemplo
(porque recuerda que se alimentan del glucógeno).
Sabemos
que los lubricantes con efectos especiales, como efecto calor o efecto frío,
chispeantes o de olores o sabores pueden ser muy jugosos y darle un toque
diferente y extra a las relaciones, y pueden estar muy bien para estimular
nuestros sentidos de manera distinta y experimentar otras sensaciones en alguna
que otra ocasión, pero no te los recomiendo de continuo, y repito, si tienes la
vagina sensible no te los aconsejo ni en una sola. No es la primera vez que una
amiga me escribe desesperada diciéndome: «¡¡¡Sara!!! ¿Qué puedo hacer? ¡¡¡¡¡Me
he echado el lubricante que mejora el orgasmo y ahora la vagina me arde!!!!!
¡¡¡Y me escuece!!!». Y les espera una que no te quieres ni imaginar.
Yo,
antes de estudiar todo esto y dedicarme a lo que me dedico, hace años, también
una vez probé uno de esos y tardé milésimas de segundos en prever todo lo que
pasaría después: QUÉ HORROR. Ahí ya empecé a deducir que mi sensibilidad no
solo era emocional sino también vulvovaginal (y corporal, en general).
¡Ah,
ah!, y hablando de «cuidado con lo que le echas a tu vulva», ni se te ocurra
echarle nada de comer. ¿Alguna vez habéis jugueteado con chocolate, mermelada,
nata, helado…? Esas cosas que salen en las películas y que pueden parecer muy
chulas, pero que pueden ser realmente terroríficas para tu vulva. La comida a
la boca, pero no a la vulva. Puede alterar su pH, su microbiota, irritar… Y
servir de alimento para los bichitos patógenos.
En
cuanto a aceites, si vas a elegir alguno para hidratar tu vulva o masajearla
ten en cuenta que cumplan estas características:
•Alta
calidad.
•Sin
refinar.
•Método
de extracción: primera prensada en frío o prensada mecánica, lo menos procesado
posible.
•Sin
blanqueantes ni ingredientes adicionales.
Hidratantes
vulvares
También
son ideales para cuidar tu vulva y reducir los síntomas de picor, escozor,
sequedad… que a veces aparecen. Suelen tener ácido hialurónico, vitamina E y
otros ingredientes respetuosos con la microbiota. A la hora de elegirlos
recuerda que sigan la línea de los lubricantes.
¿Qué
pasa con el aceite de coco?
El
aceite de coco, aunque es un producto ideal para nuestra piel porque tiene
propiedades antioxidantes, antiinflamatorias, antimicrobianas y además previene
la sequedad, dentro de la vagina no se sabe a ciencia cierta si puede alterar
la microbiota, ya que su pH es alcalino y recordamos que el pH de la vagina es
ácido. Y todo lo que altere nuestro pH puede aumentar el riesgo de sufrir
disbiosis vaginales y vaginosis bacterianas, cándidas y otras infecciones por
hongos.
Aunque
por sus propiedades podemos pensar que puede ayudar a hidratar y retener el
agua de la mucosa vaginal, calmándola y relajándola, debemos tener especial
cuidado si tu vulva es sensible o tienes alteraciones de la microbiota, no te
obsesiones con todo «lo natural», aunque tenga muchas propiedades.
La
pregunta del millón: ¿pueden mi vagina o mi vulva acostumbrarse a no lubricar
por añadirle siempre lubricante? NO. Tu vagina no se vuelve perezosa ni deja de
saber lubricar. Peeeeero recuerda utilizar lubricantes amigables con tu microbiota,
si no, como hemos dicho antes, sí que podrá tender a la sequedad a futuro.
HABLEMOS DE LA
DEPILACIÓN
La
duda eterna. ¿Depilación sí? ¿Depilación no? ¿Es buena? ¿Es mala? ¿Debo
descansar? ¿Hay alguna mejor que otra?
Recuerda
que la respuesta correcta no tiene por qué ser la que más te convenga o más te
apetezca leer. Pero siempre es y debe ser una decisión personal e individual.
Los
pelos, si están, es por una razón. De hecho, una no, muchas.
¿Te
has planteado alguna vez que las cejas están ahí por algo? ¿Y los pelos de la
nariz? ¿Y las pestañas? Todo nuestro pelo tiene una función. Las cejas evitan
que el sudor, el agua, el polvo o las partículas externas puedan entrar en los
ojos. Las pestañas también protegen en primera línea.
El
pelo de la vulva también es una defensa para sus mucosas y su piel. La protege
de las rozaduras, las escoceduras y los agentes externos. Además, suele ser
mullido y rizadito, para mantener la temperatura. Y al contrario de lo que se
piensa, no te hacen sudar más ni oler peor, sino todo lo contrario. Mantiene el
ambiente como debe estar.
Cuando
te quitas todo el pelo has de cuidar aún más tus mucosas y tu piel, porque son
tu primera línea de contacto, ya que están expuestas totalmente al exterior, y
si usas salvaslips o compresas pueden causarte rozaduras, y aumentar aún más la
acumulación de humedad y la absorción de fluidos.
Los
pelos del coño pueden salvarte.
Sí,
como lo lees, pueden salvarte de una buena. Un día me tiré un café hirviendo
entre las piernas. Me quemé totalmente la cara interior de los muslos y el
monte de Venus. ¿Y sabes lo que salvó mi clítoris y mis labios internos de una
buena quemadura asegurada? El pelo.
Como
te digo, la decisión sobre depilarte o no es tuya, pero, si lo haces, que no
sea porque pienses que es más higiénico y es de cerdas ir sin depilar; los
pelos son algo natural y fisiológico y forman parte de nosotras, así que si
alguien te avergüenza o tú consideras que debes sacarlos por imposición de otra
persona, por ahí no pases jamás.
Lo
que sí te puedo decir como recomendación hormonal es que si tienes tendencia a
tener infecciones vulvovaginales, desequilibrios en la microbiota, sequedad
vaginal… no sería muy aconsejable una depilación completa.
Y
si decides depilarte, que sea decisión absolutamente tuya. Pero hazlo de la
manera más sana con tu cuerpo. Cuida la piel cuando te salen pelitos y presta
atención a los pelos enquistados (yo tengo recuerdos terroríficos de algunos
pelos en las ingles).
¡Y
también ten precaución cuando te están saliendo con el roce con otras personas!
¿Nunca te has frotado con alguien con los pelitos asomando como si fueran
agujitas? ¿Y el cóctel explosivo de dos personas frotándose con los genitales
depilados de hace tres días con maquinilla donde asoman los pelos como si
fueran cuchillas? Uf, ¡eso también puede hacer heridas de fricción! Así que,
muuuucho cuidado, y piénsatelo dos veces.
Y
sobre todo cuestiónate por qué te depilas.
Algunos
testimonios sobre la depilación
Las
que lo hacen y sus motivos:
Entera,
me encanta la suavidad de la piel, me siento más cómoda y me gusta verla así.
Sí,
por gusto propio, no siempre toda porque sé lo que conlleva.
Me
hicieron creer que los pelos eran feos y asquerosos para el sexo y ahora los
extraño porque me hice el láser.
Comodidad
para las relaciones.
Me
parece más higiénico.
Me
parece más bonita cuando interactúa sexualmente y así no me da demasiada
vergüenza.
Si
no lo hiciera, estaría intranquila, no me apetecería el acto e intentaría que
ni me la tocaran.
Me
siento más limpia.
Estética,
solo para la playa.
Sí,
cuando tengo el vello más largo, me molesta para limpiarme cuando tengo la
regla.
Tengo
más sensibilidad al tocarla, el vello me incomoda.
A
veces por darle el gusto a mi marido.
Por
estética y para el sexo oral.
Sí,
estoy embarazada, y creo que queda más higiénico para los gines (pensamiento
horrible, lo sé).
Por
inseguridad al tener sexo.
Solo
cuando voy al gine, con mi pareja no.
Me
siento más femenina sin pelo, mi marido dice que le gusta con pelos, a mí no.
Entreno
mejor sin pelo.
Presión
social.
Quistes
de pelo que me provocaban infección.
Autoestima,
higiene y sensualidad.
Se
me enganchan en el tanga.
Las
que han renunciado a ello:
No,
me siento muy cómoda con mi vello.
Ya
no, me siento más protegida frente a infecciones al tener pelo.
Depilada
me siento infantil.
No,
sobre todo porque es que parece que es lo que hay que hacer para gustar a un
hombre.
Quiero
cuidar mi mucosa, me lo enseñaste tú.
Desde
que no me depilo por un mensaje tuyo, estoy más húmeda y con menos picores.
SI
VAS A LA GINECÓLOGA O A LA FISIO DE SUELO PÉLVICO…
•No
hace falta que vayas depilada.
•No
pasa nada si vas con la regla.
•No
hace falta que te limpies el flujo segundos antes.
•No
hace falta que te laves con agua y jabón concienzudamente.
•Es
suficiente con que lleves tu higiene de siempre.
CUIDA TAMBIÉN TU
VAGINA
Aunque
todos los consejos que hemos enseñado para cuidar tu vulva también afectan a tu
vagina, es igualmente importante centrarse un poco en ella:
•No
introduzcas ni agua ni aire en tu vagina.
•Haz
ejercicios con tu vagina, ¡recuerda que es un músculo! Puedes hacer kegels,
hipopresivos con activación consciente de suelo pélvico, danza del vientre,
movilidad pélvica, invertidas… pero nunca te olvides de relajarla.
•Usa
un vibrador de manera externa e interna.
•¡Y
ten todos los orgasmos que puedas y más! Y si no tienes orgasmos, puedes
contactar con una fisiosexóloga para que te ayude y te enseñe a tenerlos.
Estas
tres últimas cuestiones te ayudarán a mejorar el tono y la elasticidad de la
vagina, el flujo sanguíneo, su movilidad y su presencia.
LA
VIBRACIÓN ES AMIGA DE TU SUELO PÉLVICO. VENTAJAS DE LOS VIBRADORES
•Mejoran
el tono de tu suelo pélvico, estimulándolo y ayudando a tonificarlo si lo
tenemos débil, o favoreciendo la relajación si lo tenemos demasiado
hipertónico.
•Mejoran
el flujo sanguíneo en tu musculatura y piel.
•Ayudan
a bajar el dolor y la sensibilidad si tienes, por ejemplo, dolor en la vulva o
en la vagina. También puedes relajar tu cérvix si consigues un vibrador que
llegue a él.
•Son
un complemento estupendo en la vida sexual.
•¡Y
son superdivertidos!
CUIDADO VERSUS
CIRUGÍA ESTÉTICA
La
presión estética también ha llegado a nuestra vulva.
La
moda de las cirugías estéticas afecta asimismo a nuestra vulva, a nuestra
vagina y a nuestro ano: labioplastias, vaginoplastias, infiltraciones de ácido
hialurónico, reconstrucciones, blanqueamientos vulvares y anales… Se me pone la
piel de gallina al escribirlo, porque me parece una auténtica atrocidad atentar
con nuestro cuerpo de ese modo solo para ajustarse a un canon de belleza
genital que nos han vendido a través del porno y la leyendas urbanas. Porque,
sinceramente, dudo que ninguna niña crezca queriéndose cambiar la vulva porque
sí. Y las hay, y muchísimas. Porque piensan que es fea y desagradable.
Cuando
me refiero al vulvacare, lo hago en el sentido del autocuidado, que puede
mejorar mucho tu salud y el concepto que tengas de tu vulva y de ti misma. Pero
cuando se habla de cuidado de la vulva y la vagina y se pone únicamente en
relación con el aspecto estético y la presión que recibimos las mujeres en este
sentido, me parece un auténtico problema.
Tu
vulva, tu cuerpo y tú sois bellos, simplemente por el hecho de ser y existir.
11
OTROS CONSEJOS PARA CUIDAR TUS HORMONAS Y TU CUERPO
En este capítulo, quiero hacer un repaso de todos los hábitos que
son básicos para cuidar tus hormonas y tu cuerpo. No quiero que sea un manual
agobiante y disciplinado de todo lo que deberías hacer en tu día a día, sino
que pretendo que se convierta en una especie de cajita de semillas para sembrar
en tu jardín diferentes plantas, haciéndolo luminoso, aireado y sano.. Eso no
significa que tengas que plantarlas todas al mismo tiempo y habrá alguna que no
necesites en toda tu vida. Habrá épocas en las que solo quieras plantar y regar
tres, por tu disponibilidad de tiempo, energía o ganas; en otras ocasiones,
irás sembrando una a una con objeto de que tu jardín sea variado. Pero
recuerda, incorporarlo todo no significa perfección. La perfección está en
hacer las cosas desde la autocompasión, el amor, el equilibrio, buscando en
cada acto el bienestar y la salud. Pero todo lo que se haga desde la exigencia
y la disciplina, sin la ayuda de la autocompasión es probable que acabe
afectándote.
Ahora sí, vamos con las semillitas que pueden mejorar tu salud.
BEBE AGUA
¡Bebe
agua! Lo hemos repetido en muchos capítulos, pero recordamos que el agua es
fundamental para hidratar cada parte de nuestro cuerpo.
ALIMENTACIÓN VARIADA
Y NUTRITIVA
El
modo en que alimentemos a nuestras hormonas y a nuestra microbiota definirá mucho
nuestra salud hormonal. Los alimentos que comemos también nutren nuestra
microbiota. Es importante tener una alimentación variada y nutritiva para que
nuestros bichitos se alimenten y nutran correctamente y no abusar de alimentos
que nos inflamen.
En
mi opinión, creo que no es necesario variar los tipos de alimentos en función
de la fase del ciclo menstrual en la que te encuentres; sí atender a las
señales que te da tu cuerpo y darle lo que necesita, que sabes que variará a lo
claro del ciclo menstrual.
Estos
son algunos de los mejores grupos de alimentos para tus hormonas:
•Grasas:
las hormonas sexuales se sintetizan a partir del colesterol, así que
necesitamos las grasas para su salud; forman parte de nuestras membranas
celulares y son también importantes para la absorción de algunas vitaminas
liposolubles. Las grasas omega 3 deben ser tus mejores amigas (pescado azul si
no eres vegetariana, aceite de oliva, frutos secos tostados, semillas
molidas…).
•Verduras
de todos los colores y de temporada, y sobre todo de hoja verde y crucíferas.
¡El brócoli es un diamante para las hormonas! Y verduras ricas en nitratos para
favorecer el óxido nítrico.
•Frutas
de temporada y de todos los colores, dando especial importancia a los arándanos
y frutos rojos, a las uvas, y a los cítricos ricos en vitamina C.
•Vísceras,
si te gustan, son una buena fuente de vitamina A y hierro.
•Huevos
completos.
•Almidón
resistente del arroz o las patatas cocidas el día anterior y enfriadas, las
legumbres o las verduras.
•Cereales
de buena calidad. Hay que priorizarlos.
•Chocolate
negro de más del 80 por ciento.
•Té
verde y té negro si te gustan, por los polifenoles que contiene.
•Cúrcuma,
jengibre.
•Reducir
harinas refinadas, azúcares y alimentos procesados.
•No
abusar de las bebidas con cafeína, diuréticas o refrescos.
•Evitar
el consumo excesivo de alcohol, cuanto menos mejor, y, por supuesto, evitar
fumar.
Si
tienes alguna patología intestinal lo mejor será tratar esa patología y
establecer un tratamiento adecuado para ella.
HAZ EJERCICIO DE
FUERZA Y EJERCICIO CARDIOVASCULAR
El
movimiento y el ejercicio son básicos para nuestra salud; no es ninguna
sorpresa, ¿verdad?
¿Te
hago un resumen de todos los beneficios que te puede aportar?
•Estás
más fuerte. Y te sientes mejor.
•Te
empodera.
•Mejora
tu humor.
•Mejora
tu sistema hormonal: es clave para el síndrome de ovario poliquístico, síndrome
premenstrual, ayuda al dolor menstrual, y un sinfín de desequilibrios y
patologías hormonales.
•Favorece
tu tránsito intestinal, reduce el estreñimiento.
•Refuerza
tu sistema inmunitario.
•Es
básico en el embarazo, para la salud de la mamá y del bebé.
•Ayuda
a gestionar tu estrés y a lidiar con la ansiedad.
•Reduce
el riesgo de hipertensión arterial, obesidad, diabetes, cáncer.
•Aumenta
tu tasa metabólica basal.
•Mejora
tu salud mitocondrial y la de tu microbiota.
•Incrementa
la salud de tus huesos y disminuye el riesgo de sufrir osteoporosis.
•Favorece
la salud neuronal y formación de neuronas.
•Disminuye
la probabilidad de «dolencias crónicas»: dolor de espalda, dolor cervical…
•Mejora
tu sueño y tu descanso, y te ayuda a liberar tu estrés.
•Promueve
que estés más ágil y más funcional.
•Acrecienta
tu autoestima, tu confianza y tu seguridad.
LA HIGIENE DEL SUEÑO
Y LOS RITMOS CIRCADIANOS
El
descanso es el gran olvidado en el cuidado del cuerpo y el más infravalorado.
Cada vez tenemos más claro que debemos comer nutritivamente y hacer ejercicio,
pero lo de dormir lo suficiente a veces se nos olvida o pensamos que es menos
importante. Y yo la primera, pues he pecado muchísimos años de no cuidar nada
mi higiene del sueño. Si tenía que sacar horas del día siempre se las quitaba
al descanso. Y me ha costado mucho entender que parte de mis problemas
intestinales e inmunitarios venían también de dormir poco. La teoría es fácil,
pero después aplicarla es un poco más complejo. Y cuando hablamos de dormir, no
solo nos referimos a la cantidad de horas, sino a cuáles son estas horas y cómo
las dormimos.
La
hora a la que te duermes es casi más importante que las horas que duermes. Y
esto tiene una explicación muy sencilla: los ritmos circadianos. Cuidar
nuestros ritmos circadianos es una buena manera de empezar a preocuparnos por
nuestra higiene del sueño.
Los
ritmos circadianos son nuestros relojes internos; regulan nuestro estado
fisiológico, nuestra secreción de hormonas y nuestro comportamiento durante las
veinticuatro horas del día con los ritmos de sol y oscuridad, principalmente.
Nuestro
reloj central se encuentra en el cerebro, que tiene conexión directa con
nuestra retina para captar la luz y la oscuridad, y a su vez con los relojes
periféricos en nuestras células y vísceras.
En
el ciclo sueño-vigilia hay dos hormonas protagonistas: cortisol y melatonina,
que trabajan en equilibrio (como los estrógenos y la progesterona). La luz
activa el cortisol, que aunque pensemos en él negativamente, es la hormona que
nos estimula y nos prepara para afrontar nuestras tareas. La oscuridad activa
la melatonina, que es la hormona del sueño y del descanso, que nos prepara para
irnos a dormir.
Tener
hábitos en nuestro día a día que favorezcan estar en equilibrio con nuestros
ritmos circadianos será básico para nuestra energía y nuestro descanso.
¿Cómo
podemos ayudar a equilibrar los ritmos circadianos y, con ello, la higiene del
sueño?
El
número uno de los ritmos circadianos son los horarios, acostarte a las diez de
la noche será mucho mejor que acostarte a las doce o a la una. La recomendación
que siempre hago a mis pacientes es que intenten que su hora límite sean las once.
Aunque yo tengo una regla que intento seguir cada día, a pesar de que no
siempre por el trabajo lo consigo. Esta regla se la copié a mi padre, que cada
noche me decía: «A las diez, en la cama, si puede ser antes, mejor que
después». Ahora, al recordar esta máxima, me río, porque de pequeña siempre
luchaba por atrasar esta hora y acostarme más tarde, y sin embargo ahora, hago
lo contrario, y me esfuerzo por intentar que sea antes. Cómo cambia el cuento.
Y
esto no es solo algo que yo recomiende, o que yo note que me va mejor. Muchas
personas perciben cambios en su descanso, y en su energía diaria, cuando
modifican su horario, cuando se acuestan antes y se levantan antes, aun
durmiendo las mismas horas.
En
general, somos más diurnos que nocturnos, y a nivel evolutivo tiene todo el
sentido del mundo. El problema está en la sociedad en la que vivimos y en los
ritmos que llevamos. Pero que lo hagamos a diario no quiere decir que sea
óptimo.
A
mi favor he de decir que yo adoro madrugar, y es algo que no me ha costado
nunca. Casi todos los días me levanto a las seis de la mañana sin necesidad de
despertador, ya tengo mi reloj interno que me dice que es hora de empezar el
día. Eso sí, intento acostarme lo más temprano posible, ya no solo por la salud
de mi ritmo circadiano, sino porque mi propio cuerpo durante las últimas horas
del día ya no trabaja bien.
Es
verdad que hay personas a las que les resulta imposible acostarse temprano a
causa de sus horarios, sobre todo si llegan de trabajar a las once de la noche,
o tienen trabajos a turnos o nocturnos. Pero siempre podemos hacer pequeños
cambios para cuidar nuestros ritmos circadianos.
Te
pongo a continuación los consejos más generales para adquirir tus ritmos
biológicos:
•Exponerte
a la luz natural nada más despertarte. Cuando te levantes (y hagas un pis)
busca unos rayos de sol si tienes la suerte de tenerlos, o ilumina la
habitación con luz artificial. Las lámparas de más de 1.000 lux equivaldrían a
la luminosidad del sol.
•Puedes
usar un despertador de luz para levantarte más amorosamente si lo haces muy
temprano. Son despertadores que iluminan tu habitación y simulan la luz del
alba. Antiguamente nos despertábamos con la luz del amanecer y nos acostábamos
con la caída del sol. Por eso, regular la luz a la que nos exponemos de este
modo también nos ayuda a equilibrar.
•Baja
la intensidad de la luz por la tarde/noche y pasa de luz blanca a luz cálida y
usa luz roja en las últimas horas del día hasta que te vayas a la cama.
•Utiliza
gafas que filtren la luz azul y filtros en la pantalla en tu móvil, ordenador
por la tarde y hasta que te vayas a dormir.
Para
adelantar tu hora de acostarte, aunque llegues tarde a casa puedes seguir estas
indicaciones.
•Intenta
que los últimos ratitos del día antes de acostarte sean para lo justo y
necesario: cenar, lavarte los dientes, hacer tu ritual de sueño, y a la cama.
•Evita
tener que preparar por la noche la comida del día siguiente, o la ropa, o hacer
tareas pendientes.
•Es
mejor acostarte media hora antes y levantarte media hora antes para hacerlo que
retrasar tu hora de acostarte para dejarlo todo preparado.
•También
puedes hacerte un plan de organización de comidas, batch cooking, para invertir
menos tiempo a diario en cocinar… cada uno tendrá las estrategias que le vengan
mejor, pero siempre las hay.
Y,
finalmente, aquí tienes algún consejito más para dormir bien y cuidar tu
conciliación del sueño:
•No
cojas el móvil en la cama. Ni aunque «no te puedas dormir». Te activará y te
impedirá por completo conciliar el sueño. Necesitas aburrirte.
•Ten
la habitación oscura y alejada de ruidos.
•Mantén
la temperatura fresca.
•Lee
algo que te relaje por la noche con luz muy cálida (si eres de las que se come
los libros, ¡evítalo! El plan es irse a dormir, no pasar la noche leyendo).
•Cena
temprano, no te acuestes con el estómago muy lleno e incorpora hidratos de
carbono: permiten absorber mejor el triptófano a nivel cerebral que junto con
algunas vitaminas del grupo B son precursores de la melatonina.
•No
hagas ejercicio cerca de la hora de acostarte: puede activarte, o si lo haces,
evita tomar cafeína antes.
•Toma
infusiones relajantes después de la cena: valeriana, melisa… (pero con poquita
agua, si no quieres después levantarte a hacer pis y que esto rompa tu sueño).
•Date
una ducha de agua caliente un ratito antes de acostarte.
•Haz
respiraciones diafragmáticas o una meditación guiada para bajar pulsaciones y
entrar en un estado de calma.
•Crea
tu propio ritual de sueño que te acompañe a dormir.
•Puedes
suplementar con bisglicinato de magnesio y/o melatonina para ayudar a la
conciliación o mantenimiento del sueño si con hábitos te es difícil
gestionarlo.
•Escribe
todos tus pensamientos, preocupaciones o tareas pendientes: acostarte con ideas
rondándote la cabeza te pondrá nerviosa. Si lo dejas escrito, lo estás
soltando.
Yo
he tenido toda la vida alteraciones del sueño, pero no por mala conciliación,
sino por mal mantenimiento. Y me despertaba a las tres, cuatro o cinco de la
mañana y no podía volver a dormir, especialmente en épocas de mucho estrés o
antes de la menstruación. No es casualidad que el sistema nervioso influya en nuestro
descanso, conciliación, o mantenimiento del sueño, y por supuesto tampoco las
hormonas.
¿Sabes
por qué tenemos más alteraciones del sueño cuando estamos premenstruales? La
progesterona, hormona protagonista de la fase lútea, tiene interacciones en los
receptores de GABA (ácido gamma aminobutírico), neurotransmisor que influye
muchísimo en la respuesta al estrés, el comportamiento, la cognición, la
actividad cerebral y el control de las emociones (de ahí que la progesterona
sea la hormona de la calma, porque estimula el GABA). Una progesterona baja
influirá en una menor actividad del GABA.
Además,
la fluctuación de prolactina y melatonina también varía a lo largo del ciclo
menstrual. La secreción y concentración de melatonina es menor durante la fase lútea,
sobre todo en las mujeres que tienen alteraciones en la progesterona.
Las
alteraciones del sueño pueden ser diferentes:
•Dificultad
para conciliar el sueño.
•Dificultad
para mantener el sueño.
•Despertares
nocturnos.
•Terrores
nocturnos, sonambulismo.
•Hipersomnia…
Por
eso es fundamental, cuidar nuestra higiene del sueño, más aún en las fases en
las que dormimos peor. No todas las mujeres tienen alteraciones del sueño en el
ciclo menstrual, y si las tienen, no siempre son en la fase lútea. Recuerda que
cada mujer es un mundo, y aunque haya normas que a nivel de fisiología se
establezcan como generales, después, de manera individual, pueden ser
diferentes.
CUIDA EL ESTRÉS Y
APRENDE A GESTIONARLO
El
estrés en sí no es malo, el cortisol es necesario para activarnos, y tener
dosis de energía y acción.
Es
el estrés crónico el que puede hacernos daño. Y esa es la palabra —«crónico»—
que diferencia lo beneficioso de lo dañino. No es lo mismo la inflamación aguda
que la inflamación crónica, no es lo mismo el estrés agudo que el estrés
crónico.
Como
expliqué al principio del libro sobre el sistema nervioso, vivimos en una
hiperactivación de nuestro sistema simpático. Ahora nuestro estrés es como esa
gota que va cayendo y cayendo, y que durante uno o dos días solo genera un
charquito, pero que si continúa cayendo durante semanas y meses puede inundar
la habitación. Antes las amenazas eran muy intensas y de corta duración, y
ahora las amenazas son de menor intensidad, pero prolongadas a lo largo del
tiempo: antes teníamos que conseguir comida o evitar que un animal nos comiera,
y ahora tenemos un sinfín de preocupaciones: el alquiler, la hipoteca, el
trabajo, los hijos, la familia, la conciliación, el descanso…
El
estrés y las preocupaciones pueden ser inevitables, incluso las emociones que
ponemos en diferentes situaciones, pues cada una es como es, y aunque es ideal
trabajarlas, no hay por qué cambiarlas, solo abrazarlas y comprenderlas. Lo que
sí podemos es tener herramientas para gestionar, y por supuesto adquirir
comportamientos que intenten ayudarnos a alejarnos de ciertos focos de estrés,
como poner límites o decir que no. Pero sabemos que esto no siempre es tan
sencillo y factible. Hay hechos que son puntos del camino para llegar a un
lugar, y serán estas adversidades las que debamos aprender a gestionar para que
nos hagan el menor daño posible. Recuerda, el punto intermedio entre los
extremos; la escala de grises entre el blanco y el negro.
Incluir
hábitos en tu día a día y en tu semana para activar tu sistema parasimpático
será ideal para ayudar a gestionar este estrés. Por ejemplo, añadir unos
minutos de meditación diaria, ya sea a través de una meditación guiada, o
simplemente unas respiraciones diafragmáticas largas y lentas, donde tu foco
esté en respirar.
Por
supuesto, es necesario cuidar lo que hemos hablado anteriormente: tu higiene
del sueño, ejercicio físico, tus ritmos circadianos, tus hormonas, la forma en
la que te hablas y piensas de ti, también será maravilloso para cuidar tu
sistema nervioso, pues aquí la relación siempre será bidireccional, con sus
matices.
Hacer
alguna actividad diaria que te saque del piloto automático y los quehaceres,
como salir a caminar, bailar, hacer un ratito de yoga a la semana, tiempo de ocio
y dedicarte un ratito de autocuidado, con lo que para ti signifiqué eso: puede
ser leer un libro, irte a la montaña, ir a la peluquería, hacer una visita a tu
familia, un café con tus amigas, o lo que quieras que sea. No te alejes de esas
dosis de espacio y cuidados para ti; son el ingrediente para el equilibrio y el
bienestar.
El
control del estrés es un tema que a mí me ha costado siempre mucho y que en el
último año estoy intentando darle el espacio que se merece. Soy consciente de
que muchos problemas de salud que he tenido han estado relacionados con un
estrés continuo que he soportado a lo largo de mi vida. No buscar espacios para
parar y descansar, siempre querer más y más de manera inconsciente, y no
dedicarme tiempo han empeorado mucho mi salud. Ahora estoy en el camino de
mejorar este aspecto.
EL SOL Y LA VITAMINA
D
La
vitamina D, que más que una vitamina ya es considerada una hormona, también es
vital para la salud de nuestras hormonas y de nuestra microbiota (posiblemente
me has visto repetir más de una vez eso de «es vital», pero es que es así).
Tendemos a infravalorar los regalos de la naturaleza y a olvidar la potencia
que tienen los pequeños gestos del día a día con nuestros hábitos, buscando en
suplementos la magia que solo podemos obtener de lo natural. Y el sol es otra
de las fuentes de energía maravillosas que tenemos la suerte de tener, no solo
por la vitamina D, sino por su luz en general.
¿A
ti no te pone feliz cuando sale el sol después de unos días nublados? Entiendo
que cuando es verano, si en tu zona llevas varios días a casi cuarenta grados
centígrados, eches de menos un poco el fresco, pero la realidad es que el sol
alegra tu vida. El sol mejora nuestro estado de ánimo, y es una ayuda ideal en
la enfermedad y en la depresión.
Además,
como hemos mencionado antes, la luz del sol ayuda a equilibrar nuestros ritmos
circadianos, de ahí la importancia de exponernos a ella lo más temprano que
podamos. La luz del sol nos activa (piensa que nuestros antepasados se ponían a
trabajar con las horas de luz, nuestro cerebro está adaptado a ello, aunque
ahora lo volvamos un poco loco con los cambios de ritmo y horarios).
Y
ya no digamos los beneficios que la vitamina D tiene en nuestro cuerpo: mejora
nuestro sistema autoinmune, nuestra salud cardiovascular, la salud de nuestra
microbiota, de nuestras mucosas, favorece nuestra salud hormonal y sexual…
También
nuestra vida menstrual sexual está condicionada por la vitamina D. Sí. Y es
debido a que fortalece la síntesis de hormonas sexuales, como los estrógenos y
la testosterona, hormonas muy protagonistas del ciclo menstrual y muy ligadas
al deseo sexual, y también del óxido nítrico, que es esencial para nuestras
mucosas, nuestra excitación y nuestra respuesta sexual. Este neurotransmisor
tiene efecto vasodilatador y facilita un mayor riego sanguíneo a nuestra
musculatura y órganos pélvicos, una mejor lubricación de la mucosa, mejor
elasticidad del tejido, mejor erección del clítoris…
Por
desgracia, una grandísima parte de la población tiene deficiencia de vitamina
D. Su falta puede contribuir a padecer o empeorar trastornos hormonales y
menstruales (ciclos irregulares, fases lúteas cortas, anovulaciones, dolor
menstrual, SOP, endometriosis, alteraciones en la función tiroidea, resistencia
a la insulina, diabetes, síndrome metabólico), y también trastornos en la
microbiota.
A
nivel más general, el déficit de vitamina D se asocia con riesgo
cardiovascular, patologías óseas y musculares (osteoporosis, raquitismo,
dolores articulares, fibromialgia), mayor contagio de enfermedades autoinmunes,
enfermedades infecciosas y respiratorias, empeoramiento de la salud cognitiva,
e incluso con diferentes tipos de cáncer.
Y
sin dejar de hablar del estado de ánimo, posee una grave relación con la
depresión y el trastorno disfórico premenstrual.
Con
respecto a la fertilidad y el embarazo, una baja vitamina D está relacionada
con infertilidad y esterilidad, disminuyendo la calidad de los ovocitos y de
los espermatozoides. También con el mayor riesgo de preeclampsia, diabetes
gestacional… Nos queda claro que es importante ¿verdad?
Toma
el sol
La
mejor manera de absorber vitamina D es a través del sol. Aunque en muchos
sitios te vendan alimentos ricos en grasa, realmente de ellos casi no podemos
obtener nada. Expón todo lo que puedas de tu cuerpo al sol entre diez y treinta
minutos diarios sin protector solar (todo depende de tu tipo de piel, época del
año, lugar donde vivas…).
Por
supuesto, hay que ser muy responsables con la exposición al sol, no es que el
sol sea peligroso, lo peligroso es exponernos de manera irresponsable. No
podemos pasar de no recibir la luz del sol durante meses, a tomarlo ocho horas
en la playa, incluyendo las horas centrales del día, donde puede quemarnos
mucho.
El
mayor problema que tenemos es que, aunque seamos animales de naturaleza y aire
libre, pasamos encerrados y con exposición a la luz artificial la mayor parte
de nuestras horas del día. El sol en muchísimas ocasiones lo tenemos, pero no
lo aprovechamos. Por regla general, rara es la persona que pasa cada día dos
horas en la calle o le da el sol en algo más que en la cara en invierno, por
ejemplo. A no ser que trabaje a la intemperie.
Si
salimos a tomar el sol en invierno, pero vamos con los pantalones, las botas,
el abrigo, la bufanda y el gorro, no se producirá la absorción de vitamina D.
Siempre recomiendo quitarte la ropa un ratito al sol, aunque sea en invierno, y
así poder recibir vitamina D en todas las células posibles de tu cuerpo. En
invierno, al sol se está bien, puedes notar en tu piel el calor que da, pero si
pasas un poquito de frío, ya haces exposición doble: sol y frío, la combinación
perfecta.
La
exposición debe ser progresiva siempre. Y mi recomendación es que te eches
protector solar siempre en la cara, y en el dorso de las manos, ya que son las
partes que siempre pueden estar expuestas, y el sol también genera
envejecimiento de la piel.
Y
si te gusta la idea de exponerte desnuda, has de tener más cuidado aún con las
partes que prácticamente no ven nunca la luz del sol, el pecho, los pezones y
la vulva, ya que son zonas muy muy sensibles, y te aseguro que no querrás
sentir lo que es tener un pezón o un labio quemado. Si cuando te quemas el
cuello escuece, ¿te imaginas lo otro?
Como
tener una exposición prolongada en invierno resulta muy complicado, yo siempre
recomiendo suplementar con vitamina D; la suplementación es segura y te
cerciorarás de llegar a los niveles que tu cuerpo requiere. También puedes
hacerte una analítica y comprobar cómo tienes los niveles, cuyo rango óptimo
sería entre 50 y 70 ng/ml. Aunque a veces en la medicina ven niveles de 30, y
te dicen que está perfecto. Así que siempre coméntalo, además, con un
profesional actualizado y especializado en hormonas.
En
mi día a día, siempre que hay sol, intento salir a él un ratito con la menor
ropa posible. Ya sea para meditar, leer, o hacer lo que más me gusta: pasear.
Exponerme
al sol ha sido una de las cosas que he empezado hacer, y a la que le he cogido
el gusto, desde que supe que era bueno para mi salud. Nunca he sido de tirarme
horas en la playa, o de darle importancia a ponerme morena. Todo lo contrario,
siempre estaba a la sombra o bajo la sombrilla en la playa para no quemarme.
Cuando aprendí los beneficios que el sol y la vitamina D podían tener en mí,
empecé a buscar esos espacios.
RESPIRA POR LA NARIZ
Ya
hemos comentado anteriormente la importancia de las respiraciones diafragmáticas.
La
nariz es el principal órgano respiratorio, se encarga de filtrar el aire, de
regular su temperatura y su humedad, y además:
•Mejora
el rendimiento deportivo y la recuperación.
•Favorece
el descanso, disminuye el ronquido.
•Mejora
el sistema inmune y la cognición.
•Reduce
el mal aliento y el riesgo de dientes torcidos y otras alteraciones en la boca
y el paladar.
•Disminuye
el riesgo de las enfermedades respiratorias y mejora su recuperación.
•Mejora
la ansiedad (unido a respiraciones diafragmáticas) y la activación del sistema
parasimpático.
•¡Hasta
favorece nuestra respuesta sexual! En la mucosa de la nariz se fabrica una gran
parte del óxido nítrico, sustancia que tiene un papel imprescindible en la
excitación.
¿Sabes
que la nariz también tiene tejido eréctil? Podríamos sacarle similitudes con la
vagina.
Estamos
hechos para respirar por la nariz y aprovechar el oxígeno y mejorar nuestra
tolerancia al dióxido de carbono.
¿Y
sabes? Por la noche en muchas ocasiones tendemos a respirar por la boca. Te
propongo algo: intenta dormir con un esparadrapo en la boca. ¡Y no, no estoy
loca! Puede dar un poco de miedo al principio, pero tranquila, nadie se ahoga
por tener la boca cerrada, sino todo lo contrario, la nariz tiende a abrirse (y
si no, siempre puedes quitarte el esparadrapo abriendo la boca). Las personas a
las que se lo he recomendado suelen referir un sueño más profundo, menos
despertares y un mayor descanso. Yo ya duermo casi siempre con él, sobre todo
cuando estoy congestionada: esto obliga a mis vías respiratorias a abrirse sí o
sí.
TEN CONTACTO CON LA
NATURALEZA
La
naturaleza es vida y forma parte de nuestra evolución. Durante miles de años
hemos vivido en ella, y hemos vivido conectados con la tierra. Y ahora cada vez
tenemos más desconexión. Demasiadas horas encerrados y poco tiempo para salir
al campo.
Aprovecha
para salir a la montaña algún día de la semana, quitarte los zapatos y andar
descalza, abrazar a un árbol, hacer una ruta, bañarte en un río, lago o en el
mar (esto sí lo hacemos más frecuentemente, pero solo en verano), meditar en un
entorno natural…
Disfruta
de los estímulos visuales, auditivos y olfativos diferentes que te brinda.
Párate a escuchar el canto de los pájaros, el movimiento de las hojas de los
árboles, el sonido del riachuelo… observa los diferentes colores de la
naturaleza en otoño, en primavera…
Conecta
con ella. ¿No duermes mejor los días que sales al campo? No es que el campo
canse, sino que reconecta con una parte de nosotros que tenemos olvidada.
He
tenido la suerte de tener una familia que me ha llevado desde bien pequeña al
campo y a la montaña, y he podido deleitarme con rutas y días de pícnic en la
naturaleza. Y la verdad, creo que son espacios que todo el mundo debería
disfrutar. No nos hacemos una idea de la carga mental que supone nuestro día a
día y lo importante que es «desconectar para reconectar» con lo que forma parte
de nosotros. Y me hago un apunte para siempre: escaparme más a la montaña.
REDUCE LOS
DISRUPTORES ENDOCRINOS
Son
sustancias químicas capaces de alterar la síntesis, liberación, transporte,
acción o eliminación de nuestras hormonas. Pueden interferir en ellas como
quieran y cuando quieran. Además, para mí son similares a las llaves que
parecen encajar con la cerradura y que coges pensando que valdrán, pero que
luego realmente no terminan de ajustarse a ella. No a todo el mundo les afecta
del mismo modo la exposición a los disruptores endocrinos; dependerá de la
persona y también de la cantidad y del tipo de exposición, de la salud de la
persona y los hábitos complementarios. Pero sí que te recomiendo reducirlos en
la medida de lo posible. Algunos de los más conocidos son:
•Parabenos.
•Metales
pesados.
•Antiadherentes.
•Bisfenol
A.
•Insecticidas.
•Antibióticos.
Vivimos
rodeados de disruptores endocrinos y sería irreal pensar en acabar con todos,
pero sí podemos hacer pequeños cambios que supongan una ayuda: reducir el uso
de plásticos en nuestra compra o almacenaje, cambiar los productos que usamos
en el baño, cuidar los utensilios de cocina…
EXPONTE A LA
INCOMODIDAD
Sal
de la comodidad y exponte a situaciones incómodas. No se trata de sufrir ni
hacer cosas que te lo hagan pasar fatal, pero quizá le cojas el gusto en
pequeños ratos de exposición.
Hay
un concepto que se llama hormesis, que hace referencia a exponernos a pequeños
estresores en pequeñas dosis, que se consideran terapéuticas. Aunque te parezca
una tontería, esto también te hace más fuerte, y sobre todo te enseña que
puedes superar determinadas situaciones adversas mejor de lo que piensas en
muchas ocasiones. El cuerpo también se entrena para la incomodidad.
EXPONERSE AL FRÍO
TIENE BENEFICIOS EN TU SALUD
Aquí
tienes una pequeña lista de los beneficios demostrados científicamente:
•Potencia
tu sistema inmune. Aunque pienses que por exponerte un poco al frío te pondrás
mala, te ayudará a evitarlo.
•Eleva
la adrenalina y el cortisol, noradrenalina, dopamina y betaendorfinas. Por eso
por las mañanas equivale a esa taza de café. Y por eso es mejor no hacer las
exposiciones a últimas horas del día. (Y no, no es malo elevar el cortisol
cuando toca, lo malo es tenerlo siempre alto).
•Reduce
la inflamación y el dolor.
•Mejora
tu estado de ánimo, atención y cognición, circulación, eleva tu metabolismo…
Yo
empecé a practicar la exposición al frío hace dos años, no por los beneficios
que tenía para la salud (que eso también me motivó, sin duda), sino porque
pensaba que no sería capaz. Siempre he sido, y soy, muy friolera. Tenía los
pies congelados constantemente, y necesitaba mil capas para taparme, y veía
completamente innecesario pasarlo mal por culpa del frío. Hasta que un día un
clic en mi mente me hizo meditar sobre por qué tenía que limitarme tanto y
pensar que yo no podía exponerme. Desde aquel entonces, como diría mi abuela,
empecé a salir a tomar el frío al balcón en invierno, en ropa interior, a
bañarme en ríos o lagos naturales en cualquier época del año, o tomar alguna
ducha fría, aunque reconozco que esto último es lo que más desagradable me
parece. Y qué buen momento en el que decidí empezar, ¿sabes el chute de
confianza y seguridad en mí misma que esto ha supuesto? Ahora me baño en todas
las aguas que visito y puedo disfrutar del entorno de manera diferente, antes
no me atrevía.
Además,
desde que empecé con todo ello, mi concepto del frío ha cambiado por completo.
Sigo siendo friolera, pero menos; mi cuerpo se equilibra mejor y entro más
fácilmente en calor, no lo paso tan mal cuando tengo frío, y, sobre todo, he
descubierto en él un potente efecto energético, en especial cuando hago la
exposición por las mañanas.
Este
año hice una noche de supervivencia durmiendo literalmente en la nieve, jamás
lo hubiera imaginado. Un toldo, una esterilla, un saco de dormir y un montón de
herramientas psicológicas y físicas para soportar una noche a 10 bajo cero.
Increíble lo que el cuerpo es capaz de hacer si la mente le acompaña.
CUIDA TU VIDA
SEXUAL, TU SALUD HORMONAL, EL AMOR PROPIO Y EL AUTOCUIDADO
Regálate
caprichos, pasa tiempo en soledad (que no significa sola), cuida tu cuerpo como
si fuera tu casa y no permitas que nadie entre con los zapatos sucios.
Aprender
a pasar tiempo conmigo y disfrutar de mí y de mi compañía es una de las cosas
más bonitas que he aprendido nunca. Soy y siempre seré mi mejor persona, mi
mejor compañía. ¿Y sabes cuál es mi siguiente propósito? Recorrer sola el
Camino de Santiago desde Francia. Ojalá pueda contarte en mi siguiente libro mi
experiencia.
Cuida
cómo te hablas, cómo te ves, cómo piensas de ti, cómo te tocas, y busca siempre
lo que te mereces, no te conformes con menos. Aprende a decir que no y marca
tus límites, esto es básico y fundamental (y difícil de narices, para qué nos
vamos a engañar).
Como
ves, hay muchos ingredientes necesarios, para que todos en conjunto, en su
dosis adecuada, en sus tiempos precisos, y puestos con amor y tranquilidad,
hagan que nuestro bizcocho salga perfecto. O nuestras lentejas, o nuestra tarta
de queso. Muy probablemente, si nos falta algún ingrediente, la receta no se
estropee, así que no hay que agobiarse demasiado. También hay ingredientes más
importantes y esenciales y otros que son extras.
No
es cuestión de que nos genere ansiedad tener que cumplir con todos los hábitos
día a día ni obsesionarnos con todo lo que hagamos, lo importante es ir
cogiendo las piezas que encajen en nuestra vida cotidiana e ir adaptando poco a
poco aquello que resulte más fácil y satisfactorio.
En
el equilibrio está la virtud.
Recuerda
que los extremos nunca fueran buenos y que hay que encontrar ese punto
intermedio y flexible.
Si
algún día no puedes hacer algo porque te resulta imposible de compaginar, eso
no significa que te hayas fallado, ni que pongas en riesgo tu salud, tu
disciplina o tus autocuidados. Intenta que todo lo que hagas sea desde la
autocompasión, desde el amor, y desde las ganas de mejorar tu bienestar y la
calidad de tu vida. Pero no olvides que hay momentos o situaciones donde las
prioridades cambian. Y no pasa nada.
Para
finalizar este capítulo, falta un ingrediente más.
Que
tus hábitos, tus cuidados y tu día a día se equilibren, con lo que viene a
continuación.
CUIDA TUS RELACIONES
SOCIALES Y MANTÉN A TU LADO A TUS «PERSONAS VITAMINA»
O
como bromeo yo, a tus personas Lactobacillus crispatus.
Sean
muchas o sean pocas. Tengas una persona de confianza o diez. Somos seres
sociales (por supuesto, unos más que otros) y la sensación de vivir en tribu
también se ha perdido mucho con los años y nuestros ritmos de vida. Necesitamos
apoyarnos en los demás para cuidarnos y sostenernos los unos a los otros.
Porque hay un tipo de oxitocina, y muchísimas emociones deliciosas que solo se
pueden obtener a través de las personas.
Yo
siempre digo que la vida es como el Camino de Santiago, y que cada uno realiza
su recorrido vital con sus propios acompañantes. Puede que empieces a
recorrerlo acompañada o sola, que conozcas gente en las diferentes etapas y que
puede que solo te acompañen en uno o varios tramos, o lleguen contigo hasta el
final. Con algunos coincidirás en diferentes puntos del camino, y a otros jamás
lo volverás a ver. Tal vez hagas etapas sola. O quizá haya alguien con quien
empezaste y también lo acabes. Pero lo que debes hacer en todo momento es
simplemente disfrutar del camino y de la compañía.
Abraza,
agradece y recuérdale a tu gente que la quieres. Sé empática y trabaja tu
responsabilidad afectiva. Y sobre todo no te pierdas a ti en el camino; por
supuesto que tú serás siempre tu mejor persona, y que tu corazón y tu cabeza
sean tu guía.
12
NUESTRA SEXUALIDAD, UN PLACER QUE NOS MERECEMOS
Llegamos al capítulo sobre el más grande de los tabúes que existen
alrededor de nuestra humanidad y el mayor de nuestros regalos: el sexo.
Quiero recalcar, para empezar, algo que espero que todos tengamos
claro y sabido: el sexo no es solo penetración o coito. El sexo son todas las
prácticas sexuales con respeto y consentimiento que te imagines, pero
igualmente esta definición se quedaría muy muy corta. Porque el sexo va
muchísimo más allá de lo físico: el sexo también son emociones, también son
sentimientos, también es amor, también es ENERGÍA.
Cuando hablamos de sexo nos referimos a un todo. Un todo que abarca
absolutamente eso: todo. Un todo que ni siquiera es posible concretar con
palabras.
LA SEXUALIDAD DE LAS
MUJERES SIGUE SIENDO UN TABÚ
Pero
no es oro todo lo que reluce y es que, una vez más (qué sorpresa) las mujeres
hemos visto castigada nuestra sexualidad con toda la mochila llena que llevamos
cargando desde hace miles de años.
Puede
que me digas que las cosas han cambiado, que ahora vivimos en una sociedad
moderna y no estamos tan mal como antes… NO TE LO COMPRO. Que hemos dado
minipasitos, sí, pero igual que avanzamos en unos aspectos retrocedemos en
otros muchos.
Nuestra
sexualidad ha sido construida con pensamientos limitantes, represores y
castradores, y eso ha ido llenando nuestra mochila. Mochila que cargamos a la
espalda y que está llena de piedras con el peso de la culpa de la falta de
libertad, de la ignorancia, de la vergüenza, de los prejuicios, de los miedos,
y salimos perjudicadas por todas partes, aceptando como naturales miles de
situaciones que ni de lejos lo son.
Miles
de relaciones sexuales donde al orgasmo de la mujer ni se le ve ni se le
espera, donde el dolor protagoniza los encuentros, donde el deseo se esfumó
hace tiempo, donde la complacencia y el dar placer es la guía y donde los
límites son inexistentes.
LAS MIERDAS QUE
SOPORTAMOS
Los
mitos, las creencias y los horrores alrededor del sexo siguen existiendo:
todavía las mujeres seguimos «perdiendo la virginidad» o «siendo desvirgadas»,
y pocas frases me ponen tanto la piel de gallina como estas. Esto de perder ya
tiene una connotación negativa, tú no pierdes nada, ni tampoco te lo arrebatan.
La palabra virgen hace referencia a no haber mantenido un coito y es horrible
(y digo coito porque nadie dice que pierde la virginidad cuando le han comido
el coño). Va asociada a pura, como si fuera esa flor intacta la que te da la
pureza que desaparece por completo cuando te introducen un pene (es que suena
horrible). El concepto «romperte el himen» es completamente falocéntrico, y
acarrea muchísimas atrocidades en diferentes culturas para comprobar que la
mujer está intacta sexualmente hablando.
Además,
buscamos la perfección en esa «primera vez» (esa primera vez en la que vas a
ser penetrada por un hombre), preparando con anticipación —como la cita del
ginecólogo: bien lavada, depilada, oliendo a rosas—, y romantizando el momento:
hoy toca hacerlo, y será mágico. Los nervios te inundan, no tienes ni idea de
nada, y acaba doliendo (si es que puede hacerse) y guardas ese recuerdo
horrible en el cajón de las malas experiencias sexuales (vaya inauguración,
¿no?), y entonces pasa a tenerse la creencia de que «la primera vez» duele, por
esa supuesta rotura del himen, y tiene que ser así. Lo que no te cuentan es que
el dolor realmente viene de la falta de excitación, de la falta de lubricación,
del no tener ni idea, y que el himen no tiene por qué romperse o puede ya estar
roto (otro melón) y ni mucho menos desaparece. De hecho, cuántas mujeres se
sorprenden en la consulta de fisio de suelo pélvico cuando les enseñamos su
himen: «¿Pero eso no se rompía?».
Nunca
nos enseñó nadie, porque las únicas referencias que tenemos son las de nuestras
amigas, y ni siquiera sabemos si son reales, porque ¿quién no ha mentido alguna
vez sobre su primera vez por vergüenza o miedo? En fin, desde el principio todo
mal. Y como te digo, esto solo es el principio.
Se
da por hecho la cisnormatividad desde el momento número uno, y encima la poca
educación sexual que se recibe en los colegios se fundamenta en eso.
El
porno sigue siendo nuestro maestro número uno, y cada vez es más visto por
niños y niñas más jóvenes. El acceso es hipersencillo y las consecuencias
pueden ser realmente graves. Las charlas de los colegios e institutos sobre
salud sexual van sobre cómo poner un condón a un chico y cómo evitar un
embarazo no deseado (una vez más, coitocentrismo), pero no te hablan, ni por
asomo, sobre cómo relacionarte bien, qué es el sexo y qué no es, cómo conocerte
y explorarte, cómo expresar lo que quieres, cómo reconocer o evitar
sufrir/hacer violencia sexual o cómo marcar límites, entre otras cosas muy
necesarias. El sexo seguro, según ellos, es el sexo donde se evita un embarazo,
o como mucho, un contagio de una ITS, pero nadie te habla del respeto, del
consentimiento, de la responsabilidad afectiva, de la comunicación, incluso
antes de tener una relación sexual, de la importancia de poner tu placer por
delante o de aprender a decir que no… ¿Dónde está esa charla del verdadero sexo
seguro?
Llega
el día en el que quieres empezar a masturbarte y te compras un vibrador (al que
mucha gente llama consolador, porque se extendió la idea de que era el consuelo
y el alivio de la pena para las mujeres sin hombres a su lado) y te lo
introduces en la vagina e intentas buscar el placer donde no lo hay. Después te
frustras pensando que la masturbación no es para ti porque a ti eso no te
genera ni la más mínima sensación de gustito y que necesitarás el pene y la
presencia de un hombre para disfrutar, y luego llega y ni siquiera disfrutas
con eso. Y es que todo esto se repite en bucle en las relaciones sexuales en
las que el clítoris ni siquiera es el jugador del banquillo, directamente es
que no existe en el equipo, y las relaciones se vuelven vacías, a veces incluso
dolorosas, y tras ellas te replanteas tu existencia y tu papel como mujer,
incluso hasta llegas a pensar que quizá eres asexual (sin conocer realmente
este concepto) o que el sexo tampoco es para ti porque no sientes todo eso
explosivo que tus amigas cuentan o ves en las películas o en el porno.
¿Dónde
está esa educación sexual tan necesaria? ¿En qué clase te enseñaron dónde
estaba el clítoris y cuál era su función? ¿Dónde te explicaron qué necesitabas
para tener un buen orgasmo y qué era eso de la excitación?
Gracias
a la poca, por no decir mínima, educación sexual que la mayoría de las mujeres
—y hombres— hemos recibido, hemos crecido con todas o casi todas las ideas
equivocadas respecto al sexo. Y hablo de educación sexual haciendo referencia a
todas las personas: porque todo el mundo necesita educación sexual, y debería
estar en todas partes. También nuestros padres.
Seguimos
tardando más en conseguir nuestro primer orgasmo. Seguimos tardando más en
meter nuestros dedos y nuestro clítoris como jugadores del partido. Seguimos
pensando que hay algo mal en nosotras si no llegamos al orgasmo solo con la
penetración (de nuevo con un hombre). Seguimos siendo las raras si nos
desagrada una práctica sexual que pensamos común y obligatoria (y forzándonos a
hacer algo que no nos gusta por complacer y porque es lo que toca). Seguimos
creyendo que algo está roto dentro de nosotras si el deseo no llega como una
ola y nos empapa y seguimos sintiéndonos culpables por no querer follar.
Seguimos follando con dolor solo por evitar que nuestra pareja nos deje o se
vaya con otra. Seguimos obligándonos a hacer cosas que no nos apetecen para
cumplir expectativas y deseos que a nosotras nos rompen por dentro. Seguimos
sin saber decir que no. Y sin atrevernos. Porque ese nunca fue nuestro papel.
Porque nunca nos dejaron. Porque eso siempre tenía un castigo.
Seguimos
pensando que es culpa nuestra el no tener deseo, pero no lo achacamos a que a
lo mejor estamos agotadas, que no tenemos tiempo, que la ansiedad es la
protagonista de nuestras vidas, o que estamos hasta el coño. Seguimos pensando
que nosotras tardamos más en corrernos por fisiología y buscando las fórmulas
mágicas para hacerlo rápido. Seguimos queriéndonos cambiar… Porque no nos
sentimos suficientes.
Seguimos
temiendo la consulta del ginecólogo porque en muchísimas ocasiones nos han
tratado mal. Seguimos tomando medicamentos innecesarios porque nadie nos
explicó cómo funcionaban realmente. Seguimos teniendo miedo al parto por cómo
nos tratarán ahí dentro. Y nos siguen cortando por el mismo patrón que a los
hombres. Las mujeres seguimos sufriendo repetidas situaciones que se dan en la
medicina. Seguimos sin ser investigadas como deberíamos. Seguimos sufriendo violencia
ginecológica y obstétrica (quizá tú no te identifiques, pero, por desgracia,
muchísimas mujeres sí). Y con esto me refiero a que: nos metan un espéculo en
la vagina sin avisar y sin preparar, que nos recomienden una copita de vino
para que nos relajemos antes y así nos la puedan meter sin dolor, que nos
llamen exageradas o quejicas, que no nos dediquen más de cinco minutos en la
consulta, que nos hagan publicidad engañosa para donar óvulos, que se nos hagan
prácticas en el parto innecesarias para adelantarlo, o que nos engañen para
inducirlo o planear una cesárea, y así podría continuar con muchísimos
ejemplos… Demasiados.
Seguimos
sintiéndonos las responsables de que nos digan una guarrada. Incluso a veces lo
sentimos como un halago o una validación (lo que nos han metido en la cabeza).
Siguen vendiéndonos que es culpa nuestra por provocar. Siguen preguntándonos
qué ropa llevábamos o qué le dijimos para que abusaran de nosotras. Siguen
tocándonos el culo y seguimos siendo nosotras las exageradas por quejarnos.
Sigue habiendo mucha violencia de género y sexual, aunque quieran hacernos
creer que no.
NUNCA NARRARON
NUESTRA HISTORIA
No
es que nuestra sexualidad sea rara ni aburrida. Es diferente, pero diferente en
cada persona de este universo. Jamás nos hablaron de nuestra sexualidad de
manera real y este es el problema. Que desde pequeñas, explorando nuestra
sexualidad (sin consciencia erótica), ya nos regañaron y nos dijeron que estaba
mal. Que crecimos pensando que masturbarse era de guarras y de desesperadas.
Que maduramos pensando que teníamos que cumplir ciertos patrones para ser
sexualmente válidas y es que esos patrones no encajan con nosotras, no nos
pertenecen. Y llevamos toda la vida forzándonos a adaptarnos a algo que nos
aprieta y que nos hace daño. Y midiendo el éxito del sexo con unos parámetros
que son una auténtica falacia.
Es
que nos vendieron una película que no era, ni de lejísimos, la nuestra, ni la
de nuestras compañeras y hermanas.
EL ORGASMO
CLITORIANO Y VAGINAL, Y LA INFANTILIDAD DE LAS MUJERES
«¿Tú
eres más de clítoris o de vagina?». Es una de las preguntas del millón. Aunque
a estas alturas ya vamos conociendo más el clítoris, cabe destacar que no fue
hasta 1998 que se cartografió el clítoris por dentro, gracias a Helen
O’Connell, y cuando empezamos a conocerlo de verdad y supimos que solo ocupaba
el 10 por ciento del espacio, como esa punta visible en el mar del enorme
iceberg.
Aun
así, a veces la vagina y el clítoris siguen viviendo en conflicto porque
continuamos creyendo la leyenda que Freud vendió a la sociedad de la existencia
de orgasmos clitorianos y vaginales, y la diferenciación entre mujeres maduras
y mujeres infantiles. En su obra Tres ensayos sobre la teoría sexual (que se
quedaron en ensayos mal hechos y falsos, sobre su propia teoría, pero no sobre
la realidad, señor Freud), explicaba que las mujeres maduras eran capaces de
alcanzar el orgasmo a través de la vagina (gracias al pene de un hombre). Sin
embargo, las que no lo lograban eran etiquetadas como infantiles y frígidas,
¿por qué? El clítoris se consideraba un órgano infantil, el paralelo al pene
(menos mal que aquí no iban mal encaminados), en donde residía el placer
durante la infancia y —la inmadurez—, pero después, con la evolución de niña a
mujer, el placer pasaba del clítoris a la vagina. Porque el placer del clítoris
no era propio de una mujer madura y adulta. Todas aquellas que no lo
consiguieran tenían un gran problema (que no necesitaban a un hombre, vaya,
¡qué sorpresa!), y les ponían una etiqueta horrible porque podían acabar yendo
por mal camino (masturbación compulsiva, adicción al sexo…) o tener un fin aún
peor: grandes torturas, incluida la muerte. Había mujeres a las que
inmovilizaban y ataban a la cama, separaban las piernas y acababan operando a
la fuerza (se me pone la piel de gallina solo de escribirlo). Otras accedían
por voluntad propia, al pensar que tenían un problema realmente, como Marie
Bonaparte, fiel seguidora y amiga de Freud, que se sometió a diversas
operaciones de clítoris «para acabar con su frigidez».
Realmente
era miedo lo que tenían: miedo a que el clítoris desplazara el papel del
hombre, y de la procreación con él. No intervenía en los intereses
reproductivos, y solo lo veían como un camino hacia las pasiones, la
masturbación, según ellos, compulsiva, y a que acabáramos locas. Pero esto era
una excusa más para tacharnos y castigarnos por ser inferiores y diferentes.
Pero no podían hacernos extinguir: nos necesitaban para procrear y satisfacer
sus «necesidades sexuales».
Desde
la antigua Grecia las mujeres ya éramos consideradas inferiores: el cuerpo del
hombre era el estándar ideal al que llegar, y las mujeres nos habíamos quedado
a mitad de camino en el desarrollo y encima con los mismos órganos, pero
desordenados. De hecho, todavía seguimos comparando los órganos masculinos con
los femeninos, hablando de la similitud del clítoris con el pene, en vez de
admirar al clítoris en sí mismo, independientemente de que haya un paralelismo entre
él y el pene. Y no solo nos comparan en el cuerpo, también en cuestión de deseo
sexual, respuesta sexual, modos de excitación, tiempo que tardamos en llegar al
orgasmo… Todo son comparaciones que a menudo acaban en frustración.
TODOS LOS ORGASMOS
SON IGUALES PARA EL CEREBRO
No
hay diferentes tipos de orgasmo, porque todos suceden en el cerebro y son
exactamente iguales a nivel cerebral. Lo que hay es diferentes modos de
alcanzarlo, y ni siquiera se necesitan los genitales: existen orgasmos que
conseguimos a través de los pezones, de los lóbulos de las orejas, de los
párpados… Incluso de los codos. De hecho, ni siquiera es necesario tocar
directamente para lograr un orgasmo.
¿Alguna
vez has tenido orgasmos durmiendo? ¡Existen!
Una
de las claves es la excitación y la erotización de nuestro cuerpo, y la
relación con nuestra sexualidad: porque aunque nos hayan vendido que solo hay X
zonas erógenas, realmente podemos hacer que todo sea erógeno. Como siempre
decimos: todo depende de los ojos con los que se mire, y de la manera en que se
toque.
Así
que quédate con la idea de que, una vez más, el cerebro es el principal
protagonista en todo esto. En él se producen los orgasmos. Y nuestro mayor
órgano erógeno que lo acompaña es nuestra piel, la de cada uno de los rincones
de tu cuerpo.
HABLAMOS UN POQUITO
MÁS SOBRE EL ORGASMO
Si
tuviéramos que definir qué es el orgasmo, probablemente coincidiríamos en que
resulta difícil utilizar las palabras precisas y todas llevarían asociadas a su
definición la palabra placer. La mayoría de respuestas son similares a la
cumbre de la montaña, una explosión enorme de placer, la cúspide de la
excitación sexual, una liberación de tensión física y emocional, acompañada de
muchas contracciones en la vagina y/o en todo el cuerpo. Pero cada persona
sentirá el orgasmo de una manera diferente, y, de hecho, aunque todos los
orgasmos a nivel cerebral sean iguales, cada uno es distinto, aun cuando se
consiga «de la misma manera». Hay orgasmos más largos, otros más cortos, unos
más localizados, otros más extendidos… A decir verdad, seguimos intentando
cuantificar y cualificar al orgasmo pero es que ni siquiera estas definiciones
serían reales.
Lo
que sí que sabemos a ciencia cierta es que el protagonista que tiene el control
absoluto, una vez más, es el cerebro, y con él, el sistema nervioso, tanto
simpático como parasimpático. Y que en la respuesta orgásmica intervienen otros
muchos aspectos físicos y emocionales, y, además, que es muy similar entre
hombres y mujeres.
Por
otro lado, durante el orgasmo en el cerebro se produce una especie de
cortocircuito donde se activan muchísimas áreas cerebrales, una especie de
fuegos artificiales seguidos de un apagón que pueden incluso llegarse a sentir
como un estado alterado de conciencia, ya que es un «soltar el control» en
donde puedes llegar a lugares que no te imaginas. Porque el sexo no es algo que
haces, es un lugar al que vas.
Además,
se activa el circuito de recompensa, en el cual, sentir algo placentero hará
que tengamos ganas de volver a sentirlo, y así se crea uno de los círculos del
deseo (como puede suceder con un helado de un sabor que te gusta o con una
actividad que te encante). Y por eso, cuando las relaciones sexuales no son
placenteras, sino que son dolorosas, las tomamos como negativas, y no habrá
ninguna motivación para tenerlas y el círculo del deseo se romperá. Y de aquí
que nuestro deseo se pierda por aburrimiento, por disfrute nulo o por dolor,
entre otras situaciones desagradables en el sexo.
Cuando
tienes un orgasmo se liberan un montón de sustancias y neurotransmisores
maravillosos como endorfinas, dopamina, serotonina, oxitocina…, que tienen
efecto en tu humor haciéndote feliz, en tu ansiedad al calmarla y abrazarte, en
tu dolor al disminuirlo, porque es un potente analgésico…
De
ahí el concepto de orgasmo terapéutico, por ejemplo, para ayudar a calmar el
dolor menstrual (que te recuerdo que no es normal). Puede que pienses: cuando
tengo dolor no me apetece tener sexo o penetración, porque me molesta o me
duele, porque me da pereza… Recuerda que una cosa no implica la otra. Puedes
masturbarte, acariciarte, utilizar un juguete que te facilite el tener un orgasmo…
EL ORGASMO NO SE
PERSIGUE
No
debemos perseguir el orgasmo. Siempre pongo el mismo ejemplo, si quieres coger
a un gatito que está abandonado y asustado en la calle para cuidarlo, ¿qué pasa
si sales corriendo detrás de él? Lo más probable es que el gatito se ponga en
alerta, se asuste y se vaya. Lo mismo pasa con el orgasmo, si se convierte en
un «busca y captura», nuestra amígdala, encargada de las alertas, se activará y
el orgasmo saldrá pitando. Deja que llegue, deja que venga a ti sin prisa, sin
considerarlo un objetivo. Porque el orgasmo no debería ser nunca un fin, sino
una consecuencia.
DEJEMOS DE FINGIR
ORGASMOS
Aprendemos
antes a fingir orgasmos que a tenerlos. De hecho, aprendemos o nos enseñan
antes a ponernos un tampón que a masturbarnos.
¿Alguna
vez has fingido un orgasmo? Bienvenida al club, somos muchas las que, por
desgracia, lo hemos hecho alguna vez. Ya sea por aburrimiento, por incapacidad
de llegar, por complacer a la otra persona, por querer acabar ya, por parecer
estar a la altura…, así acabamos en el juego de fingir. Y no hay nada peor que
esto, porque por un lado estás mintiendo a la otra persona, incluso aunque sea
un cafre (se sabe que las mujeres fingimos mucho más en las parejas
heterosexuales que en parejas homosexuales de mujeres), y por otro lado le
estas diciendo un «así superbién, campeón». Aunque te hago un pequeño
recordatorio: la única responsable de tus orgasmos eres tú (pero una vez más,
nunca te enseñaron).
EL ORGASMO NO
DEBERÍA SER UN FIN, PERO SÍ ES IMPORTANTE
Y
con esto abro un melón. Porque no podemos pasar de que el orgasmo sea un fin a
que no nos importe tenerlo o no tenerlo.
Es
muy importante saber que en las relaciones sexuales el placer es lo fundamental
y realmente lo que se ha de perseguir, sin preocuparse si hay orgasmo en todas
o no, porque que no haya un orgasmo en una relación no significa que no sea
placentera… Ahora bien, pasar de no importarnos no llegar al orgasmo en alguna
ocasión, a acostumbrarnos a no llegar nunca y que no pase nada, tampoco. No es
rara la mujer que no tiene orgasmos, porque, por desgracia, esto está a la
orden del día. Lo que es injusto. ¿Por qué, si todas las mujeres tenemos la
capacidad de tener orgasmos, algunas no los tienen o deben cumplir muchos
requisitos para alcanzarlos?
Los
orgasmos nos gustan, los disfrutamos y, además, son beneficiosos. ¿Por qué no
buscarlos? Si hay dificultad o directamente no los tenemos, entonces la
búsqueda ya no se hace desde el placer, sino desde la frustración y la
obsesión, y ese es un camino bien complicado.
Si
eres una persona que jamás ha tenido un orgasmo, déjame decirte que a eso
también se puede aprender. Que no estás rota. Que no hay nada mal en ti.
NUNCA TUVISTE TANTAS
GANAS DE HACER ABDOMINALES…
También
existen los orgasmos haciendo ejercicio, sobre todo haciendo abdominales y se
llaman coreorgasmos. ¡Como lo lees! Fueron mis primeros orgasmos, ¡con el
típico ejercicio de abdomen de subir y bajar las piernas! En su momento no
sabía que era un orgasmo, solo que llegaba un momento en el que mi suelo
pélvico empezaba a latir y a darme un gustito que me hacían seguir hasta que no
podía más. Después lo entendí todo.
Hay
mujeres que tienen orgasmos colgadas de la barra de hacer dominadas, haciendo
ejercicios de glúteos, aductores o isquiotibiales… ¡O corriendo y montando en
bici!
ES EL MEJOR
EJERCICIO PARA TU SUELO PÉLVICO
¡En
todos los sentidos! Trabajo muscular, mejor circulación, movilidad,
flexibilidad, endorfinas, ¡y mucho placer! ¿Qué más queremos?
Orgasmos
y suelo pélvico también tienen una relación bidireccional: el suelo pélvico
también es superimportante para los orgasmos, ya que estos también son
contracciones vaginales, y a suelo pélvico con mejor tono (que no mayor) y más
sensibilidad, ¡orgasmos más intensos! Y de algún modo puedes llegar a controlar
y estimular algunos con tu suelo pélvico, o a hacer diferentes prácticas con su
control, como el beso de Singapur.
CUIDADO CON LO QUE
TE METES EN LA VAGINA
Y
en el ano. Y quiero hacer esta advertencia porque igual que hay mujeres que han
acabado en urgencias por perder un tampón en la vagina, no es la primera vez
que alguna pierde un juguete en el culo (por eso siempre juguetes con tope para
el sexo anal si te gusta) o se le atasca algo en la vagina. Introduce lo que te
apetezca pero siempre con cabeza, con higiene y con cuidado.
EL ÚTERO EN TU VIDA
SEXUAL
Ya
mencionamos anteriormente que el útero era un órgano sexual y que intervenía en
la respuesta sexual. A través del útero también se pueden alcanzar orgasmos, y
serían los que llaman orgasmos cervicouterinos.
Son
los orgasmos que se producen por la estimulación del cérvix y el útero a través
del fondo del saco vaginal, o sea, estimulándolo indirectamente presionando
desde dentro.
Cuando
el útero presenta congestión, tensión y rigidez, cuando ha perdido su capacidad
de contracción y flexibilidad, es un útero espástico. Y el estímulo y la
penetración profunda en lugar de producir placer, pueden generar dolor y
molestias.
Tras
una histerectomía hay mujeres que refieren una pérdida de placer, o menos
intensidad en los orgasmos, pero esto no significa que no se pueda recuperar,
con trabajo, dedicación y amor. Pese a que hablemos de que el útero sea la
vasija de la energía sexual, esta no desaparece aunque se extirpe. Cuando
quitas una vasija de la fuente, el agua no deja de brotar.
Acabo
esta parte del útero con una reflexión que me encanta:
Cuando
la mujer se excita sexualmente, el útero empieza a latir como un corazón, pero
un poco más lentamente.
Impulsado
por la emoción erótica, palpita como una ameba que se contrae y que se expande,
como lo hace el cuerpo de una rana al respirar. Justamente, los Taironas
—indígenas de Colombia— representan el útero como una rana.
CASILDA
RODRIGÁÑEZ, El asalto al Hades
LLORAR DESPUÉS DE
FOLLAR
¿Quién
no ha tenido una buena llantina durante un orgasmo o durante una relación
sexual? Cuando tenemos sexo y orgasmos liberamos mucha tensión física y
emocional, y ese llanto no deja de ser una tensión liberada. Igual que la risa.
Además,
nuestras emociones internas y nuestra situación propia también nos podrán
empujar a llorar, pero eso no significa que nos sintamos mal (eso se llamaría
disforia poscoital, que también puede ocurrir).
Puedes
y debes verbalizar a la otra persona lo que te ocurre, para que no se asuste ni
se sienta mal. Y si necesitas parar, o recibir un abrazo, o un ratito de mimos,
también debes pedirlo. Recuerda que hay que comunicar.
EL DESEO
Cuando
hablamos de deseo sexual, nos referimos a las ganas de tener sexo. Hay
diferentes tipos de deseo. Dejaremos a un lado el deseo biológico u hormonal
—que viene regido por las hormonas y dependerá de si tomas anticonceptivos
hormonales o no, de la fase del ciclo menstrual o la etapa de vida en la que te
encuentres (un embarazo, la lactancia o la menopausia, por ejemplo) o si
presentamos alguna patología o desequilibrio hormonal (por ejemplo, una
hiperprolactinemia o una amenorrea hipotalámica)— y el deseo emocional o
romántico, que suele ir de la mano de conocer a una (o varias) personas y la
dopamina alrededor de esas primeras veces y primeros meses de contacto… Vamos a
hablar del deseo excitatorio, que es aquel sobre el que nosotras tenemos
control y el que se trabaja.
El
deseo hay que cultivarlo, como una planta
El
deseo no sale de la nada. No viene como una ola y te empapa. No crece como una
llama de repente y arrasa. No es un botón al que pulsas y se enciende un
mecanismo. Hay que cultivarlo cada día dándole espacio, dedicándole tiempo y
energía, erotizando nuestros ratos y nuestros días, erotizando nuestra
imaginación, hablando de sexo.
El
deseo podemos cultivarlo mediante pasos sencillos y cotidianos. A través de una
caricia, de un «te quiero», de meterte un ratito antes en la cama e ir sin
prisa, de tener una cita contigo frente al espejo, sintiéndote bella, de un
beso, de un masajito en los pies antes de dormir…
Pero
el deseo necesita calma y bienestar. Necesita paz. Necesita tranquilidad. Y
necesita placer.
Para
tener placer y deseo, el sexo ha de gustarnos
A
veces estamos aburridas de tanto coito. De ser objetos de deseo. De no ser las
protagonistas en la cama. De hacer siempre lo mismo. De tanta presión sobre lo
que se espera de nosotras.
Para
desear debes recibir placer, porque no puedes tener ganas de algo que no te
gusta. ¿Tendrías ganas de repetir una experiencia donde pasaste miedo, te
aburriste o te hiciste daño? Entonces, ¿por qué nos empeñamos en buscar el
deseo en algo que no nos satisface? A lo mejor el problema no es nuestro deseo.
A
lo mejor el problema no es tu deseo
La
exigencia, las preocupaciones, la ansiedad, la carga mental, la culpa, el
cansancio acaban con el deseo.
A
lo mejor el problema no es tu deseo. A lo mejor es que estás cansada.
A
lo mejor el problema no es tu deseo. A lo mejor es que no te encuentras bien.
A
lo mejor el problema no es tu deseo. A lo mejor es que no tienes tiempo.
A
lo mejor el problema no es tu deseo. A lo mejor es que estás aburrida de
siempre lo mismo.
A
lo mejor el problema no es tu deseo. A lo mejor es que no quieres tener sexo
con tu pareja.
A
lo mejor el problema no es tu deseo. A lo mejor es que estás hasta el coño.
El
estrés puede acabar con el deseo (no siempre, recordemos mi frase estrella
«cada mujer es un mundo»). Hablando de manera fisiológica, cuando tenemos
estrés, se libera cortisol, y este activa nuestro sistema simpático y nuestra
amígdala. Pero es que además cuando tenemos estrés por preocupaciones o por
muchos quehaceres, entre otros, estas preocupaciones protagonizan nuestros
pensamientos y los quehaceres nuestro tiempo, y así es imposible pensar en
deseo o tener espacio para ello. Aparte del sentimiento de malestar continuo
que no nos permite estar en paz para desear y disfrutar.
DEBEMOS
PERMITIRNOS NO TENER DESEO
Puede
que estés atravesando un momento donde necesites tu energía para recuperarte.
Para
sobrevivir.
Para
sentirte bien.
Date
permiso para que no te apetezca.
Date
el espacio y el tiempo que necesites.
Date
permiso para no añadir más quehaceres a tu vida.
Para
permitir que tus ganas cambien. Para sentirte mal.
Para
recuperarte.
Date
permiso para dejar de juzgarte. Dejar de castigarte por las ganas que deberías
sentir y no sientes.
Solo
desde el «estar» podrás encontrar placer en ti. Y hay veces que no estás. Date
permiso también para eso.
No
todo es buscar el momento. Erotizar toda tu vida. Despertar el deseo a costa de
todo.
Date
permiso para priorizarte y poner tu bienestar por encima de cualquier cosa y
persona.
Porque
a veces te sientes tan mal que solo de pensar que tienes que desear más te da
dolor de cabeza. O de barriga. O de ambas.
Que
el cultivo del deseo sea desde las ganas de disfrutar y no desde la obligación.
Porque buscar tu bienestar también es cultivar. Y hay momentos que no son el
momento. Y no pasa nada.
NO SOMOS COMPLICADAS
Es
que nuestra sexualidad siempre ha sido castigada, invisibilizada,
menospreciada… Siempre se han seguido y enseñado los patrones de los hombres
dejando a un lado los de las mujeres, y a partir de estos patrones han querido
construir nuestra sexualidad, cargada de estereotipos que no nos representan y
que solo nos hacen sentir inferiores.
Y
a esto se añade que constantemente se han perseguido las supuestas capacidades
de los cuerpos de las mujeres, buscando de manera agotadora conseguir todo
aquello que nos han dicho que podemos hacer. Frustrándonos en ese camino en el
que nada es suficiente.
No
se trata de buscarlo siempre todo, ni compararnos unas son otras, sino de
cuidar nuestra sexualidad propia, de respetar nuestros gustos, sin importar
cómo sean o de dónde vengan.
Qué
más da si logras hacer un squirting o no, aunque te hayan dicho que todas las
mujeres pueden hacerlo. Qué más da si tienes uno o varios orgasmos en un mismo
polvo. Qué más da si tienes un orgasmo solo con la penetración vaginal o
necesitas estimularte el clítoris a la vez. Qué más da si tardas dos minutos o
veinte en tener un orgasmo. El caso es disfrutar.
Lo
que no podemos es perseguir el placer dentro de patrones que no son los
nuestros. Obligarnos a sentir lo que no nos despierta. ¡Basta ya!
¿Y POR QUÉ SOLA SÍ,
PERO EN COMPAÑÍA NO?
Cuando
estamos solas, tenemos toda la confianza, la intimidad y la tranquilidad de
estar con nosotras mismas. De saber dónde tocar. Cómo tocar. Sin expectativas,
sin presiones, ni tener que hablar, y a veces trasladarlo a la pareja se nos
hace complicado. El cerebro envía señales y actúa en función de cómo reacciona
tu cuerpo. Él no distingue entre si estás teniendo sexo o estás a punto de
meterte en una pelea. Si estás nerviosa, preocupada o agobiada por lo que sea,
el cerebro percibirá un estado de alerta, no un estado de calma y placer.
Cuando en medio de una relación estamos pensando en: «¿Esta vez llegaré o no?»,
o bien: «Otra vez me va a pasar lo mismo», y te frustras y te enfadas, no
podrás gozar.
Ojo,
otras muchas veces, es que nuestra pareja no sabe que el clítoris existe, o
piensa que es un botón que toquetea como si fuera un pulsador, y hace oídos
sordos a todas las directrices que tú le das.
Una
vez más te digo: el problema no está en ti.
NUESTRA AUTOESTIMA
SEXUAL
Nos
hablan mucho de autoestima, pero no siempre nos recuerdan que hay una parte de
este concepto que va dirigida a la sexualidad. Cómo nos vemos a nosotras
mismas, cómo pensamos en nosotras, cómo nos valoramos, cuánta seguridad tenemos
en todo aquello que hacemos, cómo somos capaces de marcar límites, cómo
sentimos nuestro cuerpo, cómo nos hablamos…
¿Te
sientes identificada con alguna de estas frases o pensamientos?
«Jamás
se va a fijar en mí», «No tengo cuerpo para ponerme esa ropa», «Mejor en
bañador, que en bikini se me ven las lorzas», «Prefiero ropa ancha, que así
disimula más», «Por favor, que no me toque la tripa», «He de buscar la postura
perfecta para que no se me noten los michelines», «Mejor sin luz, que así no se
nota la celulitis», «Nunca se va a fijar en mí teniendo a mis amigas», «Uf, no
estoy depilada al completo», «Seguro que piensa que follo mal»…
El
rechazo a nuestro cuerpo, el no sentirnos válidas ni suficientes, el buscar
siempre aprobación externa (y masculina en muchas ocasiones) viene en gran
parte de nuestra baja autoestima sexual.
Yo
también pensé que no era válida.
Yo
también pensé que no era suficiente.
Yo
también pensé que no estaba a la altura.
Yo
también pensé que nunca se fijarían en mí.
Yo
también pensé que no era merecedora de placer.
MASTURBARTE PARA
CONOCERTE Y PARA QUERERTE
La
masturbación es uno de los gestos de amor y autoconocimiento más poderosos y
también más tabúes que existen.
Porque
si el sexo es tabú en general, la masturbación se lleva la palma (pero solo la
de las mujeres).
De
pequeños se menciona la masturbación masculina con mucha normalidad y
facilidad. Pero pocas niñas o adolescentes cuentan que se han estado tocando la
vulva para dormir mejor. Por suerte, en esto las cosas sí que van cambiando, y
cada vez se habla más de masturbación y autoplacer, pero queda mucho por hacer.
Para
disfrutar en el sexo con otras personas debemos conocer lo que nos gusta. ¿Y
cómo vamos a conocer lo que nos gusta si no nos exploramos? Tú eres tu mejor
compañera, tu mejor aliada, tu mejor amiga. Y a través de la masturbación
puedes llegar a lugares inexplorados.
Masturbarte
también es empoderarte. Es apropiarte de tu deseo. Es apropiarte de tu cuerpo y
de tu placer.
Y
mastúrbate explorando cada rincón de tu cuerpo, cada rincón de tu vulva. Eres
muchísimo más que un clítoris y solo tú podrás descubrir lo que cada milímetro
de tu piel te tiene preparado. Lo único que has de hacer es escucharlo, y
dejarte llevar. Y por supuesto, darle espacio.
¡Puedes
usar juguetes! Los juguetes sexuales son una herramienta más para describir
otro tipo de sensaciones, ¡y cada vez hay de más tipos según tus gustos y
necesidades! Lo único que debes saber, como consejo, es que varíes y que
intentes no depender de un mismo juguete siempre para llegar al orgasmo
rápidamente, ya que tu cuerpo puede acostumbrarse al estímulo y necesitar cada
vez más intensidad para alcanzar el orgasmo.
¡No
hay nada mejor que innovar, variar y experimentar! Habrá veces que tengas un
rato largo para tocarte, explorar y jugar con diferentes sensaciones, y otras veces
que querrás tener un orgasmo rápido y fugaz por darte el regalo antes de irte a
trabajar o para calmar ese dolor menstrual. En la variedad, y en la
individualidad, está el gusto.
Y
recuerda: has de experimentar con todo tu cuerpo, desde tus gustos y tus deseos
y dejar de tener referencias externas para crear las tuyas propias. Y este
camino de creación y veneración es la masturbación.
DECONSTRUIR Y
RECONSTRUIR NUESTRA SEXUALIDAD Y NUESTRAS RELACIONES
Es
un camino tan difícil y a veces doloroso como bonito y mágico. Donde no pueden
faltar los principales ingredientes: respeto, consentimiento, confianza,
sinceridad, responsabilidad afectiva, escucha activa, comunicación asertiva, y
amor, siempre amor, con nosotras mismas y hacia otras personas.
Y
no te quedes con nadie que te ofrezca menos, de verdad, porque tú mereces más.
Debemos
deconstruir lo poco que sabemos y construir nuestra propia sexualidad. Con
nuestras propias referencias, con nuestros gustos y sin olvidar que el placer
es subjetivo e individual, como el ciclo menstrual, y que además puede variar o
modificarse a lo largo de nuestra vida y nuestras vivencias.
Para
construir relaciones sanas, debemos tener conversaciones incómodas. Y las
catalogamos como incómodas porque no estamos acostumbrados a hablar sobre
nuestros sentimientos y deseos, nuestros límites y sincerándonos sobre lo que
queremos y lo que no.
Y QUE TODO SE
ACOMPAÑE DE RESPONSABILIDAD AFECTIVA
Responsabilidad
afectiva es:
•Comunicar
tus deseos, gustos y necesidades.
•Escuchar
activamente a tu pareja.
•Ser
asertiva a la hora de expresarte. La otra persona es un ser humano también.
•No
justificarte con «Yo soy así, esto es lo que hay» o similares.
•Avisar
de que no vas a responder en todo el día.
•Pedir
un espacio si lo necesitas, pero no tomártelo sin avisar y desaparecer.
•Intentar
llegar a acuerdos con la otra persona, teniendo en cuenta que también tiene
sentimientos y emociones.
•No
imponer solo lo tuyo.
•Responsabilizarte
de tus errores.
•Expresar
si te ocurre algo.
•No
querer darle la vuelta a la tortilla.
•No
usar el «no me pasa nada» cuando es evidente que te pasa.
Responsabilidad
afectiva es ser honesto con tus intenciones cuando conoces a una persona, es
importante decir lo que buscamos, lo que queremos y establecer nuestros
límites. Y no eres peor persona por ello. Ser honestos no nos impide que las
cosas cambien. Ser honestos implica recordar que la otra persona es un ser
humano, también con sentimientos.
Y
hablo de responsabilidad afectiva en cualquier tipo de relación con todos sus
acuerdos (ya sea una relación con acuerdos monógamos, una relación abierta, una
relación poliamorosa, etc.). Es un ingrediente que nunca debe faltar en los
vínculos que tengas. Es lo que da firmeza a esa red y alimenta la calma.
Y
la responsabilidad afectiva se da con la comunicación desde el minuto uno. No
podemos dar por hecho nada sin comunicación previa. Para eso existen los
acuerdos que cada relación establece, desde el respeto, el consenso y el amor.
Y QUE NO SE PIERDAN
NUNCA EL AMOR, NI LOS BESOS, NI LAS CARICIAS
Porque
el amor, en cualquiera de sus formas, nos salva.
EL
AMOR
Hacía
tiempo que no escribía al amor. Será porque me paso el día escondiéndolo dentro
de mí para que nadie lo vea. Será que el mundo no está hecho para los
románticos. Y tenemos que ocultarnos entre el resto de los mortales para que no
vean las cicatrices que nos dejó.
El
amor que se fue cuando llegó el calor. El que se bajó en la estación de tren y
nunca más volví a ver. El amor que llegó y te prometió el cielo, pero resultó
ser mentira. El amor que no pudo ser, el amor al otro lado del charco, el amor
amurallado que no te dejó entrar.
Y
oye… una ya no se recupera de las heridas con tanta facilidad.
Además,
esto de amar no está de moda. Te sientes una incomprendida entre una sociedad
donde nada dura. Donde no se lucha. Donde no hay implicación. Donde las
conversaciones son a través de una pantalla. El interés se mide en la rapidez
de la respuesta. Y huir es siempre la primera opción. La inmediatez nos ha
consumido. Y el amor es algo que se cocina a fuego lento, disfrutando del
proceso y saboreando con calma. De uno en uno. Es una explosión de sensaciones
inigualables.
A
veces me da vergüenza decir lo que me emociona un abrazo. Un amanecer, un
almendro floreciendo o unos pájaros revoloteando. Porque sí, soy de las que
bailan bajo la lluvia. Soy de las que escriben cartas, dejan notas y lloran con
las películas. Me encanta cocinar para alguien. Compartir mis sueños y
secretos. Tirarme al suelo y reír. Cantar con las manos entrelazadas y hacer un
pícnic en la playa. Sí, como en las películas.
Hacía
tiempo que no escribía al amor. Quizá es por miedo a que se rían o me hagan
daño. Porque, como he dicho…, una ya no se recupera con tanta facilidad de las
heridas.
Pero
soy de las que sigue pensando que el amor puede cambiar el mundo. Aunque a
veces el mundo no haga más que demostrarme lo contrario.
Porque
sé que la gente valiente ama. Ama un montón. Ama all in. Aunque a veces duela.
Soy
de las que piensan que el mundo es para nosotros, los románticos. Para aquellos
que en cada esquina vemos una historia llena de drama y pasión. Para los que
vivimos de ilusiones y con intensidad… Y para los que siempre, siempre,
volvemos a intentarlo.
Porque
el amor está en los ojos de quien mira. En cada rincón.
LUCÍA
LUENGAS,
psicóloga sanitaria experta en trastornos afectivos con perspectiva de trauma y
apego en la búsqueda del bienestar emocional. Y también amiga
Y EL SEXO ES AMOR
El
sexo es escucha, es abrazo, es exploración, es conversación, es presencia, es
parón, es desconexión.
El
sexo es ternura. El sexo es intimidad. El sexo es espacio seguro. El sexo es
fusión. El sexo es conexión.
El
sexo es paz. Es tranquilidad. El sexo es afecto. El sexo es emoción. El sexo es
amor.
No
hay sexo sin emociones ni amor. Y tenemos tanto miedo a esto, pensando que
implica un compromiso, que a veces rechazamos el sentir simplemente por pánico,
¡y nos perdemos muchísimo! Porque el amor no significa compromiso más allá de
lo que tú no quieras. Y puedes echar un polvo salvaje una noche, y querer
después caricias o mimos. Y está bien, sin que suponga nada más: es la
oxitocina y la conexión que nos recorre por las venas después de haber
compartido una de las cosas más íntimas que puedes compartir con una persona:
sexo.
Porque
el sexo es amor. Besarse es amor. Acariciarse es amor. Masturbarse es amor. Y
da igual si la relación dura unos minutos, unos meses o unos años.
El
amor es amor.
Hemos
condenado al amor romántico, pero no es el amor quien tiene la culpa, ni el
romanticismo. La culpa está en que no nos hayan enseñado nada sobre relaciones,
autoestima, límites y apego.
Y
esa es la mochila que llevamos cargando toda nuestra vida.
Es
necesario amar a la otra persona desde el amor propio. Desde la independencia.
Desde la libertad. Un amor sin miedos. Sin castigos. Con trabajo. Con respeto.
Con comunicación.
Un
amor libre.
¿Acaso
hay otra forma de amar? (L. W.)
Un
amor que me dé paz. Y tranquilidad.
Donde
ser tú. Donde ser yo. Donde ser nosotros. Por el tiempo que sea.
TE DESEO EL MEJOR
SEXO DE TU VIDA
Un
sexo con deseo.
Sin
exigencias. Sin obligaciones.
Un
sexo espontáneo o planeado.
Un
sexo con risas, un sexo torpe, un sexo tierno.
Un
sexo que no sean matemáticas: donde no se mida el tiempo ni la cantidad.
Un
sexo donde solo prime el placer.
Un
sexo donde no haya carga mental.
Un
sexo que te defina. Un sexo con presencia.
Un
sexo que sea una conversación. Un sexo que sea un baile.
Un
sexo feminista.
Y
te deseo que folles con amor.
Que
pidas lo que te apetece. Que no hagas nada sin ganas.
Que
cultives tu intimidad.
Que
trabajes para que tus ganas crezcan.
Y
que te permitas cuando no las tengas.
Que
jamás folles para que no te dejen.
Que
jamás folles con dolor.
Que
jamás pienses que no eres suficiente.
Que
recuerdes que todo está en ti. Y que no te falta nada.
Que
recuerdes, que además de todo, eres una diosa.
Te
deseo el mejor sexo de tu vida. El que te mereces.
13
¡RELAJA LA FRESA, PRINCESA!
O relaja la raja, maja.
O más claro imposible: RELAJA LA VAGINA (y la mandíbula).
¿Eres de las que va con la vagina apretada a todas partes? ¿O ni
siquiera te has fijado nunca?
Puede que digas: ¡no, yo no! Pero… ¿realmente estás segura de que no
aprietas? ¿O piensas que no aprietas porque no tienes la conciencia suficiente
de suelo pélvico?
¿Qué hay de tu mandíbula? ¿Vives con ella relajada o, por el
contrario, aprietas los dientes a cada instante? ¿Tienes bruxismo por la noche?
Quizá está segunda pregunta te parezca que viene menos a cuento,
pero nada más lejos de la realidad: la mandíbula y el suelo pélvico están muy,
muy relacionados y se afectan la una a la otra muchísimo más de lo que nos
pensamos (y la relación llega hasta nuestros pies).
Después de haber leído el capítulo 8, ya nos queda claro dónde está
el suelo pélvico, cuáles son sus funciones, y qué podemos hacer para empezar a
entrar en contacto con él.
Antes de explicarte más a fondo, te propongo ahora que hagas un
ejercicio: localiza tu suelo pélvico, toma conciencia de él y haz los
siguientes gestos:
•Abre la boca como si fueras a bostezar.
•Lanza un beso.
•Aprieta los dientes.
•Grita, gime, suelta un suspiro de alivio.
¿Has observado qué ocurre en tu suelo pélvico cuando lo haces? Si no
es así, toma conciencia y repite, que después vamos a analizarlo.
En este capítulo quiero hablarte de la importancia de relajar la
vagina y de tomar conciencia de ello, y de su relación con la boca. Me
atrevería a decir que hay más mujeres con hipertonía que con hipotonía, porque,
con el ritmo de vida que llevamos y nuestro día a día, el estrés es nuestra
sombra y llevamos la boca y la vagina apretadas muchas horas aunque no nos
demos cuenta.
RELAJA LA BOCA PARA
RELAJAR LA VAGINA
Boca
y vagina, mandíbula y suelo pélvico están muy relacionadas: de manera
anatómica, fisiológica, biomecánica, fascial, emocional y energética. Aunque no
me voy a meter demasiado en energías, sí que vamos a tocarlo ligeramente,
porque es básico para entender esta relación, y porque nuestras emociones,
pensamientos y actuaciones repercuten muchísimo en nosotras.
Su
origen embriológico es paralelo y similar. Los estímulos que las contraen y las
relajan también. Son dos aperturas corporales que sostienen y canalizan la
tensión, el estrés y las emociones en las que vivimos y que almacenamos en
nuestro cuerpo. La una afectará a la otra y viceversa.
También
están unidas por el tejido fascial, que crea continuidad y unión entre todas
las estructuras y tejidos del cuerpo. Una especie de traje de neopreno que nos
envuelve como si fuera nuestra segunda piel. Si hay tensión en una zona, creará
tensión en el resto.
A
nivel biológico boca y vagina se desarrollan a la vez. En el tercer mes de
gestación en el embrión aparecen dos depresiones. Una de ellas dará lugar a la
membrana orofaríngea, que después formará la boca, y la otra a la membrana
cloacal, que después formará las aperturas al exterior del sistema digestivo,
urinario y reproductor: la vagina, la uretra y el ano. Además, aquí podríamos
hablar del desarrollo del clítoris.
A
nivel estructural son muy similares anatómica y físicamente hablando. Caderas y
mandíbulas articulándose a cada lado con la estructura muscular que las une y
la apertura de la vagina (que es la más visible y similar) y de la boca en
medio. Cuando hablo de la relación boca-vagina, también incluyo en la
referencia a la garganta. Podríamos decir que la boca es la entrada de la
vagina, y después está la garganta y la vagina entera. Ambas húmedas,
resguardadas por los labios, como un camino sagrado y protegido. Dos grandes
lugares de energía y creación.
Boca
y suelo pélvico forman parte del sistema muscular de diafragmas de nuestro
cuerpo. Diafragma de la boca, diafragma torácico y diafragma pélvico que se
disponen de manera horizontal y trabajan de manera sinérgica distribuyéndose el
movimiento, el aire, la tensión y la presión de manera rítmica. Cuando
inspiramos, la musculatura va hacia abajo: el diafragma torácico desciende para
dejar espacio a que los pulmones de hinchen y se llenen de aire, y el suelo
pélvico también se expande ligeramente hacia abajo, y, cuando soltamos el aire,
ambos vuelven a su posición inicial. Cuando hay tensión en uno de los
diafragmas y no se mueve correctamente, esto repercute en los siguientes.
Aunque
te parezca una tontería, cuando tenemos hipertonía de suelo pélvico o dolor en
las relaciones, la forma en la que respiramos y cómo se mueven nuestras
estructuras será superimportante para su tratamiento y rehabilitación.
ABRE LA BOCA PARA
ABRIR LA VAGINA
La
matrona Ina May ha denominado «ley del esfínter» al hecho boca abierta-vagina
abierta, o más específicamente, boca abierta = cérvix abierto; garganta abierta
= vagina abierta en el parto, explicando que los esfínteres (vagina y ano) se
abren y se relajan cuando la boca y la mandíbula están abiertas y relajadas, y
con ellos, el resto de la musculatura de alrededor: cuello, nalgas, aductores…
No podemos permitir una buena apertura abajo con los labios apretados y la
garganta cerrada, y esto no solo es característico del parto, sino que podemos
llevarlo al resto de los pilares.
Si
tu boca está cerrada, también lo estará tu vagina. Si tu mandíbula está tensa,
tus caderas también lo estarán. Si tu garganta está rígida, a tu útero le
pasará lo mismo.
La
relación que tiene esta tensión con las emociones es brutal. ¿Alguna vez has
apretado los dientes cuando estabas nerviosa? ¿O en un momento de ira? ¿Has
tenido que cerrar la boca por no decir lo que necesitabas sentir?
Antes
te pedí que hicieras varios gestos. ¿Qué ocurrió con tu vagina en cada uno de
ellos? Seguramente, cuando apretaste los dientes, tu vagina también se apretó
(al menos de manera inconsciente, a no ser que le mandaras señales de
relajación), cuando abriste la boca, ella también quiso abrirse, y cuando
lanzaste un beso, ella también lo lanzó. Cuando gemiste o soltaste un suspiro
de alivio, tu vagina también se relajó. Y el grito… Ay, el grito, el bien que
puede hacer a nuestro suelo pélvico a veces.
Por
eso lo que ocurre arriba repercute en lo que ocurre abajo, y lo que ocurre
abajo repercute en lo que ocurre arriba, y tener rigidez y limitar el
movimiento también implicará limitar la libertad y con ello todas las
sensaciones que la acompañarían.
Es
muy complicado hacer un ejercicio rítmico y liberador en la pelvis y en la
cadera con la boca y la mandíbula apretadas. Haz la prueba.
Te
propongo que hagas lo siguiente: ponte a cuatro patas y aprieta dientes, cierra
puños y bloquea brazos y codos como si fueras a lanzarte a hacer el pino, e
intenta a la vez mover el culo sensualmente. ¿Puedes? ¿No, verdad? Seguramente
parezcas un robot moviendo sus bisagras lo mejor que puede. Ahora prueba a
relajar y a darle rienda suelta al movimiento.
No
es lo mismo poder hacer una sentadilla con total apertura de caderas que tener
poquito rango de movimiento, no es lo mismo gritar con la boca abierta que con
la boca entrecerrada, no es lo mismo tener un orgasmo con una vagina que puede
contraerse por completo que con una vagina que está en tensión y dolorida.
Porque no podemos olvidar que la rigidez puede producir dolor y falta de
sensibilidad. Un músculo que está continuamente contraído es un músculo que
está cansado, que está rígido y no se puede mover como le gustaría…Y esto
modifica también su tejido.
Por
eso, el estrés y la ansiedad están tan relacionadas con el bruxismo y la
hipertonía de suelo pélvico, y también el dolor en la vagina, porque de algún
modo también están haciendo que esas partes se contraigan como respuesta al
estrés o a los nervios, y por ese motivo en las sesiones de fisioterapia de
suelo pélvico es obligatorio trabajar la mandíbula y la zona cervical alta, y
llevar ejercicios para casa tanto de movilidad como de relajación para arriba y
para abajo que al final de este capítulo te enseñaré.
Callar,
no expresar, tener miedos e inseguridades, también nos bloquea. La vagina
expresa lo que la boca calla. ¿Cuántas veces has hecho algo que no querías?
¿Cuántas veces has dicho sí cuando querías decir no? ¿Cuántas veces has tenido
penetración con dolor y no has sido capaz de expresar lo que sentías? Esto
también bloquea. Esto también causa dolor. Porque una vagina rígida, un útero
rígido, también duelen.
¿QUÉ PODEMOS HACER
PARA RELAJAR Y LIBERAR NUESTRA MANDÍBULA Y NUESTRO SUELO PÉLVICO?
Cualquier
ejercicio que mueva nuestras caderas, nuestra boca y, en general, nuestro
cuerpo nos ayudará a mover y a liberar todas sus estructuras.
Sin
duda, mis favoritos a nivel de cadera y pelvis son bailar, hacer danza del
vientre, bachata, twerk, mover las caderas en todos los sentidos… Deben primar
las actividades que pongan foco en el movimiento de pelvis y de cadera, ya que
la mayoría del tiempo que pasamos a diario es en posturas estáticas y muy
similares, incluso si hacemos deporte, ya que andar o correr no tienen mucho
movimiento de cadera en todo su rango de movimiento, y aunque hagamos
ejercicios de fuerza, no nos pasamos el entrenamiento entero haciendo
sentadillas.
Dedicar
un ratito solo a mover las caderas, a estar en cuclillas, en posición de rana,
a sentarnos en el suelo, liberará nuestras caderas y con ellas, nuestro suelo
pélvico.
Masajear
nuestros aductores (parte interna de los muslos), nuestras nalgas y nuestra
vulva también será una herramienta maravillosa de relajación.
Siempre
que hagas ejercicios de suelo pélvico, que sea descalza y si puede ser con ropa
suelta y sin ropa interior, o al menos sin ropa que te apriete o te oprima.
Mis
ejercicios favoritos para liberar la cadera son hacer círculos, ochos de pie y
ochos tumbados o infinitos, y desplazamientos en medias lunas del culete en
todas las posturas posibles integrando después la zona dorsal, el pecho, el
cuello… Las posturas de cuadrupedia y rana son mis preferidas, sin duda.
Los
ejercicios de tensión-relajación me gustan mucho para tomar conciencia de lo
que es de verdad estar relajadas, y para dar un empujón a entrar en ese estado
que a veces tanto nos cuesta. Puedes probarlo en cualquier postura: aprieta
cada parte de tu cuerpo durante unos segundos mientras coges aire y aprovecha a
liberar mientras exhalas, incluso acompañándolo de un pequeño o gran gemido de
alivio, de descanso…
Por
lo que respecta a la cara y a la mandíbula, hacer ejercicios con la boca, con
la mandíbula, con la lengua y los labios es un básico para aprovechar todos los
rangos de movimiento. Igual que las caderas necesitan movimientos diferentes y
explorando nuestros rangos, lo mismo sucede con la boca y la mandíbula.
Abre
y cierra la boca. Prueba a hacer un ejercicio de tensión-relajación donde abres
la boca tooooodo lo grande que puedas durante dos segundos, y la cierras
sellando los labios sin apretar dientes. Repite de tres a cinco veces, y
después realiza dos o tres respiraciones diafragmáticas. Es otra forma ideal
para relajar tu mandíbula y tu vagina, ¡y tu cadena muscular posterior!
Juega
con tu mandíbula y muévela: llévala a un lado y a otro, mueve la lengua arriba
y abajo, a un lado y al otro, y recorre los labios y los dientes con su punta.
Los labios de la boca también están relacionados con los labios de la vulva,
así que, para aprovechar esta relajación, puedes estirarlos, movilizarlos o
masajearlos con los dedos.
También
puedes masajear los mofletes y la musculatura de los temporales, la musculatura
occipital, la parte anterior del cuello, las musculaturas masticatoria y
cervical.
Del
mismo modo, podemos jugar con los sonidos. Gesticular y verbalizar letras con
la garganta abierta —A, O—, y hacer exhalaciones más rápidas o más lentas con
la boca abierta.
Gime,
canta, grita, libera.
¡Y
ríe! La risa relaja la boca y la mandíbula, y fomenta así la relajación del
suelo pélvico: de la vagina, del útero y del cérvix. Y libera endorfinas.
¡Anda, como los orgasmos!
La
pelvis es una zona de intercambio de tensiones, biomecánicas, físicas y retención
de emociones, es muy sensible.
Y
reduce tus ratos de morros. Cuando estamos estresadas, nerviosas o alteradas,
tendemos a apretar la mandíbula y los dientes, a bloquear el cuello, y también
a apretar el culete y con ello la vagina. Sé que muchas veces es inevitable
enfadarse, pero seguro que si te acuerdas de tu vagina en ese momento, tendrás
un motivo más para relajar antes de tiempo. Y como dice Buda, «quien te enfada,
te domina». Nadie se merece tener el poder de enfadarte, y menos aún de bloquear
tu vagina.
Y,
por supuesto, observa asimismo tu comportamiento en tus relaciones: expresa,
comunica, pide. Necesitamos expresarnos para liberarnos. Liberar nuestra
pelvis, nuestra boca, nuestra expresión física y emocional. Movernos sin miedo,
dejarnos llevar, pedir, no reprimirnos, gemir, marcar límites, respirar…
En
las relaciones sexuales también podemos tomar conciencia de nuestra
respiración, nuestra boca y nuestra garganta. Muchas veces apretamos los
labios, cortamos y aguantamos la respiración y reprimimos nuestra voz,
bloqueamos nuestra energía. Debemos abrir la boca y la garganta, separar los
labios, dejar que entre aire por nuestra boca, que vibre nuestra garganta y
dejar que salga en forma de gemido. Dar rienda suelta a nuestra voz, sin miedos,
sin vergüenzas… Y esto es algo que se trabaja, que se practica, que se aprende.
Así
la vagina podrá lubricar más, pedir más, sentir más… Reducir su presión, su
tensión, su dolor si lo hubiera…
ANEXO 1
Mi cuerpo, lo más valioso que tengo
Todas tenemos…
•Pelos.
•Ojeras.
•Cicatrices.
•Granos.
•Heridas.
•Curvas.
•Pestañas raquíticas.
•Dedos del pie deformes.
•Tetas asimétricas.
•Mocos.
•Poros.
•Celulitis.
•Estrías.
•Flujo.
•Sangre.
¡Y es tan bonito!
¿Quién dice que no lo es?
Tu naturalidad es bellísima.
Vive orgullosa de ella.
No necesitas filtros.
Igual que nunca tuvimos una asignatura sobre cómo conocer el ciclo
menstrual o nuestra sexualidad, tampoco la tuvimos sobre cómo aprender a
aceptar o a querer nuestro cuerpo.
Y no es que sea un trabajo nada fácil. Ni siquiera de explicar.
Si algo he aprendido desde que me dedico a la salud hormonal, es que
nuestro cuerpo es una maquinaria perfecta que dedica toda su energía a existir
y a funcionar correctamente.
Gracias a nuestro cuerpo vivimos y experimentamos. Somos capaces de
sentir nuestro útero latir al expulsar la menstruación. De que se nos ponga la
piel de gallina cuando algo nos llega al corazón. De tener orgasmos. De llorar.
De amar. De viajar… Y hay pocas cosas en la vida más dolorosas que no amar el cuerpo
en el que vivimos, o una de sus partes.
¿Sabes una cosa? Más de la mitad de mi vida sentí que era poco
«femenina» porque no encajaba en el concepto de feminidad que nos han inculcado
y vendido toda la vida. Nunca me maquillé para ir a clase e iba en mallas y
sudadera. Siempre con mi mochila a la espalda cargada de cosas, rechazaba (y
rechazo) los bolsos que me destrozan los hombros. Odiaba ir de compras (lo sigo
odiando). De pequeña nunca tuve Nenucos ni ninguno de los bebés de juguete que
había para jugar a ser mamá o a cuidarlo. Tampoco me gustaban las Barbies ni
las Bratzs. Nunca jugué a las cocinitas ni a nada de lo que supuestamente dicen
que deben jugar las niñas cuando son pequeñas. Solo quería juegos de ciencia o
experimentos. O animales de peluche.
Tampoco me gustaban los vestidos ni las faldas. Aunque mis gustos
han ido cambiando… Me maquillo una vez al mes, como mucho. Y solo si me
apetece. Pero he llegado a sentirme realmente inferior por estar en un círculo
de mujeres superarregladas y maquilladas y yo ser la única que no. El «no
encajar» con la mayoría de la sociedad también se unía a lo físico.
De igual modo, he recibido comentarios de que podía arreglarme un
poco más o maquillarme un poquito. Y no hace tanto. Me he sentido mal por
sentirme bien sin hacerlo. He llegado a sentirme inferior.
Odio los tacones. Tengo tres pares por obligación propia de cuando
era adolescente, para no ser la única que no los llevaba cuando iba a una
fiesta que, además, odiaba, pero desde que empezó la seguridad en mí misma no
he vuelto a plantarme uno, y dudo que lo vuelva a hacer en toda mi vida.
Nos han vendido que hemos de ir maquilladas y arregladas para
parecer femeninas, porque es lo que va con nosotras. Y me parece perfecto que
cada mujer disfrute de sí misma, se mime y se cuide, se quiera sentir guapa,
pero por ella, y sin obligaciones externas.
Disfruto cuando me arreglo, pero también cuando me pongo mi chándal
o mi pijama. Hasta de mis pintas premens de moño y llorera. Pero a veces
todavía la carga mental me hace daño.
No todas buscamos ajustarnos a ciertos patrones de belleza cultural.
Bellas ya somos por existir y no necesitamos nada externo que no queramos.
Además, el concepto de «arreglarse» es otra falacia. No tienes nada
que arreglarte, porque así eres perfecta.
Tu cuerpo es perfecto por existir. Con sus pelos. Con sus chichas.
Con sus cicatrices. Gracias a él vives y experimentas.
Recuérdalo cada día de tu vida: estás viva. Eres suficiente. No hay
nada malo en ti.
Y MIS TETAS Y MI VULVA DE DIOSA, SON PODEROSAS
No podía despedirme de este anexo sin hacer una oda a mis tetas y a
mi vulva. E indirectamente a las tuyas. Porque, salvando las distancias de
aspecto físico, son iguales que las mías: únicas, y divinas.
Mis tetas, que ya no recuerdan lo que es un sujetador. Bendito el
día en que decidí quitármelo y no volvérmelo a poner más (salvo cuando entreno,
que me es imprescindible si no quiero acabar con una mastalgia horrible).
Recuerdo que salí a la calle y sentía que todo el mundo me miraba. Me sentía
desnuda y demasiado… Libre.
Sinceramente, te animo a hacerlo (obviamente, si tu situación
individual te lo permite y estás cómoda físicamente sin él). Me parece una
prenda ideal para usar ocasionalmente o cuando hay una necesidad física, pero
no por norma general para que todas las mujeres tengan las tetas simétricas y
«perfectas», y ni mucho menos por pensar que sin él tus tetas se caerán. No
usar sujetador de hecho puede ayudar a que tus pechos se mantengan más firmes.
Nuestras tetas reales, con su forma real, con sus asimetrías, con
sus direcciones, con sus pezones erectos en ocasiones; son preciosas.
Y mi vulva es el templo más bonito que tengo. Fui de las afortunadas
que nunca la odié. Que siempre me pareció preciosa. Desde bien pequeña la
conocí, curioseé, la miré… Y gracias a ella, también estoy escribiendo este
libro.
Hónralas, como has de honrar todo tu cuerpo. Y si todavía no estás
en ese punto, trabaja para llegar a él. Es uno de los regalos más bonitos que
puedes hacerte.
ANEXO 2
¿Cómo sería mi cuarto de baño ideal?
No puedo acabar este gran manual sin hablarte de cómo debería ser
una de las partes más importantes de la casa.
Porque tú, cuando te vas de vacaciones, ¿qué es lo que más echas de
menos de tu hogar? ¿La cama o el retrete? ¡Yo, el retrete! A no ser que la cama
sea realmente mala en el sitio a donde vaya, lo que me pasó este año por
primera vez en mi vida.
Desde que me he mudado, esta sensación la tengo aún más, porque
cuando empezó el proyecto de hacer casi una casa de cero o, más bien, solo con
paredes, techo y suelos, lo primero en lo que pensé fue en el baño.
¿A ti no te pasa que vas a sitios donde los baños te dan paz y te
podrías quedar incluso dormida? ¿Y otros en los que el baño es lugar de
tránsito porque no queda más remedio? Pues yo quería tener en casa uno de esos
baños que dan gustito visitar, que te envuelven con su luz y diseño y te
invitan a disfrutar de hacer pis, de hacer caca, y hasta de echarte una siesta
si quisieras.
En el baño, lo principal y más importante que hacemos es pis, caca y
ducharnos. También lavarnos la cara y hacernos nuestro skincare, y peinarnos,
maquillarnos (quien lo haga), etc.
Para hacer pis y caca, y en la ducha de por las tardes y por las
noches (esas del final del día, me refiero), recordamos que necesitamos activar
nuestro sistema nervioso parasimpático, nuestro sistema de la calma. Y para
eso, nuestro entorno y ambiente juegan un papel importantísimo. Las luces son
un punto fundamental: tener luces cálidas para esos momentos, sin perder las
luces blancas de primera hora de la mañana. En este caso, hay bombillas
inteligentes que pueden cambiar de intensidad o de color, que son las que yo
puse en mi baño, o también tienes la opción de poner bombillas de luz blanca y
tener una lámpara con una bombilla cálida para encender a partir de ciertas
horas de la tarde.
Puedes colocar igualmente en algún sitio alguna vela e incienso o
difusor de aroma para encender cuando te pases un ratito en el baño, o incluso
dejar la vela encendida desde media tarde hasta que te acuestes o hasta la
mañana siguiente, y así tendrás su iluminación si tienes que levantarte por la
noche a hacer pis (que te recuerdo que no es normal) y evitas encender
pantallas de móvil o luces más fuertes que te activen a mitad de la noche.
Puedes tener ya un mapa completo de tu casa e ir a oscuras con los ojos
cerrados como voy yo alguna vez para no espabilarme.
¡Las luces blancas son innegociables si no tienes ventana que dé al
exterior! Igual que por la tarde necesitamos calma y relajación, por las
mañanas necesitamos activación y acompañar al pico de cortisol que debería
darse de manera natural, ¡sobre todo las personas que necesitan tiempo para
espabilarse y despertarse o están un poco desconectadas de sus ritmos
circadianos! Espacio de paz, ¡pero con luz!
El color de los azulejos es asimismo esencial, creo yo. Los colores
que se aproximen a los blancos y cremas, simulando piedra o madera dan más
calidez. Yo no pondría colores muy chillones, llamativos o brillantes, porque,
en cierto modo, alteran visualmente.
Puedes colocar un espejo con luz debajo o una lamparita de pinza
enganchada al mismo, para tener luz blanca en la cara si necesitas verte bien
la piel. Pero, ojo, atención: si eres de las que no puede parar de tocarse los
granos y los puntos negros, ¡esta maravillosa luz puede ser un peligro! Porque
con ella se ve todo, todo, todo. Yo he aprendido a contenerme, y solo
establecerme un día de limpieza al mes, porque, si no, diariamente me haría una
escabechina.
DUCHA
HIGIÉNICA VERSUS PAPEL HIGIÉNICO
Desde
hace varios meses no uso papel higiénico en el baño, y cada vez que voy a un
sitio en donde tengo que emplearlo —véase casi todos los lugares de España
menos mi casa—, me da hasta rabia.
El último
año viajé a Rabat y a Bali y no utilicé ni un solo día papel higiénico, ¡y qué
gozada! Un chorrito de agua después de hacer pis o caca y ¡hala! Después te
secas con una toalla para no mojarte la ropa y ya está. Me he acostumbrado
tanto a sentir el agua después de hacer pis o caca que pensar en restregarme un
papel no me hace ninguna ilusión.
Puede que
te estés preguntando, ¿cómo? O no, porque el título te desvela el secreto.
Aunque
llevemos haciéndolo toda la vida (que realmente no es así porque antes no había
papel), eso no quiere decir que sea lo mejor para tu vulva, lo que pasa que nos
hemos acostumbrado a ello. Cuando te vas a otros países, sobre todo árabes o
asiáticos (aunque también europeos), casi todos sus baños tienen duchita
higiénica o duchita de bidé (según en qué sitios los llaman de un modo o de
otro), aunque muchos también tienen papel higiénico porque están adaptados al
público occidental que los visita. Otros ni siquiera tienen taza de váter, solo
un agujero en el suelo para que hagas pis y caca en cuclillas, en la mejor
postura fisiológica para tu suelo pélvico. Contaminas menos y cuidas tu vulva
más.
¿Y no es
malo lavarte continuamente ahí abajo?, me preguntáis a veces. Realmente no te
estás lavando, te estás echando un chorrito de agua para retirar los restos de
pis, que es más higiénico que pasarte el papel, extenderlo y a veces arrastrar
la mucosa (soy muy pesada con la forma correcta de limpiaros, ¡siempre a toquecitos!)
Así que cuando empecé a elaborar los baños de mi casa, tenía claro que tendría
duchita en ambos, porque así quien viniera de fuera también podría utilizarla.
¿Cómo me
seco? Con toallas. Tengo un cestito con varias toallas pequeñas (de estas de
bidé). No las cambio cada vez que me limpio, las reutilizo durante uno o dos
días. A decir verdad, me echo agua y no queda «suciedad» de pis ni caca en la
toalla, así que no hace falta usar una cada vez que meas (en mi caso entonces
tendría que hacer la colada de toallas cada día, con lo meona que soy).
También
tenemos un bidé, que podemos usar en muchas ocasiones, pero es verdad que
trasladarte al bidé cada vez que haces pis tampoco es lo más cómodo del mundo.
La duchita ocupa menos espacio y es más rápida.
¡Y para
la regla también es maravilloso! Ya sea cuando te quitas la copa menstrual para
limpiarla, lavarte la vulva cuando cae la sangre en el sangrado libre o después
de hacer pis o caca, o si usas bragas menstruales o similares y has de lavar la
vulva que tiene sangre, es muy, muy cómodo. Pasarte al bidé sería la siguiente
opción, pero, si lo has hecho alguna vez, ¿no te ha sucedido que en los
centímetros de distancia entre uno y otro, ha caído justo la gota de sangre al
suelo? Literalmente, como cuando cae la tostada por el lado de la mermelada de
fresa.
¿Y si no
tengo duchita o no puedo ponerla? Una pera de agua para los lavados posparto. O
una botella. La tenía con agua al lado del retrete y ya. ¡Así que realmente
puedes hacerlo si quieres!
Siguiente
punto, ¿qué cacharros debería tener mi baño ideal?
Lo
primero y más importante: un banquito para subir los pies. Fíjate si lo
considero importante que, como ya te he contado, he hecho un diseño para
empezar a vender mis propios banquitos. La frase que llevan es: «¡Te ayudo a
soltar todas tus mierdas!». Y nunca mejor dicho. El baño es un lugar de
desahogo, no solo de nuestras mierdas fecales, sino también de nuestras mierdas
mentales. Lo mejor para poder hacer caca correctamente es que nos sea fácil,
así que tener el banquito es un imprescindible.
Un
armario con crema hidratante para tu vulva y lubricante hidratante, la bolsa de
tela con el kit menstrual (en caso de que lo necesites) y una bala vibradora,
porque nunca se sabe cuándo vas a necesitar la vibración.
Y luego
ya, ¡todo lo demás!
Que el
baño se convierta en un lugar que te dé paz y placer al entrar es un
imprescindible para disfrutar de todo lo que tienes que hacer en él y
reconciliarte con tu cuerpo y tu fisiología, ¡y abrazar a tu sistema nervioso!
Porque
pocos momentos hay más parasimpáticos que hacer pis o hacer caca. Y pocos
lugares hay de más confesiones y conversaciones chulas que en el baño. Porque
lo típico que siempre se dice es que las mujeres siempre vamos acompañadas al
baño, y es una realidad, pero es que se habla de tantas cosas en un baño… Que
ojalá tuviéramos más ratos de baño juntas, y pudiéramos seguir conversando
sobre todos nuestros tabús, creando más tribu, compartiendo más.
NO HAY
NADA MÁS PLACENTERO, QUE MEAR O CAGAR EN EL CAMPO
Ni más
natural, ni más parasimpático, ni más beneficioso para tu suelo pélvico, la
verdad. El placer que da mear en lo alto de una montaña, después de una buena
ruta, con buenas vistas al horizonte… Puf, qué paz solo de imaginarlo.
Si no lo
has probado nunca, te invito a hacerlo, en uno de esos días que contactes con
la naturaleza. (Y si usas papel, recuerda no tirarlo al suelo, ¡guárdalo y
llévatelo!).
¡Y
recuerda! Todo esto son solo consejos,
como yo
llamaría, hormonales,
pero
debes hacer con tu vulva lo que quieras,
¡que para
eso es tuya!
DESPEDIDA
Y hasta aquí, mi manual amoroso para cuidarte.
Nunca será lo suficientemente completo, ni todo estará lo
suficientemente explicado, como para que sea todo lo que necesitas saber sobre
tu vulva y tus hormonas, pero ojalá haya podido acercarme a una pequeña parte
de tus expectativas y haberte enseñado algo nuevo, aunque pequeñito.
Si quieres seguir ampliando todo lo que te he contado y descubriendo
más cosas sobre tu salud puedes entrar en mi página web: salud-hormonal.com a
través de este QR.
¿Sabes una de las cosas que más me hace feliz en mi última trayectoria
laboral?
Cuando una persona me dice que se acuerda de mí haciendo caca,
haciendo pis, teniendo un orgasmo o tocándose la vulva, entre otras muchas
situaciones graciosas que podemos imaginarnos. Otras veces algunas mujeres me
comunican que se sienten identificadas conmigo en mi forma de sentir, de ver la
vida, o con muchas de las historias personales que cuento.
Este manual precisamente ha surgido de mi historia personal, de la
falta de referencias e historias reales, de la falta de información y de la
falta de educación. Por eso no he podido evitar hilar muchos consejos con
anécdotas propias, porque han sido esas experiencias las que me han llevado a
vivir en este punto.
Es hora de poner punto y final a la presión de estas teclas, que,
como he dicho al principio de esta despedida, nunca me parecerá suficiente.
Abrazando mi autoexigencia, mi miedo, mi ilusión, y mi amor por la salud de las
mujeres, me despido, y te abrazo virtualmente, compartiendo contigo mi calor,
mi energía y mi ilusión, y recibiendo la tuya.
Que todo lo que hagas en la vida sea desde el amor. Ese siempre será
el mejor camino.
Y te recuerdo una cosa:
Ser mujer no duele, lo que duele es la incomprensión, la falta de
ayuda, la desinformación. Y sola, no se puede.
Y te deseo otra:
Que todo lo que hagas en la vida sea desde el amor. Ese siempre será
el mejor camino. Pero sin perderte en él, porque tú eres tu mejor persona.
AGRADECIMIENTOS
A la niña que fui y a todo lo vivido, porque, gracias a ella, ahora
estoy.
A mis padres, Belén y Jesús, por educarme libre y hacerlo siempre lo
mejor que supieron. Por su apoyo incondicional, aun sin entender. Porque sin
ellos, llegar hasta aquí habría sido cien veces más difícil, quizá incluso
imposible.
A mi hermano, Adrián, por impulsarme a iniciar esta aventura llamada
emprendimiento, y por aquel: «No hay palabras que puedan cambiar lo que
sientes, pero lo que haces es admirable». Gracias a ti tomé este camino.
A Laia, por ser, además de amiga, mi ginecóloga de referencia, por
acompañarme en cada proceso y por ayudarme con este manual.
A la familia que yo he escogido, a mi tribu: a mi pareja, Rafa, por
darme tanta paz; a mi amiga Lucía, por ser mi mitad-PAS, y mis maravillosas
amigas (Ángel, tú eres una más) y primas, son la mayor fortuna de mi vida,
porque lo bonito de la felicidad es compartirla y el mejor regalo de la vida:
sentirte querida.
A mis cuatro gatos: Cata, Huevito, Melocotón y Furia. Y a Elsa. No
entiendo la vida sin animales, y sin agradecerles su lugar en el mundo.
A mi equipo Salud Hormonal, por su confianza, y por ser parte de mi
proyecto.
A todas vosotras, por estar leyendo estas palabras.
A mi ciclicidad, a mi sensibilidad, a mis miedos. Gracias a ellos yo
también soy.
Este libro va dedicado a mis abuelos,
que gracias a ellos estoy aquí,
y que deberían ser eternos.
A mi abuelo Cata. La estrella más brillante del cielo.
Qué orgulloso estarías de «tu niña» si leyeras este libro. ¡Y cuánto
aprenderías!
A mis abuelas Vilda, otra estrella preciosa, e Isi, que está en
cuerpo pero no en mente. Aunque sé que en el fondo de tu corazón todavía
recuerdas quién soy.
A mi abuelo Cosme, que sigue con nosotros como un roble. ¡Qué
afortunada soy!
Y a mi tía abuela Santi y a mi tío abuelo Ángel, más que otros
abuelos,
mis segundos padres.
Mis referentes para cuando llegue a más mayor.
Os amo con todo mi corazón.
Notas
* Al final del
libro incluyo un QR con mis hidratantes favoritos, una lista de música que
puedes usar y algunos vídeos que te ayuden a complementar esta vulvacare
maravillosa.
Cualquier forma de reproducción,
distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser
realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la
ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita
fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702
19 70 / 93 272 04 47).
© Sara Matesanz Jiménez, 2024
© De las ilustraciones: Marta Piedra,
2024
© Del prólogo: Laia Vidal, 2024
© De la introducción: Silvia Ligero, 2024
© La Esfera de los Libros, S.L., 2024
Avenida de San Luis, 25
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Primera edición en libro electrónico
(epub): mayo de 2024
ISBN: 978-84-1384-855-6 (epub)
Conversión a libro electrónico: J. A.
Diseño Editorial, S. L.